Capítulo IV
Y tú estás sumamente equivocada si crees por un solo segundo que no tienes derecho a elegir.
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Fay
—¡De nuevo!— ordenó Lucien mirándome como un profesor mandón a su alumno
—¿Otra vez?— protesté
—Sí, otra vez Fay, si quieres dominar el fuego, debes ser constante, es el elemento que más trabajo conlleva, además, los otros los controlas casi a la perfección, solo necesitas pulir tu técnica, así que hazlo de nuevo— explicó
—¡Bien!¡Pero por favor dime si te hago daño!
—Por enésima vez Fay, no vas a hacerme daño
—¿Cómo lo sabes?— cuestioné con el ceño fruncido
—Pues porque aunque suene fanfarrón de mi parte en estos momentos soy cien veces más fuerte que tú— arqueó una ceja
Suspiré derrotada preparándome para lanzarle otra bola de fuego, nos habíamos pasado la tarde en esto, ya que según Lucien tenía problemas con el fuego, era el elemento que más débil se me daba y debía perfeccionarse si quería dominarlo.
Por eso es que nos encontrábamos justo ahora parados al sol como tontos desde hacía como tres horas en las cuales él se había dedicado a ser mi blanco de carne.Dijo que nos detendríamos cuando lograra quemarlo, cosa que hasta el momento no había conseguido, puesto que mis llamas no salían con la suficiente fuerza.
—Otra vez— al escuchar esa frase de nuevo sentí que iba a explotar de ira contenida
—¿Otra vez?¿Quieres que lo haga otra vez?¡Bien!¡Pero juro que esta será la última!— solté casi sin respirar
Las bolas de fuego comenzaron a volar de mis manos en su dirección con fuerza y rapidez.La ira que ardía en mi interior sin duda era un motor excelente para proporcionarme el valor que me faltaba.
Para mi desgracia, Lucien tenía razón, él era cien veces más fuerte que yo, por ende más veloz también.Esquivaba cada una de mis bolas de fuego sin que estas lo rozaran siquiera, las que no conseguía evitar, eran destruidas por su control de agua, hasta que bajó la guardia un instante y logré atinarle a su brazo derecho.
Fue apenas un leve roce, pero sin duda alguna dejó una pequeña quemadura.Me acerqué rápidamente a él para verificar.
—Lo siento.¿Duele mucho?— cuestioné algo arrepentida
—No duele nada, no te preocupes, además yo fui quien te dijo que lo hicieras.
Le di una pequeña sonrisa y él me acarició el rostro con la palma de su mano mientras me devolvía el gesto.
—Lo lograste, estoy orgulloso de ti— me miró fijamente y mi estómago dio un vuelco extraño de nuevo
Creo que necesitaba mandar a llamar al médico real, esos retortijones incómodos que me daban de a momentos debían ser causados por algo inusual.Quizá alguna indigestión.
—D-deberíamos atender tu herida— dije observando la quemadura en su brazo
—No es nada, de verdad estoy bien
—No me importa, debemos asegurarnos, ven conmigo
Creí que protestaría, pero para mí sorpresa me siguió escaleras arriba sin objetar ni pío.
Entramos en mi habitación, bueno, corrijo, entré a mi habitación, él se quedó en la puerta como si fuese a pisar terreno profano o algo así.
—¿Qué haces?— cuestioné mirándolo con el ceño fruncido
—Nada
—Entonces entra de una vez a revisar esa herida
—Está bien— respondió incómodo
Una vez que hubo entrado lo hice sentarse en la cama con la intención de quedar un poco a su altura.
Yo no era baja, pero definitivamente Lucien me sacaba un buen tramo.
—Voy a necesitar que eso— señalé su camisa— se vaya en este instante
—¿C-cómo?— preguntó en tono nervioso
—Es para revisar tu brazo Lucien, es necesario ver qué tanto daño hay para curarlo— alcé una ceja
—D-de acuerdo— asintió no muy convencido
Comenzó a quitarse botón por botón con una calma sumamente agotadora.Yo no era precisamente conocida u alabada por mi paciencia, la cual era tan inexistente como la leyenda de las sirenas que le contaban a los niños antes de ir a la cama.
Así que al ver que él tardaba una eternidad, decidí tomar la iniciativa por mí misma y comencé a desabotonar la prenda con rapidez mientras sentí como todo el cuerpo de Lucien se tensó de inmediato por mi tacto.
Me arrepentí casi instantáneamente cuando la dureza de sus músculos entró en contacto con mis manos.Su piel era completamente tersa y blanca, tenía pequeños lunares en toda la espalda y uno con forma peculiar en el brazo izquierdo.
—Al parecer no es una herida grave— comenté fingiendo que no me afectó para nada la vista
—Te lo dije— respondió casi en un susurro
—No tienes alas— espeté de pronto
—¿A qué viene ese comentario?
