La arena de combate de Coelum (VI)

Sus colmillos son de mi estatura, de ellos sale un líquido viscoso de color amarillento, y al golpear la tierra, la corroe. Tengo que tener mucho cuidado de no ser mordido. De igual manera, parece tosco y sus ataques deben de ser lentos, eso espero. Sus cuatro patas con dedos redondeados hacen retumbar el suelo y el collar comienza a pesar una tonelada; creo que es el miedo mortal de ser devorado por la gran bestia blanca.

En mi cabeza aparecen todos los conjuros y maldiciones pero no puedo utilizarlos sin recibir otra descarga que haga que la bestia acabe con mi vida.

La bestia aúlla y me ataca con sus tres cabeza, logro esquivarlas mientras ellas golpean contra el suelo, liberando al aire decenas de pedazo de rocas hacia todas las direcciones. La nube de polvo me permite en cierta manera una cobertura efímera para analizar cómo lidiar con esta bestia. La mejor opción es cortarle las tres cabezas, pero temo que su sangre sea igual de venenosa que su saliva.

Un conocido de mi padre, un hombre pedante y que creía conocer todos los secretos del manejo de ciertos ácidos, fundó una fábrica para producirlos y venderlo a precios exorbitantes en Mane. Nadie jamás se animó a hacerlo, porque el capital necesario era inalcanzable. Sin embargo, este hombre tacaño utilizó elementos baratos y la fábrica era una casa de naipes, en algún momento, con un leve viento, caería. Los hombres y mujeres que se sumaron al trabajo miraban con esplendor las grandes chimeneas, los colores de las paredes y los gigantes toneles de metales que contenía los ácidos que pronto saldrían a la venta. Los compradores estaban ansiosos y deseosos de obtener el producto, pero sabían que nunca llegarían a obtenerlo. Como este hombre no confiaba en nadie, ni siquiera en su familia, se encargó de las guardias nocturnas. Una noche lluviosa, mientras caminaba por el puente que dividía los toneles con ácidos, los cuales estaban descubiertos por sus directivas, «el cuerpo humano puede soportar el ardor de un simple líquido, no seamos gallinas y dejemos que nuestros pulmones reciban nuestro productos para que se acostumbren, y podremos crear un cuerpo humano evolucionado. No quiero que haya medidas de seguridad ni de protección, quiero hombre y mujeres sin miedo». Cayó al tonel más grande que contenía, según mi padre, el peor ácido de todos y su cuerpo se desintegró, solo quedó un recuerdo de sus mala acciones.

Mi padre siempre me dijo que a veces la avaricia, la desidia y las malas elecciones llevan a las personas a sufrir la reacción de sus malas acciones. La fábrica quebró y miles de personas se quedaron sin trabajo. Hoy solo hay escombros y las chimeneas estan en pie como los faros que indican que nadie debe acercarse.

El polvo desaparece y las cabezas se asoman como las chimeneas de esa fábrica: imponentes, erguidas e indestructibles. Sonrío, pero no de felicidad, sino de miedo, necesito, si algo me sucede, que se me recuerden con una sonrisa. La bestia blanca, por su lado, observa atentamente a su alrededor y la cabeza de la izquierda le gruñe a la de la derecha, se atacan y se lastiman.

La postura invariable de la calavera líder me eriza la piel. Él debe saber que aquí solo habrá un ganador, y no seré yo.

Las cabezas dejan de pelearse y me atacan con violencia, en formación de triángulo: la cabeza del medio va arriba y las otras dos debajo. Dando un gran salto para atrás logro esquivarlas, y escucho, como un sonido profundo y tenebroso, los dientes chocar a centímetros de mi brazo. Arremeten de nuevo, y otra vez, y otra vez. El ambiente se cubre de polvo y de mi sudor. No duraré mucho esquivándolo, aunque sus movimientos sean lentos, mi energía se acabará. Pensé correr, arrojarme por debajo de él, y cortarle el abdomen, pero su sangre me mancharía y me sucedería lo mismo que al hombre avaro de la fábrica.

Con la bestia nos miramos, no merece que la ataque, ella solo cumple las órdenes sádicas de la calavera líder. La bestia solo conoció la violencia como un medio para complacer a su dueño. Ni ella, ni yo merecemos ser el objeto de divertimento de las masas, de Coelum y las calaveras que claman mi derrota, mi muerte. Tendría que buscar la manera de dejarla inconsciente con algún golpe, aunque creo que eso no sucederá y también es una terrible idea. No tengo tiempo, no sé qué ha sucedido con Azura, la princesa Tai y Okami, pueden estar atrapados por el ejército de Leider y yo... Bueno estoy perdiendo el tiempo aquí buscando alguna razón para fracasar y no hacerme cargo de que a veces los conflictos se solucionan con violencia, aunque jamás estuve de acuerdo con esa teoría.

