La batalla en el desierto de la irrealidad (III)

Nuestras espadas impactan con ferocidad; la llama violeta de su arma produce un corte en mi pómulo derecho, sonrío y lo empujo con el pie. No mido la fuerza, pero fue una patada furiosa y lo alejo varios metros. En su camino deja una estela de polvo que se eleva y cubre la esfera de cristal como si fueran nubes que amenazan con una gran tormenta. Tebris ríe. Observo los movimientos que dará como una película en cámara lenta, primero saltará, me atacará desde las alturas, luego Hintam embestirá por mi espalda y me apuñalará.

¿Puedo ver el futuro y nadie me lo dijo? Es imposible, Tebris y Hintam yacen quietos mirándome con la misma sonrisa diabólica.

El tatuaje del triángulo hace un sonido agudo, distante y se pierde en el ambiente. No puedo desconcéntrame con pequeñeces. Me coloco de rodillas, escribo el nombre de mi madre con mis dedos y luego la palabra perdón. Siempre le prometí que no lastimaría a las personas. Pero mis enemigos no lo son, son seres que no tienen moralidad, no saben que es el bien y el mal, solo acatan órdenes.

— Tebris ¿te quedarás mucho tiempo parado o atacarás? —Pregunto sonriente.

Comienzo a comprender que aniquilar a los demonios no es maldad, sino todo lo contrario, un acto completo de bien. No siempre los buenos podemos hacer lo correcto siguiendo la reglas al pie de la letra, mientras los perversos toman atajos.

—Eres insolente, y lo pagarás con tu vida —se dirige a mi encuentro.

—Hace tiempo que estoy muerto —contesto esperando su arremetida.

Sucede lo mismo que vi en mi premonición. Él salta, Hintam se coloca a mi espalda, entonces, antes de que me ataque Tebris, saco mi daga y se la arrojo a Hintam lastimando su sorprendido rostro. Doy un brinco y golpeo a Tebris con la empuñadura de mi espada reiteradas veces en la frente y de una patada lo arrojo e impacta contra las paredes de la esfera de cristal.

—Pero... ¿Cómo demonios supiste? —Pregunta Hintam balbuceando.

—Un mago no revela sus trucos. —Le doy una patada enviándolo lejos, luego caigo de rodillas, estoy agotado. Ellos se recuperan con facilidad.

—No me importa lo que hagas, en este lugar perderás tu poder y morirás —indica Hintam curándose sus heridas.

—Yo... solo —me agito— estaba ganando tiempo —señalo la vasija blanca con las almas puras que quedó fuera. Mis amigos las liberaron y esos círculos difuminados escapan hacia el cielo buscando a sus dueños.

—¡MALDITO! —Grita Tebris y me da un golpe tan fuerte que escucho el crujir de una de mis costillas. Me cuerpo impacta contra el suelo y reboto como una piedra en la superficie de un lago. Caigo a dos metros, herido, agitado, casi vencido.

Hintam se acerca a pasos lentos, sonriente y saboreando la victoria, sabe que fue una estupidez mí osadía de venir a batallar contra los tres. No fui inteligente, no tengo un as bajo la manga. El triángulo comienza a brillar, sale de mi brazo, se eleva hasta el techo de la bola de cristal; titila de una manera rítmica y su pitido es agudo como una alarma de incendios, pero a diferencia de ella no es constante, cada dos segundos libera el sonido. Me levanto agitado, el aire ingresa a mi cuerpo de manera lenta, distante y mis pulmones claman por más oxígeno. Apoyo mis manos en la asesina roja y bajo la cabeza intentando respirar. Hintam, luego de ver el espectáculo de luces y de sonido rítmico, niega con su cabeza.

El triángulo no deja de brillar, de titilar, pero no tiene ningún sentido que lo haga, excepto que quiera ponerle color a mi final.

—¡Eres una basura! —Exclama Hintam—, debería dejar que Tebris cobre su venganza, pero no puedo olvidar cuando ayudaste a Sunshine a que me quite la comida de la boca. ¡Esa alma sí que era sabrosa! —añade con una sonrisa perversa.

—Tú...puedes —me agito, respiro dos veces intentando llenar mis pulmones del carente aire— irte al de...demonio.

—Eres gracioso—me da una patada y golpeo con mi espalda en la pared de cristal.

—Las...almas... fueron liberadas —digo con dificultad—, lo demás es... secundario, yo solo soy una... vasija descartable, Hícari encontrará... a alguien mejor.

—¡Iluso! —Exclama molesto—. Está esfera de cristal no deja escapar ningún alma, cuando acabe contigo encerraré a Hícari —chasquea los dedos y aparece una vasija de oro—. La entregaré a Edaxnios y todo terminará.

—Inténtalo —digo sonriente y colocándome de pie—. Fueron tramposos, en igual condiciones no me ganarían.

Tibi anima mea —dice elevando sus manos—. Tu alma ahora es mía y tu cuerpo sufrirá el dolor eterno en Reiga...

