Cercanía

Advertencia: Spoiler del manga. 

Se detuvo súbitamente al pasar por la sala de estar de los dormitorios de tercer año. Regresó sobre sus pasos al notar algo que llamaba su atención. Caminó hasta alcanzar el gran sofá de tono gris que estaba ahí.

Había regresado de su patrullaje por la ciudad cercana para auxiliar a la gente que se negaba a ir a la UA a resguardarse por el caos presente en todo Japón. El ejército de liberación paranormal había dado un golpe fuerte a toda la sociedad, destruyendo los dos pilares que sostenían la seguridad, menguando la confianza que todos podrían sentir por los héroes. No confiaban en que pudieran protegerlos y más por las pruebas contundentes de los destrozos. Eso creo una distopía en todo el mundo, por lo que los propios alumnos de la UA eran asignados a salir y ayudar. Y mucho más ellos, que eran los tres grandes.

Eran considerados casi héroes, los mejores de la escuela por su gran dominio en la utilización de sus poderes y los demás hábitos que determinan el ser héroe.

Tomó asiento junto a la persona ahí, que tenía apoyado el rostro en el brasero del sofá. El enfrentamiento que destruyó varias ciudades. Fue una terrible pelea que costó la vida de muchos héroes y varios más lastimados. Algunos de la 1-A seguían en el hospital, aun cuando habían transcurrido dos días. Él había salido con heridas menores por lo que luego de un chequeo y curación menor salió ese mismo día. Pero se quedó en el hospital, junto a la camilla de Nejire Hado. Había recibido daño al pelear junto con Shoto Todoroki contra uno de los miembros del ejército de liberación. Quemaduras de segundo grado que Shuzenji había curado en totalidad.

Se preocupó al enterarse que ella estaba ahí, a pesar de que sabía que no estaba en riesgo, apenas pudo moverse se dirigió a verla. Siendo recibido por una sonrisa que calmó su intranquilidad abrasante. Ahora estaba perfectamente, sentada a su lado. Había salido un día atrás pero no pudo acompañarla al ser enviado para evacuar a algunos civiles. Por eso mismo al llegar se dirigía a su habitación cuando la vio sentada, sola, en el sillón de la sala de estar de los departamentos.

― ¿Estas bien? ―Habló Tamaki luego de un largo rato sin que ella se moviera de su sitio.

―Sí, es solo que... ―Dejó la frase a la mitad, se incorporó estirándose y mirando sus manos.

No recordaba ver a Nejire abatida por algo en todo el tiempo que la conocía. Era demasiado entusiasta, siempre con una sonrisa en el rostro, por lo que verla de otra forma era impensable. Solía ser muy transparente con sus emociones, hasta cuando algo la enojaba pero ¿abatida? No recordaba algún momento.

― ¿Qué sucede? ―Permaneció a su lado, se acercó un poco más por inercia, para escucharla mejor.

―Mi cabello.

Amajiki la observó, eso era lo que había llamado su atención en primera cuenta. Al inicio el tono azulado inconfundible lo hizo voltear, sintiendo su pecho brincando de felicidad. Siempre lo hacía al verla, era inevitable, estar a su lado siempre despertaba estremecimientos en su pecho.

― ¿Qué tiene?

Nejire se volteó para verlo finalmente con un puchero presente en su rostro.

― ¿Tengo que decirlo? Lo he cortado. ―Sus dedos se entremezclaron por sus mechones que llegaban hasta los hombros. Su mano cayó cuando ya no tuvo cabello que tocar. ― El fuego de Dabi quemó algunos mechones que no podrían ignorarse así que consideré que es lo mejor.

El puchero de su boca desapareció y la futura heroína apoyó el codo en su rodilla y la cabeza la descansó en su palma abierta. Era bastante consciente que la Hado se había dejado crecer el cabello desde la niñez, y que le gustaba mucho. Aunque no lo hubiera hecho, al observaba jugar con su cabello o peinarlo de diferentes formas lo hacía evidente. Además que lo había adaptado para que fuera en conjunto con su atuendo de heroína.

Pero esta era la primera vez que la veía así. Sin pensar en sus acciones acortó la distancia y con su mano libre levantó el rostro femenino para observarla mejor.

―Te queda muy bien, sea el largo que sea. ―Habló el héroe quimera.

La había conocido con el cabello largo, sí, pero verla con el cabello corto había sido satisfactorio. Los mechones perfilaban su rostro y le daban una apariencia más dulce, resaltando sus ojos grandes y curiosos. Su pecho brincó al pensar en lo encantadora que se veía, sea de la forma que sea, siempre causaba tanto en él.

Abrió los ojos pasmado cuando se dio cuenta de lo que había hecho, de aquella acción tan imprudente. Su rostro enrojeció violentamente y sus dedos soltaron la barbilla femenina. Un sonido nervioso brotó de sus labios y se alejó, poniendo una distancia prudente entre ambos.

―Lo siento― Habló tartamudeando ligeramente. ―Solo quería decir que como sea que tengas el cabello siempre te verás encantadora.

Sintió su corazón saltar en su pecho dolorosamente, los nervios haciendo estragos en su interior ¿Cómo había podido decir algo como eso? ¿Qué debería hacer? Observó a la chica que lo miraba con el rostro serio y pestañeando inocentemente. El peso de los ojos azules claros lo paralizó. Podía escuchar los latidos de su corazón hasta en las orejas y el calor materializándose en todo su cuerpo.

Debía irse, cada vez su mente se hacía más confusa. Súbitamente sintió el rostro femenino en su pecho y los brazos de la heroína rodeando su torso. Lo abrazaba con ternura mientras ocultaba su rostro en su pecho.

―Amajiki-kun

Nejire ocultaba el rostro en el pecho masculino captando el olor corporal que representaba a su compañero de clases. Siempre olía tan bien, aunque esa cercanía era abruptamente cálida. Pero tuvo que hacerlo, porque esas palabras habían golpeado su pecho lo suficiente para hacerla sonrojar y ocultó ese nerviosismo de esa forma. Tamaki era tan dulce, demasiado, que no podía resistirse. Sabía lo difícil que era para él decir algo como eso y el sonido del corazón desenfrenado del masculino se lo comprobó. Que disfrutaba el contacto tanto como ella.

¿Sabía acaso lo adorable que se veía con el rostro sonrojado? Siempre disfrutaba verlo de esa forma y más si ella lo ocasionaba. Era un placentero juego que solía practicar cada que podía. Muchas veces sus propias acciones la ponían tan nerviosa como a él, aunque Tamaki no lo notara o fuera consciente.

Solo él podía confortarla de esa forma, si a él le gustaba su cabello, nada más importaba.  

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