Inaka, el lugar desolado(II)
De las grietas del suelo sale un vapor blanquecino y caliente, como si abajo hubiera un gran volcán a punto de erupcionar y destruir todo por los aires. Hícari mira con cierta admiración y profundo odio a Yoru Ikari. El demonio sigue levitando sin modificar su forma, la verdad parece más poderoso de lo que aparentó ser en nuestro encuentro.
—Yo no encontraba la respuesta a como habías aparecido en el primer entrenamiento de Luke, pero ya encontré la razón, hace tiempo habías poseído a Dorothy y ella jamás lo supo. Cuando viste la oportunidad tomaste control total de sus acciones. Es una estrategia perfecta, que rompe todas las reglas de Coelum, sin embargo, fallaste al traer a los Hellish aquí.
—Mi pecado fue traer esas bestias inservibles, es verdad, no pude engañar al gran Hícari. —Su voz es tenebrosa, fantasmagórica, retumbante y grave como si hablara a través de un túnel.
—¿Tu gran deseo es que batallemos aquí?
—Por supuesto —afirma con una gran carcajada.
—¿Qué te hace pensar que me vencerás en mi lugar preferido?
—Tienes la mitad de tu poder, con ese contratiempo, no tendré ningún problema en derrotarte.
—Me reiría a carcajadas —dice Hicarí colocando el pie izquierdo por detrás del otro, posicionándose para pelear—, sin embargo, parece que estas seguro que ganarás y tuviste el atrevimiento de desobedecer las órdenes de Edaxnios.
—Él valorará que le dé tu alma para que recupere su poder.
—Entonces, ¿empiezas tú a atacarme o quieres que lo haga yo?
—No lastimes a Dorothy —digo en la oscuridad de mi mente.
—No lo haré, las próximas batallas las librarás tú, Luke —me responde.
—Te doy la oportunidad de atacarme —responde Yoru Ikari.
—Sabes —dice Hicarí comenzando a caminar—, desde que Azura separó mi alma y llegué a este cuerpo, tuve tiempo para pensar que el poder no se basa en los conjuros, sino en la seguridad de victoria y conocer la debilidad del enemigo. Tú eres el demonio de la furia y la ira oscura, y para tener ese supuesto lugar donde reinas llamado, Raifu, eres bastante inoperante.
—¿CÓMO TE ATREVES A INSULTARME? —El grito nos envuelve como un tornado.
—Solo digo que Edaxnios se confundió contigo, tal vez debió elegir a otro demonio que no perdiera los estribos con tanta facilidad.
—¡TÚ NO SABES NADA! —Exclama furioso y lo que fue un manto, se convirtió en el cuerpo que vi aquella vez. Su cabello verde, lentes redondos, es alto y fornido. Sin embargo, esta vez tiene unas alas negras con lunares violetas. Y giran a su alrededor, formando un signo infinito, miles de abejas, más pequeñas y furiosas que Asashin.
—El verdadero Yoru Ikari ha decido aparecer, al fin, será una batalla épica. ¿Dónde está Asashin?
—¿Qué demonios te importa?
—Bueno, tranquilo, solo quería saber —sonríe Hicarí, creo comprender su estrategia—. Olvidé decirte que —chasquea sus dedos, en su mano aparece una caja blanca, con una abeja dibujada en dorado, parece hermosa, brillosa y de madera— ya sabes quién me ordenó que encerrara los demonios en el Bokusu, de donde nunca escaparán.
Hícari hace aparecer, luego de varios movimientos circulares, una espada de empuñadura roja con unos cuernos negros invertidos que llegan hasta su mano derecha; en el centro una piedra dorada, la hoja es plateada y parece extremadamente filosa.
—Con esta espada casi aniquilo a tu amigo Ingnisute. Se llama asesina roja y será lo último que verás.
—Eso lo veremos —apunta con sus manos a Hicarí—. ¡Mitsubachi!
Nos envuelven las abejas que con sus chillidos hacen que Hícari caiga al piso de rodillas tapándose los oídos. El zumbido de las abejas asesinas no me deja pensar, ni ayudar al guardián. Hícari intenta golpear con su espada al tornado de abejas, sin embargo, al cortar algunas, sus partes forman nuevas abejas. Creo que asesinarlas de esa forma no es la correcta. Creo que no tendremos escapatoria de aquí, no de la forma tradicional.
