El palacio flotante y el rey Kingu (II)

Parece el lejano oeste, nos miramos mientras una leve brisa levanta algo de polvo, y ninguno de los dos quiere hablar. La verdad estoy un poco cansando de estas apariciones de la nada. Los demonios no dejarán de buscarme mientras yo siga con vida. Aunque lo intente, la asesina roja no aparecerá en mis manos y no creo que mis protectoras vengan a ayudarme. Ahora, como le pedí a la princesa Tai, estoy solo, y en este estado tengo que aprender a enfrentar todos mis problemas. Lo único que ruego es que David no se atreva a venir porque estará en peligro.

—Me gusta el suspenso —dice el hombre con voz ronca—, sin embargo, el tiempo apremia y no tenemos que perderlo en pequeñeces. Mi nombre aquí, en este mundo, es Jerry, soy la mano derecha del rey Kingu, y también soy un caballero celestial. Mi misión primordial es proteger el reino, pero la verdad, guardián, las cosas se están desmoronando. El mundo de los sueños está perdiendo su poder, que es la pureza de los niños. Sabes que Edaxnios se alimenta de esas almas, no obstante, hasta hace poco tenía ciertos códigos, que era no devorar en demasía dado que eso produciría el desmoronamiento de los dos mundos: el de los sueños y el de las pesadillas. Según un hombre que envíe a una misión, todo sucede porque Edaxnios se cansó de los humanos y está buscando la forma de revivir momentáneamente a Akuma y producir otra tipo de vida. Mi fuente me dijo que la idea es combinar a los Jokan, con lo mejor de los humanos y tu sangre, que es divina. Sin embargo, no creo que suceda eso por el momento, está desesperado por tu aparición y necesita de más almas para recuperar todo su poder. El que perdió en la batalla contra Hícari.

»Entonces, como dije, el tiempo apremia —En su mano aparece una gran carpeta marrón—. No me importa romper las cuantiosas reglas de Coelum, ni ser castigado por ellos. Aquí encontrarás todos los nombres de los niños que en una semana murieron, fueron aproximadamente dos mil.

—Te agradezco pero no deseo ver las almas que no pude salvar —digo con mucha angustia—. ¿Qué necesitas de mí?

—Que vengas al reino a hablar con Kingu —responde con firmeza.

—Estoy un tanto cansado de hablar, la verdad no me interesa lo que tenga para decirme el rey.

—Solo te pido que respondas a Kingu, él no acepta un no, y su furia es tan incontrolable como destructiva —advierte negando con la cabeza—. No quiero que te suceda algo.

—¿Qué más me podría suceder? —pregunto sin importarme.

—Terminar en una cárcel donde el tiempo pasa con tanta lentitud que en el momento que pase un año, tú perderás la cordura.

—Espera un momento —digo levantando mi dedo índice apuntando al cielo—, si no acato órdenes, terminaré en una cárcel. ¿Cómo el Coelum? ¿Cómo Marcus?

—No digas bazofias —me mira con enojo.

—Diré lo que se me dé la gana —bajo el dedo—. Me gustaría hablar con Azura o la princesa Tai. A ti no te conozco y estoy un tanto cansado de las órdenes, de las profecías y de la guerra santa.

—Muchachito no quiero llevarte a la fuerza —me advierte—. Tus protectoras están de acuerdo con esta reunión.

—¿Me estas amenazando? —por cada centímetro de mi cuerpo comienza a nacer una ira tan incontrolable como necesaria—. Mira, Jerry, yo he vivido mucho tiempo en la calle y me he topado con personas como tú, que por ser adultos se creen que tienen el poder de ordenar a los adolescentes.

—¿Entonces quieres pelear contra un caballero celestial?

—Haré lo que sea necesario —lo miro furioso.

—Esta bien, que así sea.

Chasquea los dedos y el cementerio de chatarra se transforma en un campo de batalla luminoso, desértico y caluroso. En el cielo rojizo vuelan cuervos en una gran bandada formando un V y el ruido de sus aleteos es profundo, como si sus alas fueran metálicas.

Mi túnica es la blanca y dorada; un cinturón la cruza en forma de X desde mis hombros hasta la cintura, y la capucha ensombrece mi rostro. Mi gran amiga leal, la asesina roja, aparece en mi mano derecha, con una llama blanca que cubre toda la hoja, el mango rojo ahora tiene un diamante. No esta pesada, al contrario, es tan liviana como el viento. Jerry, tiene una armadura celeste que brilla como si fuera de oro. No tiene casco y si una lanza negra con una gran punta romboidal. Su cabello es rojo hasta los hombros y no parece natural; sus ojos son negros, profundos y furiosos. Su altura ahora supera el metro ochenta y le han crecido músculos, ya no es el anciano debilucho. Su bastón ahora es una espada que descansa en un estuche de cuero en su pierna derecha. En su rostro está dibujada una sonrisa de satisfacción.

