✰ 14. LA MOTO

Se duplican mis latidos
Y aunque no los has sentido
Es evidente y se me nota en la mirada

Aunque no sea conmigo - Aitana y Evaluna

La Facultad de Farmacia de la Universidad de Valencia estaba ubicada casi en el fin del mundo. El campus se mostraba fuera de la capital de provincia, en un pueblo próximo al que se accedía a metro o tranvía llamado Burjassot. Sin bien Celia adoraba su carrera y se esforzaba al máximo por pasar el cuatrimestre limpia —se puede adorar algo sin necesidad de sacar sobresalientes—, cada madrugada se despertaba con ganas de abandonarlo todo por unas horas más de sueño en su confortable cama.

Esa mañana, sin embargo, había despertado más emocionada que en toda su vida. Terminaba las clases a la una, hora a la que su príncipe azul se presentaría con chupa de cuero y montado en moto en las dependencias de la universidad para recogerla y llevarla a cien kilómetros por hora a algún lugar maravilloso. Así es, Celia no tenía ni idea de a dónde iban, pero se hubiera largado a cualquier parte del mundo con aquel ángel del infierno de mirada indescifrable.

Se sentó al lado de Rebeca, en segunda fila, aunque no sin antes fulminar de un vistazo al grupito de idiotas que la llamaban calientapollas a las espaldas. Esos tontos hablaban a gritos tres asientos atrás de ellas.

—Ni caso, Celia. —Oyó que le hablaba Rebe—. Los inútiles esos no merecen nuestra atención. Siéntate conmigo, vamos.

La aludida no respondió, obedeció a su amiga y miró al frente en dirección al profesor durante todas y cada una de las clases, hasta olvidarlos a todos.

Intentó con todas sus fuerzas estar atenta a las lecciones, pero aquel día la concentración destacaba por su ausencia: pasó de pensar en la desagradable situación en casa de Rebe a recordar el beso de Pablo ante la librería. Le ilusionaba saber que iba a recogerla y llevarla lejos de esos hipócritas.

Por tanto, el día transcurrió lentamente para el alumnado de Farmacia, salvo para la soñadora Celia. Cuando se hizo la hora fue la primera en levantarse del pupitre, recoger todos sus libros y, después de despedirse de Rebe, salir a la velocidad de la luz de aquel recinto.

Lo encontró puntual, con la moto aparcada en la acera de enfrente a la entrada de la facultad. Se apoyaba seguro y pícaro, fumando un cigarro y agarrando el casco con la mano libre. La vio llegar enseguida, corriendo en su dirección eufórica con la mayor de las sonrisas pintada en el rostro. Pablo sonrió y dio una calada.

—¡Espera, Celia!

Casi en la puerta principal de la facultad, la chica escuchó a Carlos llamarla desde la lejanía. Se giró brevemente a contemplar la elevada figura del estúpido muchacho que le había dicho cosas tan horribles la semana anterior. Inevitablemente su rostro se tornó molesto, con el ceño fruncido y los ojos en blanco. Sin responder, trató de zafarse de aquel sinvergüenza y lanzarse a los brazos de su chico perfecto.

—Celia, por favor. —La cara de Carlos era la viva imagen del remordimiento de conciencia—. Quería pedirte disculpas por el otro día. Estuvo fatal todo lo que dije...

Carlos le obstaculizaba el paso hacia Pablo, que todavía apoyado en su propia moto la esperaba impaciente. Este pareció preocupado al ver a aquella torre humana bloqueando el paso de su chica. Se alzó y caminó un par de pasos en dirección a ellos, planteándose si debía intervenir o no.

—Oye, me están esperando —intentó escaparse ella—. Te agradezco las disculpas, pero ahora no quiero hablar de eso.

El chico giró el cuello para seguir la mirada de Celia hasta encontrarse cara a cara, a poco más de siete metros, con el chaval de la chupa de cuero tan pendiente de ambos. Parpadeó un par de veces y asintió orgulloso.

—¿Es él? —le preguntó—. ¿Es el de la discoteca del otro día?

—No es asunto tuyo —espetó ella. Estaba bien que Carlos pidiera perdón, pero de ahí a contarle su vida había un buen trecho.

—Es mayor que nosotros. —Observó a Pablo sin cortarse un pelo—. ¿Qué edad tiene?

—Tampoco es asunto tuyo.

—Pues menudo chaval. ¡Bien hecho, tía! —Levantó la mano esperando que ella la chocara y ahí se quedó su palma muerta del asco.

