El bosque tramposo (I)
En la entrada del bosque estamos los tres: Azura, la princesa y yo, mirando un largo sendero de tierra, árboles con troncos gruesos y grandes copas verdes. Solo en el camino se puede ver la luz del sol que está por encima de nuestras cabezas. Parece un lugar sacado de una película de fantasía donde dentro se esconden los peores secretos del mundo de los sueños. El rombo de cristal brilla con exaltación.
La princesa Tai se adelanta hasta que su cuerpo queda iluminado a la mitad y la otra parte en sombría oscuridad. Nunca me gustó su forma de tratarme, sin embargo, comprendo que no ha tenido una vida llena de alegría y que tal vez su ansiedad para que todo esto termine la hace reaccionar de las peores manera. De igual modo fue la única que en el campo de batalla intentó por todos los medios no lastimarme, no escuchó a Azura, que aún no puedo perdonarla.
—¿Entonces todo fue una ilusión? —Es la duda que quería preguntar desde el momento que me desperté de la furia que carcomía mi corazón.
—Algo así, no puedo brindarte todos los detalles, no cuando el tiempo apremia —responde la princesa Tai mirándome concentrada y con seriedad en su rostro.
—Luke —se apura en decir Azura—, no quiero que tomes personal todas las decisiones que implementamos en el campo de batalla. Nosotras somos tus protectoras pero buscaremos el bien de todos los seres del mundo de los sueños, y nadie, ni siquiera tú, puede ponerlos en peligro.
—Entiendo. —La verdad es que no, sin embargo, no quiero discutir—. Ahora que soy el guardián legendario debo cumplir con la misión.
—Aún ni siquiera comprendes que significa serlo —acota la princesa Tai quitándose el cabello que tenía cerca de su ojo derecho—. No caigas en la presunción de creerte poderoso e indestructible, porque si eso sucede estarás condenado.
—Tienes seis horas para cruzar el Bosque Tramposo, el Cementerio Olvidado y la Montaña Escondida —añade Azura—. Cada uno tiene diferentes peligros, algunos peores que otros, y a pesar de eso, tienes que sortearlos porque si eso no sucede dentro del plazo estipulado, tu alma será consumida por la semilla y serás un demonio poderoso que buscará acabar con cada ser maravilloso del mundo de los sueños.
—Que no te engañen —prosigue la princesa Tai—, el bosque hará lo imposible por tenerte, por absorber tu poder y drenar tu sangre. En este lugar reina Arbor, que es conocido por sus viles engaños a los seres mágicos, y jamás se supo nada de todos lo perdidos. Este bosque no se alimenta del sol, de los nutrientes que brindan las lluvias sino del poder de cada hada, gigante, ogro o mago que cruce por aquí y tu poder es mil veces más atractivo para este lugar.
—Comprendo —digo sin importarme, este maldito lugar no me hará ni cosquillas.
—¡No subestimes la situación muchachito! —Exclama furiosa la princesa Tai.
—No lo hago —niego con la cabeza—, tienen que confiar en mí.
—Es difícil hacerlo cuando demuestras cierta inmadurez en tus acciones. Este lugar buscará tu debilidad y la usará en tu contra; puedo asegurarte que si sigues en la postura soberbia de tu poder, Arbor te drenará la sangre, enviándote al olvido eterno, condenando a las almas puras al sufrimiento y la destrucción de tu especie.
—No... quería —no me brotan las palabras.
—Ya no eres ese niño que sufría en las noches, que lloraba hasta dormirse. Ya... no más... Eres el guardián y tienes que actuar como tal —dice Azura con su voz apagada.
—No es el problema sentirte poderoso Luke —aclara la princesa Tai—, eso es bello, poder sortear cada obstáculo con elegancia y sin esfuerzo. Sin embargo, es un pecado asumir ese poder a la inmortalidad, eso te llevará a un solo camino, el de la muerte segura y dolorosa. Mira —se inclina, coloca su mano en mi hombro—, yo estuve en tu lugar y por la misma mala decisión han sufrido varios inocentes... No quiero que te suceda, entiende que Arbor es un gran ilusionista y manipulador. Es diferente a Arniscan que crea realidades basadas en engaños, Arbor indagará en tu dolor y si no eres fuerte, será tu perdición.
—¿No pueden venir conmigo? —Pregunto un tanto molesto.
—Es tu camino, no podemos intervenir —niega molesta Azura—. Lo que enfrentes en el Cementerio Olvidado y la Montaña Escondida, lo desconocemos, nadie ha llegado tan lejos.
—¿Y entonces cómo sabes que allí yace la flor gigante de Kaprá?
—Porque los libros así lo dicen —señala Azura.
—¿Y si se equivocan?
—Tendrás que descubrirlo, confiamos en las santas escrituras de Zor —afirma segura la princesa Tai.
—Nunca confié en lo que está escrito en los libros y menos si es de un mito, de alguien que nadie conoce, que nadie vio, pero ha hecho todo desde los cimientos.
—¡No te atrevas a ...!
—No estoy insultando a Zor —niego con calma—, estoy diciendo que todo esto puede ser un error y solo podríamos descubrirlo sobrevolando con Doragon o con algún animal mágico.
—Doragon... —se silencia la princesa Tai.
—¿Qué sucedió con él?
—No importa —dice Azura señalándome el bosque—, ve, no hay tiempo que perder.
—No entraré allí hasta que me digan que sucedió con Doragon.
—Nada que te incumba —dice molesta la princesa Tai—. Haznos caso y deja de postergar tu misión.
—¡Quiero saber, exijo saber! —Grito.
—No te alejes del sendero —ordena Azura.
Recibo un empujón, ingreso al bosque y ellas desaparecen.
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