✰ 43. SECRETOS Y TREGUAS
Y que, si te nombro a cada una de mis musas
Y no te nombro a ti, seguro dolería
Ahora que no puedo hablar - Morat
—¿Pero no ha pasado nada? —preguntaba Celia con el ceño fruncido.
—No, tía, no es necesario que siempre exista un detonante —decía Sara—. Sigo pensando que es un chico dulce y muy guapo, pero es que no tenemos nada en común. De verdad, ¡parece que no sepa hablar de otra cosa que no sea natación! Ha pasado de gustarme a irritarme...
Celia soltó una risita traviesa. Podía comprender un poco a Sara, ya que era nula en todo lo que estaba relacionado con el deporte.
—Que os gusten cosas diferentes no tiene por qué determinar vuestra ruptura —opinó—. ¿No le gusta leer?
—No ha cogido un libro en su vida. —Rodó los ojos la rubia—. Pero ese no es el problema. Estoy de acuerdo contigo en que no tenemos que ser la misma persona multiplicada por dos para estar juntos, pero... —Suspiró—. Siento que estamos a mundos de distancia. ¿No debería existir una conexión? Si no tenemos nada de qué hablar y solo nos besamos... ¿Eso no es una relación, verdad?
La de cabellos oscuros detuvo su andar para mirarla a los ojos. Caminaban cogidas de la mano por temor a perderse la una a la otra entre tanta gente. El barrio de Ruzafa era caótico en aquella fechas. A Sara le entusiasmaba el ambiente fallero y solía admirar embrujada las luces de colores colgadas en los tejados, el ruido de los petardos y el olor a pólvora y a churros recién fritos. No obstante, abordar su situación sentimental con Dani le había desestabilizado un poco y ahora su cara se contraía en una expresión de estrés.
—Creo que si no tienes ganas de pasar tiempo a su lado, hay que ponerle punto y final a vuestra historia —reconoció finalmente a Celia—. Lo siento, Sara.
Su amiga se encogió de hombros y cambió de tema de conversación. Celia se sentía un poco más feliz que esa mañana, aunque continuaba nerviosa por todo lo vivido. Desde la conversación de hacía unas horas, no paraba de pensar que la actitud de Pablo había sido más que reprochable y le daba rabia no haberse dado cuenta ella sola. Además, su novio ni siquiera le había preguntado cómo estaba o si había hecho las paces con Inés. ¿No era eso un comportamiento muy egoísta? No es que no hubieran hablado en todo el día, él le mandaba mensajes en los que seguía en sus trece, preguntándole cuál era el plan de esa noche y si se iba a quedar a dormir en su casa.
Eso era lo único que le importaba, si dormían juntos o no.
Celia no tenía ganas de provocar la necesaria conversación entre ellos donde, muy probablemente, todo estallaría. Por eso, como buena cobarde, le llamó rápidamente y le dijo que esa noche no podrían verse porque las chicas y ella iban a pasarla en la Falla de Alicia. Se excusó en que no sería un buen momento para conocer a su hermana pequeña y Pablo coincidió en que no quería dar una primera impresión errónea yendo hasta las trancas de alcohol con sus amigos haciendo el tonto sin control.
Una mentira inofensiva a cambio de una noche tranquila.
—¿En qué piensas? —la interrogó Sara.
—En nada.
Su amiga la miró con una ceja alzada y reprimió una risa.
—A mí no me mientas, tía, que te conozco como la palma de mi mano. ¿Estás dándole vueltas a lo de Inés, verdad? He hablado con ella hace unas horas y te prometo que está de lo más receptiva para solucionar las cosas. —Asintió con una sonrisa en la cara—. Ya verás ahora cuando la veamos en la Calle Cuba.
—Lo sé. —Celia ni siquiera había pensado en la posibilidad contraria. Su amistad con Inés era de las auténticas, nada frágil que pudiera desmoronarse por un estúpida disputa de madrugada.
—¿Entonces qué te preocupa?
—Nada —repitió con desgana.
—Celia, ¿es por Pablo? —insistió su amiga.
Abrumada, la joven decidió solucionar el problema de golpe y puso límites de una forma algo agresiva.
—Sara, no te ofendas. Te agradezco muchísimo todo lo que estás haciendo para ayudarme, pero no tengo ganas de compartir esto también contigo. —La miró a los ojos—. Deberías comprenderlo, ¿no? Hace unos meses te pillé escribiendo no sé qué en el ordenador y cuando te pedí que me lo enseñaras no quisiste.
La rubia dio un respingo tras recibir la acusación de Celia de una forma tan avasalladora y hostil. Desde luego, su amiga estaba a la defensiva y muy lejos de sentirse bien.
Las dos enmudecieron aunque el ensordecedor sonido de las calles abarrotadas de Valencia no les permitió del todo sentir el placer del silencio. Sara dedicó una furtiva mirada a Celia. Odiaba verla tan irritada y distante.
—¿Quieres que te cuente lo que era? —se ofreció.
—No, si tú no quieres.
