Edaxnios(V)
Tuve que hacerlo, tuve que abrir mis ojos para darme cuenta que la casa había desparecido, que estamos en un lugar distinto, más terrorífico. La señora McWire está parada sin su bastón, en una posición erguida, sonriente y parece rejuvenecida. Por su lado, Mister Pliket muestra sus dientes llenos de furia y de su boca sale espuma blanca. El paisaje es desolador: árboles prendidos fuego, animales muertos en el suelo comido por enormes gusanos que explotan arrojando un baba verde espantosa. Detrás de la señora McWire se encuentra una montaña que es golpeada por relámpagos en manera de látigo, como escarmiento por su gran altura. «Eres una montaña malvada, grande, sosa y tienes que pagar tus pecados», dirían los rayos si pudieran hablar, sin embargo, es la voz de mi abuelo mientras me pegaba con su cinturón por haber comido un chocolate que tenía escondido. «¿No te enseñaron a no robar, no aprendiste nada en la iglesia?» me preguntaba en cada azote, y siempre esperaba días para que se escondieran las marcas y nadie supiera lo que me había pasado. Yo solo quería un chocolate, nada más que eso.
La montaña se enfureció y empezó a arrojar por los aires lava y humo negro que nos a rodea por las espaldas. El olor a azufre invade mi nariz haciendo que me falte el aire, y mis piernas comienzan a temblar. Sin embargo, la señora McWire y Míster Pliket no pierden la postura, es como si disfrutaran de este ambiente, como si hubieran nacido aquí.
¿Cómo pude haber llegado sin haber viajado? Asumo que la tormenta destruyó a Mane; es imposible que la naturaleza pueda hacer algo así en tan poco tiempo. Ninguna explicación que llega a mi mente parece ser la correcta o racional y aunque me friegue los ojos, el lugar no desaparece.
Mi reloj, uno en forma de gato que está en mi muñeca, regalo de mi hermano Mathew en mi último cumpleaños, se ha vuelto loco. Las agujas se mueven de manera veloz sin detenerse. Me resulta extraño porque se había quedado sin baterías hace unos días y solo lo tenía para no perderlo. Me lo quito y me lo guardo en el bolsillo, no quiero que se me rompa, menos que la señora McWire quiera destruirlo.
Ella levanta sus brazos al cielo con una gran sonrisa perversa y la tierra comienza a temblar, pero esta vez no en silencio, sino como grandes explosiones. Del suelo emergen rocas con puntas filosas de las cuales brota lava como cascada, pero al llegar al final no siguen su camino, se detienen y suben, luego bajan y vuelven a subir. Deben ser más de diez, que nos rodean, creando una prisión caliente y humeante. El humo negro ya no me permite ver a la montaña enfurecida. En el centro, a diez metros de mí, el suelo se abre con una gran grieta y de ella salen cuatro bichos parecidos a los escorpiones: son negros y en el lomo dos franjas gruesas rojas. Poseen cinco tenazas y dos colas con grandes aguijones que parecen peligrosos. Mueven sus tenazas haciendo el ruido más espantoso que nunca había escuchado. De su boca se desprende una babaza blanca, y sus ojos profundamente oscuros me erizan la piel.
Mi cuerpo entero comienza a sudar; el calor vuelve el lugar irrespirable y no sé cuánto podré soportarlo. ¿Pero a dónde podría huir? Por supuesto que a ningún lado. Detrás de mí están las rocas humeantes y delante de mí enemigos que quieren comerme. Parece que soy sabroso, porque hace cuatro años que quieren hacerlo.
—¿Te gusta mi hogar? —pregunta con voz ronca y profunda la señora McWire.
—¿Dónde estamos? —Puedo oír el reloj volverse loco, pidiendo que huyamos, como siempre lo hemos hecho.
—En Reiga, el paraíso del dolor y el fuego...
—No entiendo, ¿dónde está Mane?
—Desapareció, como todo lo que alguna vez conociste. —Baja sus manos luego se acerca levitando hacia uno de los insectos y le acaricia el lomo—. Parece, muchachito, que te han salvado de Edaxnios, pero no te contaron toda la historia.
