✰ 5. CENICIENTA


Dime si te atreves
Atrévete a algo conmigo

Quieres - Aitana, Emilia y Ptazeta

Amaneció con un insoportable dolor de cabeza, completamente deshidratada y un total de veinte llamadas perdidas en el teléfono. El móvil, siempre en modo silencio, estaba a punto de quedarse sin batería. Celia consultó los mensajes: el grupo de WhatsApp de las chicas ardía.

Dormilona, se levantó de la cama y se metió en la ducha sin desear buen día a nadie. No se sintió persona hasta que el agua fría cayó sobre su cuerpo despertando cada músculo o tejido. Nada como agua congelada para resucitar de una noche de fiesta. Poco a poco, como una retransmisión de fotogramas, los recuerdos de anoche fueron asaltando su cabeza de manera caótica, hasta verse a sí misma bailando pegada a Pablo y luego gritando en el rellano a Iván.

De pronto se sentía avergonzada por sus actos.

Sabía que tenía que devolver algunas de las llamadas perdidas —eran todas de sus amigas y un par de Marcos—, pero por el momento se limitó a mandar un mensaje por el grupo haciéndolas conocedoras de su estado.

CELIA, 13:07

Chicas, perdonad. Anoche volví a casa con Iván y no me despedí. Estoy bien, luego hablamos. 💚😅🙏

Tan pronto lo enviaba llegaban otros cuatro preguntando por su acompañante. Qué vergüenza le daba explicar la verdad...

Se sentía culpable por la manera en la que se había dirigido a Iván en el portal. ¿Había sido muy dura? Puede que sí... Al mismo tiempo, una vocecita en su cabeza le repetía que él tampoco había hecho las cosas bien: el problema no estaba en que Iván la mirara de una manera o de otra, si no en que él sabía que Celia se sentía incómoda cuando lo hacía y no se detenía. Todo lo contrario, disfrutaba del control que tenía sobre la situación. Si era capaz de percibir que ella no disfrutaba, debía haberse cortado un poco en lugar de reírse a su costa. La hacía sentir estúpida.

Por otra parte, sumaba puntos a su favor al haberla acompañado a casa y echado un cable con el tío ese tan asqueroso a la salida de la discoteca. No tenía por qué hacerlo pero lo hizo. Sin embargo, de nuevo la vocecita del subconsciente murmuraba que sus actos tenían segundas intenciones: Iván esperaba algo de ella al llegar al portal a cambio de su buena conducta, y ese algo podía ser un beso de buenas noches, una caricia o su número de teléfono. La recompensa por ser un buen chico rescatador de damas en apuros.

Dando vueltas a todo esto, Celia se puso ropa cómoda y ayudó a su familia con las tareas del hogar. Pasó la mañana en un estado de trance o sueño despierto, ensimismada en Iván y luego, como invocado por el recuerdo, en Pablo.

Había huido de su lado sin decirle adiós o darle alguna explicación. Seguramente el chico pensó que estaba mal de la cabeza o que era una de esas tías que calentaba el ambiente y de pronto se tiraba atrás en el último momento. ¿Y podía reprocharle que lo pensara? Era evidente que todos sus actos conducían a haber aceptado ese beso. Ella le había animado a acercar sus cuerpos, a bailar juntos sin dejar pasar el aire entre ellos...

Tuvo un conflicto interno batallando en su alma durante toda la mañana y parte de la tarde. Al final, sobre las seis, cedió a sus impulsos y llamó por teléfono a Inés. ¿Y por qué a ella? Inés vivía en un estado de perpetua libertad que justificaba hasta la más imprudente de las locuras que se le ocurriera hacer a una. Del mismo modo era de las cinco la más sincera. Un poco bruta a la hora de comunicar, pero siempre con la mejor intención. Así que, como su mayor referente para decidir lo que era coherente y lo que no, Celia buscó en su agenda de contactos el número de su amiga y la llamó.

—Llevo esperando esta llamada todo el día —saludó.

