CAPÍTULO 5 LA LLAVE DE LA OSCURIDAD
Marcaban las 20:30 de la tarde, así que quedaba muy poco para pasar a la acción.
Hacía tiempo leyendo un libro sobre la fundación de la universidad, no sin quitar mi vista de vez en cuando para ver quién se cruzaba en mi campo de visión. Mostraba que me encontraba enfrascada en la lectura, aunque la realidad es que mis alertas se encontraban completamente activadas. Ya era el tercer libro que hablaba sobre el inicio de la universidad y de sus alumnos fundadores, pero no había ni fotografías ni tampoco demasiados datos personales acerca de alguno de ellos.
Ni siquiera los nombres, tan solo mencionaba que eran cinco jóvenes entusiasmados por comenzar una nueva vida en pos de la ciencia.
Si mencionaba algo, además de algunas instalaciones, hablaba un poco sobre el director de entonces, además del actual, con el cual tenía cierta relación. No es que mantuviéramos largas conversaciones en compañía de unas bebidas cargadas, pero sí que le conocía en el ámbito profesional. La lectura digamos que no era muy interesante y además tenía muchísimo sueño por el interminable día que estaba pasando. Nikolai era el típico hombre adinerado, que prefería la soledad ante una botella de whisky que charlas diplomáticas delante de mucha gente.
A pesar de gustarle la bebida, jamás tuvo problemas con el alcohol, ya que era una persona que adoraba las buenas formas y odiaba profundamente los escándalos públicos. Era alguien correcto e intachable al cual no se le conocía descendencia alguna. Sólo se sabe que estuvo casado una vez, y de cuya mujer no se sabe nada. Su vida era un auténtico misterio, pero jamás dio indicios de ser una persona problemática ni con hábitos extraños o inmorales.
Siempre me pregunté cómo era posible ver y tratar tantas veces y durante tantos años a la misma persona y no conocerla ni el más mínimo ápice. Nikolai era el rey del misterio y eso alimentaba mi enorme curiosidad.
Eran las 21:00, así que me di prisa para llegar a su despacho de la forma más silenciosa posible para no levantar sospechas. Vi como salía de él, pero el problema era la llave; había cerrado con llave el despacho.
—Otro impedimento más a la lista, bravo—Me dije frotándome las sienes con una creciente frustración y jaqueca. Estaba comenzando a odiar el día y para colmo, los problemas no cesaban en llegar.
Al marcharse de su despacho, se habría llevado sus llaves, por tanto, no podría robárselas para así acceder a su despacho en su ausencia. Las ideas comenzaban a acabárseme y con ello la oportunidad de saber lo que aquel hombre escondía.
Porque era evidente que todas las señales, apuntaban hacia él.
Pero como bien se sabe y en ocasiones es cierto, cuando una piensa que todo está perdido, aparece alguien inesperado como ocurren en las películas. Digamos, el héroe que salva el día y éste, en mi caso, fue la persona que menos esperaba.
Mi tía Nelly se encontraba limpiando los pasillos del edificio, tirando del típico carrito de limpieza cuyo olor era a limpieza y desinfección extrema. ¿Desde cuándo cambió de trabajo? Y lo más intrigante, ¿Cuántos años hacía que no la veía?
La llamaba tía Nelly, pero, biológicamente no lo era. Yo siempre supe sin palabras que yo era adoptada, cosa que se vio reforzada al rebuscar en los cajones de la mesilla de mi madre.
Lo cierto es que apenas tenía recuerdos de mi niñez. Solamente recuerdo fragmentos difusos entremezclados con sueños recurrentes que padezco desde entonces siempre bajo los efectos de mis pastillas para dormir.
Mi ensoñación me hizo recordar tantas cosas. Siempre anhelé una familia normal, pero eso no fue así, tuve que marcharme de casa a los 19 años porque mi querida "madre" cambio de un mal marido a uno pésimo, el cual me hacía temblar de miedo, y, observando sus miradas furtivas, no auguraba planes buenos para mí. Yo sabía que ese desgraciado me haría daño, así que me adelanté y me fui de casa. Estuve sobreviviendo en albergues hasta que un día mi tía Nelly apareció en la cafetería donde me cobijaba del frio. Recuerdo que, cuando apenas podía pagarme el café aquella noche lluviosa, mi tía Nelly supo cuando me vio, que ni ella ni yo estaríamos nunca más solas.