—¡¡¡Lukeeeeeeee!!! —escucho la voz de Okami a lo lejos, como un sonido disperso.

El triángulo brilla y brilla, como un sol nuevo que descubre la galaxia que reinará. El color amarillo titila, luego el azul, luego el rojo, de forma rítmica como el juego que tenía de pequeño. Se crea un portal y el lado azul se separa del triángulo llegando hasta él. Se produce una explosión de luz enceguecedora, me cubro los ojos y escucho unos pasos. Alguien me acaricia la espalda y un hocico húmedo me huele las heridas.

—Tu heroísmo me deslumbra, sin embargo, cometiste el peor error de todos, fuiste vanidoso. Las apuestas estaban en tu contra, no obstante, perseveraste para salvar la vida de este lugar. Luke este es el desierto de la irrealidad, todo lo que viste, viviste, asumiste, es mentira. Arniscan creó este paraíso sabiendo que tú reaccionarías ante su acción. No te olvides jamás que nosotras estamos para ayudarte.

Abro los ojos y a mi lado está Azura con el lobo que vi en Hipsomnía. Me siento feliz, me siento afortunado porque ella llegó a ayudarme. No quería morir, pero tampoco quería ser cobarde. Y todo fue para nada, todo fue un vil engaño. Azura tiene una túnica celeste con lunares que le llega hasta las rodillas, la capucha posa en su bella cabellera, su postura es agresiva. El pelaje del lobo es celeste brillante; aúlla y da dos golpes profundos con sus patas delanteras.

—Gracias a los Jokan —prosigue— que te dieron el tatuaje del llamado de tus protectoras. Aunque Hícari esté dormido supo que estabas en peligro. Te pido que descanses, yo acabaré con este conflicto.

—¡No! —Exclamo molesto—. Aprecio que vengas a salvarme como Okami e Igniscan lo hicieron, sin embargo —me agito, y levanto la mano para avisarle a Azura que no pienso dejar de hablar—, me entrené con tenacidad, y ellos quieren mi alma. Solo te ruego que quites la esfera de cristal que no me deja respirar.

—Entendido —En su mano aparecen un arco y una flecha transparente—, has madurado y has comprendido que las batallas se ganan a base del esfuerzo. Ahora la flecha destruirá todo. Recuerdo cuando me dijiste que no querías perder la identidad y lo has logrado, has vencido tu mayor temor. El gato que estuvo en tu falda te reveló el futuro que asumiste que venía de tu mente. Te salvó y es momento que le demuestres a estas bestias con quién se han metido.

Tensa la cuerda del arco y de la punta de la flecha nace una llama azulada. Azura me mira sonriente, creo que está orgullosa, como lo estuvo mi padre cuando aprendí a andar en bicicleta. Lanza la flecha, Hintam intenta detenerla en el aire, es en vano, no cambia su trayectoria. Impacta en el medio de la esfera. El lobo corre, salta siguiendo la trayectoria que hizo la flecha y lanza un gran rayo que hace que todo estalle por los aires. Parece que la flecha era una bomba y el lobo su detonador. Los cristales caen transformados en pequeños copos de nieve. Las bestias miran el panorama con sus ojos lleno de furia y de sed de venganza.

—Hacía mucho tiempo que no usaba la flecha destructiva de conjuros demoníacos.

—Gracias —digo recuperando de a poco mi aliento—, ahora tengo que demostrarle a Tebris el grosero error que cometieron al venir.

—Luke —coloca la mano en mi hombro—, lo que sucedió aquí fue una ilusión, un vil engaño, pero recuerda que lo que aconteció en Somnium fue verdadero. Hemos perdido buenos amigos.

»Cuando dormías luego de la batalla contra Asashin, las protectoras fuimos engañadas y caímos en la trampa. Casi todos los Jokan y el anciano —sus ojos se humedecen—, murieron en manos de Hintam. Mi hermana, la que adopté, una pequeña hada de tan solo cien años fue asesina con el conjuro de muerte y su pequeño cuerpo desapareció en un manto de cenizas. Ella quiso proteger a su amiga y no pudo. La protectora que me iba a reemplazar en algún momento, Mariet, desapareció en un gran rayo rojo. Todo lo que me ha importado, ya no está y esto no puede quedar así. Ya no seguiremos las reglas —dice furiosa.

—No, Azura, no seguiremos más las reglas —concuerdo—. Quiero cuidarte, estás desbordada de ira, no piensas con claridad y cometerás una locura. Si arrojas una maldición desaparecerás y no quiero perderte.

—¿Crees que me importa morir, desaparecer o terminar al lado de Sunshine mientras Coelum y los súbditos se ríen en nuestras caras? —Tensa el arco y apunta a Hintam—. Mi hermana, Sutue, su memoria, sus sueños... No, Luke, no puedo perdonarlos.

—¡No lo hagas Azura! —grito desesperado.

—Tarde, Luke, adiós. ¡Mort sortir! —Arroja la flecha.

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