El bosque tramposo (III)
Mis ojos doloridos se abren para darme cuenta que mis brazos, piernas y todo mi torso estan envuelto en lianas que me tienen aprisionado y se mueven de forma lenta, apretando un poco más, como una serpiente constrictora. Frente a mí hay un ser, quien supongo debe ser Arbor, cuyo cuerpo es como un árbol. Su cabeza tiene pequeños brotes verdes con hojas elípticas, su rostro es casi humano, tiene ojos amarronados, nariz alargada y un hueco oscuro que debe ser la boca. Sus brazos son largas ramas y los dedos pequeñas ramitas con el mismo tamaño que los humanos, y en los pies sucede de igual manera. No tiene ninguna vestimenta. Detrás de él, aparecen dos hadas. La primera es pequeña, tal vez tenga treinta centímetros, con ojos redondos como dos huevos fritos, son claros con el agua y su boca es pequeña con un leve rosado. Su torso está desnudo y sucio, igual que su cabello que es largo y desalineado. Sus alas redondeadas parecen descuidadas, sucias y con un color amarronado.
La otra hada, se encuentra en las antípodas: es alta, con ojos achinados, oscuros y su boca tiene un color amarillento. Esta vestida con un tul rojo con dibujos de flores de colores cálidos. Su cabello está bien arreglado, corto y peinado hacia detrás. Sus alas son ovaladas, grises y esplendorosas.
Las dos hadas se quedan detrás de Arbor como si lo custodiaran de mi poder y las ramas me aprietan haciendo que me falte el aire.
—El gran guardián ha decidido venir al Bosque Tramposo. —La voz de Arbor es extraña, es ahogada, carrasposa y con algunos tintes graves—. Nunca imaginé semejante osadía pero al destino jamás hay que subestimarlo. Pudiste librarte con facilidad de los lobos hambrientos, de los árboles vengativos y llegaste casi al final del recorrido. Prometo no hacerte sufrir y todo terminará pronto.
—Parece que la soberbia aquí es moneda corriente —expreso dolorido
—Puede ser —responde con su postura pulcra y extraña—, sin embargo, no se debe generalizar las actitudes y tampoco juzgar las palabras como el eje de la soberbia. He dicho una verdad, la prisión que te envuelve es la furia del Bosque Tramposo y cuando yo chasquee los dedos probarán tu sangre y la drenarán para regar todo este hermoso lugar.
—Me advirtieron que esto sucedería, yo también he crecido en un mundo donde la subestimación es el arma perfecta para destruir las mentes de los más débiles. Arbor y compañía, estoy cansado de pelear contra todo lo que se cruza en mi camino, yo lo único que necesito es llegar a la montaña escondida y beber la sabia de la flor gigante de Kaprá.
—Para liberarte de las ataduras —dice ignorándome—, tendrás que demostrar que eres digno de seguir con vida. Es interesante lo que me dice el bosque, no tienes familia...—lleva sus manos a su cabeza— Sí... —se silencia—, murió en un accidente hace cuatro años... Francis es tu madre —se silencia, mira a las hadas y luego me mira—, Charles, Mathew y Paul... No espera... Tu madre estaba de nuevo embarazada... Y era una niña.
—¡Cállate! —Le ordeno con un grito y las lianas me comprimen con fuerza haciendo que chille de dolor.
—Vives en un depósito de chatarra, David es el dueño y un hombre bastante débil —afirma con su cabeza haciendo una mueca tenebrosa parecida a una sonrisa fantasmagórica—. Ahora está jugando con un perro que se llama... Grande... no, no, Pequeño... sí, ese es el nombre.
—Te juro que si me libero, será tu maldito fin —amenazo dolorido y furioso—. Quieres usar mi dolor en mi contra y eso es una jugada sucia, ¡maldito!
—No, por supuesto que no; el dolor no es un enemigo, es un sentimiento que solo nos debilita pero con el tiempo, si se sabe canalizar, termina siendo nuestro amigo más leal. Aquí tienes dos ejemplos —señala con cada mano a las dos hadas—: Varixia es el hada más linda de todas, no hace falta que lo diga, ya con solo verla te das cuenta. Por el contrario su hermano, Drole, es el hada más fea y desarreglada de la ciudad mágica de Daha. Son hermanos y han nacido el mismo día, con un minuto de diferencia. Sus padres fueron asesinados por Eriko, el demonio del amor, hace más de un siglo. Eriko es un ser tan diabólico como sádico y aún busca a Varixia y Drole.