Pero el dolor y la tristeza me hicieron alejarme de ella y volar del nido, por culpa de mi maldita forma de ser que evitaba mostrar algún tipo de sentimiento o sensiblería afectuosa. Para mi fortuna, ella como yo en ese aspecto; jamás habla de sus sentimientos con nadie, por lo que me comprendía y me toleraba.
Antes de que Nelly se escapara de mi punto de visión, decidí llamar su atención siseándole desde una esquina prudencial donde nadie nos viera, así nadie nos relacionaría. No deseaba meterle en líos.
Cuando se giró, se le encendió la mirada. Su felicidad me hizo sonreír levemente, quitando un poco de negatividad al día que estaba padeciendo. Ese afecto era algo inaudito cuya única beneficiaria era yo, pues en lo normal, ella no era precisamente alguien con don de gentes o amorosa.
—Tía Nelly, ¿Qué haces aquí?
—¡Oh Cathy!, mi querida sobrina. Pues ya ves, la vida da muchas vueltas, y tuve que trabajar en el negocio de la limpieza, y tú ¿qué tal con tus investigaciones? Hace tantísimo que no te veo, que mayor que estas.
A pesar de no considerarme una persona sensible, me dolía mirarle cara, tan repleta de alegría, sabiendo que la abandone cuando ella se disponía a llevarme a algún especialista que me hiciera sacar esa tristeza que tenía dentro. Nelly intentó derribar mis sólidos muros de dureza y frialdad, porque según ella, "mi mundo no era un eterno invierno, sino una incipiente primavera".
Intenté relajar la expresión de mi rostro y seguí respondiendo sus preguntas. Desgraciadamente, no podía hablar durante todo el tiempo que quería, sino más bien debía de abreviar.
—Pues bastante bien. Ahora estoy en unos asuntos de los que ya no sé qué solución darle.
—¿De qué se trata? —Preguntó ella preocupada. Mi mente trabajó a pleno rendimiento para pensar en qué excusa ponerle. La información que debía darle debía ser más bien justa, pues era una investigación de naturaleza más bien confidencial.
—Necesito entrar en la oficina del director. Tengo sospechas sobre él acerca de un asunto de un paquete que me mandaron a casa.
Rastros de una madre preocupada por su cría surgieron de los ojos de Nelly. Las preguntas se agolparon y la creciente culpa me comenzaba a asfixiar. Era injusto para ella ocultárselo todo y me odiaba por considerar esa opción.
—¿Un paquete? ¿No te estarán acosando? Cuéntamelo todo antes de que me dé un patatús—Dijo exageradamente mientras se abanicaba con fuerza como si estuviera a punto de colapsar como una palomita en un microondas.
Aprovechando la vena sentimental y defensora de mí tía podría decirle que me están acosando y que necesitaba entrar para confirmar mis sospechas, pero puestos a que era la única persona considerada como familia que me quedaba, decidí contarle la verdad.
Se lo debía, porque por ella yo estaba en el lugar privilegiado en el que me encontraba. Me tendió la mano cuando más sola y necesitaba estaba, por lo que no tenía opción. Tan solo esperaba no preocuparla más de lo necesario.
—No es eso exactamente, más bien relacionado con una antigua investigación de alguien que perteneció a la Universidad y que parece ser que sabe mi dirección. Me mandaron un escrito a mi casa sin nombre, pero sospecho que dentro de su oficina hay algo. Esta llave que encontré en el cajón de la bibliotecaria tiene toda la pinta de abrir algo dentro de su oficina, pero no tengo la llave de su despacho. Sé que todo esto suena descabellado pero ese cuaderno me quita el sueño y la paz, necesito saber las razones por las que me lo enviaron; tú sabes perfectamente las normas.
Mi tía asintió un tanto seria, sopesando lo que le había contado. Parecía preocupada, incómoda y apurada, con una enorme celeridad en su semblante para dar con algo que pudiera ayudarme.
Pensó por unos instantes y me sonrió.