—Fue una pesadilla, yo no estuve en ese avión, tal vez tenías razón y la premonición existió.
—Fue tu poder el que te salvó. —Mister Pliket se coloca a su lado, pero no se ha calmado.
—No tengo poderes, ¡está loca señora! —la señalo—. No sé qué quieren de mí, pero yo sé que quiero y es irme —imploro furioso.
—No te iras a ningún lado, nadie sale jamás de Reiga. —Acerca su mano a Mister Pliket.
—¡No entiendo qué sucede! —exclamo nervioso buscando alguna explicación razonable ante tanta locura.
—Reiga es el lugar donde vienen las almas que han sufrido mucho, que están solas y dentro de ellas tienen grandes llamas que las consumen. Aquí hay almas vengativas, almas suicidas, almas solitarias. Ellos —acaricia de nuevo el lomo de las bestias—, los Hellish, son los protectores de Reiga, nadie puede escapar de sus tenazas. Mientras más personas mueran con mucho dolor, más fuerte me vuelvo y el Reiga sobresale de los otros lugares. Sabes —dice alejándose de las bestias—, los humanos son seres perturbados y adoro ver cómo se aniquilan, me gusta verlo desde las oscuridades. Cuando las cosas se vuelven aburridas, como mi forma de anciana, puedo darle sazón y todo se vuelve tenebroso. Tú no eres el primer muchachito que viene a enfrentarme, fue una casualidad encontrarte en el mercado, pero te estaba buscando.
—¿Por qué me buscabas? —Los Hellish parecen incontrolables, pronto me atacarán, tengo que estar preparado. ¿Cómo defenderme de una bestia asquerosa? No lo sé y no creo tener el tiempo para descubrirlo.
—Primero antes que nada, quiero que sepas que no es personal, podría ser con cualquier niñito que naciera con tus poderes. Nunca pensé que alguien tan debilucho, con su vestimenta sucia y rota, y sin padres sería digno de los poderes. Te busqué porque aún no sabes usarlo y si te extraigo tu alma, para luego entregársela a Edaxnios, todo volverá a ser como antes, no podrá el guardián, renacer.
—¿Guardián? —pregunto desorientado.
Quiero comprender, pero no lo puedo hacer. Es demasiada información para procesar mientras el ambiente es tétrico y el chillido de las rocas humeantes no me permite concentrarme.
—No tengo tiempo para explicarte las cosas, ni lo quiero hacer. Todo tiene que terminar hoy, antes de que el portal descienda sobre Mane y comience de nuevo la batalla Dieux Démons, que desde el comienzo del universo ha derramado sangre de mis hermanos y hermanas.
—No entiendo nada de lo que dices, estás confudi...
Antes de poder terminar, la señora McWire empieza a transformarse: su piel se resquebraja como si fuera un pollito destruyendo la cascara del huevo. Las grietas son cada vez más grandes y de ellas sale una luz brillosa que me encandilan haciendo que me cubra los ojos. Escucho unos aullidos, pero no de dolor, sino de poder. Como si la señora McWire dejara salir todo lo que tenía encerrado. Los aullidos, los malditos aullidos me producen dolor en mis oídos y creo que mis tímpanos van a estallar. Mis dedos buscan protegerlos, pero es en vano.
Todo estalla arrojando poder hacia todos lados, fuego y un gran haz de luz que se entierra en el cielo oscuro. El cuerpo de la señora McWire desaparece quedando los vestigios en el suelo y en su lugar hay un gran engendro sombrío. Mientras él levita se levanta unas ráfagas de viento que me hacen perder el equilibrio y caigo de rodillas al piso. Lo Observo con estupor y terror, sin embargo, una parte muy pequeña de mí siente cierta emoción por combatir con este ser demoníaco. Su cuerpo es negro por completo, con estrías carmesí que cruzan todo su torso. En sus brazos las estrías son naranjas que empiezan en sus muñecas y terminan en sus hombros. Sus ojos son violáceos y las orbitas blancas, haciendo que su mirada sea penetrante y maliciosa. Su boca tiene unos dientes amarillentos que llegan hasta el mentón, siendo las puntas de los mismos completamente oscuros y gotean un líquido violeta.