Celia se rio. Ese era otro motivo sobre por qué la había elegido a ella para hablar sobre Iván y Pablo. Inés siempre conseguía hacerla reír.

—Lo sé, he estado un poco ocupada poniendo las ideas en su sitio —le respondió.

—Lo entiendo. Anoche nos pegamos un susto de muerte cuando vimos que no estabas por ninguna parte —la regañó—. Celia, tienes que avisar si te vas. Aunque sea con un WhatsApp. Te llamamos mil veces. Creo que hasta Marcos lo hizo. Al final Pablo, que era el último que te vio, supo por Iván que te habías marchado con él y que ya estabas en tu casa... En fin, ahora ya no importa, cuéntame qué hacías tú sola con ese tío bueno a las cinco de la mañana.

Primero se disculpó y luego se lo contó todo tan detalladamente como recordaba, desde la aparición estelar de Pablo cogiéndole de la mano y haciéndola girar sobre sí misma, hasta las secas palabras de despedida de Iván garantizando que ni estaba molesto ni intentaba castigarla. Habló durante diez minutos, monopolizando la conversación y dando rienda suelta a sus pensamientos y a sus dudas, intentando convencerse de que su manera de actuar estaba justificada en todo momento.

—¿Tú qué piensas? —le preguntó cuando hubo terminado el monólogo.

—Tía, te entiendo en todo, de verdad. Es que si Iván te ha estado haciendo sentir como un postre cada vez que lo veías, no sé qué se pensaba que ibas a hacer anoche, ¿comerle la cara? Pues no, es obvio.

—¿No crees que quizás me pasé un poco?

—Bueno, no lo sé. Tendría que haberte visto... Pero Celia, el discurso era coherente, se lo explicaste muy bien. Y si te sentiste tan cohibida, tú que siempre piensas que el mundo esta lleno de personas buenas, es que realmente estaba actuando algo invasivo. Yo no le daría más vueltas. Lo pusiste en su sitio. Las cosas claras y el chocolate espeso. —Se pausó un momento y la oyó morder algo—. La próxima vez que le veas, tú sonríe y haz como que todo está bien por tu parte. Estoy segura de que él habrá cambiado su actitud contigo.

—¿Qué comes?

—Chocolate puro al 75%.

—Qué bueno.

—Pues sí. —Retomó la conversación—. Por otro lado, con el que no fuiste tan clara es con su amigo Pablo. Te largaste de una forma un poco exagerada. Nos lo encontramos con cara de tonto... Fue él quien vino a buscarnos preguntando por ti. Nos dijo que te habías largado de repente y que no te encontraba por ninguna parte. Además no cogías el móvil... Llegué a pensar que te habían secuestrado.

—Ya lo sé, ya lo sé. Me muero de vergüenza solo de pensarlo. Creerá que soy una calentona...

—Oye, no digas eso —la interrumpió su amiga—. Si piensa eso es que es gilipollas. En ese caso, habrías hecho bien en salir corriendo.

Ella suspiró, sabía que Inés tenía razón.

—Tía, escúchame, no parecía pensarlo anoche. Cuando le vimos estaba preocupado por ti. Yo creía que te había hecho algo... no sé... meterte mano cuando tú no querías o algo así. Se lo pregunté y me dijo que no, que solo bailabais. Me confesó el amago de beso y me imaginé que ese era el motivo que te había llevado a huir.

—A ver, Inés, no me fui a mi casa por rechazar un beso. Me fui porque no os encontré luego, me quedé sola. —Se molestó Celia.

—Sí, sí, ya lo sé. Si te entiendo en todo. Estuve tan centrada en Dani y Sara que no me planteé que tú también precisases de mis servicios de casamentera. Te hubiera animado.

—¿A ligar? Muchas gracias, pero eso sé hacerlo sola. —Celia dejó escapar una pequeña risa.

—Sí, sí, ligar está claro, pero para besar veo que te quedas dudosa.

—¡Inés!

—Ay mujer, que es broma —se rio ella también—. Tú bésate con quien tú quieras, yo solo digo que si me necesitas para que sea tu conciencia, la próxima vez acudiré a donde quiera que estés para susurrarte al oído: tíratelo, tíratelo...

