El Cementerio Olvidado(II)

Todo es una penumbra tenebrosa y escucho unos pasos que se acercan con lentitud a mi encuentro. El repiqueteo de los pasos en mis oídos retumba como ecos profundos y mi ansiedad crece a pasos agigantados devorando mi calma. Mi espada aparece en mi mano, como por arte de magia, la levanto con seguridad.

Lux exponentia —conjuro con la idea que todo se ilumine, pero no funciona

—Aquí no funciona ningún conjuro —señala una voz femenina, dulce y cálida—. Si llegaste hasta aquí significa que eres digno de cruzar el Bosque Tramposo y que el Cementerio Olvidado te eligió, eso sí que no me lo esperaba. Tú debes ser el famoso guardián legendario, llamado Luke Dambeline, un muchachito debilucho y con mucho enojo en su ser.

Escucho chasquear los dedos de la mujer, y de a uno, comienzan a prenderse unos candelabros en forma de copas con grandes alas blancas que se sostienen en las paredes oscuras la cueva. Cuando terminan de encenderse, el lugar es completamente distinto a lo que me imaginé. Es como si la luz hiciera que todo comenzara a tomar vida. Frente a mí, a unos diez metros, hay una gran cascada de agua cristalina. Algunos peces saltan en el pequeño lago y a los costados hay dos estatuas de unas gárgolas grises, con sus rostros serios y con sus miradas tenebrosas. A mi izquierda hay un pasadizo oscuro y me imagino que allí yacen las tumbas de los seres divinos fallecidos. A mi derecha una gran huerta de hortalizas y frutos; en el centro de ella hay un gran árbol de naranjas. Yo estoy parado en el único sector donde hay césped húmedo y donde varios insectos conviven de manera armónica.

La cascada se abre mojando a las gárgolas, de esa puerta de agua sale una mujer joven, con su cabello liso y blanco que le llega hasta los hombros. Sus ojos rosas expresan una mirada dulce y pacífica. Sus pies descalzos rozan el agua y su largo vestido blanco tiene una rosa negra a la altura de su corazón. La puerta de la cascada se cierra y ella camina hasta una roca con forma de sillón. Se sienta y sonriendo me invita a hacer lo mismo con su mano. En el momento que se le dibujó esa bella sonrisa se le formaron dos hoyuelos como a Azura.

—Bienvenido al Cementerio Olvidado, yo soy la protectora de este lugar, soy Lecia. —Junta sus manos como si fuera a rezar—. Francis me dijo que vendrías y que yo descubriría el brillo que tienes escondido en tu alma. Sin embargo, no hay tiempo suficiente para hablar de todo lo que necesitas saber. Fuiste elegido por este lugar y eres digno para hablar conmigo.

—No parece un cementerio —digo intentando no hablar de mi madre y me acomodo en un pequeña roca lisa.

—No todos los cementerios tienen tumbas y cruces; eso solo lo hacen los humanos y sus creencias sobre la muerte. Aquí yacen otras cosas que han sido olvidadas y murieron en el mundo mágico. Las gárgolas pertenecían a Kingu que un día decidió que ya no las necesitaba más y las arrojó desde las alturas. Por suerte pude restáuralas. El huerto pertenecía a Azura, pero la guerra hizo que se olvidara de regar las platas y murieron, sin embargo, mi poder, las volvió a la vida. La cascada era del planeta de los Jokan y bueno, ya sabes que sucedió allí. Así podría enumerarte todo lo que yace aquí pero creo que has comprendido el concepto.

—Sí —afirmo un tanto desorientado—. ¿Por qué tengo que estar aquí y no en la montaña perdida?

—El camino es único y se debe transitar de la forma en que lo estás haciendo. Aquí no tendrás que batallar pero si tendrás que superar unas series de pruebas, es de la única manera en que la Montaña Escondida aparecerá frente a ti.

—No tengo suficiente tiempo —niego molesto—, y la verdad estoy un poco cansado de las pruebas.

—No me interesa tu cansancio, hay otros seres que estan muriendo mientras nosotros estamos hablando y el dolor físico desaparece con reposo, pero de la muerte, no se vuelve.

