✰ 13. ELLAS
Una lágrima que cae
Una sensación que hay que disimular
Berlín - Aitana
Ese mismo día por la tarde, Inés se peinaba con las manos intentando hacerse una media coleta sin espejo en el que observarse. Intuía su aspecto por el tacto, aunque tuvo que preguntar a Noelia para asegurarse que no parecía una payasa antes de pasarse la goma del pelo.
—Estás perfecta.
—Gracias, Noe.
—No hay de qué.
Estaban merendando café y crepes de chocolate en una preciosidad de cafetería por la Calle Martínez Cubells que se manifestaba como un paraíso de flores, plantas, muebles blancos y suelos de madera en pleno centro de la ciudad de Valencia.
En aquel momento, Paula y Noelia mantenían una acalorada discusión sobre los pros y los contras de encontrar pareja —o entretenimiento pasajero— a través de una famosa aplicación de citas que empezaba a hacerse indispensable para toda persona mayor de dieciocho años que tuviera ganas de quitarse la sequía sexual de encima. Se llamaba Soulmates, un nombre muy poco original.
—Pero ¿por qué crees que es mala idea? —preguntaba Paula visiblemente molesta.
—¿Darse de alta en una app de citas? Porque ahí la gente va a lo que va y tú no eres así, Pau. Quieres un príncipe azul en un lugar donde solo se registran ranas —explicaba Noe.
—Bueno, alguno puede, pero también habrá otra gente que esté buscando pareja como yo.
—¿Y cómo les vas a diferenciar?
Inés se mantenía neutral y las miraba divertida, primero a Pau y luego a Noe. Eran el sol y la luna respectivamente. La primera, menuda, de pelo castaño claro y ojos marrón chocolate, era la encarnación de la inocencia y la pureza. Tenía una concepción del mundo propia de los cuentos de hadas y de princesas, y se asustaba como una niña cuando algo se le antojaba demasiado atrevido. Por otro lado, Noelia era arriesgada, de las que aparentaba siempre una edad más madura de la que en realidad tenía. Su pelo rubio brillante y rizado le otorgaba un aspecto sensual, cayendo desordenadamente por su frente en un flequillo revoltoso. Vestía con ropas siempre ajustadas y oscuras, y denotaba poder y sensualidad allí por donde caminaba. Más hacia el lado de Noelia, se asentaba el aspecto de Inés. No tan atrevida, con el pelo corto y escalonado a la altura de los hombros, ropa bohemia y una hermosa sonrisa traviesa completando el conjunto. Inés era atractiva, como lo es la gente que desprende luz y seguridad al mismo tiempo.
—Pues igual que en la vida real —respondía Paula—. ¿O es que los tíos que conoces en la discoteca quieren todos ser tus futuros maridos?
—En mi caso tías —matizó la otra.
—Tú me entiendes, Noe. —La castaña rodó los ojos—. La app es igual. Quedas con ellos en un lugar público, por si estás incómoda y no te acabas de fiar, y si no te gusta lo que ves, te largas. Fin del cuento. No tienes por qué acostarte con ellos si no quieres.
—Evidentemente —asintió Inés. Breve aportación a esa conversación tan entretenida.
—No sé, Pau, me parece que te vas a decepcionar. —Se cerraba Noe.
—Entonces se desinstalará la aplicación y otra anécdota para contar —concluyó Inés—. No acabo de entender a qué viene tanto problema. Mientras sea precavida no tiene por qué ser algo negativo.
—Es que ella quiere que le diga que me parece bien. — Noe miró a Pau y añadió—: Lo siento tía, pero a mí esas cosas no me van y no te voy a decir algo distinto a lo que lo que pienso de verdad.
Paula se encogió de hombros y asintió, manifestando tácitamente que se rendía. Su rival le puso los ojos en blanco y le lanzó un beso al aire.
—No te enfades, va.
—No lo hago.