—Mis leales mascotas, harán que comiences a perder el sentido del oído, luego te clavarán sus aguijones, son más venenosos que millones de cobras reales. Cuando la vasija tuya, muera, y tú asquerosa alma intente escapar, estas abejas no te lo permitirán. Estas mascotas fueron las encargadas de asesinar a una amiga tuya, ¿cómo era que se llamaba? —Los zumbidos comienzan a ser más atroces—, Mágniza, ¡esa maldita!
—No..., te saldrás con la tuya —dice Hícari con voz ahogada.
—No intentes cortar a mis mascotas porque ellas se dividirán en miles más —ríe a carcajadas.
La oscuridad invade el lugar, lo que era un tornado ahora parece un muro gigantesco, negro e inquebrantable. Puedo sentir el dolor de Hícari, sin embargo, él no pierde las esperanzas. En mi rostro se dibuja una sonrisa, una que señala un cambio rotundo en la batalla, el disfrute del poder de torcer las cosas.
—Igniscan... Igniscan —dice Hicarí en voz baja, suelta la espada y aparece en nuestros pies, Invi, la lagartija miedosa. Su cuerpo comienza a cambiar a un rojo intenso, y emana un calor abismal. Sus patas se separan y un brillo casi enceguecedor fluye por cada centímetro de su cuerpo—. Tú, amigo de las eternidades, has vuelto para salvarme, muestra tu poder, el que tienes oculto en tu pequeño cuerpo.
Hicarí coloca nuestras manos en el lomo del animal y siento como fluye el calor por nuestra sangre. Es como si acariciara al sol, a la estrella que tantos secretos oculta. Nuestras manos se tornan rojas intensas y la piel de Invi empieza a resquebrajarse dejando salir un ave con sus alas extremadamente bellas, de un color naranjo amarillento, en el lomo sus plumas son azules y su pico rojo es del tamaño de mis manos. Aletea liberando viento y un zumbido grave, como las turbinas de un avión. El muro de abejas no cede ante el poder del ave. Hícari se coloca de pie, sin dificultad, como si los zumbidos de los bichos ya no le afectaran. Coloca sus manos, y grita, liberando una gran furia contenida, el ave lo acompaña con su bramido. Todo se vuelve una gran bola de fuego que asciende transformándose en un tornado, quemando a las abejas, que pasaron a ser solo cenizas. Hicarí se da dos golpecitos en el hombro y el ave se posa con sus patas que tienen grandes garras y mira furiosa al demonio.
—No esperaba menos de ti, demonio de la furia y la ira oscura, gran ataque, sin embargo, te confiaste pensando que al perder los oídos me ibas a derrotar. Como siempre, tu vanidad no te permite pensar con claridad.
—¡SILENCIO! —Nos señala—, ¡NO TE PERMITIRÉ QUE CON ESE PAJARRACO QUIERAS VENCERME!
—Ya tuviste tu oportunidad lanzándome tu mayor poder —Hicarí sonríe—. ¡Ve por él, Igniscan! —le ordena sin moverse de su lugar.
El ave sale volando con muchas velocidad, girando en el aire como si fuera un avión que ha perdido el control. Antes de impactar contra el demonio, asciende, se detiene a una gran altura y lanza una gran bola de fuego que parece un meteorito que ingresa a la atmosfera. Yoru Ikari sonríe y la detiene con la palma de su mano izquierda mientras con la derecha lanza un rayo violeta que impacta contra Igniscan haciendo que convulsione y caiga en picada golpeando contra el suelo. El cráter que deja, más el humo que le sale del cuerpo, es signo de que el ave ha muerto.
—Me insultas al pensar que ese pajarraco me va a vencer —dice el demonio negando con su cabeza.
—Igniscan tiene en sus genes el ADN del ave fénix, y no lo vencerás con tus rayos. —Hicarí demuestra estar tranquilo, pero por dentro la furia es abismal.
—Mientras más te enojes, más sabroso serás. —Yoru Ikari se relame.
—Cierto, lo lamento. —Hicarí comienza a correr, en su mano aparece la asesina roja que brilla arrojando un vapor cristalino. Salta al estar a un metro, y el demonio con un solo movimiento lo arroja lejos, haciendo que golpee contra la pared transparente.