—Uhm, pero yo sí sé cómo podríamos entrar. Tengo una gran idea para que entres y puedas echar un vistazo sin que te pillen. Como soy la limpiadora, soy yo la que se queda hasta tarde, sin nadie por los pasillos que pudiera ver como accedes al interior de la oficina. Sólo hasta la 1:00 de la noche, que viene el encargado de la vigilancia a ver cómo va todo. A esa hora me marcho a casa. Tienes 4 horas, pero debes de ponerte un uniforme por si acaso y llevarte un carrito de limpieza. Así por si viene alguien, les digo que estas dentro limpiando y que eres la nueva del turno de noche. Cuando venga alguien, tocaré la campanilla. Buena suerte Cathy, prepárate.
—Gracias tía Nelly. Sin ti no podría haber entrado.
—Vamos deprisa, debes cambiarte para que nadie te reconozca. Ven conmigo a los vestuarios.
Quizás todo este asunto estaba haciendo que poco a poco perdiera los estribos, ya que no estaba acostumbrada a la acción lejos de la calma de mi mullido sofá o mi laboratorio silencioso como una tumba de madrugada.
Con toda la velocidad que pude, me puse el uniforme, dejando mi pelo suelto para que fuera más difícil reconocerme.
Nelly se quedó en el pasillo y yo entré al despacho con uno de los carritos, no sin antes echarle un último vistazo. Nelly alzó los pulgares en señal de que todo iba bien y yo, con mi reloj en la muñeca, suspiré pensando en el poco tiempo que realmente disponía, pues cuatro horas podrían ser mucho o poco, dependiendo de la envergadura del misterio que deseaba desentrañar.
Todavía no me creía lo fácil que resultó entrar.
Entré a la estancia en silencio y miré a mí alrededor. El mobiliario era del típico hombre de negocios anticuado, pero con dinero. Tenía que admitir, que era muy acogedor, aunque su aroma no era para mí el predilecto precisamente.
Rastros amaderados con toques de aroma a puro, a hollín de chimenea y a colonia de hombre. No había rastro ninguno de feminidad, ni una simple foto, ni una mención a ninguna mujer; Nikolai era la persona más solitaria que había conocido.
—Oh vaya, habló la que tiene don de gentes. Te recuerdo que la única amistad medio aceptable fue tu vecina de setenta y tantos años. Ni que hablar de los hombres, parece que te den asco, no les dejas ni acercarse chica, baja un poco la guardia y disfruta de vez en cuando—Me dije a mi misma con tono de claro sarcasmo.
Oh dios mío como odiaba a mi voz interior, tan sarcástica como hiriente, aunque siempre era cierto lo que me decía a mí misma. Seguía posponiendo ciertos cambios que necesitaba y que me prometí, si salía de todo este embrollo, ponerme en manos de un especialista para llevarlos a cabo.
La vista continuaba analizando cada lugar en busca de cualquier pista que pudiera ser clave para encontrar aquello que abría la llave de la bibliotecaria. En el centro de la sala reinaba la gran mesa del director con una gran fila de plumas bolígrafos y lápices, todos de excelente calidad. Por la colocación de estos, se vislumbraba una persona muy ordenada, impecable y calculadora, además de poseer una gran obsesión por el orden.
Todo elemento de la sala parecía ser auténtico, por lo que, si esa afirmación era cierta, Nikolai no estaba pasando por penurias económicas. Lo primero que analicé en profundidad era precisamente aquella mesa, tanto su superficie como los cajones. Pero nada llamaba mi atención ni tampoco había cajones con dobles fondos donde podría esconder alguna cosa o alguna caja con la que poder usar la llave.
Cuando terminé con la mesa, me detuve a mirar los cuadros que colgaban tras el escritorio.Había un gran número de ellos, incluso una reproducción del retrato español de Las Meninas. Nunca habría adivinado que el director tuviera gusto por el arte, aunque aparentemente, lo que más parecía interesarle eran las antigüedades. Por cada rincón de la pared, había infinidad de estanterías, repletas de libros científicos, algunos con su nombre.
Nikolai era un ávido lector de muy buen gusto, tuve que reconocérselo en cuanto vi algunos títulos. Lo que me sorprendió es que no solamente había literatura clásica sino también contemporánea, detectando algunos que se encontraban como novedades en la actualidad en las librerías.
