El bosque tramposo (V)

Varixia se eleva con un vuelo veloz y majestuoso, Arbor entierra sus manos en el suelo y hace que los árboles su agiten de manera terrorífica y Drole me arroja una bola luminosa de poder que logro esquivar con dificultad. Quedo de rodillas como si estuviera suplicando a algún Dios un beneficio antes el ataque de tres seres poseídos por un demonio, que no es Arniscan, o eso deduzco. ¿Ellos pueden atacar de manera remota siendo mantos oscuros? No es momento de analizar, debo actuar, pero ¿de qué manera? No tengo la menor idea, al estar separados no puedo encerrarlos al mismo tiempo y hacer el conjuro que les quite el demonio que los tiene poseídos.

Varixia aparece de la nada y me lanza pequeñas agujas brillosas y muy filosas, que salen disparadas de sus manos y la asesina roja crea un escudo que detiene el ataque. Si ella no me hubiese ayudado, estaría muerto.

Salgo de mi defensa demasiado pronto y siendo poco inteligente, recibo una patada de Drole en la espalda y mientras vuelo sin destino, una rama me impacta en el pecho desde las alturas haciendo que golpee contra el piso. Mi espalda recibe el peor impacto de todos, escupo sangre al aire y mi estómago se revuelve. La rama me levanta con fuerza y energía, pero luego cae seca cuando la corto con la asesina roja. Me seco la sangre que esta húmeda en mi rostro, sonrío mirando a Arbor, sin embargo, mi sonrisa es de nerviosismo. Se me está acabando el tiempo y lo estoy desperdiciando en una pelea sin sentido. Ese demonio tenía todo planeado a la perfección, sabía el momento exacto en el que su plan sería exitoso y en el instante que Laicón debía atacarme.

—Edaxnios quiere tu collar —dice Arbor con su voz demoníaca—. Puedes entregarlo por las buenas o seguir sufriendo.

—Él quiere el noveno demonio —respondo con seguridad.

—¡Dame el collar! —Reclama de manera violenta.

—¡No! —niego recuperando la postura; me duele la zona baja de los omóplatos cuando respiro. Mi cabeza sangra humedeciendo mi rostro. Mis brazos arden y mis piernas estan cansadas—. No le daré nada a tu Dios y si quiere mi collar que venga a buscarlo, ¿o es cobarde?

—¡NO TE PERMITIRÉ QUE LO INSULTES! —Grita eufórico.

—¡No te permitiré que lo insultes! —Exclamo en tono burlesco y se me dibuja una gran sonrisa—. Necesito de tu ayuda amiga, sin ti, no saldré de aquí —le susurro a la asesina y la inscripción comienza a latir y brillar. Las letras de la lengua muerta, se transforman en una frase: Viator Blanditia Exitiale. Mi vista se agudiza, sé dónde estan cada uno de mis enemigos, qué piensa y qué van a hacer. No comprendo mucho lo qué sucede pero las letras comienzan a borrarse y presumo que cuando el conjuro desaparezca, mi ventaja acabará.

Varixia me ataca de frente y con sus piernas hacia delante; lo esquivo acostándome en el suelo frío y húmedo, para luego darle una gran patada en la espalda y fue con tanta energía que al caer, no muestra signos de levantarse. Su ataque fue predecible porque lo supe con anterioridad. Un enemigo menos.

Sphera, Sphera aureum.

Queda encerrado en la esfera. Unas ramas intentan liberarlo pero se destruyen hasta los cimientos. Cuando logre encerrar a los tres, usaré un solo conjuro para liberarlos.

Niego con mi cabeza sonriendo al saber que Drole esta enfurecido y viene atacarme por detrás; doy un salto esquivando su espada cristalina y peligrosa, que tenía oculta detrás de sus alas sucias y con mis piernas lo entierro en el suelo. Intenta defenderse, le doy un fuerte puntapié y se desmaya al golpear contra un árbol.

Sphera, Sphera aureum.

Otro enemigo más encerrado, queda Arbor y debo apresurarme, la frase está a punto de desvanecerse.

Las ramas me atacan, salen de cada rincón del bosque y casi logran sacarme del sendero. Parece que es verdad lo que me dijo Arbor, debo ser digno para transitar el bosque tramposo.

Salto, esquivo y contraataco pero es en vano, me canso con facilidad y sus ataques no merman en intensidad. No comprendo con exactitud cuánto tiempo ha pasado desde que estoy en este lugar. Mi piel arde, mi cabeza estalla de dolor y comienzo a sentir lo mismo que en la arena de Coelum. Meneo la cabeza para sacarme ideas alocadas de cómo finalizar con este combate, que por cierto es desleal; Arbor no está consciente de lo que hace, como sucedió con Dorothy.

Arbor tiene los ojos violetas, expresan una mirada fría, furiosa y profunda. De sus manos cae tierra y algunas hojas secas. Ha detenido sus ataques y comienzo a entender que el demonio que los poseyó sabe que me queda poco por eso no quiere derrotarme sino hacerme perder el tiempo.