—La gran Dorothy —le pisa la cabeza, ella aún no responde, y no sé si lo hará—, creó estas paredes para que tu vasija entrene, y no consideró que sería la tumba de los dos.
Hicarí se levanta, se retira la sangre de su frente y labios, mira al demonio con furia y lo señala con la espada.
—Tu poder se centra en el viento, en el empuje de un huracán y la mujer que tú poseíste, tuvo eso en consideración. Yo solo estaba ganando tiempo para que se acabe tu poder cuando el oxígeno deje de correr aquí.
—Cierto, sin oxígeno, no hay viento, sin viento, no tengo poder —ríe a carcajada—; lo que sucede es que yo hice un contra conjuro, en silencio, y el vapor que sale por las grietas me servirá para lastimarte. Ahora conocerás la furia de mil espinas invisibles —apunta con sus manos— ¡Ibara atacaé!
Detrás del cuerpo del demonio comienzan a salir miles de puntas que aunque sean transparentes se las ven difuminadas pero peligrosas.
Ojala pudiera ayudar a Hícari creando una defensa... Sí lo creo, puedo hacerlo... Mundo de los sueños quiero ayudar a Hícari, quiero una pantalla de defensa, del metal más duro jamás conocido.
Hicarí sonríe y hace dos movimientos con sus manos hacia arriba y abajo, luego las detiene al medio, las espinas invisibles repiquetean como la lluvia en una vieja chapa oxidada. El sonido es tan profundo que por unos momentos cierro los ojos, pero no es temor, sino un recuerdo que me invadió del momento que estuve presente en un tiroteo en mi escuela. Nada grato para recordar en este momento. Abro mis ojos y el demonio parece furioso.
—¡ERES UN DESGRACIADO HÍCARI!
—Saben decirme eso, aunque hace tanto de la última vez, que ahora soy un agradecido que salga de tu boca.
—¡NO TE PERMITIRÉ QUE TE BURLES DE MÍ! —En su mano aparece el tridente dorado.
—¡Entonces ven! —lo invita con sus dos manos y Yoru Ikari corre con velocidad.
Las armas al chocar entre sí liberan un sonido metálico profundo. Hícari lanza una estocada, Yoru Ikari se defiende con su arma haciendo bajar la asesina roja y su punta se clava en el suelo humeante. Hicarí contraataca con su puño impactando contra el rostro y los lentes de Yoru Ikari vuelan a la lejanía. El demonio escupe lo que parece ser sangre y sonríe.
—¿Esta es toda tu fuerza? —pregunta con soberbia.
—No quería que lloraras —responde Hicarí, levantándose en el aire y golpeando el torso del demonio con una fuerte patada, Yoru Ikari impacta contra la pared trasparente pero no cae, al contrario, queda levitando.
—Adoro batallar contra el guardián, sin embargo, el tiempo apremia, y tengo que buscar a las protectoras —sonríe con malicia.
—Pareces un niño pidiendo atención, sé un buen demonio y pelea conmigo...
—¡MALDITO! —Lo insulta— ¡Bunkatsu! —conjura dividiéndose en dos.
—Viejo truco, pero efectivo —una de las partes busca desaparecer, Hicarí agarra la espada y la arroja, desparece detrás de la pared con el demonio.
—Ahora, mi parte más perversa, se encargará de Azura —deja salir una gran carcajada.
—La asesina roja tiene un poder que los demonios jamás van a entender, fue forjada por el mejor herrero jamás conocido, tiene la sangre de Zor, el hechicero más poderoso del universo y tiene el olfato de un lobo hambriento. Entonces, demonio, tu parte perversa, conocerá el filo de la asesina roja.
—No creo que...
La asesina roja aparece en las manos de Hicarí con vapor violeta y un líquido del mismo color que gotea de la punta.
—Te lo dije —señala con una sonrisa—. Esta gran espada puede viajar por donde ella quiera y asesinar a quien yo le ordene. Nada escapa de su filo, espero que lo hayas entendido.
—Fue un golpe de suerte, nada más. —El demonio arroja el arma y traspasa el cuerpo de Hicarí, él cae de rodilla, el guardián ha sido derrotado y yo moriré.
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