—Confío en ti, Celia. Me daba vergüenza decírtelo antes, pero sé que no me juzgarás. —Se llevó una mano a la boca en busca de las palabras adecuadas para revelar la verdad—. Estoy escribiendo un libro.
Celia la miró fijamente con una expresión de lo más incrédula.
—¿Te refieres a una novela? ¿Cómo las que se venden en las librerías? —Encarnó una ceja algo confusa.
—Claro que sí, tonta. En realidad, es la tercera que escribo.
—¡¿Tercera?! —Celia no cabía en sí de la sorpresa—. No me lo puedo creer... ¿Están publicadas? ¿Cómo no nos has contado nada?
La rubia esbozó una orgullosa sonrisa y sus mejillas se tiñeron de rojo. Era propio de ella sonrojarse ante los elogios.
—Las he autopublicado a través de una plataforma en internet que ayuda a jóvenes escritores a darse a conocer. Se pueden comprar en formato digital y no son muy caros —explicó.
—¿Estás de broma?
—No, te lo juro. Era mi pequeño secreto —murmuró avergonzada—. Están publicados bajo seudónimo para que nadie sepa que son míos.
—¡No puedo entenderlo! —exclamó la otra—. ¿Por qué no querías contarlo? Esto es una noticia brutal.
—Bueno es que la trama...
Vio las mejillas de Sara tornarse coloradas y agachar la mirada al suelo. Toda su postura evidenciaba que le imponía el juicio externo que pudiera suscitar lo que quiera que hubiera escrito.
—¿Es erótica? —Se aventuró Celia—. ¿Morbosa?
—No, en realidad no. —Negó la otra tajantemente—. Es sobre todo lo que me gustaría haber hecho si no hubiese sido tan tímida. Escribo mi propia vida pero cambiando todo lo que no me he atrevido a hacer.
Celia se paralizó ante semejante confesión. Ahora podía comprender por qué para su amiga era tan difícil exhibir públicamente un logro tan grande. En sus libros se escondían sus sentimientos, miedos y preocupaciones. Invitarlas a leerlos suponía desvelar los secretos de su alma. Para una persona normal era abrumador; para una persona tan tímida como Sara era aterrador.
—Te entiendo —terminó por decir Celia—. ¿Es como una vida paralela a la tuya?
—Sí.
Se quedó en silencio un instante especulando sobre toda esa información.
—Imagino que no me vas a decir el seudónimo o los títulos... —se atrevió a preguntar.
—Por ahora no.
Celia no daba crédito a lo que oía. ¿No era un acto verdaderamente heroico atreverse a plasmar sus más oscuros secretos en un papel y publicarlos? A veces Sara le parecía la persona más pequeña del universo. Otras, tan grande que no cabía en él. Se abalanzó sobre ella y la besó en la mejilla con emoción.
—¡Estoy muy orgullosa de ti! ¡Eres inspiradora, tía!—le dijo—. ¿Te cuento yo un secreto?
—Vale. —Sara sonreía y apretaba la mano de Celia con cariño. Le había gustado lo que su amiga acababa de expresarle.
—Me gusta dibujarme a mí misma con trajes de superhéroes.
—¿De verdad? —Rio Sara.
—Sí. —Rio también Celia—. Me he dibujado con los Vengadores, la Liga de la Justicia, con los semidioses del Campamento Olímpico de Percy Jackson, las túnicas de Hogwarts en Harry Potter... ¡Oh! También en traje de cuero negro como en Cazadores de Sombras...
—¿No me enseñarás los dibujos?
—¡Nunca! Es secreto.
Al filo de una muerte de risa llegaron por fin a la Calle Cuba. Se dieron cuenta por la música embriagadora que venía de todas partes, los puestos de comida rápida y bebida despertando el hambre de sus estómagos, la gente bailando y riendo con vasos de plástico en las manos, pero especialmente por las extraordinarias luces que iluminaban todo el barrio.
Era un magnífico espectáculo que construía monumentos lumínicos en forma de edificios por las fachadas de las fincas. Cada diez minutos, las luces se encendían y apagaban de forma rítmica al compás de la música. Sara y Celia, todavía cogidas de la mano para no perderse, lo observaban embobadas con las cabezas alzadas y los ojos brillantes de la emoción.
—Es increíble —murmuró la primera.
—Extraordinario —corroboró la segunda.
Disfrutaron de las vistas un rato y luego se acercaron a una tienda de ropa que tenía por nombre Los sueños de Luna. Habían quedado en la entrada con las demás.
—Hola, chicas.
El rostro de Inés emergió de entre la multitud como el de una sirena en medio del océano. Llevaba su pelo recogido en una trenza de espiga muy bien elaborada aunque bastante corta, dado que a Inés su cabellera tan solo le llegaba hasta los hombros. Lucía una cazadora vaquera que le quedaba algo grande y un pañuelo rojo le tapaba el cuello.
—Hola. Qué guapa vas —dijo Celia, conciliadora.
—Gracias, tú también.