—¿Quién eres? —Pregunto temeroso.
No me responde, no le interesa, esta concentrado en su transformación. Su cabello presenta una llamada brillosa rojiza que se menea producto del viento. Detrás de su espalda salen algo que parecen tentáculos negros, puedo contar seis, que tiene dedos, y sus pies solo son sombras difuminadas. Desciende al piso dando un gran golpe, los Hellish liberan grandes aullidos.
Tendría que cerrar los ojos, estoy temblando de miedo, pero si lo hago, me comerá, y no quiero seguir mostrando temor. Me mira sonriente, se seca su boca y con un tentáculo toca a Mister Pliket, y al hacerlo, el perro comienza a elevarse como una gran bola brillante, produce una gran explosión resplandeciente y se convierte en un gran león negro, con la melena amarilla radiante y sus ojos expresan furia y hambre.
Las rocas humeantes, dejan de chillar y el círculo de humo negro desaparece, dejando a la vista a la montaña furiosa y el cielo se cubre de una gran penumbra con rayos verduzco.
—Te presento a Hintam —dice con voz diabólica y carrasposa—, el custodio de Reiga, el encargado de quemar las almas y dejarme las mejores para devorarlas.
—¿Tú quién eres? —pregunto tan nervioso. El calor no existe, ahora parece un invierno con fuego helado.
—Mi nombre es Ingnisute —hace un reverencia—, soy el rey demoníaco del Reiga encargado de acabar contigo antes de tu transformación.
—Un demonio como tú no tendrá problemas para derrotarme, soy un muchachito —elevo mis manos—, sin embargo, tus ojos demuestran miedo —digo buscando ganar tiempo—. Yo le he tenido toda mi vida, y puedo verlo en alguien más. ¿A qué le temes?
—Muchachito —dice negando con su dedo—, no sé qué son esas emociones, nosotros los demonios devoradores de almas, o como antes nos conocían dimonis devoradors, no le tememos a nada, existimos antes de que ustedes nacieran.
—No lo creo. —Detrás de él aparece un ciervo blanco, con sus cuernos rojos brillantes—. Puedo morir, y la verdad que me harías un gran favor, volveré a ver a mi familia.
—Creo que aún no entiendes nada —chasquea los dedos y aparecemos flotando en Mane, en el cielo. —¡Maledicció damnatis! —dice y chaquea sus dedos de nuevo. Alrededor de él aparecen miles de camas con niños durmiendo—. Ellos tienes las almas más puras las que no han sido corrompidas por la oscuridad típica del ser humano. Son las almas más sabrosas, las que llegan a nuestros estómagos desde el comienzo de la humanidad, aunque siempre las mejores se las lleva Edaxnios. Sí tú mueres ahora, nadie las protegerá...
—Me quieres despojar de mi alma, llevársela a Edaxnios y me muestras qué sucede si muero.
—Antes de comer me gusta jugar con mis presas. —Deja salir una gran carcajada macabra—. Este niño obeso —se acerca una cama de un pequeño, con su pijama de dinosaurios y plácidamente dormido—, debe ser sabroso y tú muchachito me haces acordar a lo que alguna vez fui, por lo tanto te mostraré lo que te sucederá en un momento.
Los tentáculos forman una prisión sobre el niño, sin embargo, él no deja de dormir. Del centro baja una sombra en forma de aguja y con una velocidad impresionante apuñala la cabeza del pequeño, que solo deja salir un quejido leve parecido a un suspiro. El niño debe pensar que todo es un mal sueño y busca la forma de despertar, dudo que lo haga, un espectro lo tiene en sus garras.
—Ahora, este niño, está viajando a Reiga para ser devorado por Hintam. Pobre mi león, hacía tiempo que no comía algo tan sabroso. —Se seca la saliva que cae por su boca—. El pequeño nunca sabrá lo que le sucedió, pensará que es una mala pesadilla. Luego sus padres lo encontrarán muerto en su cama. Culparán al destino, a Dios, pero nunca a nosotros, porque nadie sabe de nuestra existencia hasta que mueren.