La verdad ni yo misma lo sabía, o tal vez sí y solo me hacía la desentendida, eso últimamente se me daba de maravilla.
Resulta que las hadas nacemos con poderes, pero sin alas.Suena algo ilógico, dado que las hadas vuelan, y es que las alas crecen única y exclusivamente cuando nos enamoramos.Es irónico que uno de mis mayores deseos sea volar y jamás podré cumplirlo tampoco.
El punto es que ver la espalda de Lucien libre de alas me dio cierto alivio, sin saber por qué me alegré al saber que su corazón no había tenido dueña, al menos hasta el momento.
—No lo sé, fue algo al azar, a decir verdad yo tampoco tengo las mías aún, aunque el día que las tenga será la perdición del reino— me encogí de hombros
—¿A qué te refieres?— indagó mientras yo le ponía las vendas
—A mi profecía por supuesto.¿Acaso no la conoces?
—No
Lo miré extrañada
—¿No decías que habías escuchado leyendas sobre mí?
—Sí, escuché leyendas sobre tu magia, pero no sé nada acerca de una profecía, de donde vengo no se habla mucho de esas cosas
—¿De dónde vienes Lucien?— cuestioné curiosa
—De un lugar muy lejano
—Sabes, tú pareces saber todo sobre mí, pero yo no sé nada de ti.
—¿Y qué quieres saber Fay?Pregunta lo que quieras— sonrió
—Pues, quiero saber un montón de cosas.¿Qué te gusta hacer, tu comida favorita, tu lugar favorito?¿Tienes hermanos o padres, amigos?— dije casi sin respirar
—¡Wow, despacio?— rió— Esas son muchas preguntas
—Lo siento si estoy siendo demasiado invasiva, de cualquier forma no tienes por qué responderme— me sonrojé— solo olvídalo
—Nada de eso.Quiero que lo sepas todo— sonrió
—¿De verdad?— pregunté sorprendida
—Así es
—Entonces respóndeme
—Me gusta explorar nuevos lugares, viajar, montar a caballo y leer, sobre todo leer, no tengo una comida predilecta porque la verdad esa sería una decisión demasiado difícil— arrugó los labios en un gesto que me pareció adorable— y mi lugar favorito es cualquiera donde pueda ser yo mismo.Tengo un padre con el cual no me llevo muy bien, mi madre es increíble, algún día deberías conocerla y soy el menor de tres hermanos.Eso es todo, en realidad soy bastante básico.
Sonreí ante su último argumento y pensé que para mí él era de todo menos básico, al contrario, me parecía un enigma andante.No me comentó nada acerca de sus orígenes, al parecer eso era tema sensible, sin embargo sí se sinceró con respecto a su personalidad y eso me pareció suficiente para sentirme satisfecha.
—Eres más interesante de lo que crees— comenté
—¿Eso fue un halago Princesa Fay?— alzó una ceja divertido
—Deja de decirme Princesa, sabes que lo odio— lo señalé con el índice— además, sí, fue un halago.¿Alguna objeción?
—Para nada, y si la hubiera siempre puedes mandarme a decapitar, para algo eres la Princesa— recalcó solo para fastidiarme y fruncí el ceño
—¿Fay, acabas de gruñirme?— interrogó aguantando una carcajada
—¿Yo, gruñirte?¡Para nada!¿Me ves cara de animal salvaje o algo así?
—Di lo que quieras, pero te escuché— sonrió pícaro
Reí
—Dejando eso de lado, tu entrenamiento en serio va de maravilla, dentro de poco no vas a necesitarme.
—¿Te irás cuando no te necesite más?
La pregunta dejó mis labios muy rápidamente y no tenía idea en ese entonces de que el vacío en mi pecho cada vez que pensaba en ello sería bastante recurrente en el futuro.
No quería que Lucien se fuera.Aunque fuera duro de admitir me había acostumbrado en demasía a su presencia.Iba a extrañar desde sus entrenamientos hasta sus chistes malos y los gestos graciosos que solía hacer mientras hablaba.Pero sobre todo me iba a doler perder su compañía y amistad; porque sí, él se había vuelto mi amigo, en poco tiempo pero era el primero y quizá único que tendría.
Fue la primera persona en no rechazarme por mis poderes, puesto que él era igual a mí, un misterio capaz de acabar con todo a su paso si usaba su magia con fines equivocados.
—Puede que sí me vaya— contestó observando al suelo, el cual parecía ser mucho más interesante para él que mi rostro.
—¿Y a dónde piensas ir?
—No lo sé, pero puedo decirte que si me pides que me quede, lo haré— me miró fijamente mientras hablaba y no pude evitar tragar fuerte
—¿Qué te hace pensar que te pediré que te quedes?