Celia profirió una sonora carcajada y escuchó a Inés acompañarla al otro lado de la línea telefónica.

—Mira que eres tonta... —Se limpió una lágrima de alegría y cambió de tema—. ¿Qué pasó entre Dani y Sara?

—Triunfé. —Inés sonaba muy orgullosa de sí misma—. Se dieron el número. Intenté que llegaran más allá, ya sabes, un besito o algo así, pero nada. Todo quedó en el número.

—Bueno, genial, es mucho más de lo que parecía.

—En realidad, es todo un éxito.

—¿Y Noe y Olga?

—Comiéndose la boca con una pasión que no había visto jamás. —Suspiró exageradamente—. Envidia sentí, te lo juro.

Celia volvió a reír. Inés tenía una forma irónica de comunicarse que siempre le arrancaba una sonrisa. Hacía que lo que parecían problemas graves, en un instante se minimizaran hasta casi convertirse en una tontería. Hablaron durante una hora y para cuando Celia colgó, su humor había mejorado considerablemente.

Antes de irse a dormir revisó de nuevo sus mensajes, con ánimo de contestar y dar explicaciones a las otras tres por su desaparición fantasmal de anoche. Entre todos ellos, encontró uno de un número desconocido.

DESCONOCIDO, 19:11

Anoche te dejaste un zapatito de cristal perdido en la pista de baile 👠👑

Ella sintió que le daba un vuelco en el corazón y se sonrojó. Tardó media hora en contestar, pero al final se armó de valor. ¿Era Pablo? O ¿Iván? ¡Dios mío! ¿Era el tío baboso de la salida? A lo mejor se habían equivocado de número... Escribió a Marcos, suplicándole al cielo que tuviera la más remota idea de a quién pertenecía ese número de teléfono.

MARCOS DÍAZ 🗞, 23:30

Veo por tus mensajes que no has sido secuestrada. Cuánto me alegro 😒 Es el número de Pablo. Sospecho que es su forma de coquetear contigo, Cenicienta.

El corazón de Celia bombeó con tanta fuerza que pensó que iría a escapar de su caja torácica e irse de paseo por Valencia sin ella. Le temblaban las manos y sentía la mayor de las vergüenzas caer sobre ella. Se disculpó ante Marcos por no haberle avisado de que estaba bien. Luego guardó el número de Pablo como «Su Majestad Príncipe Pablo». Le hizo una captura de pantalla y se la envió a él.

CELIA, 23:36

Hola, su majestad, le pido mil disculpas. Anoche me porté fatal huyendo despavorida de tan galantes brazos. Me lo estaba pasando genial, lo reconozco, pero se hizo tarde y el hada madrina me advirtió que si no salía de allí a la hora en punto, me convertiría en calabaza 🥺 Siento no haberme despedido.

Como si llevara esperando esa respuesta todo el día, Pablo contestó de forma inminente.

SU MAJESTAD PRÍNCIPE PABLO, 23:37

Tranquila, no te preocupes, lo entiendo perfectamente. No hay que jugar con la magia, siempre tiene un alto precio. Estaba preocupado por si te había hecho sentir incómoda. A pesar de mis nobles orígenes, entiendo que no todas las doncellas ansían un beso del Principe Azul. ¿Te asusté?

CELIA, 23:39

A esta Cenicienta pocas cosas le asustan.

Él volvió a responderle y ella a su vez. De pronto, estaban enfrascados en una eterna conversación que siempre tenía una nueva pregunta al final de cada mensaje. Ninguno de los dos parecía querer terminar de conocerse.

Bueno, parece que Pablo se le ha adelantado a Iván. Aunque aun no es tarde para que se de un drástico giro de los acontecimientos.

¿Tenéis ya un favorito, o aún es pronto? ¿Pablo o Iván? ¿Cual de los dos os da mejores vibraciones? Os leo 👀

Recordad darle un toque a la estrellita si apreciáis mi historia y os gustaría leer más ⭐️

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top