La recién llegada esbozó una leve sonrisa en señal de buenas intenciones y después saludó con un beso en la mejilla a Sara. Se quedaron las tres de pie en silencio esperando a Noe y Paula.
Celia dirigía miradas fugaces a Inés, insegura al no saber cómo proceder tras la desastrosa conversación telefónica de esa mañana. La otra se las devolvía sintiendo exactamente lo mismo.
—¿Por qué no dejáis de hacer el tonto y habláis? —dijo de pronto Sara—. Ya sé que yo no pinto nada en esta historia, pero no me importa mediar. Si preferís estar solas, podéis iros a dar una vuelta y espero yo mientras a Noe y Paula.
—No, no hace falta. No nos importa que estés delante, ¿verdad? —Miró a Inés al decir esto último.
La chica castaña negó con la cabeza y sonrió tímidamente.
—¿Has pensado en lo que hablamos esta mañana? Lo de salir sin Pablo...
—Sí —interrumpió la otra—. Lo he pensado y me parece buena idea. Si te apetece, esta noche podemos ir a la Falla de mi hermana y salir por allí. Estamos muy cerca de Sara y Marcos, así que podemos juntarnos todos como hicimos ayer.
Miró expectante a Inés. Deseaba que aquello fuera suficiente para ganarse su simpatía otra vez.
—Me parece estupendo —corroboró Sara sonriente, como si ya pudiera ver la luz al final del túnel; el principio de la resolución del conflicto.
Celia se tocaba el pelo de manera nerviosa, acariciando un mechón con más fuerza de la apropiada, apretando los labios y mirando al suelo. No sabía qué más decirle a Inés sin sentir que se humillaba, ¿dónde se encontraba el punto medio entre ser una buena novia y una buena amiga?
—Quiero hacer las cosas bien —murmuró cohibida—. De verdad, quiero que todo vaya bien entre nosotras pero también con Pablo. Tengo la sensación de que no paro de tomar malas decisiones y no sé qué es lo correcto...
—Bueno, todos tomamos malas decisiones a veces. —Trató de quitarle hierro al asunto Inés—. Comprendo que es muy duro lo que te he dicho esta mañana. Estamos muy unidas y sé que para ti es importante que me lleve bien con Pablo... Lo que ocurre es que él y yo somos personas muy distintas y temo que, si forzamos las cosas, terminemos odiándonos. A lo mejor te parece una exageración, pero si eso pasa me da miedo que dejemos de ser amigas.
Celia abrió los ojos como platos. ¿De dónde había salido esa idea tan descabellada?
—¿Por qué iba a dejar de ser tu amiga? Eres una de las personas más importantes de mi vida, ¿cómo puedes creer que dejaríamos de apoyarnos? —preguntó.
—Pues, Celia, porque un novio no es una persona para pasar el rato. Se supone que es un compañero, alguien con quien quieres compartir tu futuro. Si vuestra relación es en serio, él se va a convertir en tu mejor amigo, tu persona de confianza, y si yo no encajo puede ser que terminemos distanciandonos...
—Creo que estás exagerando mucho, Inés —la interrumpió antes de permitir que la imaginación de su amiga rondara por mundos paralelos—. Esto tiene solución. A partir de ahora, Pablo no volverá a meterse nunca entre nosotras y guardará sus opiniones para él mismo.
—¿Eso te lo ha dicho él?
—No —reconoció Celia sonrojada—. Pero no te preocupes, sé dónde tengo que poner los límites. No puede meterse entre nosotras si yo no se lo permito. Nuestra amistad es muy importante y Pablo debe aceptarlo si quiere estar conmigo.
No es que Inés no se fiara de Celia. Lo hacía, mucho. Sin embargo, el amor es complicado, confuso y delicado. Eso explicado de forma romántica, aunque en términos más coloquiales se podía afirmar que Inés se fiaba de Celia pero no de la influencia que ejercía Pablo en ella.
—Me alegra oír eso. Y me parece bien el plan de esta noche. Solo nosotras, las de siempre. —Se rindió finalmente.
—Y Marcos —añadió Sara.
—Marcos es una de nosotras —bromeó Celia.
Por primera vez desde que se habían reunido las tres, rieron libremente. Desapareció la presión que cada una soportaba y se permitieron dar por zanjado el asunto.
Celia deseó que esa sensación fuera eterna, pero nada en el mundo lo es.
Finalmente, se hizo la paz. Inés se estaba haciendo de rogar pero parece que por fin ha sabido llegar a un punto medio con Celia y vuelven a estar bien la una con la otra.
¿Esta bien que Celia haya cedido en apartar a Pablo del grupo durante esa noche? ¿Qué hubierais hecho vosotrxs en esa situación? Os leo 👀
Si podéis y os esta gustando todo, darle a la ⭐️
Pd: Os dejo también alguna fotito de las luces de la Calle Cuba en los últimos años para que os hagáis una idea de la magnitud del espectáculo. ¿Es flipante o no? Ya os veo comprando un billete a Valencia para la semana del 15 al 19 de Marzo. 🤣
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