—Nada, no pienso absolutamente nada, solo te doy la idea por si en algún momento decides ponerla en práctica— sonrió
—Ya te gustaría que la pusiera en práctica— alcé una ceja divertida
—Pues a decir verdad sí, me encantaría que lo hicieras, pero eso es algo que debes decidir sola.
—Ya hablamos sobre eso, no puede suceder Lucien, pero, te digo algo
Me miró expectante
—Dilo
—Si pudiera elegir enamorarme sin duda sería de ti— no pude evitar sonrojarme al decir aquellas palabras
—Y tú estás sumamente equivocada si crees por un solo segundo que no tienes derecho a elegir— dijo con repentina seriedad
—Eso no está a discusión, no tengo derecho a ello y punto
Me levanté de la cama sin ganas de discutir y él me imitó en silencio.Aparentemente tampoco quería volver a aquella batalla perdida, pues sabía a la perfección que yo no iba a ceder, al menos no por propia voluntad.Y dudaba que alguien pudiera obligarme a ello.
Aunque siendo honesta, no es que hubiera nadie con suficiente valor para intentar obligarme.Y en este fin del mundo si no me enamoraba de Lucien definitivamente estaría comprobado que tengo un corazón de hielo.
Me siguió escaleras abajo sin articular palabra alguna y cuando estuvimos fuera de nuevo se formó un ambiente tenso e incómodo entre ambos.
—¿Seguiremos entrenando?— cuestionó intentando llenar el silencio
—No lo sé, estás herido, no sería bueno que lo hicieras, al menos hasta mañana Lucien.
—No es algo grave Fay, es un simple rasguño, no impide que siga, además no es por bajarte la alegría pero, eso me hizo solo cosquillas— dijo suavizando el tono
—¿En serio?
—Hay mucho que practicar aún señorita, estar al cien lleva mucho trabajo, porque jamás lo estás por completo.
—¿A qué te refieres?— indagué sin entender
—Es simple, mientras más entrenes más avanzarás y aunque llegues al cien, siempre podrás seguir mejorando, es lo bueno de la magia.
—Osea que no importa qué tan fuerte seas, si pongo empeño puedo derrotarte— lo desafíe divertida
—¿Ese es su objetivo Princesa Fay?— rió
—Uno de los muchos, y deja de llamarme Princesa, es injusto porque no sé ni tu apellido— crucé los brazos sobre mi pecho y se quedó mirándome serio—¿Lucien?¿Estás ahí?
Pasé mi mano abierta frente a su rostro y sacudió la cabeza hacia ambos lados.
—¿En dónde andabas?— dije con tono burlón
—Lo siento, pensaba en algunas cosas
—A veces eres tan misterioso que me das miedo— confesé
—¿Miedo?
—Sí, me das miedo cuando te pones pensativo porque normalmente eres bromista y también me das miedo cuando te pones en plan misterioso porque bueno, todo lo misterioso me da miedo— me encogí de hombros
—¿Entonces quieres que deje de ser misterioso?— preguntó burlón
—Para nada, quizás seas un misterio digno de descifrar— sonreí
—¡Oh Fay, preciosa Fay!No me pidas que deje de intentarlo contigo si luego vas a decirme esas cosas, haces que mi corazón idiota se ilusione— dijo con dramatismo
Me sonrojé salvajemente ante su comentario, sin embargo no pude evitar reír como una niña pequeña.
En ese instante sentí un pequeño mareo que nubló mi vista.Por un segundo creí que iba a caer, pero logré sostenerme de un árbol que había a mi lado.
—¿Estás bien?— preguntó preocupado
—Sí— asentí— solo fue un pequeño mareo, ya pasó
—Entonces dejaremos el entrenamiento para mañana, no quiero que te desgastes demasiado, si lo haces puede ser devastador para tu magia y cuerpo.
—Estoy bien Lucien, no es como si me fuese a morir, solo fue un colapso momentáneo, no se repetirá
—Da igual, no está a discusión, como tu amigo y ahora maestro te digo que vayas a la cama a descansar— dijo con tono serio
—Mandón— bufé
—Necia— rió
—Tonto
—Princesa
—Blandengue
—Caprichosa
—¡No soy caprichosa!— grité cansada del jueguito de los nombres y él alzó una ceja con ironía
—¿Entonces estás diciéndome que el querer quedarte a entrenar cuando es evidente que no puedes no es un capricho?
No respondí porque sabía que tenía razón.Al parecer él tampoco esperaba mi respuesta, pues se echó a reír como si le hubiesen contado un chiste de los buenos y me revolvió el cabello.
—Debo irme, tengo cosas que hacer.¿A la misma hora mañana?
Asentí algo triste de que se fuera.Siempre me quedaba la duda de si al día siguiente en verdad él volvería.
—Hasta mañana hermosa Fay— sonrió depositando su ya común rosa violeta en mi cabello.
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