El palacio flotante y el rey Kingu (IX)
Los rayos de sol traspasan a los girasoles como pequeña rayas finas brindando una tenue luz y una gran sombra fría. Los tallos de las plantas son gruesos y verdes, las hojas redondas y de un verde más pálido. El centro de los girasoles es tan amarillo como el sol al medio día, brilloso y cálido, solo en uno de ellos se encuentra una pequeña abeja anaranjanda que gira en círculos. Comienzo a pensar a qué me enfrentaré esta vez. Lo que sea que Jerry haya decidido lo tendré que superar para poder finalizar mi entrenamiento. Tuve suerte con el Hellish, lo admito, pero creo que a veces una gota de fortuna equilibra la victoria hacia mi lado.
Escucho a los lejos un aleteo, es un sonido perturbador que se acerca cada vez más. Si es quien yo creo, necesitaré de ayuda. Jerry jamás me dijo que no podía requerirla. Suspiro, dejo fluir mi enojo, para que mi cuerpo tome la firmeza necesaria para enfrentarme a mi nuevo enemigo. Mi cabello celeste, mis músculos y piernas firmes, mi rostro tenso, son los signos perfectos de que estoy preparado para cualquier arremetida. Sin embargo, necesito la ayuda de uno de mis leales amigos.
Cierro mis ojos y respiro profundo.
—Igniscan, Igniscan, te necesito —digo levantando mis manos, se abre un portal a mi costado y él aparece. Da dos vueltas y luego se posa en mi hombro—. Amigo tenemos una batalla, tenemos que vencer, para luego descansar. Te llamé porque confío en ti, se de tu lealtad. —Muchas de las palabras no las dije yo, creo que fue Hícari.
Caigo de rodillas por una abrumadora tristeza, desolación y una completa soledad. Pero no por mi familia, sino por la de Hícari, creo que al fusionarme con él, todo lo que nos sucede, nos afecta de la misma manera. En mi mente llega el recuerdo del último momento con su padre, de la charla, de la despedida. Puedo ver como lloró al llegar a la tierra, ¿cómo un pequeño niño debe crecer de forma abrupta para poder batallar? Nunca se le preguntó si lo deseaba hacer.
«—¿Mi familia estará con vida?» Acaba de preguntarse.
«Hícari tenemos que concentrarnos», pienso con profundidad. Creo que lo aceptó
Dos girasoles caen cerca de nosotros y hacen temblar el suelo. Algo los cortó a la mitad, la asesina roja aparece en mi mano. Creo que presiente mi miedo. Su filo brilla con los pocos rayos de luz que los girasoles dejan pasar, el mango esta frío como la nieve y su peso es ideal para la fuerza que porto en este momento. La levanto, la bajo y la guardo en el estuche que cuelga en mi espalda. Cuando sea el momento la usaré.
Me acerco a las flores que fueron cortadas, las acaricio buscando regocijarlas en los últimos momentos de vida que les quedan. Aunque sean plantas, mi madre siempre me dijo que sienten y se las debe tratar con respeto, no es lo que sucedió aquí.
—Igniscan quémalas por favor, no merecen sufrir.
Esa orden no la di yo, a pesar de eso el ave obedece; con sus alas genera un tornado de fuego que en pocos instantes convierte los cuerpos inertes de los girasoles en una nube de ceniza.
—Gracias amigo —lo acaricio cuando se posa en mi hombro.
—Los humanos son asquerosos —dice una voz grave, profunda, desde algún lugar de este bosque de girasoles—. Me tiene un poco asqueado que Edaxnios les dé el privilegio de existir, después de todo, sus almas tiene un sabor desagradable.
—¿Quién eres? —pregunto sacando mi espada.
—Soy Asashin, en mi forma verdadera, cuando no estoy al mando de Yoru Ikari.
Detrás de un tronco de girasol hace su aparición. Su cuerpo es negro, con líneas amarillentas que lo cruzan como si fuera una abeja. Sus alas son transparentes, redondeadas y parecen tiene cierto filo. En sus grandes ojos negros puedo divisar unas pequeñas y finas rayas grisáceas. Sus extremidades son peludas, con cierta forma humana. Tiene dos antenas que le salen del medio de su frente y en lugar de boca, posee una mandíbula en forma de tenaza
—Nunca asumí enfrentarme al verdadero guardián —prosigue— con su transformación final. La verdad es que cuando Jerry me convocó asumí que era una mentira, sin embargo, aquí estamos. No me importa lo que Edaxnios me haya ordenado, quiero acabar contigo a como dé lugar. Quiero tener el honor de verte sufrir.
