✰ 16. LAS PACES
Palabras que te pegan como un huracán
Miradas que no sabes bien a dónde van
Ni una más - Aitana
Celia estudiaba sobre su escritorio todo lo que no había podido a lo largo de esas últimas semanas. La carrera de Farmacia era terriblemente exigente y debía ponerse las pilas si no quería suspender los finales. Todavía quedaban unos meses, pero el estudio requería tiempo y constancia. Temía que si dejaba de seguir una rutina estable, su rendimiento académico descendería en picado y con tanto Pablo pululando a su alrededor estaba terriblemente despistada.
Sobre las ocho y media de la tarde, la cabeza de Celia estaba a punto de estallar. Se había presionado tanto que apenas podía pensar con claridad. Se dijo que debía organizarse mejor a partir de ahora si quería tener tiempo para sus estudios, amigas y novio. Espera, ¿novio? Tan pronto lo pensó se dio cuenta que eso no era algo que hubiera hablado todavía con Pablo. ¿Y si él no quería? Después de lo que habían hecho en aquel piso de Paterna, Celia sintió una punzada de dolor al imaginar que Pablo se desentendía de ella y empezaba a ignorarla. Las mil inseguridades que formaban parte de sí misma asomaron en su cabecita en forma de pensamientos intrusivos.
Padeciendo por una situación que ni siquiera había ocurrido, Celia escuchó cómo alguien entraba en su cuarto silenciosamente. Se giró rápidamente y sus ojos claros se cruzaron con los avellana de su hermana. Alicia se situó a pocos metros de ella con un aspecto tímido y culpable, sonrojada y mirando al suelo. Celia se hizo la dura y fingió no tener voluntad aparente de arreglar las cosas.
—¿Qué quieres? —espetó.
—Celia, lo siento mucho. Me siento muy culpable por lo que te dije el otro día.
—Ya. Deberías.
—Lo sé, lo sé. No tengo ninguna excusa. —Alzó la mirada con lágrimas en los ojos—. Te quiero mucho. Por favor, perdóname. No pienso en serio nada de lo que dije...
Celia suspiró. La carita de angelito que sostenía Alicia haciendo pucheros con los ojos brillantes era capaz de desarmar hasta al peor de los villanos. Además, la indiferencia de Celia era una vulgar máscara, se moría de ganas por hacer las paces aunque estuviera todavía resentida. Se acercó a ella y la abrazó.
—No importa. —La perdonó—. Sé de sobra que a nadie le gusta que le digan con quién debe salir o que le recuerden que aún es pronto para cosas que seguramente se muere por hacer.
Alicia se dejó querer y la besó en la mejilla con ternura.
—Sigo pensando que te precipitas demasiado —dijo calmada—. Ni siquiera le conoces.
La joven de ojos azules recordó las sabias palabras de sus amigas: no juzgues, Celia.
—Es cierto, no le conozco —admitió—. Por eso he de tener fe en que tú sabrás tomar la decisión correcta si se presenta la situación. Te pido disculpas por ser tan entrometida.
La sonrisa que se dibujó en la cara de Ali fue tan radiante que se le contagió a su hermana.
—Gracias por confiar en mí. —Se abalanzó sobre ella y ambas se fundieron en un cariñoso abrazo.
La pequeña salió del cuarto dando saltitos de alegría, sin embargo, Celia seguía preocupada. Al día siguiente Alicia acudiría a la fiesta con el chaval ese con pintas de expresidiaro y ni el alcohol barato ni la oscuridad de la noche serían el mejor aliado para evitar que su hermana hiciera alguna tontería. Esperaba que la conversación que habían mantenido le indicara cómo manejar la situación sola sin ceder a estúpidos impulsos liderados por complejos.
Especulando sobre los posibles escenarios que podrían o no ocurrir el viernes por la noche, escuchó su móvil vibrar un par de veces; en la pantalla se iluminó una foto de Paula.
—Hola. —Descolgó animada.
—Holaaaaa. —Paula alargó las «a», como si estuviera cantando.
—Cuánta alegría en tu voz. —Rio la otra.
—Lo sé... —Suspiró soñadora—. ¡Tengo tantas cosas que contarte!
—Pues empieza.
—¿Estabas estudiando? ¿Molesto?
—En absoluto. —Cerró el libro sin miramientos—. Iba a parar ya de todos modos.
—Está bien.
Como si de una película de romance se tratara, Paula le relató emocionada que había decidido conocer al chico de la app de citas. Según sus propias palabras, el buenorro que respondía al nombre de Alberto García, era todo lo que ella llevaba soñando desde pequeña.
