La arena de combate de Coelum (IX)
Estoy de vuelta en el campo de batalla, atrapado por el látigo y parece que no ha pasado ni un segundo. En el cielo se forma una gran tormenta, de las que siempre traen malos presagios. Las nubes negras se acercan con velocidad y con truenos tenebrosos; a los pocos segundos ya envuelven toda la arena y como asumí, es de mal presagio que eso suceda. El público se retira gritando y corriendo, algunos se caen y otros los pisan. El Leider con los otros Shinshi se aleja con calma y mirando al cielo. No comprendo con plenitud que es lo que sucederá, pero no debe ser nada bueno.
—Él no te salvará —indica furioso el Shinshi de la deshonestidad.
—No es lo que parece —dice Arniscan—. Debemos irnos, no es bueno que nos quedemos aquí.
—¡NO SEAS COBARDE! —Lo señala el Shinshi—. Asesinamos a su familia, tu pulso no tembló y ahora cacareas como una gallina.
¿Qué?... Ellos mataron a mi familia, estos malditos estrellaron el avión... Pero... no les permitiré que se retiren de aquí ilesos. Pensé que había sido Edaxnios...
Los rayos de las nubes impactan en el suelo de la arena haciendo grandes surcos, profundo y en algunos se encienden una pequeña llama dorada. En mi cuerpo, en cada centímetro, la ira y la venganza fluyen como las grandes mareas, destruyendo de a poco lo bueno, la empatía y la cordura. Cierta parte de mí no quería hacer daño, eso ya no existe, ya no más. Ahora sé la verdad que me quisieron ocultar y hoy, en este lugar, nacerá mi tan anhelada venganza.
Los ojos de mi madre se aparecen como un recuerdo vago de su última mirada de desesperación sabiendo que moriría. Mi padre intentando calmarse y mis hermanos llorando y rogando no morir. Todos ellos ya no existen, ya nadie me cubre por las noches y me da un beso en la frente deseándome dulces sueños. Ya nadie me lee cuentos de grandes hazañas o grandes fabulas con bellas moralejas; no tengo peleas por juguetes que tenía olvidados. No tendré casa en un árbol, ni investigaré pequeños bosques en búsqueda de aventuras. Nada de lo que verdaderamente amé, existe. ¿Y cuál es la razón? Esos dos demonios que estan de pie esperando acabar conmigo, porque le temen al guardián legendario, el que no elegí ser.
Los rayos danzan de una manera extraña, primero hicieron surco en el suelo partido y las llamas cubren todo el perímetro. Ahora forman un círculo en el medio como si fuera un remolino eléctrico, y luego un poderoso rayo crea un enorme hueco. La electricidad llega hasta el suelo como si fuese un puente vertical que conecta la tierra con el cielo. Puedo jurar que escucho voces en ese gran y poderoso rayo que me invita a acercarme, si logro liberarme correré el riesgo.
Cierro los ojos y los abro con lentitud, respiro profundo e intento liberarme haciendo fuerza con mis brazos, sin embargo, es en vano y las cabezas de serpiente se mueven de forma hipnótica, buscando creo, que caiga en su trampa. Les arrojo cabezazos pero los esquivan con sutileza, moviéndose de un lado a otro.
—Me recuerdan a la serpiente que asesinó a Manchitas y me vengaré. Juro que lo haré —amenazo furioso.
La asesina roja se eleva, llega hasta mi altura, brilla una vez más e ingresa al gran túnel de rayos. Todo estalla por los aires, pero la explosión es solo de luz y los restos caen como una luminosa llovizna. Mi fiel amiga resplandece como nunca, nada de ella se ha modificado en su estructura pero algo se siente diferente.
Llega a mi mano derecha de forma sutil y lenta, al tocarla siento que por mi cuerpo corre electricidad, poder y decisión. Quiero convertirme en el que genere equilibrio en los tres mundos y ahora nadie me detendrá. El látigo explota por los aires sin ni siquiera hacer algún movimiento, y las cabezas de serpiente quieren morderme pero las destruyo con un leve movimiento de mi espada, se desintegran y yo sonrío.
—Les dije que me vengaría —caigo al piso y comienzo a caminar para terminar con esta batalla.
—¡MIS LEALES AMIGAS! —grita ahogado el Shinshi—. ¡Pagarás con tu sangre lo que acabas de hacer!
—¡Yo me iré de este lugar! —exclama con miedo Arniscan—. ¡Mira sus ojos, han cambiado de color! No es el mismo de antes, ha evolucionado y si lo enfrentamos, moriremos Shinshi.
—¡HUYE COMO LA RATA QUE ERES! —Lo señala—. Yo me vengaré.
—¡Haz lo que quieras!
Antes que Arniscan logre chasquear sus dedos, le arrojo un rayo con la asesina roja que corta sus brazos de raíz y mientras grita de dolor, me acerco con velocidad sonriendo.