Su cara, sin embargo, no parecía estar de acuerdo. Paula podía aceptar que hubieran otras opiniones diferentes a las suyas, pero la mayoría del tiempo necesitaba que le dieran la razón. Así que Inés, para mediar, cambió de estrategia.
—Entonces, ¿estás hablando con alguien?
—Sí, con un tal Alberto.
Paula se acercó al centro de la mesa con el móvil en la mano y enseñó una foto de un chico moreno y con cara de pillo que posaba sensualmente sin camiseta. Objetivamente, el pretendiente era de las personas más atractivas del universo.
—Esperemos que la realidad se corresponda con la imagen —comentó Inés—. No creo que nadie esté tan bueno de verdad.
—¿Tú subes fotos en bikini? —le preguntó Noe.
—No, yo prefiero dejar mi cuerpo a la imaginación. —Sonrió con picardía—. ¿Qué sería ligar sin un poco de misterio?
Las tres prorrumpieron en carcajadas que resonaron por todo el local.
La puerta del café se abrió y Celia entró acompañada por Sara. Ambas traían expresiones serias, como si acabaran de tener alguna clase de conversación profunda, especialmente por parte de la primera.
—Aquí ha pasado algo importante —murmuró Noe.
Enmudecieron en el momento en que las nuevas integrantes tomaron asiento, esperando a que iniciaran la conversación y explicarán qué ocurría. No obstante, Sara no parecía ser capaz de hablar en nombre de Celia y esta última estaba demasiado ensimismada para encontrar palabras con las que expresarse.
—¿Estás bien? —La armonía en la voz de Paula al hacer esa pregunta era como una canción de cuna para los oídos de Celia.
Le cogió una mano y la apretó en señal de cercanía, luego sonrió cálidamente. Los ojos marrones de Pau parecían declarar que estaba en zona segura y podía hablar libremente.
—He tenido un mal día —dijo la de cabellos negros escueta.
Las demás quedaron en silencio, esperando que añadiera algo más de información. Como no lo hizo, se miraron entre ellas brevemente, luego a Sara y finalmente posaron sus ojos sobre Celia. Parecía que estaba intentando retener unas lágrimas que contra su voluntad asomaban entre los párpados. Fue Inés quien, conmovida, le pasó un brazo por los hombros y la atrajo hacía sí.
—¿Qué es lo que pasa? ¿Ha ido mal tu cita con Pablo? —dijo Noe con ternura en la voz.
—No, la verdad es que con él todo ha sido perfecto, pero al llegar a casa he vuelto a discutir con mi hermana otra vez...
—Ali está un poco peleona estos días —resumió Sara—. Tuvieron una discusión hace poco y no consiguen arreglarla. Cada vez que se ven todo resulta peor.
—¡Ah, tranquila, tía! Son cosas de hermanas, yo con la mía también tengo disputas habitualmente. —Noelia hizo un gesto con la mano restándole importancia al asunto—. Ya se le pasará.
No obstante, nada de eso parecía convencer a Celia. Se limpió los ojos con las manos antes de embadurnarlos de llanto y recitó el ansiado monólogo que suplicaba salir al exterior.
—Es más complicado que eso, Noe. Claro que solemos discutir, pero nunca antes me había dicho cosas tan crueles. Además, han pasado cuatro días y ni siquiera nos hablamos, solo hay insultos... Normalmente hacemos las paces enseguida, pero esta vez la situación es interminable, y ahora, al volver de mi cita con Pablo, me ha hablado fatal.
—A ver, exactamente ¿qué ha ocurrido? —interrumpió Inés.
Celia relató su conflicto con Ali bien detallado y argumentado. Las chicas pronto se percataron de que el problema real de esta historia era que Alicia había entrado en un tema peliagudo al mencionar la virginidad de su hermana mayor. El sexo no era un tabú en el grupo, pero todas notaban lo incómoda que se ponía Celia al oír hablar de eso y, en cierto modo, podían comprenderlo. Sara y Celia todavía no se habían acostado con alguien. Las otras tres hacía años que sí.