—¡Oye bestia blanca! —Le grito levantando mi espada—. No quiero hacerte daño, deja de cumplir las órdenes de tu amo y dejemos la batalla en un empate.

Ella me responde con un gran aullido y me golpea con unas de las cabezas en el momento en que salto para esquivar su ataque. Caigo, me quejo, agarro mi pierna, algo la lastimó y ahora sangra.

La calavera líder se eleva por los aires y queda por encima de la cabeza de la bestia blanca. Y ella, solo se queda quieta.

—La encontré en una cueva mal herida, con su cuello lastimado, sin comida y con frío. La traje a Jigoku para que lo proteja de los seres como los de tu especie que predican que el bien es el único camino. Ella odia a los humanos, odia a los seres del mundo de los sueños y aunque lo intentes, jamás te escuchará, ella solo tiene oídos para mí.

—Le enseñaste a canalizar su odio, su frustración, su necesidad de venganza en más violencia. Es lo que hacen los de mi especie con lo que consideran más débiles y necesitan encaminarse en la vida. —Mi cuerpo arde—. Ustedes las calaveras, los demonios y Edaxnios, son seres soberbios, que creen que saben todos los caminos para el bien común. ¡Están confundidos! El dolor y la muerte, jamás es la solución, no obstante, ustedes quieren demostrarlo sometiendo a todos a sus deseos perversos. Yo jamás elegí ser el guardián, es más, de cierta manera odio serlo, sin embargo, al ver todo lo que sucede en los tres mundos, tengo el deseo de acabarlos antes de morir. Mi espada me enseñó todo lo que sufrieron los anteriores guardianes y no quiero que siga sucediendo. Cada vida vale de igual manera, aunque ustedes no lo vean así, y seré quien traiga el equilibrio para acabar con la desolación.

—Los sueños utópicos de los humanos nunca me dejarán de sorprender y espero ver cuando logres eso, dudo que suceda.

—No eres el primero que no cree en mí —niego—. Deberé acabar con tu bestia blanca aunque no quiera, no se lo merece, pero es para que sepas que lo que digo va en serio.

El cielo se encapota con nubes amenazantes, rayos que golpean a nuestro alrededor y mi sangre hierve de furia. Una furia que no puedo controlar, es peor que la que sentí en la cárcel, peor que la que sentí en algún momento. Me elevo y quedo levitando, no controlo mi cuerpo pero sé que no es Hícari quien maneja las acciones, porque cuando él lo hace, mi cuerpo se sentía de otra manera, en mi boca se presentaba un dulzor, como cuando uno termina un sabroso caramelo de miel. Ahora, el sabor es diferente, es amargo y hace que mi garganta carraspee. Me siento poderoso, siento que puedo derrotar a quien yo quiera enfrentar.

El viento menea mi túnica como si fuese una bandera. Mi espada brilla, chilla agudamente y se vuelve liviana; la empuñadura ahora es negra, con franjas rojas que la cruzan en diagonal. Mi cabello no crece, mi cuerpo no cambia, pero el poder es abrumador.

—¡NO PUEDE SER! —Exclama la calavera con su voz temblorosa, como si estuviera seguro que lo que está sucediendo no es nada bueno—. Tú estabas muerto, tú habías desaparecido...

Levanto la espada, un rayo impacta en su punta. Sale de ella una gran bola eléctrica, amarilla, llena de poder, que destruye al ejército hasta que se vuelve polvo, ningún hueso vuelve a su lugar, y la asesina roja se acerca a mí rostro.

Tú eres el salvador, tú has despertado, tú eres el guardián legendario, el que viene a salvar las almas puras —dicen varias voces dentro de ella—. No permitas que te corrompan. La verdad llegará a cuenta gota, permite que te muestren cuál es tu verdadera misión.

Mis ojos arden y observo el campo de batalla como si estuviera viéndolo a través de una lupa. La calavera líder desciende sobre el lomo de la bestia blanca que aúlla enojada y emite vapor de sus hocicos.

El temor, el miedo que me invadió al comienzo desaparece como por arte de magia. No tengo seguridad de ganar, pero a pesar de eso, me lleno de sentimientos positivos, como si alguien estuviera a mi lado protegiéndome, enseñándome el camino que debo recorrer para ganar derramando la menor cantidad de sangre.

