El Cementerio Olvidado(VI)
La tenue luz roja permite que pueda correr en línea recta sin chocarme con las angostas paredes. Ella no se encuentra ni en focos, ni en candelabros, sino en los muros, como si fuese parte de ellos.
La asesina roja por el momento descansa permitiéndome creer que no habrá ningún peligro mientras recorra este lugar para llegar a la prisión del dragón gris. Con un eco retumbante llegan las risas y un cierto bullicio parecido a alguien que intenta conectar un micrófono cerca de un celular. Ese pitido molesto no me permite concentrarme y darme una oportunidad de digerir todo lo que sucedió desde que comencé este viaje. Cerca de mis oídos pasan zumbidos de insectos y muevo mis manos alejándolos para que no me golpeen en el rostro.
Me detengo cuando ingreso en una completa oscuridad y el collar comienza a brillar señalando hacia delante con excitación tirando de mi cuello. Su luz celeste me enseña parcialmente el camino y a lo lejos se logra ver un pequeño haz de luz blanca. Apuro mis pasos decidido a acabar con esto.
La luz cada vez se hace más y más grande, la cadena del collar se rompe e intento agarrarlo pero se escapa. Desapareciendo en la brillantez y me invade un profundo temor a lo desconocido, a ser el demonio de la muerte.
Caigo de rodillas gritando de dolor, y puedo sentir como cada vena y arteria de mi cuerpo se ensancha. Mis ojos me arden y la oscuridad parcial no me permite ver la transformación de mi cuerpo. Sin embargo, sentirlo es aún peor que verlo. El ardor en la zona del tatuaje hace que golpee mi pecho con fuerza buscando de alguna forma detener mi corazón. Nada funciona, me quemo por dentro.
La asesina roja se coloca levitando delante de mí y su brillo me muestra que delante de nosotros hay un ser oscuro, con antenas y tres pares de piernas y brazos. Este ser mueve su cabeza de un lado a otro y en una de sus tantas manos está mi collar; sus ojos brillosos y rojos me dan a entender que no es un buen ser mágico. Mi espada se entierra generando una gran explosión de luz que hace que me cubra los ojos. Estoy furioso y deseo destruir el ser que tuvo la irresponsabilidad de quitarme el collar. No sabe el error que ha cometido, nos puso en peligro a todos.
—No sé quién eres pero te ruego que me devuelvas el collar, es peligroso que no lo tenga en mi cuello.
El ser no contesta, solo mueve su cabeza tontamente hacia un lado y me dan ganas de desintegrarlo.
—¡Maldito! —grito—. ¡Estás cometiendo un grave error!
Sigue sin contestarme y mi furia crece a pasos agigantados. Me coloco de pie para enfrentarlo, sin embargo, el sonido que al ingresar al camino era lejano ahora es un chillido agudo que hace que me caiga al suelo por el dolor profundo que siento en mis oídos. Quedo en posición fetal y luego mis piernas se mueven de manera alocada como si sufriera una convulsión. Son miles de cuchillas invisibles que atacan mis tímpanos con un sonido agudo y chirriante. Los haces de luz de la asesina roja se combinan con la luz del final de túnel formando un puente cristalino pareciéndose a una gran cascada congelada en forma horizontal. Mi espada vuelve a mi mano, me levanta y me coloca en el puente. Mi cuerpo se mueve solo como si estuviese en una cinta transportadora.
El chillido no desaparece, sin embargo, ya no es tan agresivo y al pasar por el lado del ser oscuro, intento agarrar mi collar pero este ser con un ágil movimiento de su mano, lo aleja y no puedo gritarle, estoy comenzando a dormirme.
El sonido por fin desaparece y se escucha la melodía de unas sirenas, la misma que mi padre me narró que usaban para atrapar a los viajantes para luego devorarlos. La carne humana es preciada por los seres mágicos. La historia de Zoko, un hombre que salió a buscar comida para la familia y terminó en un ritual de la sirena en el mar verde, era la historia preferida de mi padre, cuando nos quería hacer entender que jamás debíamos salir solos en las noches.
La melodía de las sirenas logra que por un momento cierre los ojos y mi furia se esfume de mi cuerpo por completo. Pienso en la historia triste de amor de Mort y su gran dolor que hizo que se oculte en las profundidades.
Abro los ojos para darme cuenta que el recorrido ha terminado; el nuevo ambiente es extraño: colores vívidos y diversos, un pequeño lago con su agua cristalina y a lo lejos una gran olla negra, con manijas doradas y debajo dos dragones de cerámica, uno negro y otro blanco con sus cabezas erguidas, que arrojan llamas azuladas. Giro mi cuello hacia la derecha del lago y me doy cuenta que hay tres bellas sirenas, con cola verde de pescado y que de su bocas sale el canto colorido que me tiene hipnotizado.
