1-Arendelle en problemas
En una de las enormes salas del castillo se encontraban Anna y Kristoff librando una gran lucha de bolas de nieve. Ambos tenían un enorme castillo hecho por Elsa quien desde su trono miraba encantada como se divertían. Olaf montaba encima de Sven que iba de un lado a otro tirándose encima de los enormes montones blancos.
Aunque su cara reflejase serenidad, por dentro estaba preocupada, desde hace unos cuantos días, los niños no paraban de sufrir pesadillas, apenas pegaban ojo por las noches y sus padres pedían ayuda. Al inicio pensaron que se trataba de algo normal, los niños tienden a tener miedos y pesadillas a su edad, pero lo que no era lógico es que todos tuvieran esas pesadillas al mismo tiempo. Miles de llantos se hacen eco en la oscuridad llegando incluso al castillo.
—¡Elsa!—llamo su hermana—venga, ven a jugar un rato—una bola le dio de lleno dejando una gran cantidad de nieve en su cara.
—¡Acabas de meterte con la reina del hielo!—de un salto y usando su magia llego a tierra. Con sus manos creo un montón de bolas de nieve que fueran directas a su hermana. Kristoff se puso delante a modo de héroe.
—Tendrás que derrotarme reina de hielo—con una espada de madera apuntó a la reina que esbozó una sonrisa.
—¿Sois consciente de que no podréis derrotarme?—puso un tono como si estuviera participando en una obra de teatro.
—¡Eso lo veremos!—se lanzo hacia ella y tras unos intentos toco el vientre de la joven que se dejo ''matar'' y se tiro al suelo haciéndose la muerta.
—Oh mi héroe—comentó Anna abrazando al chico que puso una cara de orgullo.
Luego los tres se echaron a reír, Kristoff ayudo a Elsa a ponerse en pie. La verdad es que en aquellos momentos tan tensos, necesitaba algo de alegría. Estaba agotada con tantas tareas como reina, algo que envidiaba de Anna.
Lejos de allí, en un lago descongelado en el interior de la montaña emergió un joven de cabello corto y plateado. Sus manos le permitieron impulsarse para salir de allí, una vez en tierra, escupió el agua que tenía en los pulmones.
—Creí que estaba muerto—susurro mientras respiraba el aire que entraba en aquel lugar.
Sus ojos parpadearon unas cuantas veces hasta acostumbrarse a la luz, a pesar de estar bajo la montaña, por alguna razón que desconocía, los rayos del sol lograban penetrar hasta allí. Lo último que recordaba era haber derrotado a Pitch junto al resto de guardianes, pero ahora estaba solo.
—¿Donde estoy?—había muchas salidas y no sabía cual escoger.
Una especie de que pequeña luz, como una luciérnaga apareció enfrente suya.
—Hola Jack, por fin has despertado—dijo con una voz dulce y suave.
—¿Me conoces?.
—Por supuesto, yo te he traído hasta aquí, el reino de Arendelle—contesto.
—¿Arendelle?, ¿y qué hago aquí?.
—Pitch ha vuelto a las andadas, en este reino los guardianes no pueden hacer nada, nadie salvo tu—dio unas vueltas alrededor de su cabeza—por desgracia, debido a tu gran poder, no pude traerlos contigo. Pero no te preocupes, los guarde en una bola de cristal oculta en este reino.
—¿Sin mis poderes que puedo hacer?—pregunto preocupado—no soy nada sin ellos—dijo triste. Intento hacer algo con magia, pero le fue inútil, era una persona más.
—No temas, debes visitar a la reina Elsa. Ella te ayudará a recuperar el orbe y salvar su reino.
—¿Elsa?.
—Si, ahora te guiare hasta la salida, una vez fuera ve al castillo y explica la situación a la reina—dijo mientras echaba a volar en dirección a un agujero.
Jack echo a correr lo que sus piernas le permitieron, le hizo preguntas pero no obtuvo respuestas, lo que fuera aquella luz iba tomando caminos de un lado a otro hasta que finalmente encontró la luz al final del túnel. Un gélido aire le dio de lleno en la cara, por suerte, parece ser que la resistencia al frío era lo único que había quedado de su poder.
—Ánimo Jack—dijo la luz antes de desaparecer.
—Voy a necesitar mucho más que suerte para poder hacer frente a este problema—comenzó a caminar por la espesa y blanca nieve en dirección al castillo. No era muy difícil debido a la grandeza de este.
Kristoff estaba ya en las puertas del castillo para irse a casa, su día de descanso había terminado, aunque eso no le hizo gracia a Anna.
—Oh vamos quédate a cenar—le amarro del brazo.
—Anna, tengo que ir a casa.
—Al menos dame un beso—aquello lo ruborizo.
—Pero esta tu hermana—fue entonces cuando ella se impulso y le beso.
—Ejem, por favor no hagan eso delante mía—irrumpió ella levantando una ceja mientras miraba a ambos.