—¡Yo sí! —En mis venas comienza a recorrer algo que tuve guardado desde la muerte de mi familia, algo que no quise expresar por creer que era en vano, y se llama ira—. ¿Crees que te permitiré que asesines a alguien frente a mis ojos? No lo haré, si quieres devorarme, hazlo demonio, pero volvamos a Reiga y deja al pequeño es paz.
—Si me ganas en la batalla, si logras darme un golpe, ese niño obeso se salvará —chasquea los dedos y llegamos a una habitación en donde las paredes son cuadrados negros y celestes. El suelo es blanco y el techo es el universo, donde hay destellos de las estrellas, y una pequeña luna pulcra.
El niño esta en un rincón temblando de miedo, Hintam se relame sin dejar de observarlo e Ingnisute mira con desconcierto
—¿Qué demonio ha pasado? —pregunta mientras chasquea sus dedos pero no sucede nada—. No es momento para que tú aparecieras Sunshine.
Las palabras de Ingnisute retumban en la habitación pero nadie aparece, creo que es un desquiciado y sus poderes no le funcionaron, su soberbia le jugó una mala pasada. Golpea las paredes y se ondulan como cuando una piedra impacta con el agua. Grita palabras que no entiendo,
—¡Exitium! —exclama molesto.
De sus manos salen rayos azulados que impactan contra las paredes sin surtir ningún efecto. Me mira furioso, me señala mientras niega con la cabeza y sigue golpeando las onduladas paredes. El niño mientras tiembla llama a su madre, yo intento acercarme pero Hintam me aleja con un gruñido. No me acobarda, ese maldito león, no es peor que el pitbull que tenía mi vecino que intentó morderme varias veces. Sin embargo, no puedo atacarlo, ni herirlo, ni alejarlo. Me encantaría tener la capacidad de arrojarle agua.
—¡Muchachito deja de pensar! —me ordena Ingnisute.
—¡Haré lo que se me dé la gana! Entiende tú no eres mi padre para darme órdenes.
Quiero poder expulsar agua de mi cuerpo, quiero poder destruirlo, quiero que el niño se salve.
—¡Maldición muchachito deja pensar! —grita, quiere agarrarme pero sigue batallando por romper la pared.
Esta habitación tiene que inundarse de agua, que Hintam flote y luego se ahogue.
En mis manos siento por primera vez poder y un control sobre todo lo que me sucede. No sudan, sin embargo, están mojadas; mis ojos me arden y brillan, lo sé porque se reflejan en las paredes y por primera vez pude ver terror en Ingnisute. Golpea furioso el muro, que no dejaba de ondularse con virulencia.
—¡Exitium! —grita con ferocidad.
El niño lanza alaridos mientras Hintam se le acerca paso a paso, relamiéndose. Cada paso que da es peligroso y tengo que actuar. Debo salvar al pequeño que llora y esta desprotegido.
Mi cuerpo esta liviano como el rocío matinal, como aquel que adoraba ver por la ventana en el verano. Aunque la habitación arde porque Ingnisute lanza grandes bolas de fuego contra el muro, yo me siento fresco, como si estuviera nadando en el estanque con los patos. La habitación comienza a llenarse de niebla, aunque creo que es vapor, sin embargo, ayuda para que Hintam se aleje del niño asustado que no deja de lloriquear.
Ingnisute se aleja de la pared, me mira sonriente y me señala con la yema de su dedo de donde sale una llamarada violácea. Se acerca unos pasos y la llamada cubre las paredes y ya no deja ver a la luna pulcra.
—¡Tus malditos pensamiento ha producido esto! ¡Serás culpable de la muerte de esa niño obeso llorón, quiero que lo tengas en claro y en las noches lo recuerdes!
—Yo —digo mirándome las manos que están livianas y comienzan a tonarse cristalinas— puedo ser culpable de muchas cosas, como la muerte de mi familia, pero lo que suceda aquí es obra tuya.
—Puede ser —ríe a carcajadas—, sin embargo, me gusta culpar a las demás personas. Mi personalidad, la que me forjó el gran Edaxnios, es así.
Que un gran río invada esta habitación.
—¡DEJA DE PENSAR! —Grita y su cuerpo se convierte en una gran bola de fuego.
