Inaka, el lugar desolado (I)
Llegamos luego de volar varios minutos, si se podría decir minutos, pero no creo que aquí corra el tiempo de la misma manera. Pude ver montañas enormes, algunos dragones, «son una especie única, voraz, pero siempre leales» dijo Dorothy sin mostrar emociones. No tiene en consideración que todo esto es nuevo para mí, que no hace mucho tiempo vivía en Oxi esperando que la vida fluyera a velocidad máxima para volver a ver a mi familia.
Los dragones me maravillaron, de todos los colores, de todos los tamaños, y yo solo quería acariciarlos. No obstante, no tengo el poder para detener el viaje y le temo de cierto modo a Dorothy, no sé si ella tiene sentimientos, y si los tiene, no creo que llegue a conocerlos. «¿Algunas vez podré verlos de cerca?» pregunté, pero ella me ignoró.
Cruzamos un gran lago de color verde donde nadaban peces gigantes, con aletas que les cruzaban por toda la espalda y saltaban a grandes alturas. «Ellos son los Argus, son sabrosos si puedes atraparlos, no obstante, su fuerza es descomunal» dijo deteniéndose un momento. «Mira, observa, seguro hará su aparición, el gran Senns, el devora todo», chasqueo sus dedos y aparecieron dos almohadones donde nos sentamos mientras aún levitábamos. Unos momentos después apareció un monstruo gigantesco, de color amarillo pálido, con un cuello largo, tan largo que parecía no tener final, cuando salió del fondo del lago, el agua se abrió como si fuera una compuerta moviéndose con velocidad hacia las orillas. Unos animales pequeños, de tres patas, escaparon despavoridos, sabiendo que Senns se los devoraría. No obstante, un Argus, uno obeso y lento, terminó en la boca del monstruo. Senns lo movió de un lado a otro, mientras el Argus chillaba de dolor, luego, lo arrojó al aire y al caer, lo devoró sin ni siquiera masticarlo. Senns desapareció, hundiéndose y llevándose consigo tonelada de agua.
El viaje continuó, quise preguntarle sobre un campo de girasoles, el mismo que vi al comienzo, sin embargo, no tuve el valor de hacerlo. Maldigo ser tan cobarde, pero el miedo a veces, no siempre, es sabio. Luego cruzamos un anillo de rocas: algunas aves pequeñas similares al ave de la discordia, nos acompañaron y sin avisar nos abandonaron. Los viajes de este estilo me encantan, aunque prefiero que no sea en silencio porque el murmullo en mi mente se vuelve exasperante.
El bosque impenetrable, según mi criterio, es bellísimo, con árboles imponentes con sus troncos gruesos y largos; algunos animales como monos en sus copas, sonidos de los más variados y un fuerte olor a humedad. «Nunca comprendí el olor que tiene el bosque si aquí nunca llueve» dijo Dorothy encogiéndose de hombros. Antes de terminar el recorrido se nos apareció una araña de gran tamaño, peluda, negra y agresiva. Yo cerré de forma instantánea los ojos, la baba que salía de su boca, la forma en la que movía sus patas, la capacidad asquerosa de levitar, me produjeron náuseas. «Tienes que mirar a Aragolas a los ojos, es único es su especie, y siempre fue el fiel compañero de Hícari». Me negué, pero son órdenes directas. Lo vi a sus asquerosos ojos negros, y la bestia peluda se calmó, debe haber visto a su dueño a través de mi mirada. Se dirigió chillando a esconderse en una cueva.
Pasando el bosque se encuentra Inaka: es un lugar desértico, sin vegetación, solo es un suelo agrietado, seco y triste. Odio los lugares donde el verde no es color que prevalece; en Inaka el marrón es símbolo de la desolación. Si este lugar es el mundo de los sueños, de la esperanza, ¿por qué existe Inaka? No lo sé, y dudo que Dorothy me lo diga. Ella chasquea los dedos y en todas las direcciones puedo ver cierto brillo, como si la luz reflejara en un espejo invisible, pero que allí está esperando a que mi rostro golpee contra él.
Una lagartija aparece de la nada y parece no afectarle que el suelo esté caliente, camina con lentitud acercándose a mí. Al llegar a mi pie, me mira moviendo su cuello de forma burda, y su piel que era marrón cambia a amarilla. Se debe sentir segura conmigo, y tiene razón jamás le dañaría. La levanto con mis dos manos, aprovechando que Dorothy esta distraída, la piel de la lagartija es resbalosa, húmeda y fría, «te llamaré Invi» pienso mientras la guardo en el bolsillo de mi túnica blanca con franjas celeste. Según Dorothy, es la vestimenta que usaré de ahora en más, pero si puedo, si tengo el poder, la cambiaré. Por la simple razón de que molesta que ella me diga lo que debo hacer. Invi se movía con energía dentro del bolsillo, hasta que se acomodó para descansar. Espero saber qué tengo que darle de comer, aunque no creo que Invi pueda acompañarme al mundo humano.