—Tú me obligaste a hacerlo —me apunta con la lanza.

—Me tiene sin cuidado —sonrío y corro hacia Jerry.

Nuestras armas chocan con gran potencia liberando viento y energía. Quedo de rodillas por la gran fuerza que tiene Jerry y por el momento solo me resta aguantar la arremetida. Varias gotas de sudor descienden por mi frente, no me daré por vencido, no contra alguien que me quiere obligar a cumplir órdenes. Mis brazos tiemblan, mis rodillas cada vez se entierran más y más, y los hilos de mi túnica comienzan a salirse, descociéndose de manera veloz. Jerry tiene una gran sonrisa, la misma que tenían los brabucones que me molestaron siempre, desde mis cuatro años.

Me muevo hacia la derecha, evitando que la lanza me lastime, sin embargo, me produce un pequeño corte en el brazo. Unas gotas de sangre, unas rojas, otras celeste y una dorada, quedan flotando en el aire por unos segundos para luego caer con velocidad. Me miro la herida enojado y aunque la llama no aparezca en mi mano, siento como un fuego hace arder todo mi cuerpo.

Arremeto con velocidad, perdiendo de nuevo contra la fuerza de la lanza negra. Doy un gran salto, me sostengo en el aire y caigo con rapidez, el impacto entre las dos armas generan un profundo sonido metálico.

—¡Lux exponentia! —digo apuntando a Jerry y él coloca sus brazos para cubrirse los ojos del gran brillo. Doy un salto veloz para atacarlo, y a pesar de la velocidad, recibo un golpe de puño en mi abdomen y caigo sin aire al suelo arenoso.

Boca arriba, mirando al cielo, me pregunto si es correcto seguir. Creo que no, pero debo hacerlo.

—¡Ya basta muchachito! —exclama furioso, se acerca, me agarra del cabello y comienza a llevarme.

—¡SUÉLTAME! —le grito.

—Cuando sea el momento —señala molesto.

—Eso lo decido yo —anclo la espalda, me doy media vuelta y con mis manos hago fuerza para levantarme y no de la forma tradicional, sino volando. A la altura de Jerry, me acomodo en el aire quedando parado y le doy una fuerte patada, una que contiene toda mi furia, ira y tristeza, en el medio del rosto. Jerry vuela por los aires y termina golpeando contra un gran montículo de tierra, destruyéndolo. Coloco todo mi peso sobre las puntas de mis pies, respiro profundo y corro a buscarlo. Los restos del montículo vuelan por los aires al ritmo de sus gritos.

—¡HE DICHO QUE ES SUFICIENTE!

—¡NOOOO!

Entierro la asesina roja en el medio de su pecho atravesando su armadura. Algo me indica que tengo que hacer el conjuro de muerte. Mientras la espada sigue clavada en su torso, doy unos pasos hacia atrás asustado.

Tienes que hacerlo —indica mi voz interna

No quiero matarlo, él no es una persona mala, solo cumple con su misión.

¡Hazlo, Luke, es peligroso que siga con vida! —advierte la voz furiosa.

Niego con la cabeza mientras me alejo un par de pasos más. Dejaré la batalla en este momento y cuando sea el momento volveremos a hablar.

Si lo dejas con vida, él te matará y luego a David.

Me detengo asustado, si la voz es Hícari, no tendría razón para mentirme. Sin embargo, asesinar a alguien no es sencillo.

¡Es un demonio, es tu deber acabar con ellos!

No creo que Jerry sea un demonio, no obstante, su sangre, la que brota por la herida, es violeta. Es un claro signo de que mi voz interna tiene razón. No quiero hacerlo pero no queda otra salida si quiero, esta vez, proteger a alguien.

Me acerco, agarro la empuñadura, cierro los ojos.

¡Mort sortir! —conjuro inseguro.

En todo mi cuerpo recorre una energía extraña, tan poderosa y a la vez siento que me corroe, como si fuera un ácido. Como si fuera la peor decisión que tomé en mi vida. No debía conjurar sin tener la completa seguridad que esa voz decía la verdad. Mi cuerpo arde. La energía fluye como un mar embravecido con un destino que es la espada. La muerte parece tener la misma energía que la vida, matar parece ser lo mismo que dar vida, y eso no puede ser correcto. No... nada está bien, yo no lo estoy...

La espada se vuelve roja; Jerry me mira perplejo y comienza a desaparecer, desintegrándose en cenizas.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top