En el techo se abre un portal, y desciende un solo Hellish. Es diferente, su cuerpo es erguido. Sus tenazas parecen más filosas e iguales que su aguijón. En su torso se marcan una gran cantidad de músculos y su rostro tiene similitudes con la de un humano, es perverso y parece hambriento. Es imposible que dos pequeños podemos batallar contra tres demonios que quieren devorar nuestras almas.
Las llamaradas que habían inundado el lugar ahora se convierte en una gran bola de fuego que se incrusta en el pecho de Ingnisute formando un tatuaje violeta. El dibujo son líneas que forman circunferencia, una dentro de otra, y en el centro tiene una «I».
—Yo quería darte una oportunidad que elijas tú mismo el mejor bando, que hicieras lo mismo que el anterior guardián, y aunque me gustaría seguir hablando debo evitar que destruyas lo que tanto nos costó construir.
—No entiendo nada de lo que dices, pero sí te diré que no permitiré que le hagas daño a este pequeño.
—Prometo que no sufrirá, y si así sucediera, ya lo sabes, es tu culpa.
—Tienes que pensar cómo derrotarlo, recuerda que los sueños son lugares donde podemos crear y destruir a nuestro antojo y nadie nos puede dañar. Recuerda lo que te dije, tienes que navegar en tu mente para encontrar qué te hace daño y solucionarlo —Reconozco esa voz dulce, quiero pensar que es mi madre, pero no es ella.
No puedo no hacerle caso, no puedo morir aquí como si fuera mi culpa todo lo que me sucedió. Prefiero dejar de respirar en Oxi en una noche lluviosa, que ser devorado por un demonio.
Su punto débil son los pensamientos y el agua, entonces que llueva a cantaros, que el niño flote y que los demonios se ahoguen.
—De animabus pereunt est aqua lustrationis potentia, hoc est, ubi tibi cum regnum terroris in finem.
Esas palabras que no sé qué significan llegaron a mi mente, y luego de que la frase termine, escucho un gran sonido, como el de un río enfurecido. Ingnisute se irrita y su cabello crece abruptamente. Su mirada se torna peligrosa y aúlla colérico.
—Custos tuus non ALEPH tantum in me, nusquam erit vobis.
El sonido se vuelve más ruidoso y violento, golpeando las paredes y haciendo que se ondulen con ferocidad. Ingnisute me arroja una gran bola de fuego, que con un rápido movimiento de pierna logro esquivar, sin embargo, rebota contra la pared y me golpea en el brazo. Siento un ardor como si estuviera caminando sobre brasas y me quejo de dolor, pero nada me detiene, tengo que proteger al niño al ver que Hintam abre su boca para devorarlo. Estiro mi mano derecha, sigo estando lejos y será imposible salvarlo.
—¡Cierra los ojos! —le ordeno con firmeza y lo hace sin dudar.
Vamos agua brota de mi mano no quiero que esta pobre alma muera aquí por obra de estos demonios, te ruego agua... ¡TE LO RUEGO!
Mi mano derecha se transforma en una gran cascada de agua que sale impulsada directamente a la cabeza de Hintam haciendo que retroceda chillando y que todo el fuego que lo envolvía se apaga. Intento arrojarle agua de nuevo, es en vano, mi mano ha vuelto a la normalidad.
¡No me abandones ahora, te lo suplico!
Pienso y pienso, pero nada funciona. Las tenazas de Hellish me agarran de los pies y me arrojan contra la pared haciendo que me golpee con fuerza. Para mi suerte, solo me hundo como si ingresara a un agujero negro y luego me escupe haciendo que caiga a los pies de Ingnisute. El demonio sin dudar mi pisa la cabeza, haciendo que mis cabellos comiencen a quemarse, pero mi rostro está fresco, puedo sentir cómo el agua fluye en mi cuerpo.
—¡Maldita escoria! Nunca pensé que podías lastimar a mi súbdito de esa manera —escucho a lo lejos los quejidos de dolor de Hintam—. El guardián anterior accedió en la primera instancia y creó a Coelum, y tú por querer salvar a un niño llorón pusiste en peligro tu vida. Ahora verás como él muere devorado por Hellish y luego sigues tú.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top