La arena de combate de Coelum (II)
Estuve a punto de caer en un agujero oscuro que Arniscan creó, quitando sombras de su vestido y arrojándolo a diferentes lugares. Me detengo y miro a mi alrededor; si me acerco demasiado, su súbdito puede atacarme y su cola puntiaguda parece peligrosa; si me ataca de frente, puede atravesarme como una hoja de papel.
Doragon se eleva en el aire mientras el público observa con admiración la complejidad y belleza de sus alas. Creo que está buscando la manera de atacar, sin embargo, no creo poder llegar a semejante altura y arremeter contra mi enemigo.
Vuelvo sobre mis pasos en el momento en que Arniscan arroja un gran manto de sombras y puedo ver todo lo que se encuentra debajo, un universo con planetas de diversos colores y tamaños, estrellas que titilan con una luz tenue y algunos meteoritos que chocan entre ellos. Caer allí es peligroso y mortal.
El súbdito de Arniscan se mueve, lento y pesado, haciendo retumbar el piso. Sus pies agrietados parecen dos yunques que podrían aplastarme como a una mosca. Doragon gruñe y cae en picada arrojando fuego. Enciende todo el contorno de la arena de combate y el público grita excitado, para luego enmudecer cuando los guardias piden silencio.
Mi padre solía retarme de la misma manera cuando observaba partidos de tenis, me decía que un espectáculo de tal magnitud se observa en silencio. Pero esto no es un espectáculo, es una batalla desigual en donde un adolescente puede morir a manos de un demonio.
Las llamas vuelven la batalla un lugar parecido a lo que imaginé en algún momento que sería el infierno. Doragon vuela a ras del suelo, luego se detiene detrás de mí y yo sonrío al verlo. Sudo por el calor extremo y Arniscan, con su súbdito, estan calmados. La asesina roja brilla con intensidad, la acerco a la llama, no sé por qué se me ocurre hacerlo; la envuelve una llamarada intensa. Parece que el poder de mi leal amiga se basa en el fuego y la energía, cada día que se posa en mis manos, la conozco un poco más.
—Es momento de luchar, ¿o esperas ser salvado? —pregunta Arniscan arrojando su manto oscuro al fuego—. A veces, en mi infierno, en el Lidan, las llamas queman las almas de los humanos que han vivido toda su vida mintiendo y engañando. Al momento de morir, atraviesan el Camino de las Almas en Pena y si Edaxnios lo decide, caen al pozo y terminan en Lidan. Mis súbditos seleccionan a los mejores y los colocan a trabajar para mejorar mi reino, y los inútiles, llorones y basuras, acaban en mi estómago luego de cocinarse en las llamas.
—Algún día ustedes sufrirán de la misma forma y se acabará su reinado de terror. —Doy dos pasos hacia atrás esquivando una gran llamarada que intenta lastimarme, creo que Arniscan no posee un arma, utiliza el fuego como su leal amigo.
—Muchachito, no comprendes nada, los humanos sellan su destino destruyendo su propio mundo, corrompiendo almas, asesinando, mintiendo... Son el perfecto alimento para cada demonio que sacia su apetito con sus pecados. Los Jokan por otro lado, eran aburridos y por eso acabamos con ellos. Bueno, ya te he dicho demasiado y comienzo a aburrirme —bosteza y se cubre la boca.
—Quítame el collar y peleemos en iguales condiciones —sonrío molesto.
—Reglas son reglas —niega con la cabeza.
Un manto de oscuridad se coloca delante de nosotros, tiene un gran poder de succión y debo enterrar mi espada para no ser absorbido. Lo observo con detenimiento, y parece un gusano que mueve su cuerpo al caminar. Este agujero tiene una pequeña cola que va de derecha e izquierda, mientras su poder aumenta al paso de los segundos. Las llamaradas violetas caen y se desintegran como si fuesen hojas crujientes de un frío otoño.
«—Piensa, guardián, piensa, no se gana una batalla con fuerza sino con inteligencia». Creo que es la voz de Azura, la escucho como un susurro, un eco dentro de una cueva que llega con debilidad a mis oídos.
Sé que debo usar mi cabeza y no mi escasa fuerza física, sin embargo, no podré destruir ese agujero sin poder usar mis conjuros. Este maldito collar me oprime.
—¡Ríndete guardián! —Exclama alguien en la tribuna.
—¡Apestas guardián debilucho! —grita otro y todos comienzan a reír.
—¡Silencio! —ordena alguien.
Ser inteligente, buscar la forma de derrotar un agujero negro.