—Bueno, tía —dijo Paula cuando Celia terminó de hablar—, seguro que Alicia no pretendía herirte tanto con lo que mencionó. Ella también se sintió juzgada por ti cuando hablaste tan negativamente del chico que le gusta.
—¡Pau, es un repetidor, con tatuajes, piercings e incluso mayor que nosotras! —exclamó la otra—. ¿Qué quieres que le diga?
—No te acuso de haber actuado mal, solo te hago ver que igual que tú te has sentido atacada, ella también. —La castaña se encogió de hombros y dio un sorbo a su café—. Así que Alicia estará esperando a que tú te disculpes y, como ninguna lo hacéis, todo se está magnificando innecesariamente.
—Pues no pienso pedir perdón.
Celia se cruzó de brazos furiosa.
—No seas tonta —Inés empujó suavemente a su amiga en el hombro—. Tú misma lo has dicho, lleváis cuatro días sin hablaros y, a pesar de haber tenido una bonita cita con Pablo hace unas horas, estás amargada por esto. Que le pidas perdón no quiere decir que asumas toda la culpa, puedes hacerle saber qué lo que te dijo te hirió y fue muy cruel.
—Además, Alicia estará pasándolo tan mal como tú con este distanciamiento vuestro —añadió Sara—. Seguro que desearía poder retroceder en el tiempo y cambiar todo lo que hizo mal en los últimos días.
La joven de cabellos oscuros no cedió, pero las palabras de sus amigas le habían hecho ver un punto de vista hasta ahora no planteado.
—¿Nos vas a contar algo de Pablo o qué? —Cambió el tema abruptamente Noelia—. Queremos saber el chisme.
Tanto Celia como el resto abandonaron el ánimo tristón de hacía un rato y se arrimaron para escuchar bien el relato de la primera. Ella, algo más tranquila, procedió a explicar la quedada con Marcos y Sara en el Castillo y el ansiado contacto físico que compartió con Pablo al acompañarle a comprar un libro esa misma mañana.
—¿Solo fue un beso? —preguntó Noe—. ¿No hubo ninguno más?
—Pues no... ¿Tenía que haber habido más?
—No, no le hagas caso —interrumpió Inés—. Está bien así, fue muy bonito.
—A mí me parece romántico —añadió Paula.
Celia se sorprendió sonriéndole a la taza de café que acababan de servirle minutos atrás.
—La verdad es que me encantó. Dice que me recogerá mañana en moto en la universidad para llevarme a comer por ahí.
Las tres profirieron un adorable "oh" y adoptaron caras tiernas. Celia se rió al verlas y sintió que todo el frío que le había invadido antes ya se disipaba.
—¿Qué pensáis de Iván? —Por algún extraño motivo no podía quitarse la cara del despreocupado de su vecino de la cabeza. ¿Y si se estaba precipitando al elegir a Pablo?
—A mí me da un poco de pena porque es obvio que le gustas —comentó Pau—. Pero bueno, tía, si estás tan bien con Pablo, no hay nada que hablar.
—Exacto, Celia —corroboró Noe—. No será la primera vez que rechazan a Iván, no te preocupes por él.
La conversación fue pasando de un tema a otro hasta dejar a los chicos de Celia en el olvido. Sin embargo, había una cosa que la joven de cabellos como el ébano no se había atrevido a transmitir a sus amigas, algo que había protagonizado su malestar a causa de lo que había discutido con su hermana: temía que a Pablo su virginidad le importara. Su instinto le decía que el chico malo de cazadora de cuero negra tenía un historial más largo que sus tres amigas juntas.
¡Menos mal que están las amigas! Inés y las demás han conseguido animar a Celia y hacerle fijarse en lo importante.
¿Que opináis? ¿Es comprensible que Celia se sienta presionada por todo? Os leo 👀
Recordad la estrellita :) ⭐️
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