La calavera líder posa sus manos sobre el lomo de la bestia, y está gritar pero no de dolor, sino de poder. Una gran esfera de poder la envuelve y el viento arremolinado me arroja varios metros hacia atrás, sin embargo, no pierdo la postura.

La bestia chilla, el público aplaude y la asesina roja late como si fuese un corazón a punto de estallar. Quiero comprender qué es ser el guardián legendario, por qué esas voces me hablan, qué buscan de mí y qué desea el mundo de los sueños conmigo. «La verdad llegará a ti a cuenta gotas», dijeron y debo aceptar la realidad. Siempre fui ansioso en conocer la verdad, mis manos sudaban cuando no lograba comprender que sucedía a mí alrededor, cuando no podía controlar mi entorno. Parece que aquí sucede lo mismo, aquí alguien, que no es Hícari, quiere batallar en mi nombre y no quiero que eso suceda.

—Seas quien seas —digo entre dientes—, no quiero que intervengas en esta pelea, déjame elegir mi camino sellándolo con mis decisiones. Si no eres Hícari, si no eres quien me eligió para cumplir la misión de traer paz a los tres mundos. Vete, no vuelvas, no quieras hacerme ver como un flacucho. ¡BASTA DE PENSAR QUE NO PUEDO GANARRRRR! —Grito furioso.

Mi cuerpo desprende un haz de luz brillante, superior a la del sol y cálida como el último abrazo de mi madre.

—Hijo —dice la luz con voz susurrante—, no quiero estorbar, no quise molestarte, sin embargo, aquí necesitarás toda la ayuda posible y la calavera líder no se detendrá hasta que acabe contigo. Tu alma es la más valiosa porque está bañada en la sangre de Zor unida al alma de Hícari y tu pureza la selló abriendo el portal de tu poder infinito. Sino lo sabes controlar te consumirá y te destruirá. En el momento que la asesina roja te eligió, como un reguero de pólvora, tu poder comenzó a crecer. No soy digno de tu perdón, pero déjame ayudarte.

—Pero...

No sé qué decir, niego con mi cabeza nervioso mientras la esfera brillante donde está la bestia blanca, crece y me arroja más lejos.

—Charles es mi padre...

—No tengo tiempo para explicártelo, tienes que confiar en mí.

—No puedo hacerlo, no sé quién eres —niego molesto.

—Confía en mí —vuelve a mi cuerpo y comienzo a contorsionarme con mis brazos y piernas hacia atrás. El poder fluye por mi cuerpo como un río calmo que lleva un barquito de papel y no tiene ningún obstáculo que lo detenga. Mis venas se marcan en mis brazos y veo que mi sangre es brillante, dorada y arde. Mi cabeza duele y siento un sudor frio.

La asesina roja deja de latir y creo entender que luego de ver el brillo que desprende, estaba absorbiendo poder. La levanto hacia la tormenta que se ha vuelto más agresiva. Un rayo negro impacta en la punta y luego, sin pensarlo, la arrojo a la esfera gigante de poder en donde está oculta la gran bestia blanca. Todo estalla por los aires desprendiendo una luz que invade el ambiente y no me permite ver lo que sucede, solo escucho un gran aullido y la voz de la calavera que dice algo que no llego a comprender.

La luz desaparece, la bestia ya no es blanca, ahora es roja con grandes anillos negros que cubren todo su cuerpo, sus ojos son rosados y muestran enojo. Sus colmillos, los seis, han crecido de manera exponencial hasta llegar un metro debajo de la mitad de su cuello largo. Ahora tiene seis orejas puntiagudas y rojas. Su cuerpo parece más liviano, menos tosco y más peligroso de lo que fue en su versión anterior.

—La gran bestia blanca ha evolucionado en la bestia sanguinaria, y nadie, nunca la ha conocido. Su cuerpo ha sido bañado con una gota de sangre de Edaxnios robada por un súbdito mío hace siglos —dice la calavera elevándose, colocando sus brazos estirados y su manto, el que era oscuro, ahora también es rojo—. Tuviste la oportunidad de derrotarla cuando aún no había demostrado su verdadero poder, pero caíste en la soberbia de creer que un diálogo todo lo solucionaría. Ahora que tu poder ha crecido, no puedo permitirte que intentes destruirme.

—Yo, el guardián, el guardián legendario —digo seguro—, no permitiré que tu reino siga en pie. —Las palabras brotan de mi boca como si no fuera yo quien las dice—. Juré vengarme aquella vez y sostendré mi juramento ahora que he despertado. Es tu fin...

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