—Como si eso pudiera suceder Asashin; alguien como tú que destruye la naturaleza, que necesita demostrarse poderoso, es un ser débil.
—Eres gracioso Hícari, veremos si tu fuerza es igual de punzante que tus palabras.
De su cuerpo comienzan a salir miles de abejas. Nos envuelven, no obstante, Igniscan no pierde la postura, yo tampoco. No son tan aturdidoras como aquella vez, pero de seguro su veneno sigue siendo letal.
—¿Igniscan puedes sacarme volando de aquí? —El ave niega con la cabeza, miro al cielo y tiene razón, todo se volvió oscuro y tétrico—. Entonces usaremos el fuego que envolverá el tornado y acabaremos con ellas —Igniscan vuelve a negar— Ya comprendo, tengo que hacerlo solo —el ave asiente.
En el suelo hay una pequeña roca, la golpeo con la punta de la asesina roja y comienzan a formarse chispas casi imperceptibles que no se sostienen mucho tiempo en el aire para que pueda arrojar el conjuro de la creación.
Una abeja sale del tornado e intenta atacarme pero logro partirla al medio y cae, su cuerpo se mueve de manera energética y se crean dos abejas más. Maldigo por haber olvidado ese detalle.
El fuego es la solución.
—Igniscan, solo te pido una chispa que me ayude a crear fuego.
Mueve sus alas y sale una pequeña llama.
—¡Adinventionem! —conjuro mirando fijo al fuego.
Todo el tornado se transforma en una gran bola de fuego. El calor es abismal, a pesar de eso, no me daré por vencido. Doy un salto traspasando las llamas; cruzo el umbral entre el infierno y el cielo.
—Muy bien guardián —dice jocoso—, quería saber a lo que me enfrentaba y ahora puedo pelear con todas mis fuerzas. El tornado de abejas es una técnica que vuelve dementes a todos, parece que contigo no funciona.
—Asashin la verdad me encantaría seguir hablando contigo, pero el tiempo apremia, y mientas sigamos intercambiando palabras, las almas puras sufren por los actos diabólicos de Edaxnios.
—Pienso igual que tú, tendremos que acabar con este pleito —me apunta con las manos—. ¡Interfectorem! —Grita y de su mano salen miles de aguijones transparentes que se reflejan con la poca luz. Igniscan crea un muro de fuego y yo salto por los aires; creo que todo lo que hago, mis acciones, mis movimientos, son manejados por Hícari. Al no conocer todos los secretos de una batalla confío plenamente en él. La asesina roja tiene su llama blanca, perfecta para dividir el cuerpo de Asashin en la cantidad de pedazos necesarios para que jamás se pueda reconstruir.
—¡Es tu fin! — exclamo mientras desciendo con la espalda para aniquilarlo. En su mano aparece un arma, impactan metal con metal, generan un sonido agudo y la energía generada me arroja hacia atrás. Su arma es de doble filo, como un hacha, pero en forma de murciélago, al mejor estilo vikingo: mango rojo, estrías descendentes negras. Parece ser más peligrosa de lo que muestra. Sin embargo, no es competencia para mi espada, la que fue hechizada por Zor.
—Que soberbia la tuya Hícari al presumir que sería derrotado como el Hellish, parece que tu memoria fue borrada y te olvidaste de la Ascia, la que tanto daño hizo en la anterior guardiana, destruyendo su cuerpo en mil pedazos —me señala con el arma—. Tendrás que morir aquí en el bosque de los girasoles gigantes.
—¡El único que morirá aquí eres tu maldita bestia!
Voy corriendo, me arroja un ataque peligroso que se acerca como un tornado en forma horizontal, pero logro esquivarlo raspando el suelo con mis rodillas. Por centímetros no me dio en el cuello; en un movimiento rápido y en la vorágine, logro hacerle un corte en cada pierna, arriba de las rodillas y Asashin cae chillando de dolor. Me coloco de pie y observo que se recupera velozmente.
—Olvidaste que al ser una abeja, al polinizar estas flores, ellas me ayudan con su energía a curarme.
Puntos brillos salen de los girasoles para llegar a sus heridas. Cada planta gira hacia Asashin para ayudarlo, para brindarle más poder. Maldigo para mis adentros al saber que me queda solo una opción para terminar con esta batalla.
—Entonces tendré acabar con este lugar.
—No podrás, no tienes el poder suficiente —indica con soberbia.
Antes de que se recupere por completo, le mutilo los dos brazos que salen despedidos a lo lejos. Mi movimiento fue ayudado por Hícari, mis brazos fueron tan veloces que nunca fui consciente de lo que sucedió. Creo que el poder del guardián original comenzará a consumirme por dentro.