»Encontré dos pequeñas hadas, lloronas y llenas de excremento, en medio del bosque. La verdad, me dio hambre, sin embargo, sus ojos tristes me hicieron cambiar de opinión. Las críe como si fueran mis hijas. Pero, eso no es lo que deseaba contarte sino que... Bueno, que te des cuenta qué hizo el dolor, la pérdida y la desesperanza, en los dos cuerpos. Cuál de las dos hadas utiliza el dolor como un método para mejorar y otra para culparse continuamente de la pérdida de sus padres. En tu caso, pude indagar gracias la naturaleza, todo el dolor y la furia que envuelve tu cuerpo, tu alma y tu mente. Es descomunal lo que sufres y tu necesidad imperiosa por vengarte de Arniscan y el Shinshi de la deshonestidad.
—¿Y a ti que te importa? —Interrogo molesto.
—La verdad, nada, solo me agrada hablar. Mis hijos no son de hacerlo y tiendo aburrirme con facilidad en la inmensidad del bosque.
—¿Eres un demonio? —Busco desatarme, no obstante, a cada intento, la fuerza de las lianas aumenta el doble, no sé cuánto aguantaré.
—No —niega mirándome con sus ojos llenos de furia—. No te atrevas a volver a decirlo, si no quieres sufrir.
—¿Entonces qué eres? O mejor dicho ¿a quién sirves? —Intento atraer a la asesina roja, sin embargo, mis manos no se pueden mover.
—Para nadie muchachito, para nadie —niega moviendo con lentitud uno de sus dedos—. Es complicado explicarlo.
—¿No es que te gusta hablar? —Sonrío dolorido.
—¡Buena jugada! —Me señala—. Pero no tienes tiempo que perder, ¿no es que en seis horas estarás muerto si no llegas a la montaña escondida? Ya —mira al cielo y con sus manos hace un triángulo— pasó una hora y no has llegado a la mitad del viaje. Sin embargo, te lo resumiré, yo nací poco después de la creación del mundo de los sueños, por un hechizo de Mort, la mejor hechicera que pude conocer. Y la única misión que me dio es que nadie ingrese a este lugar si no es digno, que jamás sea destruido y que todo conviva en una perfecta armonía. Listo —dice sonriente—, ahora nos podemos ocupar de nuestros asuntos.
—Soy el guardián —digo molesto—, debería ser digno de pisar este lugar.
—Ser el guardián no te convierte en digno —niega con su cabeza—, solo eres el puente en forma de trípode de los tres mundos, nada más que eso. Para liberar el Jigoku de los demonios tienes que aniquilarlos y luego al Dios oscuro: Edaxnios; y puedo asegurar que eso no te convierte en un ser digno de estar en el Bosque Tramposo.
—¡No fue una elección mía, me obligaron a hacerlo! —Acoto furioso.
—¿Entonces por qué pones resistencia a mis ataduras y no te dejas morir?
—Siempre quise desaparecer de mi mundo y nunca pensé que ese deseo se convertiría en una misión suicida. Yo solo quiero estar con mi familia y...
—Salvar a las almas puras ¿no? —me interrumpe.
—Por supuesto, nadie merece sufrir como lo hacen las almas puras.
—El mundo, cualquiera de los tres, es perverso y nada justo; nadie va a cambiar eso, ni siquiera tú —me señala.
—¡No me interesa cambiarlo Arbor, solo deseo salvar vidas! —indico furioso.
—Los humanos y los seres mágicos, mueren todos los días y eso es inevitable, a la muerte nadie la puede sortear.
—No me interesa lo que me digas, si no soy digno, pelearé con ustedes tres y llegaré a la Montaña Escondida. Quiero cumplir con mi destino y salvar a las almas puras, si no estás de acuerdo, me tiene sin cuidado.
—No eres rival para mis hijos —niega con su dedo.
—¡NO ME IMPORTA! —advierto mirándolo colérico.