—Lecia —digo intentando ser cordial—, si yo no cumplo con esas misiones y la semilla de la discordia crece en mi ser, será el fin para todos.

—¿Tuviste una visión, no? —Pregunta con calma.

—Sí, donde...

—Tú eras un rey sanguinario y todos te respetaban —me interrumpe.

—Sí, algo así es lo que vi —niego con mi cabeza, recordar esas visiones me da pudor y tristeza.

—¿Tú quieres ser reconocido?

—No de esa manera —la miro con sorpresa.

—¿Quieres que te respeten?

—Por supuesto. —El sonido de la cascada, el vapor que emana me desconcentra por un momento.

—Interesante —cambia las posturas de sus manos y las apoya en sus rodillas.

—No comprendo. —La asesina roja late dos veces cuando miro el pasadizo oscuro y luego se calma.

—La semilla de las discordia, cuando invade el corazón y alma de un ser mágico, le muestra algún anhelo o deseo escondido, para que no intentes quitártela. Ella te enseñó no el futuro, sino tu gran sueño.

—Entonces se equivocó —expreso molesto.

—Ella jamás se equivoca —niega con su dedo índice—, pero puede suceder que exagere en mostrarte un paraíso extremo para embriagarte de poder.

—Como dije, se equivocó —sonrío nervioso—. No quiero ser el noveno demonio, el demonio de la muerte.

Me mira con sorpresa, y luego sonríe.

—A veces nuestras visiones no engañan. No existe el demonio de la muerte, es solo un mito. Creo que la semilla necesita tergiversar la verdad para que caigas rendido ante su poder.

—No permitiré que eso suceda, no me rendiré —manifiesto molesto.

—¿Piensas que superaras la prueba y la montaña aparecerá frente de ti?

—Por supuesto —afirmo mirándola a los ojos.

—Si tan seguro estás, entonces no perdamos tiempo —se coloca de pie.

Caminamos hasta el pasadizo oscuro y ella se detiene en la puerta. Por mi espalda corre una gota de sudor fría. Espero que no quiera que camine en una penumbra total.

—Tendrás que sortear diferentes obstáculos para lograr tu prueba final: liberar al gran dragón gris. Él descansa al final de esta cueva. Si logras hacerlo, te brindará la pista necesaria para llegar a la Montaña Escondida. Pero no será nada fácil, aquí yacen peligros absolutos, peores de los que imaginas. Nadie, ni siquiera yo, intentó cruzar la cueva luego de que el guerrero negro fracasara. El dragón gris en su sangre tiene los mayores secretos y si alguien se baña en ella, puede obtener la sabiduría eterna y la inmortalidad. Por esa razón, solo el Cementerio Olvidado selecciona a los que son dignos de ingresar a la cueva.

»En los comienzo de todo este lugar, creado por el poder de Mort, estaba rodeado por un hermoso campo de tulipanes. Y en el momento que la guerra estalló en su mayor esplendor y todos nuestros enemigos quería obtener la sangre del dragón gris, tuve que encadenarlo y colocar trampas a su alrededor. El dragón comprendió que en las afueras no estaría seguro y que solo en una plena oscuridad estaría a salvo. Algo parecido a lo que te sucedió cuando te ocultaste en el cementerio de chatarra.

—¿Puedo morir aquí por la pruebas o por el dragón gris? —Pregunto nervioso.

—Sí, así es —afirma con su voz apagada.

—¿Entonces todas las almas puras estarán en peligro?

—Por supuesto, ¿estas preocupado por eso?

—Es una pregunta bastante tonta —niego frustrado—. Por supuesto que lo estoy. Mi verdadera misión es salvarlas a ellas, no a un dragón, que aun haciéndolo, no podrá escapar sin ser buscado por el resto de su vida.

—¿Tú siempre confías en lo que te dicen?

—No en todo —niego desorientado.

—Solo te diré que confíes en tus sentidos y en tu corazón. Ahora ve y que tengas mucha suerte.

—Creo que la necesitaré —añado mientras camino a las penumbras de la cueva y la asesina roja comienza a latir.

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