—Me alegro mucho, Pau —dijo Celia pintarrajeando un folio con un lápiz—. Pero no pierdas de vista lo que te dijo Noe: a lo mejor te llevas una decepción.
—Qué aguafiestas... —Bufó algo molesta su amiga—. Bueno, nadie me va a amargar el maravilloso día que llevo hoy. La cosa es que mañana hacen una fiesta en la discoteca Alma y él irá con sus amigos. Sabes cuál es, ¿no?
—¿La que está por la playa de la Malvarrosa? ¿Cerca del Hotel Arenas?
—Exacto. Noe y yo hemos pensado ir, ya que, a parte de Alberto y sus amigos, Olga irá con unas compañeras de la universidad —explicó—. Así, aprovechando que Noe quiere ver a su novia, yo puedo conocer al tío cañón.
—Es una idea genial. —La de cabellos negros arrugó el papel y lo lanzó a la basura—. Mejor no conocerlo sola.
—Sí, aunque hay un problemita... —Su voz se volvió muy aguda y Celia predijo que ahora llegaba la verdadera razón por la que Paula le llamaba—. No me fío mucho de Noe. Creo que en cuanto vea a Olga se va a pasar la noche comiéndole la boca y me va a dejar sola.
—Quieres que vaya yo contigo, ¿verdad? —adivinó poniendo los ojos en blanco—. Para que puedas comerle tú la boca a Alberto y sea yo la que me quede sola.
—¡No, no, no, no! —se apresuró a decir su amiga, pero tras una pausa comprendió que esas eran justamente sus intenciones—. O sea, sí.
—Vaya.
—¡Aunque no te quedarás sola! Inés también viene. La única que no puede es Sara. —Bajó el volumen como si fuera a transmitir un secreto nacional—. Al parecer, ha quedado con Dani.
—¿Los dos solos?
Eso sí que no se la esperaba. ¡Quién lo diría! La buena de Sarita arriesgándose a una cita en pareja con un chico al que solo había visto dos veces.
—¡Sí! Increíble, ¿verdad? —Paula era una gran admiradora del cotilleo—. Van a ver una película en casa de él. ¿Se liarán?
—No me lo imagino, pero tiene toda la pinta de que sí.
Ambas se rieron al evocar la imagen de las dos personas más tímidas que habían conocido en su vida quedando solos para conocerse. La probabilidad de que se pasaran la primera media hora en silencio sin saber qué decirse el uno al otro, era más real de lo que desearían reconocer.
—Vale, entonces bien —dijo Celia retomando el tema de la discoteca, Alberto y el plan para conocerle.
—¿Seguro?
—Claro, si está Inés para hacerme compañía no veo el problema. ¿A qué hora mañana?
—Paso a buscarte a las once.
—Estupendo.
Paula se despidió sin preguntarle por Pablo. Celia rio para sus adentros. Con lo chismosa que era su amiga, si no le había preguntado nada de su motero con chupa de cuero era porque estaba realmente flotando entre nubes de algodón con la idea de conocer al tal Alberto. Y la verdad es que Celia se alegraba muchísimo por ella.
Minutos después de terminar la llamada, escribió un mensaje a Pablo invitándole a acudir a la fiesta. Ella también tenía ganas de beber, bailar y disfrutar de los labios de su chico. No obstante, el mensaje que recibió a modo de respuesta le decepcionó.
SU MAJESTAD PRÍNCIPE PABLO, 19:44
Lo siento, Cenicienta. Mañana tengo plan con un colega. Su novia le ha dejado 😬 El deber me llama 😢
Evidentemente Celia lo comprendía a la perfección. Es más, sonrió con cara de estúpida a la pantalla del móvil pensando en lo tierno que había sido ese gesto por parte de él. Era muy buen amigo.
El sonido de otra notificación le hizo descender la mirada para leer otro mensaje añadido.
SU MAJESTAD PRÍNCIPE PABLO, 19:45
Pero me muero de ganas por volver a verte, ¿puedes el sábado por la tarde? 😘
Celia dijo que sí y se tiró en la cama con la cabeza en las nubes y el cuerpo temblando de emoción. Echaba de menos el sabor de sus besos y el tacto de su cuerpo.
¿Os ha alegrado la reconciliación de las hermanas? A mi me ha hecho muy feliz.
Celia aún no lo sabe, pero esta fiesta va a trastocar su mundo de arriba a abajo, ¿teorías? Os leo 👀
Y como siempre, valoro si le dais a la ⭐️
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