—Sé que me escuchas, sé que sabes de mí, prometo que pronto acabará tu sufrimiento. —Es una voz susurrante y penetrante, pero no sé quién es, y no quiero decirle nada a Dorothy.
Invi se mueve, salta de mi bolsillo, y huye con velocidad impulsado por sus patas traseras. No puedo evitarlo, él debe haber oído esa voz, y supo del peligro que es estar cerca de mí. Todos los que lo estuvieron, murieron.
Dorothy se da vuelta, me mira con seriedad, chasquea los dedos y aparecen de la nada dos Hellish, más grandes, más furiosos y parecen hambrientos. Puede ser que haya sucedido lo mismo de la otra vez, que Ingnisute haya tomado la forma de otra persona.
—¿Cómo los derrotarías si te enfrentas a ellos? —Pregunta con una mueca de fastidio—. La última vez no pudiste, sin embargo, estuviste cerca.
—Pensando en agua —respondo inseguro.
—No —niega molesta—. ¿Tú ves llamas en sus cuerpos?
—No, pero son bestias de fuego.
—Entonces, ¿cómo les arrojarías agua?
Que el agua llueva a cántaros de los cielos de Inaka.
—No te servirá ya el pensamiento muchacho —dice negando con su dedo—, eso solo funciona en tus comienzo o en la habitación sin salida, donde los conjuros no funcionan, donde la habitación escribe sus propias reglas de batalla. Aquí solo te sirven los conjuros.
—No sé ningún conjuro. —Un Hellish, el más grande y furioso, quiere agarrarme con sus tenazas pero Dorothy lo detiene.
—Entonces estaremos en problemas, ¿no crees?, yo no puedo derrotarlos. Solo tú.
—No puedes someterme a esto, tengo tan solo catorce años y no tengo idea de nada.
—Puedo hacer lo que quiera, es tu entrenamiento... ¡Muchachito! —Exclama molesta—, vendrán cosas peores que los Hellish, cosas que te harán orinarte en los pantalones sino estás preparado. No quieres batallar contra ellos, no hay problema, no saldremos de aquí —coloca su mano en el lomo de un Hellish—. It sufremus, It betalius. —El Hellish comienza a chillar en el suelo—. El sufrirá en el suelo caliente el tiempo que sea necesario hasta que tú te decidas a actuar.
—¡No sé cómo hacerlo! —Grito—. ¡No lo hagas sufrir más!
—Son bestias tontas y hambrientas, no puedes compadecerte de ellas. —El chillido agudo comienza a aturdirme, nadie merece sufrir así.
—¡BASTA!
—No grites, tu furia atraerá a Yoru Ikari —dice con una leve sonrisa.
—Entonces, detente —le ordeno.
—No lo haré —niega con su cabeza.
—Entonces tendrás que atacarme a mí también —corro hacia Dorothy furioso.
Con un solo movimiento con su mano libre genera un tornado de viento y me arroja tan lejos que golpeo contra una pared transparente. Y luego mi rostro da contra el duro y caliente suelo.
Me levanto furioso, no puedo permitir que esa bestia sufra así, su chillido va en aumento. Corro de nuevo, esta vez salto y me elevo en las alturas, pero soy arrojado por los aires, impactando contra un techo invisible. Caigo con lentitud sin detenerme hasta golpear con dureza contra el suelo caliente. Puedo ver a Invi, oculto, temeroso. Me levanto de nuevo, estoy furioso, tan así, que creo que odio a Dorothy.
—Te dije cuando te conocí que no eras apto para ser el guardián... Débil..., débil.
—Lo seré, y tal vez por el resto de mi vida, sin embargo, no soy alguien que puede torturar a una bestia para dar una lección.
—Lo que sucede es tu culpa —Indica con firmeza.
—Ya te pareces a los demonios y sus malditas frases.
—Es cierto, odio a los demonios y odio al guardián, odio tener que entrenarte y que seas tan débil.
—Entonces, ¡vete! —la señalo.
—No te atrevas a señalarme —me arroja lejos pero esta vez coloco mis manos en el suelo para detenerme. Siento un poder recorrer mis venas, algo que no sé cómo explicar. Corro, salto, me elevo. Me acerco a Dorothy, me lanza una roca, lo esquivo mientras caigo. Sigo corriendo sorteando todo lo que ella me arroja.
—Si me odias será difícil que puedas enseñarme cómo debe ser.