La llama de la furia vuelve a crecer en mi cuerpo, quemando cada palabra que intento liberar de mi boca en forma de súplica. En un momento tuve la idea de rogar clemencia para poder seguir mi camino, pero no lo haré. Lucius sufrió con Ingnisute en la habitación sin salida, rogó que no le hicieran nada y aun así no se salvó hasta que intervino Sunshine. Yo lloraba en mi habitación, mientras mi familia dormía, pidiéndole a todos los dioses no volver al colegio. En mitad de la noche me levantaba a vomitar, y miraba con cierta admiración la navaja que usaba mi padre para afeitarse, para con ella finalizar con mi vida. Pero en un rincón del espejo, con lápiz labial estaba escrita la frase de mi madre: «Ninguna ola golpea dos veces con la misma fuerza». Nunca la entendí, no obstante, me daba fuerza para volver a mi cama a dormir, a vivir el día a día y que el sufrimiento sea una agonía lenta y corrosiva. Siempre oculté todo lo que sentía en Potman, en el colegio más desigual del mundo; no quería que mis padres se sintieran culpables de no poder pagarme un mejor colegio. Ellos no tenían culpa que el mundo estuviera infectado de brabucones y que yo no supiera lidiar con ellos. Pero no podía evitar sentirme solo, abrumado por la desidia de los maestros que daban vuelta la cara al ver un acto violento y señalaban a las víctimas como seres débiles. No lo éramos, jamás lo seremos y durante siglos demostramos, con lágrimas y superación, que los débiles son los que no saben usar las palabras sino sus puños. Entonces, me rendiré, no quiero pelear una batalla en un bosque desolado.
—Arbor —lo llamo angustiado—, haz conmigo lo que desees, no pelearé.
—¿Entonces morirás? —Pregunta desorientado.
—Posiblemente —respondo dibujando en mi rostro una sonrisa de desazón.
—Nunca asumí que te rendirías sin dar batalla —niega mirando el suelo.
—¿Tiene algún sentido hacerlo?
—¿Perdón? —me mira con sus ojos buscando alguna respuesta que seguro no le daré.
—Dime, ¿tiene algún sentido que pelee con tus hijos?
—Por supuesto —afirma rascándose la cabeza; una hoja cae, se entierra y crece una bella flor lila.
—Entonces, no lo haré. No me abriré camino a través de este bosque a base de violencia, quiero cumplir esta parte de la misión con sabiduría e inteligencia, y los puños son salvajes y no son mi estilo.
—Entonces —mueve su cabeza de un lado a otro—, a ver si entiendo, cuando te suelte te quedarás parado recibiendo golpes hasta que mueras o que la furia de la semilla de la discordia muestre sus garras transformándote en un demonio, en el noveno, en el especial. El demonio que Edaxnios esperó por milenios y yo tengo la oportunidad de destruir, de dar una estocada en la soberbia del Dios oscuro.
Quedo en silencio, no me habían dicho de ningún noveno demonio y que sería yo quien se transformaría. Ahora todo empieza a tener sentido. Miro a Arbor que sonríe fantasmagóricamente.
—Haz lo que creas necesario —afirmo seguro—, no me convertiré en ningún demonio, no permitiré que la oscuridad le gane a mi pureza, eso dalo por seguro.
—No puedo arriesgarme a ver que suceda —amenaza con tenacidad.
—Por supuesto, comprendo, nada de lo que diga puede hacerte cambiar de opinión y la verdad, si yo estuviera en tu lugar, haría exactamente lo mismo. Solo te ruego un favor.
—No prometo poder cumplirlo. —Sus ojos muestran indecisión.
—No importa, pero si puedes, diles a mis protectoras que hice todo lo posible y que no es culpa de ellas lo que suceda luego de mi muerte.
—Nunca imaginé que el guardián, al que dicen que es el legendario, se entregaría con tanta facilidad. La verdad siento una gran decepción.
—No eres el único, hay una gran fila de personas que lo sienten desde el momento en que nací. Mis padres esperaban una niña, mejores notas, más altura, valentía e inteligencia. —La furia se transforma en tristeza.
—Comprendo —sonríe—, entonces tendrás que morir en mano de mis hijos.
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