Recuerdo una clase de física, la que brindaba con alegría el maestro Killians, en donde, con dibujos complejos, explicaba lo que eran los agujeros negros para él. «Tienen que respetar lo que se desconoce, estos agujeros tienen una razón de ser. Yo tengo la teoría de que te permiten viajar en el tiempo, volver a un pasado para cambiar el futuro. Sin embargo, anoche, mientras veía una película, se me ocurrió otra teoría, ¿qué tal si nos permitieran viajar de un extremo a otro del universo? En el momento que eso ocurra, podríamos conocer otros planetas donde la vida fuera maravillosa». Yo admiraba sus clases y supo decirme en privado que creía que alguien los creaba, y si eso sucedía, significaba que al viajar podrías llegar al creador.
¡Eso es! Es la única manera de derrotar este maldito agujero negro. Miro a Doragon y con mi cabeza le señalo su cola. La acerca mirando ese agujero que comienza a levantar el suelo y se lleva trozos enormes como si fuesen gotas de agua. Doragon me atrapa con su cola alrededor de mi cintura y yo ruego que mi plan funcione.
—Confío en ti amiga —le susurro a la asesina y la arrojo al agujero, sino cumple con su misión, será el final.
Parece desintegrase dentro, pero ella fue creada por el mejor herrero y tiene la sangre de Zor. Lo único importante es que suceda lo que planeé y podamos sacar una ventaja en esta batalla desleal.
El súbdito de Arniscan aparece de repente y nos golpea, arrojándonos cerca de las llamas, por suerte el cuerpo de Doragon es inmune al fuego y me cubre de un peligro mortal. Escucho como su cuerpo impacta con ferocidad en el suelo, él solo gruñe. Mis piernas reciben algunos golpes, nada importante, peor hubiese sido si Doragon no me salvaba.
Una gran bola brillante cubre en su totalidad el cuerpo del súbdito, arrojando destellos en todas las direcciones. El público observa anonadado como un agujero negro absorbe todo lo que encuentra a su alrededor y delante una esfera brillante que contiene a un camaleón gigante, que demuestra ser ágil y peligroso.
El cuerpo del súbdito es otro, ahora es un gigante, con dos brazos musculosos, piernas engrosadas y pies con dedos unidos. Su rostro es similar al camaleón, alargado y escamoso, con una lengua bífida que cada tanto sale de su boca y se refriega por su rostro. Su altura debe rondar los dos metros y la cola continua siendo igual de peligrosa. Parece que cada animal que acompaña a los demonios termina tomando una forma casi humana para enfrentarme, será muy difícil derrotarlos si ellos tienen tantos aliados. La bestia camina hacia nosotros, parece que el agujero negro no tiene la suficiente fuerza para arrástralo y si se acerca demasiado, estaremos en peligro.
Sus pasos retumban y el suelo se resquebraja como si fuese de hielo. Se detiene y se relame. No sonríe, ¿y cómo hacerlo si su rostro es el de una lagartija? El agujero negro no detiene su poder de succión y de esta manera no hay ninguna posibilidad de pelear en iguales condiciones. Espero que mi amiga llegue a su meta antes que la bestia me ataque.
— Ezperé añoz ezte momento —cecea.
—Yo esperaba que fuera navidad —ironizo buscando ganar tiempo.
—Zoy Caveatiz. —Da un fuerte pisotón y vuelan por los aires restos del suelo que son absorbidos por el agujero.
—Yo soy Luke o puedes decirme Hícari, como tú desees.
—No me interezan mucho laz prezentacionez —Cierra y abre los ojos verticalmente y se me eriza la piel.
—Espera un momento —levanto mi mano agitado, parece ser que ese maldito agujero comenzó a absorber el aire y pronto no podré respirar.
—El aire comienza a ezcazear guardián. —Su forma de hablar es tan graciosa pero su rostro, su mirada, su caminar, es lo contrario, es perversa.
El cielo se oscurece como si se aproximara la peor tormenta. Solo las llamas permiten ver los rostros difuminados de los más cercanos a mí. Caveatiz mira al cielo desconcertado, buscando una explicación. El agujero se torna de un color rojizo y protesta como si dentro hubiera un monstruo enojado buscando salir. Algunos espectadores no pueden contenerse y gritan fervorosos. Yo por mi parte, prefiero seguir abrazado a la cola de Doragon. Un rayo impacta sobre mi cuerpo, pero no me electrocuta, todo lo contrario, me llena de energía y puedo ponerme en pie. Se escucha un quejido, el agujero desaparece y mi collar hace clic, cayendo y repiqueteando al suelo. Es momento de ser yo, es el momento de ser el guardián.
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