—Oh vamos, somos pareja—Anna le dio otro.
—¡Anna!—dijeron Elsa y Kristoff al mismo tiempo.
Ella solo saco la lengua mientras sonreía como una niña pequeña.
—Puedes quedarte a cenar si quieres, ya sabes que un plato más no es molestia—dijo ahora la reina dirigiendo su mirada al chico.
—Me temo que debo rechazar la oferta, mañana tengo trabajo y además, algo asola las montañas este invierno. Algo...de otro mundo—dijo preocupado.
—¿A qué te refieres?.
—Es como si una presencia estuviera allí, vigilando, no sabría como explicarlo.
Ambas hermanas se miraron y luego al joven.
—¿Crees que hay un peligro?—su voz era de preocupación.
—No sé...tal vez sea yo...trabajar todos los días en una zona así, con el susurro del viento día si y noche también...creo que son alucinaciones.
—Kristoff—ella tomo su mano—si necesitas algo estamos aquí, ya lo sabes.
—Si...hay algo que debo pediros. Cuidad de Sven, le he visto bastante agotado y puede que haya enfermado.
—Claro, lo haremos—contesto ella con una sonrisa.
El joven se despidió y se marcho a casa, aquel día que tenía que haber descansado, se lo había pasado con su novia y la reina. Pero cuando estaba triste, recordaba la gran amistad que tenía con ambas y lo privilegiado que tenía que sentirse por tener una relación con la princesa.
La noche no tardaría en caer, en ese momento, los niños comenzaban a tener miedo, miraban por la ventana por si venía un monstruo. O cualquier sombra, aunque fuera la suya les daba un susto. Los padres no sabían que hacer, ningún médico tenía la solución y los remedios caseros no funcionaban.
Mientras tanto, en su refugio, un hombre se servía una copa de vino a la vez que se dibujaba una gran sonrisa en su rostro. Sentía como las fuerzas y el poder corría por sus venas de nuevo, de hecho, nunca se había sentido tan poderoso.
—Este mundo es maravilloso, pero sobretodo, este reino...me pregunto si debería hacer a esa reina mi esposa. Tiene el poder de manejar el hielo...hielo...—susurro varias veces—como ese desgraciado de...¡Jack!—al gritar el nombre reventó la copa con su mano esparciendo aquel líquido por todo el suelo junto a los pequeños trozos de cristales.
Uso su poder para curar las heridas de su mano. Pero luego recordó que allí estaba solo él, ningún guardián podría hacerle frente. Aquel pensamiento hizo que soltará una gran carcajada mientras un pequeño ratón que estaba por allí comiendo un trozo de queso, se asustó dejando la comida y corriendo a un lugar seguro.
Por su parte, Jack deseaba llegar de una vez al palacio, ni siquiera había llegado a la entrada del reino. No podía creer que estuviera tan lejos, además, al no tener poderes tenía que ir a pie hasta allí. Sus piernas ya le comenzaban a doler y encima era casi de noche.
—Estoy...agotado—cayo al suelo.
No tenía fuerzas para ponerse en pie. Escuchó unos pasos, levantó la mirada y vio a un joven abrigado acercarse hasta él.
—¿Te encuentras bien?—estaba claro que estaba débil—¿cómo vas vestido así con este tiempo?.
—Yo...—era incapaz de gesticular palabra alguna.
—Me llamo Kristoff, te sacare de aquí—lo cargo y lo llevo hasta su casa.
Allí lo colocó junto a la chimenea donde entraría en calor. Poco a poco recupero la temperatura de su cuerpo y se levanto.
—Gracias por traerme—dijo al verle cerca de él.
—No es nada,¿cómo te llamas?.
—Jack Frost.
—¿Qué hacía así vestido en estos lares?.
—Pues...debo ir a palacio a ver a la reina—contesto.
—¿A la reina?—le dio un cuenco con sopa.
—Gracias—durante el rato que ceno, le explico todo. Pero temía que lo tachara de loco.
—Te creo—él alzo su mirada.
—¿En serio?.
—Por supuesto, de hecho te contare algo.
Kristoff le contó todo por lo que había pasado él, Anna y Elsa. Aquello lo maravillo, ella también manejaba el hielo.
—Ahora si me perdonas, debo dormir. Mañana trabajo pero te guiare hasta el reino y la entrada del castillo.
—Muchas gracias—Kristoff había hecho buenas migas con el joven.
Este se sentía feliz de haberle conocido, temía morir de hambre o frío ahí fuera. Pero antes de dormir, se quedo un rato mirando el fuego, recordando todo lo que había ocurrido antes de acabar en aquel lago. Echaba de menos al resto de guardianes.
—Mañana hablare con la reina e iré a recuperar mi poder—dijo cerrando los ojos y durmiendo en el sofá.
Continuara.
Espero sus votos y opiniones sobre este fic de Frozen. Es el segundo que hago, iré alternando con el otro. No duden en sugerir ideas!!!
Un saludo ^^
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