La olla libera vapor y un pequeño silbido; a su lado hay una escalera inmensa e imponente como si fuese un monumento. Sobre el lago se refleja una hermosa luna llena. A lo lejos hay unos barrotes grises oxidados y asumo que allí se encuentra el dragón gris. No tengo deseos de liberarlo, me quiero quedar a vivir en este hermoso paraíso.
Una de las sirenas tiene la piel blanca casi cadavérica con su cabello celeste hasta el comienzo de su cola de pescado. Sus ojos son amarillos brillantes y su rostro es de una belleza descomunal. Ella me sonríe con sus dientes blancos y se arroja al agua, desapareciendo en las profundidades. Arroja pequeñas gotas que me rocían el rostro y yo no puedo dejar de sonreír; la segunda sirena tiene su piel morena, ojos violetas y es corpulenta. Su cabello naranja es corto y lo tiene atado formando un rodete que se eleva por encima de su cabeza. Con seriedad en su rostro me mira y se arroja al agua de una manera extraña haciendo que su abdomen golpee y haga un ruido retumbante. Solo se puede ver su gran cola verde que sobresale de la superficie; la tercera sirena es la que más me llama la atención, parece ser dulce y sin ninguna maldad. Sus ojos pardos proyectan una mirada profunda y bella. Su cabello azulado esta un tanto alborotado pero ella se lo acomoda con las yemas de los dedos mientras me mira sonriente. Es delgada y las costillas sobresalen de su piel y me da algo de pudor observarla. Su rostro tiene delicadeza, brilla con la luna y sus mejillas se ruborizan cuando nuestros ojos no dejan de mirarse. Ríe tapándose la boca y se arroja al agua, formando un corazón con las ondas de la superficie.
La olla sigue chillando, con más energía, arrojando espuma blanca por los bordes. En este momento el canto de las sirenas suena distante. Camino, aunque no quiero, hacia los barrotes oxidados; una parte de mí aún comprende de la misión, otra parte, la que de cierto modo gana la batalla quiere arrojarse al agua.
—Haz venido al lugar equivocado guardián, elegiste el camino incorrecto para llegar a la prisión del dragón gris —dice con voz aguda la primera sirena—. Sin embargo, con mis hermanas estábamos esperándote. ¡Eres muy bello! —Exclama con seriedad y en su mirada hay desinterés.
Me detengo a observarla, está en la orilla con todo su cuerpo mojado y mi corazón late con furia, quiere salirse de mi torso y acabar en su mano.
—Soy Luke Dambeline —me presento nervioso—. No tengo deseos de pelear, solo quiero cumplir con mi misión.
—Los humanos nos ignoraron por milenios y ahora que tienes la oportunidad de hablar con las últimas sirenas que quedan con vida quieres irte.
—No... —la furia sigue creciendo— tengo tiempo para perder, un extraño insecto me quito el collar y la verdad que no sé cuánto tiempo me queda para que la semilla de la discordia me convierta en el noveno demonio.
—¿Qué te hace pensar que eso me interesa? —pregunta haciendo una mueca de fastidio.
—Te tiene que importar, si eso sucede, los tres mundos estarán en peligro —advierto buscando que entre en razón.
—Por mí que todo se desintegre —dice con desgano.
—¡Dime dónde está la prisión del dragón gris! —exijo molesto.
—Detrás de eso barrotes —los señala—, pero no saldrás de aquí...
—No es la forma de tratar a un invitado, Mirakel —dice la segunda sirena saliendo del agua—. Te pido disculpas Luke, mi hermana es un tanto particular. ¿Dime que necesitas?
—Encontrar al dragón gris —respondo— y también mi collar, que me quitó el insecto en el camino.
—El collar lo tiene mi hermana menor, Kira, pronto te lo dará. Te pido disculpas fue nuestra mascota quien te lo quitó, es un poco traviesa y no le agradan los forasteros. Sobre el dragón gris —sonríe con su dientes amarillentos— será imposible que lo liberes, nosotras somos sus cuidadoras.
—Debo hacerlo —imploro nervioso.
No puedo controlar la furia, mis venas y arterias comienzan a ensancharse.
—Necesito el collar... Por favor —ruego con mis ojos ardientes.
—Su cara ha cambiado, es violeta y sus ojos negros, ¿Estás bien?
—El collar...
Mi voz, la que sale de las profundidades, es grave como la de un demonio poderoso.