—¿Te rindes guardián? —pregunta con su sonrisa dibujada de manera perversa.

—No, aunque quisiera hacerlo, no te daré con el gusto de que me venzas de esta manera. Solo deseas ganar tiempo.

—Por supuesto muchachito —afirma con su cabeza—. Edaxnios quiere tenerte en sus brazos y saber que luego del nacimiento de la semilla de la discordia, nada te detendrá, ni siquiera tus hermanos.

—No me rendiré y tampoco daré mi cuerpo para los planes diabólicos de Edaxnios.

—El alma más pura será la tierra fértil para la semilla de la discordia. Grandes montañas, animales y seres mágicos, verán como el nuevo demonio reinará sobre los cimientos del mundo de los sueños —recita con alegría—. Adoro las profecías donde todo lo que nos rodea termina destruido para crear un imperio nuevo.

—La destrucción nunca es un nuevo comienzo; el sufrimiento no trae alegrías ni paz —le apunto con mi espada.

—Estás equivocado y lo peor es que te encuentras en el equipo incorrecto, pero no seré yo quien te muestre tus malas elecciones —agita sus manos y detrás de él aparecen ramas y raíces con puntas filosas y peligrosas—. Nunca saldrás de aquí, eres un niño débil y frágil que le teme a todo. Crees que eres adolescente pero no posees la madurez suficiente para salir del cascaron. Tus dolores, tu sufrimiento y tu culpa me servirán de alimento para saborearte hasta el momento de tu transformación.

—Si ante tus ojos soy un simple niño que empuña la espada legendaria y no me temes, pecas de soberbio. Y solo un demonio es capaz de ser así: Hokori. El demonio de la soberbia, y si algo aprendí de ese pecado capital, es que quien lo posea es una presa sencilla de atrapar.

—¡Muy bien! —Me felicita aplaudiendo—. Sin embargo, no conoces de lo que hablas y no podrás derrotarme jamás.

Las ramas me atacan por todos lados, desde arriba, arrastrándose por el suelo, y de los costados. Trato de esquivarlas, es la única opción que se me ocurre, pero atrapan mis piernas, me hacen girar y me golpean dos veces contra el suelo. Luego, todo se vuelve oscuro y me doy cuenta que estoy encerrado en un gran círculo de ramas con un fuerte aroma a humedad y rocío.

—No creo que conozcas lo que es la alquimia —dice con soberbia—, no obstante, te lo explicaré: la alquimia es la ciencia más antigua del universo, donde si uno tiene el poder, puede transformar elementos, revivir personas hasta destruir un bosque completo. Siempre se tiene que entregar algo como ofrenda para que la alquimia funcione y en este caso, donde tú te encuentras, entregué al universo uno de mis brazos. Esta prisión natural, se transformará en un gran círculo de metal y solo podrás salir cuando te conviertas en el noveno demonio.

Puedo escuchar cómo las ramas que me aprisionan crujen con ferocidad y el aroma se transforma, ya no es el mismo, es un olor a metal, el mismo olor que sentía en mi boca cuando me arreglaban alguna muela.

La prisión de metal es solo eso, un lugar vacío y frío, donde Hokori quiere que me transforme en un maldito demonio con un gran poder, que podrán entrenar y enviar a destruir lo que juré proteger. No obstante, no existe la prisión perfecta y en mi mano esta latiendo la asesina haciéndome saber, en su dialecto, que ella me ayudará a salir.

—Hijo —Un bola blanca anómala se presenta frente a mí—, tienes que salir de aquí con el poder de tu espada.

—¿Mamá? —Pregunto con un nudo en la garganta.

—Sí, Luke, soy yo —titila buscando desaparecer—. No tengo mucho tiempo y no puedo explicarte nada, solo quiero que escapes de aquí y te encuentres con Lecia, la cuidadora del Cementerio Olvidado. Que nada te detenga, tu poder yace en tu pureza, tu lealtad y tu furia. No es malo estar enojado hijo, solo canaliza esa ira a quienes lo merecen.

—¡No te vayas por favor, te extraño! —Exclamo con mis ojos húmedos.

—Pronto estaremos juntos —desaparece.

La furia se combina con mi profunda tristeza como si estuviera en una gran mezcladora, donde me es difícil distinguir cuál es el sentimiento predominante. Mi amada madre se apareció para alentarme a seguir y yo lo único que hago es llorar arrodillado en el suelo metálico y frío. Ella siempre confió en mi potencial, en mi capacidad de superar situaciones extremas, sin embargo, una parte de mí jamás le creyó, no cuando veía los resultados insignificantes de mis acciones.

La oscuridad de nuevo me muestra como es mi vida: vacía y llena de dolor. Está David y Pequeño, que desean lo mejor para mí, que nunca me abandonarán, sin embargo, no le puedo explicar eso a mi mente, a la razón, que no entiende de amor. Mis protectoras, cada una con su personalidad y sus pérdidas, estuvieron apoyándome a su manera, no obstante, como siempre sucede, vuelvo a quedar solo. Mi padre siempre dijo: «la soledad no es una enemiga, al contrario, es la fiel amiga que solo se retira cuando sabe que estas bien acompañado». Algo de esa frase ha fallado, porque la soledad, jamás me abandonó y la compañía que tengo a mi lado es perfecta.