Y, por si fuera poco, había una total inexistencia de aparatos electrónicos. No había radios, ni portátiles ni nada parecido; no parecía ser una persona tan anticuada y lo que más me escamaba era que, precisamente, eran necesarios los ordenadores para realizar su trabajo, ¿Cómo demonios lo hacía?
Según su biografía, Nicolai Shrezer, era además de director, un antiguo químico de la ya olvidada Unión Soviética. Dejó de trabajar como químico cuando una bomba explotó y acabó con la vida de todos los que participaban en la investigación que se estaba llevando a cabo en aquel momento. Investigaban sobre la creación de un dispositivo capaz de detectar los virus y la cantidad de éstos en el ambiente para combatir las guerras bacteriológicas o los paquetes terroristas con contenido virulento o bacteriológico que podría acabar con la vida de cualquier persona. Eso fue un duro golpe para él y el fin de su carrera, su brillante carrera.
Tal y como la fama lo golpeó una vez, se disipó llevándose todo lo que él más quería.
Lo poco que se supo de él tras el accidente, es que decidió encargarse de que los futuros científicos que salieran del Five Stars no cometieran su mismo error.
Nikolai supervisaba cada examen, cada nota positiva y negativa de cada alumno, se interesaba por todo lo relacionado a la universidad hasta un punto enfermizo.
La prueba de que comenzó a ser un escritor estaba en sus estanterías. Muchos de los libros llevaban su nombre, pero en lo alto de una de ellas, había uno enorme, que me llamó mucho la atención por encima de todos los demás.
Me subí a la silla y alcancé a cogerlo.
El libro se titulaba "desapariciones de Alejandría". Trataba sobre la biblioteca de Alejandría, la hipótesis de su desaparición además de lo que se especula que había allí entre sus muros. Un misterioso lugar que albergaba conocimiento ilimitado sonaba un poco místico y poco probable.
Las grandes preguntas del libro eran, ¿Es posible encontrar en alguna parte del mundo, la antigua desaparecida biblioteca de Alejandría? ¿Qué libros secretos se encontraban allí? ¿Quiénes fueron los autores de aquellos libros?
¿Por qué el director tenía esto en su despacho? además parecía ser un libro muy caro y bastante antiguo, del tipo de libro que debería estar en una vitrina expuesto y no en una estantería.
Al lado de este libro, había otro cuyo autor era el mismo director y sin pensármelo dos veces, alargué el brazo para echarle un vistazo, leyendo las primeras líneas con el corazón encogido.
2 de octubre de 1958
En mis recientes estudios creo que voy por buen camino.
A pesar de que estoy inmerso en mis estudios sobre el dispositivo detector de virus, me queda tiempo para reflexionar en un tema pendiente.
Tantos conocimientos perdidos, todo el conocimiento del universo entre cuatro paredes. La solución ante cualquier cosa, cualquier enfermedad, se ha perdido. Pero seré el que la busque incansablemente, hasta mi fin.
Quizás nunca tenga hijos que continúen en mi ausencia, ojalá acabe antes de que yo abandone este mundo, pero tengo que admitir que esto es realmente difícil.
Sigo trabajando, ya acabé mi descanso.
10 de octubre de 1958
Mis investigaciones sobre el artefacto van mejorando. Ya podemos detectar cierto tipo de virus en el ambiente, así que somos optimistas al respecto.
En cuanto al otro asunto, cada vez estoy más inmerso en el tema. Cada vez miro menos el reloj, así que temo que toda mi existencia pase rápido y no descubra nada.
Debo de encontrar la ubicación exacta del lugar, algo debe de indicármelo. Mientras estoy absorto en mis pensamientos y conjeturas, me refugio en la biblioteca en busca de paz. Siempre funciona.
—Algo debió encontrar Nikolai para buscar aquella biblioteca perdida. Quizás encontró alguna pista sobre su existencia y la ocultó en algún lugar. Lo cierto es que poco se sabe de la vida personal del director y eso es de lo más extraño, siendo una persona tan importante. Parece ser que no fue el único que se obsesionó con algún misterio, ya que yo estoy en una situación semejante. Algo debió haber pasado pues es atípico que alguien se obsesione con un tema aleatorio sino ha habido un catalizador para que ocurra—Me dije a mi misma en voz alta antes de proseguir con la siguiente fecha.