Las dos me miran con sorpresa pero ignoran mis peticiones. Mi abdomen empieza a doler, mi cabeza arde como si estuviese dentro de un volcán y mi vista se nubla. Una voz interna me indica con furia que debo asesinar a las sirenas y así me sentiré mejor, será una forma de pagar la cuenta que tengo con los demonios.
—¡ESTÚPIDAS SIRENAS NECESITO EL COLLAR! —La asesina roja llega a mi mano, su hoja se torna negra, la inscripción violeta y su poder oscuro es superior a las veces anteriores—. ¡Las mataré, juro que lo haré! —las amenazo con furia liberando un gran aullido agudo.
La segunda sirena se pone nerviosa, y cuando Mirakel afirma con su cabeza, acerca su boca a la superficie del agua.
—¡KIRA! —Grita—. ¡El collar o moriremos!
Kira sale del agua, y me lo arroja para luego sumergirse nuevamente. Cae cerca de mis pies, me arrojo como si fuese una granada a punto de estallar y al colocármelo, en un segundo, todo se calma. La furia desaparece como el humo de un cigarrillo.
—Eso estuvo cerca —indica Mirakel—, fuiste muy osada Nive, asumiste que él mentía.
—Creí que sí, pero por poco y nos asesina a las tres. Luke, en tu sangre corre la sangre de los ocho demonios —dice Nive sentándose en una pequeña roca, se ayuda con sus brazos corpulentos—. Nunca pensé que uso sucedería tan pronto —niega moviendo con lentitud su cabeza—. Prometemos no volver a quitarte el collar, no te queda mucho tiempo para que se rompa el conjuro y de ti salga el asesino legendario que Edaxnios necesita.
—No permitiré que eso suceda —niego molesto.
—Me gusta tu ímpetu —indica Mirakel—, sin embargo...
—No podemos dejarte salir de aquí para liberar el dragón gris —dice Nive.
—¿Por qué? —pregunto molesto.
—Porque mis hermanas decidieron venderlo a Ingnisute y a ti cocinarte en la olla gigante —dice Kira saliendo del agua, se acomoda el cabello y me sonríe.
—¿No hay un ser mágico que sea bueno? —Agarro con fuerza a la asesina roja para pelear.
—No —niega Kira—, en este lugar no hay pureza. Nosotras vivíamos felices en el océano pacifico con toda nuestra especie y cada tanto comíamos un humano. No lo hacíamos por ser malas sino porque nuestros estómagos solos soportaban la carne de tu especie. Los piratas comandados por el capitán Rexo, nos cazaron por años hasta que logramos llegar a esta cueva. Tienes que comprender que solo una vez cada cien años se nos permite salir de este lugar para cazar un humano, y ahora tú llegas a nuestras tierras. No es algo personal contigo, es solo que tu carne debe ser muy sabrosa —pasa su lengua por la comisura de sus labios.
Las sirenas se colocan una al lado de la otra y comienzan a cantar, sus voces son dulces y armónicas. En el aire se forman frases de color rojizas que danzan al ritmo de la música. «Tu cuerpo será nuestro alimento, tu alma es la pureza y tu corazón descansará en el altar».
Mis pies se mueven de forma automática guiando mi cuerpo hacia la olla, debo hacer algo, sino seré cocinado con verduras y no quiero morir de esta forma. Los dragones de cerámica lanzan llamas más grandes y llega a mi nariz el aroma de un caldo dulce que me abre el apetito.
Hay una sola opción y la peor de todas, pero si no lo hago, en un minuto estaré cocinado. Comienzo a subir la escalera circular de concreto, la asesina roja cae de mi mano y repiquetea en los escalones. El ritmo del canto aumenta y hace que mi subida sea acelerada. Sus voces dulces ingresan a mis tímpanos y al llegar a mi mente me relajan, buscan que no presente resistencia. Llego al último escalón, la música se detiene y una voz en mi cabeza me indica que es el momento. Levanto mi mano izquierda, agarro el collar, y me lo quito, cortando la cadena que estalla en mil pedazos.
La música vuelve con más fuerza y yo grito con furia. La asesina roja llega a mi mano, con su llama violeta y destruye el hechizo. Muevo mi cabeza intentando resistirme a lo que está por venir; es imposible hacerlo. Doy una patada a la olla gigante, que se da vuelta y su contenido cae en el cuerpo de Kira que entre gritos agudos y desesperados se hunde en el lago. Doy un salto hacia atrás cayendo de pie, señalo a Mirakel y Nive.
—Ahora las asesinaré y luego probaré sus carnes.
Mi voz es grave, ruday no puedo controlar nada de lo que sale de mi boca. Me he convertido en eldemonio de la muerte, el que destruirá los tres mundos.
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