—¡No tenías que asesinar a mi familia! —Le clavo la espada en el pecho y comienza a escupir su sangre y me empapa el rostro, el torso y la mano que sostiene la espada—. Mort sortir —digo con mi mano libre y grita como un cerdo en un matadero cuando el rayo rojo de muerte lo envuelve por completo. Es un grito agudo de sufrimiento abrumador. Su cuerpo se desvanecerse en cenizas y su alma violeta y negra flota a la altura de mi cabeza. Solo queda encerrarla —. Ahora sufrirás como el demonio que eres —recibo una patada de Shinshi y caigo lejos.
—¡NO TE LO PERMITIRÉ! —amenaza furioso.
—¡Lo haré! —Exclamo seguro—. Nadie me detendrá.
Los tatuajes brillan en mis brazos, salen despedidos al cielo. El triángulo, los círculos y los nombres de cada alma pura que está tatuada en mi cuerpo con sangre inocente. Comienzan a brillar los colores azul, amarillo y rojo del triángulo, y los círculos se tornan violáceos; hasta que todo se detiene. Se elevan unos metros más, elevándome de forma automática, en un ritual. Mis brazos caen rendidos, mis piernas también. La furia se esfuma dando paso a la tranquilidad. Quedo en medio del círculo, tieso y puedo observar de cerca el esplendor de lo que alguna vez estuvo en mi brazo. Escucho voces que dicen cosas indescifrables pero deduzco que es un ritual extraño y de vieja data. Los círculos giran de forma alocada, los colores se vuelven más intensos y mi cuerpo pesa una tonelada.
—Hoy ha nacido el guardián legendario de la furia —dice una voz grave y nítida—. Nuestro sufrimiento ha acabado. Custos fabuloso nati non estis ibique moriemini Zor sanguinem sacrificii corporis.
Todo se detiene, todo es silencio, todo es ansiedad. Estoy colgado dentro de un círculo que a la vez esta dentro de un triángulo con tres colores, es bastante extraño y más aún, que suceda en medio de una batalla. Desciendo, y cuando mis pies tocan el suelo, la gran estructura se achica acercándose a toda velocidad e impactando contra mi torso. Grito, quema con intensidad y caigo de rodillas; el dolor es insoportable. Golpeo con la empuñadora de mi espada varias veces el suelo, levanto mi cabeza mirando el cielo en el momento en que las venas de mi cuello se hinchan de manera peligrosa. Escucho crujir cada hueso, siento la electricidad en cada vertebra y mis ojos arden como si mirara directo a la lava. Hasta que todo se calma, el dolor desaparece, el ardor es solo un recuerdo vago de lo que me sucedió y la furia que me hizo destruir el cuerpo de Arniscan acaba de reaparecer. Esta vez con más ímpetu y necesidad de sangre.
—¡ACABARÉ CON CADA UNO DE USTEDES! —grito enojado mientras me coloco de pie.
El alma de Arniscan desapareció pero el Shinshi sigue allí parado, tieso y en sus ojos tenebrosos puedo jurar que observo miedo.
—¿Quién demonios eres? —pregunta con su voz temblorosa.
—Quien pondrá fin a tu vil existencia —le apunto con la asesina roja.
—No eres el guardián, eres algo más...
—Soy al ángel de tu muerte —sonrío y no tengo el control total de mis emociones.
—¡No permitiré que me ataques! —Me arroja un poder que detengo con la palma de mi mano. Luego moviendo sus manos de manera extraña, me tira rocas en forma de proyectiles que destruyo con un moviendo lento de la asesina roja.
Me acerco a un metro de él, sonrío mientras el suda, me doy cuenta por el gran charco que se forma en sus pies.
—¿Dónde quedó el espectro que nada temía? —pregunto con ironía.
—¡CÁLLATE! —Me quiere dar una bofetada, y con un movimiento veloz de mi espada corto su mano que cae detrás de él, mientras sus gritos de dolor endulzan mis oídos. Esperé este momento por mucho tiempo.
—¡Maldita escoria! —exclama con dolor y en su rostro se dibuja el miedo mortal.
—Hoy se acaba el sufrimiento que tus manos asquerosas han producido tocando las almas más puras del mundo de los humanos. Hoy sello de manera absoluta tu alma para que en la soledad de la penumbra donde estarás encerrado, tengas el tiempo de reflexionar que lo que te sucederá es producto de tus acciones, no de una locura repentina.
—¡No te atreverás a lastimarme! —sonríe—. Si lo haces, conocerás la furia de Leider.
—Nada me importa, a los ojos de ustedes, yo no soy nadie.
Mi mano ingresa por su pecho como una lanza del ejército romano, veloz y lastimando todo a su paso. Le quito el corazón violeta que late con pesadez y chorrea sangre por mi mano, forma un gran charco en el suelo. No quería vengar la muerte de mi familia de esta manera, sin embargo, esto es lo que sentí cuando quedé solo en el mundo.
—Ahora entiendes el dolor..., el dolor que yo sentí cuando ustedes decidieron acabar con mi felicidad.
Todo el lugar se desvanece; el cuerpo del Shinshi, su corazón, el suelo, mi espada, hasta yo mismo. La brisa empieza a llevarnos a las alturas del cielo y todo lo que fue dolor se ha esfumado.
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