Sin dignarse a dar más información, Celia vocalizó un adiós con los labios y siguió su rumbo hasta los brazos de Pablo. Ese día todo iba a ser perfecto y ni Carlos ni nadie podría estropearlo.

—Buenos días, Cenicienta —saludó él algo confuso por esa extraña situación que acababa de presenciar.

—Buenos días, Príncipe Azul.

Ella le besó la mejilla lenta y suavemente. Al apartarse contempló su rostro divertido y chulesco sonreírle juguetón y retarle con la mirada. Entonces los ojos oscuros de Pablo se desplazaron de Celia a alguien tras ella. Su rostro apacible se transformó en una expresión de alerta. Ella se giró para comprobar qué era aquello que despistaba a su chico y entonces vio a Carlos y al resto de tontos que se habían metido con ella observarles como si fueran conejillos de indias.

—¿Qué coño miran esos? —preguntó sin agresividad pero con hostilidad.

Celia se puso roja como el fuego y suspiró, volviendo a mirar a Pablo.

—¿Te acuerdas de cuando te conté que algunos de mi clase me llamaban calientapollas? —Se mordió el labio—. Pues ahí los tienes.

—¿De verdad? —Alzó las cejas sorprendido, sin quitarles la vista de encima—. ¿Por qué dicen eso?

—Al parecer algunos creyeron que yo les había dado esperanzas para luego rechazarlos en el último momento y ponerles en evidencia...  —Señaló con discreción a varios de ellos—. Esos cuatro me intentaron besar a principio de curso. En distintas noches, obviamente. Te aseguro que yo nunca quise nada con ninguno.

—Pues vaya pringados —se burló Pablo—, no nos quitan la vista de encima. A lo mejor están celosos.

—O esperando a que vuelva a hacer una cobra... —murmuró Celia.

Deseaba largarse de ahí cuanto antes, así que le arrebató el casco de las manos para ponérselo.

—¿Y esas prisas, princesa?

—No quiero ser el espectáculo de estos burros mucho más tiempo.

Él no le contestó y volvió a mirar de nuevo al grupo de borregos. Pablo parecía tramar un plan perverso en esa cabeza rizada suya.

—¿Les has hablado de mí? —preguntó de pronto.

—¿Qué? No... —Se sonrojó Celia—. Bueno, al chico alto sí. Le conté al poco de que nos conociéramos que habíamos tonteado en la discoteca, pero que salí corriendo y no dejé que me besaras. Fue entonces cuando insinuó que era una calientapollas. Dice que nunca dejo que me besen. —Le miró a los ojos—. ¿Te molesta?

Pablo negó con la cabeza, abstraído en sus pensamientos, como procesando la información que le brindaba Celia. Luego tiró el pitillo al suelo y lo pisó con la zapatilla. Enfrentó esos profundos ojos azules y le sonrió dulcemente.

—Bésame.

Colorada como un tomate, el cuerpo de Celia tembló y en su vientre se arremolinaron todos los nervios que sentía cada vez que él la miraba.

El chico no dejaba de sonreír. Se sentó sobre el sillín de la moto y la agarró con seguridad por la cintura, acercándola todo lo que pudo a su cuerpo, hasta que Celia quedó prisionera entre sus piernas abiertas. Ella daba la espalda al grupo, luciendo su denso y largo pelo negro cayendo como una cascada.

Se aproximó a sus labios y la besó con pasión e intensidad, abriendo la boca y buscando su lengua. Le robó el aliento y le paró el corazón. Celia, hasta entonces sorprendida, se entregó con todo su ser a los labios de Pablo. Dejó que le acariciara la cintura y la espalda, y que la atrajera todo lo cerca que fuera posible.

Cuando sus bocas se separaron y volvió a abrir los ojos, Pablo la miraba con esas oscuras pupilas que reflejaban mil cosas y escondían otras tantas. La mirada indescifrable de su príncipe. Él observó tras ella orgulloso y rio.

—Están alucinando.

—¿Por qué? —preguntó ella recuperándose del calor que sentía y colocándose el cabello debidamente.

—Porque ahora ya saben que no tienes ningún problema para besar. Solo que ellos nunca te han interesado y yo sí. —Le quitó un mechón del rostro y lo colocó tras su oreja —. Sube a la moto, tengo una sorpresa preparada para hoy.

¿Soy la única que se ha sentido orgullosa del corte que le han dado Celia y Pablo a Carlos? Se lo tenía bien merecido :)

¿Qué sorpresa creéis que le ha preparado Pablo a Celia? Os leo👀

Y ya sabéis, que aprecio si le dais a la estrellita ⭐️

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