Miro a Asashin con una sonrisa luego de alejar el hacha con mi pie.
—¿Ahora cómo harás para vencerme?
—Tal vez..., de la manera menos pensada.
Algo punzante golpea mi espalda pero al darme vuelta con dificultad, por el dolor, no hay nada. Luego, siento lo mismo en mis piernas, en mis brazos, en mi torso. Comienzo a perder la consciencia, nada de lo que sucede tiene sentido, me siento abatido, quiero rendirme, asumo que ahora mi lucha no tiene sentido. Caigo de rodillas extenuado, buscando en el lugar más recóndito de mi alma alguna explicación que me permita entender por qué estoy aquí, por qué debo batallar.
—El veneno de las abejas invisibles es el más potente, pero no te matará. No, no, solo debilita tu alma al punto de hacerte una presa fácil —dice Asashin levantando su hacha. Parece que se recuperó, y yo lo miro desahuciado.
La asesina roja comienza a brillar, Igniscan mueve su cabeza de un lado a otro. Mi fuerza desapareció, mi cabello se esfumó, mi rostro volvió a ser el mismo. Sin embargo, a pesar de todo, la asesina roja e Igniscan se quedaron a mi lado. El ave arremete contra Asashin, pero él con un movimiento veloz la parte al medio, rociando el cielo con la sangre dorada del animal. Quiero gritar, quiero atacarlo, pero mi ser, mi alma se han rendido. Asashin se acerca cada vez más, al punto de estar a un metro de mí.
—No te rindas, ese veneno se potencia con tu dolor, con tu tristeza. No dejes que te convenza, no dejes que le demuestre al mundo que tú no puedes pelear. Luke, eres más poderoso de lo que los demás creen—dice una voz desde algún lado alentándome a seguir. Es dulce, melódica y muy parecida a la de mi madre.
Tiene razón, no quiero sufrir más las pérdidas de mi familia, hay, por el momento, otras personas que me entregan cariño como David y las protectoras. No puedo sufrir de por vida. La ira que recorre mis venas es el producto de darme cuenta que estos demonios abusan de las debilidades convirtiéndolas en mis enemigas, cuando deberían ser mis aliadas. El dolor siempre es un fiel compañero que te indica que camino ya no debe ser caminado, que elecciones son superadoras y en que brazos hay suficiente calidez para esperar que pase la tormenta. Llorar a tus seres queridos es lo más sano y puro, pero ellos lo pervirtieron.
Mi cabello, ante los ojos de sorpresa de Asashin vuelve a crecer, todo vuelve a como estaba antes. Apoyo a la asesina roja de punta al suelo, me coloco de pie, ella brilla, sabe que es el momento de contra atacar. Es momento de demostrarle que el mal también puede dañar a los malos.
—Asashin —lo señalo—, te atreviste a jugar con mi dolor, pero llegó tu momento de sufrir en la eternidad.
Corro con la asesina roja que presenta su luminiscencia, salto y lo corto en cuatro pedazos, haciendo que todo su cuerpo se desprenda. Él sonríe, los girasoles lo estan ayudando a unirse. No obstante, él no sabe lo que haré.
—¡Extium encerrade! —Su rostro se transforma de felicidad a terror; su cuerpo se une por completo, pero es tarde, el brillo que sale de mi mano lo envuelve. Es una energía difícil de sostener, de comprender. Quiero que acabe pronto y tomé la peor decisión posible. Fui incitado por Hícari y él me está ayudando a mantener continuo el fluyo de poder.
En mi otra mano, luego de soltar a la asesina roja, aparece una caja de madera blanca con una abeja dorada dibujada en la parte superior. Se abre y comienza a absorberlo. Chilla, se resiste, pero el poder de la caja es superior. Al cerrarse produce un sonido penetrante y seco; un sello negro con letras plateadas envuelve todo el contorno. La caja se eleva y desaparece en el cielo, que ahora es naranja y el bosque ya no tiene girasoles. Creo que acabo de aniquilar toda la vida de este lugar, la maldición fue peor que una derrota. Ahora estoy lleno de dolor, cansado y afligido.
Camino agotado, arrastrando mis pies, no quería usar en mi entrenamiento una de las peores maldiciones, sin embargo, no se me ocurrió otra manera de vencerlo. Hícari me enseñó el camino y esta guerra recién comienza, decisiones peores vendrán y tendré que estar preparado.
—¡Guardián! —grita Jerry mientras corre a mi encuentro, yo solo cierro los ojos y caigo de espaldas.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top