20 de octubre de 1958
Hoy tomé la decisión más dramática de toda mi vida tras ver morir a mis compañeros y amigos de trabajo.
Todo nuestro esfuerzo ha volado por los aires, y todo porque no queríamos ir a favor de la violencia o de las armas.
No quiero ser partícipe de la perpetuación de la guerra.
A partir de ahora, me ocuparé de formas a futuras generaciones con inquietudes y libres de sangre en las manos. Espero emigrar hacia buen puerto y pueda conseguir algo de calma.
No hay noche que me sienta culpable de lo sucedido.
27 de diciembre de 1959
Hoy hace más de un año que llegué a la universidad Five Stars de Nueva York.
Su prestigio me ha llamado la atención, además, desde entonces, me siento como en casa.
Mi sueño ha mejorado, ya no paso largas noches sin dormir.
Después de mucho tiempo, me siento en paz.
Y por fin soy director oficial de esta gran institución, estoy esperando que sea así por muchos años.
18 de noviembre de 1962
He mandado cerrar la biblioteca por razones personales y por la seguridad de esta institución.
Sé que algo que escapa de mi comprensión ocurrirá si no lo hago.
Lo único que quedará para mi recuerdo es el libro "desapariciones de Alejandría", nada más; la seguridad de mis alumnos es lo primero.
—Estoy segura que algo había en aquella biblioteca, algo encontró Nikolai que no quiso que nadie más lo supiera. Tampoco encaja que desde que llegó a la Universidad, él no dejara en sus escritos nada mencionado sobre su búsqueda de la biblioteca de Alejandría. No puede ser que se olvidara del tema de repente, tiene que haber una causa, algo que se me pasó por alto. ¿De qué clase de peligros habla?
Mientras miraba la tapa del libro, un recuerdo me vino a la mente; recordé las palabras de la bibliotecaria, algo de un juramento que hizo de no desvelar cosas de Los Fundadores o sobre la antigua biblioteca.
Aquella llave que encontré no encajaba en ningún lugar de la estancia y además no había ninguna cerradura lo suficientemente antigua ni ribeteada, por lo que tomé de nuevo el libro y me dispuse a analizarlo más en profundidad en busca de algo que pudiera serme útil.
De entre todos los libros de la sala, era el único que desentonaba en cuanto a la temática, además de parecer ser el más antiguo. Aunque por mucho que analicé las páginas, no pude ver nada a simple vista que destacara del resto del contenido. Pero antes de darme por vencida y gracias a las películas de detectives que tanto había visto por televisión, revisé los forros del libro.
Con un abrecartas que había encima de la mesa, abrí el cuero del forro del libro con cuidado de no romperlo y empecé a buscar, hasta que mi mano dio con un papel doblado en su interior.
—Gracias Hollywood, te debo una.
Agarré el papel del interior y nerviosa empecé a leerlo con las manos aun temblorosas de tal hallazgo. Suspiré varias veces y me concentré en la intrincada caligrafía que reconocía sin problemas.
"Lo esencial es invisible a los ojos...y lo lleno a veces está vacío...el vacío a veces alberga mayor contenido que el todo...mira las cosas de otra perspectiva y lo que deseas aparecerá...no hagas las cosas de forma lógica, porque así nada cambiará...la imaginación te será de ayuda"
Comenzaba a hartarme de tantos juegos y acertijos. Comprendía las razones por las que lo hacía, ya que era una protección perfecta ante cualquier aficionado que estuviera metiendo las narices en sus asuntos.
Pero antes de rendirme me acordé de mi tía Nelly. Estaba arriesgándose demasiado por mí y esta oportunidad quizás no la volvería a tener, pues la llave que tenía en mi poder, debía de devolverla antes de que la bibliotecaria volviera a su puesto de trabajo al día siguiente.
La respuesta debía encontrarla esta noche y rápido.
Miré cada rincón de la habitación con mayor atención que antes, recordando cada palabra del acertijo.
—A ver, la clave está en encontrar algo que pueda llenarse y que a veces esté lleno y otras veces vacío. ¿Qué cosa podría ser?