—¡Silencio! —soy alcanzado por una roca, caigo aturdido al suelo y veo al Hellish que estaba libre, intenta atacarla. Ella lo hace desaparecer con un movimiento de su mano, no dijo ningún conjuro, eso significa que esta mujer es más poderosa de lo que imaginé.
¿Cómo puedo derrotarla sino sé ningún conjuro? Aquella vez, cuando batallé contra Yoru Ikari, que apareció la espada, fue solo suerte.
Cuando tengas miedo cierra los ojos...
Ahora entiendo la frase de mi madre: el miedo es poder, porque al derrotarlo puedes seguir avanzando. Cierro mis ojos, solo me concentro en escuchar mi respiración, cada latido del corazón me indica que saldré de este lugar si solo me imagino que puedo. Al fin y al cabo, es el mundo de los sueños, donde todo puede ocurrir. Si yo quiero volar, si quiero tener otra vestimenta y si quiero un arma, tengo que tenerla, porque aquí, donde estoy parado, es el lugar que tengo que proteger. Porque si los niños pierden la posibilidad de soñar, de imaginar, de crear, ya nada tendrá sentido y no quiero que mi mundo sea cubierto por el manto de desolación y oscuridad de Edaxnios.
Comienzo a levitar, me envuelve un tornado de viento y poder, mi vestimenta ahora es dorada con hilos blancos, en mi mano izquierda aparece una espada pequeña que brilla y mis músculos crecen un poco. No voy a permitir que Dorothy haga lo que se le antoje para darme una lección. Ella solo me observa con seriedad y hace desaparecer al otro Hellish transformándolo en ceniza negra. Me enfurezco haciendo que mi cuerpo emane un aura azul. Siento que no puedo controlar mi propio cuerpo.
—Te dignaste a aparecer Hícari —dice Dorothy con una leve sonrisa.
—¡Cállate! —Respondo, pero no es mi voz y no son mis palabras, yo estoy oculto en la oscuridad de mi cuerpo, viendo todo como un espectador—. No tenías por qué torturar a esas bestias para darle una lección al muchachito.
—¡Haré lo que se me dé la gana! —Mueve sus manos en un ritmo armónico, hacia arriba, hacia abajo—. ¡Adinventionem!—Aparece un gusano, como un ciempiés gigante, sale de debajo de la tierra arrojando rocas por todos lados.
—No esperaba menos de ti —dice Hícari y yo quiero hablar, pero parece que no lo podré hacer—. Cuando te conocí no tenías tanto poder, ahora que pude despertar, nos volvemos a enfrentar.
—¡Eres una mentira, guardián!
La bestia comienza a acercarse con mucha velocidad dejando a su paso polvo y un gran surco. Hícari no se mueve, yo quiero arrojarme hacia un costado para esquivar la arremetida, pero sé que será en vano. La bestia se detiene a dos metros de nosotros, y se levanta gruñendo con furia. Hícari sonríe, o eso pienso, porque puedo sentir que los músculos de mi boca se mueven. Él da un salto con velocidad y lo corta a la mitad, la bestia desprende humo, brillo y las dos mitades caen al suelo para luego desvanecerse en cenizas.
—Con esos trucos infantiles no me derrotarás, aunque tenga la mitad de mi poder, aún puedo vencerte.
—Moverus —conjura Dorothy acercando sus manos como si fuera a apretar algo.
Dos rocas gigantes aparecen a los costados acercándose buscando impactar contra Hícari; él sonríe, y con un giro veloz las destruye. Camina con lentitud hacia Dorothy a paso firme y puedo sentir la furia que le recorre por las venas. Por nuestras venas.
—Este muchachito sufrió mucho y tuviste el descaro de enseñarle a través del dolor. Dorothy, eres perversa, aunque cómo eres una maquina no debes saber qué significa eso.
—¡CÁLLATE! —levanta una mano y baja la otra—. ¡Creatus inversus! —comienzan a salir plantas carnívoras delante de Hícari. Son verdes en toda su superficie excepto su boca, la cual es roja y tienen dientes finos y puntiagudos. Son de mi altura y parecen hambrientas. Se contornean buscando atacarnos.
Hícari gira como un tornado, destruyendo el tallo de cada planta, evitando que sus dientes lo alcancen. Se detiene a dos metros de Dorothy y le apunta con su mano derecha.
—¡It salerum!—conjura y de Dorothy sale un humo violeta y negro, y grita de dolor. Yo quiero detenerlo, no quiero verla sufrir, no lo merece, nadie lo merece. ¿Pero cómo hacerlo si no tengo el poder?
El humo se transforma en un manto oscuro con perversos ojos y una sonrisa diabólica, Dorothy cae desmayada.
—Al fin nos volvemos a ver Yoru Ikari.
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