Seco las lágrimas, luego tendré tiempo para analizarme y comprender más lo que sucede; si mi madre confió en mí, no la decepcionaré. Me coloco de pie y empuño a la asesina con mis dos manos.

—No conozco ningún conjuro de destrucción, pero confío en ti amiga, tú me sacarás de aquí.

Las letras vuelven a brillar formando una palabra roja con llamas azules y comprendo que ella quiere enseñarme. Respiro profundo, dejo salir el aire a cuenta gotas.

¡Exitium! —Clavo gritando la espada llameante y en el centro las letras rojas iluminan la esfera de metal. La empuñadura queda a la altura de mis rodillas y todo se destruye en mil pedazos. Caigo de pie y la esfera que quiso encerrarme, ahora cae como un fino rocío de metal.

Arbor me observa furioso y comienza a elevar más ramas y raíces; no dejaré que vuelva a atacarme, a encerrarme. Le sonrío de una manera un tanto soberbia y burlona. Corro a su encuentro, esquivando sus arremetidas de una manera sublime. Una rama, la más gruesa, quiere impactar en mi torso, de un salto la dejo detrás para correr sobre ella como un equilibrista. Y la destruyo con la punta de la asesina roja.

Exitium —digo apuntándolo y destruyendo todo su ataque.

Ahora estamos parados uno en frente del otro; él parece nervioso y yo seguro de mí mismo. Intento clavarle la espada, pero es una simple jugarreta para que no me ataque, baja sus manos desarmándome. Sonrío victorioso

Sphera, Sphera aureum —muevo mis manos igual que Dorothy mientras la recuerdo.

Logro encerrarlo; observo victorioso que ninguno de los tres logrará escapar. Levanto mi espada

¡It salerum!

La asesina se eleva por los aires para desaparecer de mi vista, luego desciende como una bola de fuego, pero esta vez se divide en tres partes y electrocuta a los tres. El vapor violeta sale con ferocidad de sus cuerpos formando una gran nube del mismo color. Hokori se presenta con sus ojos rojos furiosos y su boca se mueve pero no emite palabras. Arbor, Varixia y Drole caen desmayados.

—¡Ahora es momento de encerrar tu alma maldito demonio!

La espada llega a mi mano, la empuño hacia delante mientras me dirijo hacia el manto de Hokori.

—¡Eres un estúpido! —Un gran tornado negro aparece de la nada, me eleva por los aires y cuando me suelta golpeo con toda mi espalda expulsando el aire contenido—. No eres digno de tocarme, nadie, nunca lo hizo.

—Te he dicho que la dignidad esta sobrevalorada —me coloco de pie adolorido—. Nada de lo que digas me interesa, solo es tu soberbia hablando.

—¿No comprendes que estás hablando con una parte de mí? —Su voz espectral me eriza la piel—. No podrás derrotarme, ni encerrarme, tienes que rendirte.

Extium encerrade —invoco la maldición rogando que funcione. Estoy seguro de querer encerrar su alma, estoy seguro que estoy actuado bien. Hokori no debe seguir lastimando a nadie más—. Azura jamás te perdonará que hayas asesinado a sus padres. Yo no te perdonaré que le hayas causado ese dolor inconmensurable y prometo acabar contigo, con toda tu soberbia. ¡Hokori! —levanto mis manos—. Hoy es tu fin. El fin del demonio de la soberbia... el fin de tu legado de sangre y sufrimiento.

El manto se mueve, gritar, crea otro tornado, sin embargo, ahora él es quien está atrapado. La espada se escapa de mi mano; su empuñadura se clava en la tierra y de la punta sale despedido un gran rayo que impacta en el cielo formando un portal blanco y todo se torna completamente oscuro. Los gritos de Hokori retumban en cada rincón del bosque tramposo, y el sonido energético del portal empieza a apagar, hasta convertirlos en un sonido amortiguado, los gritos del demonio.

Del portal desciende una caja de cristal de dos puertas, perfectamente cuadrada y de un tamaño superior al de una caja fuerte. La caja se detiene a pocos centímetros de la punta de la asesina roja, se abre una de sus puertas, haciendo un clic, un sonido profundo y revelador. Hoy sabré qué sucede cuando atrapas el alma de un demonio. El torbellino que contiene a Hokori se voltea hasta queda perfectamente simétrico con la puerta, y se achica hasta quedar dentro. Otro clic se escucha al cerrarse.

El portal, el rayo, el cielo oscuro desaparecen de manera rápida, como si jamás hubiesen estado aquí. Dentro de la caja de cristal, como una bola difuminada y violácea, se encuentra el alma de Hokori. La asesina roja vuelve a mi mano y apunta a Arbor que esta parado con una mirada profunda y de su cabeza cae una savia melosa y cristalina. Parece que tendré que volver a batallar contra él.

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