Se me ocurría una: la barriga del director, pero eso no contaba. Solté una risilla ante el pensamiento y eso hizo que mi estrés se aliviara parcialmente. Aunque no duró mucho pues eché un vistazo a mi reloj de muñeca.
Miré encima de la mesa del director. Encima de ella había un vaso, pero estaba vacío. Eso concordaba con la descripción de algo que podía estar lleno y vacío a veces, pero parecía no tener ningún detalle reseñable ni nada anotado en ningún lugar.
—¿Y si se refiere a una botella? Nikolai tiene unas cuantas por aquí—Reflexioné al ver el pequeño mueble bar encajado en la pared.
Miré en las botellas una a una, incluyendo sus etiquetas, asegurándome de que no había ninguna pista acerca del acertijo, pero fue en vano. Nada parecía por el momento, dar pista alguna de lo que debía encontrar.
Cuando casi me di por vencida, caí en la cuenta de algo. En el acertijo ponía que era algo que estaba lleno pero lo que no indicaba era de qué. ¿Y si se refería a algo lleno en sentido figurado?
Rebusqué por los cajones del director y encontré varias fotos de joven.
—Las fotografías están llenas de recuerdos, quizás la pista esté dentro de las fotografías.
Encontré un total de tres fotografías: la primera era Nikolai en la puerta de la Universidad, aunque lo que más captó mi atención es que era en blanco y negro.
Afiné la vista para analizar la escena. Tras de él, un individuo trajeado, echaba un vistazo a las noticias del periódico New York Tribune, en el cual podía leerse la fecha de las noticias si se afinaba la vista.
—20 de abril de 1854, hace justo 161 años. No me cuadra que Nikolai esté aquí, debe ser un error o una broma. Quizás sea su padre o algo así—Pensé.
La foto correspondía al día en el que la Universidad abrió sus puertas, donde los cinco fundadores empezaron su sueño de convertirse en historia.
Antes de proseguir con la búsqueda del acertijo, me percaté de que había unos documentos que pasé por alto en el cajón. Eran partidas de nacimiento con el mismo nombre, pero diferentes apellidos: Nikolai.
Las fechas eran 1790,1970 e incluso 1820.
¿Por qué querría tantas partidas de nacimiento Nikolai? ¿y con qué propósito?
Con más preguntas que respuestas, proseguí a mirar la segunda fotografía con más curiosidad que antes. Nikolai se encontraba en su despacho que, casualmente era idéntico a éste. No había cambiado nada, todo estaba en absoluto orden, incluyendo la posición de cada objeto. Él se encontraba leyendo aquél libro gigante sobre Alejandría que había tomado de una de sus estanterías. Me fijé en cada detalle de la foto y me percaté en algo: la forma en la que sujetaba el libro. Sus dedos estaban colocados de forma extraña, como en garra, algo no muy normal ni cómodo.
La mano izquierda estaba cerrada a excepción del dedo índice que estaba estirado.
La posición era tremendamente incómoda para leer, así que esta foto se hizo con el propósito de guardar una pista, al menos me convencí de ello en ausencia de pista alguna.
—Ya entiendo el acertijo: lo que parece que no hay nada está todo. Mira las cosas con otra perspectiva y no lo hagas de forma lógica—Me repetí a mí misma.
Nikolai se refería a este libro y la forma de ver lo que oculta era viéndolo del revés. Los libros se empiezan desde el principio, pero según el acertijo, debería ser por el final, ya que la lógica debía dejarla atrás.
En la página del final aparentemente no había nada escrito, pero extrañamente el forro que recubría la tapadera estaba como decolorado y remendado. Entre los puntos del hilo de la tapadera parecía haber algo escrito o tachado, pero era tan pequeño que no podía leerse nada.
Como Nikolai tenía mala vista, había muchas lupas por su despacho, por lo que no me fue difícil encontrar una.
Aquello que estaba tachado decía: "tras el cuadro donde se oculta el pintor está la verdad".
Miré aquel cuadro de las meninas y entonces lo comprendí. Daba gracias a que me apasionaban los museos, pues en este caso, la pista la reconocí al instante.
Estaba cada vez más cerca de la verdad. Podía olerlo y sentirlo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top