Capítulo 10
Sosteniendo en lo alto grandes orbes de luz, los miembros de la ASM comenzaron a inquietarse. No solo era el hecho de que una repentina tormenta hiciera acto de aparición, si no su origen, algo sobrenatural la estaba causando y se acercaba hacia ellos a toda velocidad como una locomotora descarrilada. Las hadas se ocultaron rápidamente en los troncos de los árboles mientras el viento comenzaba a soplar y a silbar entre las ramas.
-Parece que tu reporte del clima estuvo errado, Shelby querida -murmuró un miembro del escuadrón Tierra.
Shelby no hizo caso al comentario sarcástico de su compañero y ordenó que se hicieran cargo de los duendes, quienes para sorpresa de todos ellos habían desaparecido. Se extendió entonces por todos el grupo una sensación de pánico cuando un relámpago iluminó el cielo y las nubes taparon la media luna. Para entonces las criaturas ya estarían haciendo de las suyas en el pueblo.
-Escuadrón Tierra vayan tras ellos. Se dirigen al pueblo -gritó Shelby, en medio del aullido del viento.
Los tres miembros del susodicho grupo desaparecieron tras sus respectivas puertas mágicas. Instantes más tarde un potente rayo partió en dos un árbol que se encontraba muy cerca de donde estaba Shelby. Gruesas gotas de lluvia comenzaron a acribillar el bosque, mientras el estruendo de los truenos hacía vibrar la tierra, como las cuerdas de una guitarra. El cegador relámpago dejó ver la silueta de la mantarraya, con su larga cola, que parecía un látigo, cuya punta tenía forma de rayo. Shelby y los miembros del escuadrón Agua se resguardaron bajo sus cúpulas de luz. El monstruo descendió unos metros y enrolló su larga cola entorno al grueso tronco de un árbol, lo arrancó de raíz y lo lanzó hacia el grupo. El árbol rebotó en los escudos y salió repelido.
-¡Ataquen! -vociferó Shelby.
Tres chorros de luz salieron disparados hacia la criatura, quien, rauda, respondió con una poderosa descarga que iluminó por completo el claro del bosque donde se encontraban. A continuación otro árbol arrancado de cuajo se precipitó hacia ellos. Los miembros del escuadrón conjuraron su elemento y transformaron las gotas de lluvia en balas de hielo que hubieran perforado la piel del monstruo, de no ser porque se defendió nuevamente con un rayo, cuyo resplandor cegó a todos los presentes. Aquella entidad enloquecida era imparable, al menos en ese momento, por lo que Shelby ordenó a los demás batirse en retirada, mientras la tormenta avanzaba hacia el pueblo, donde los duendes lunares se daban un festín.
Villa Cristal recibió el alba con un aspecto desalentador. Había un cielo gris y un océano de plata relativamente en paz, dónde muchas embarcaciones pequeñas se habían soltado de los muelles y ahora navegaban a la deriva en mar abierto. Las calles estaban sembradas de árboles arrancados totalmente de la tierra, el tendido eléctrico estaba por los suelos y varias casas se habían quedado sin techo. Los habitantes del pueblo mostraban un rostro derrotado y al mismo tiempo un atisbo de miedo se asomaba. Habían experimentado un suceso, cuando menos peculiar. Lo peor, como había dicho Shelby, la noche ya no era impedimento para los duendes, por lo que la ASM comenzó a evacuar a las personas de inmediato...
Korrina recibió la visita de Shelby a primera hora y la invitó a pasar a su ya conocida habitación circular, que otras veces era su cabina de radio. Sentada sobre un sillón cómodo y degustando una taza de café con leche, Korrina escuchó atentamente los detalles de lo ocurrido la noche anterior. Después de que Shelby terminara su informe, ella le contó lo sucedido con el mismo monstruo que causó la tormenta.
-Supongo que quería la libreta -murmuró Korrina después de darle un buen sorbo a su café.
-Todos quieren la libreta -replicó Shelby -. Su energía oscura fue lo que los atrajo a nuestro mundo en primer lugar, ¿recuerdas?
Korrina asintió en silencio.
-¿Qué vamos a hacer ahora?
-El pueblo ha sido evacuado y está en constante vigilancia. La criatura del clima no volverá a atacar hasta el anochecer, por lo tanto los duendes son nuestra prioridad. Y debemos darnos prisa. A esta hora probablemente han saqueado a diestra y siniestra. -Shelby recorrió la habitación mientras pensaba -. Lo que más me preocupa es que en algún punto habrán mutado lo suficiente como para ser inmunes a la magia.
Korrina casi se atraganta al escuchar eso.
-Hay que... hay que ir por ellos entonces. ¿Qué hacemos perdiendo el tiempo aquí? Recuerda que soy la única que puede enviarlos devuelta a la libreta -dijo Korrina, al principio con la voz quebrada.
Unos minutos más tarde la puerta dorada se abrió en medio del pueblo, dónde una suave llovizna las recibió. Los Reparadores ya estaban manos a la obra, con sus ropas verdes, levantando el tendido eléctrico y reconstruyendo tejados. Habían hombres y mujeres apostados en los balcones y las ventanas, como había dicho Shelby, vigilando. Un hombre con bigote poblado y una barriga prominente se acercó a ellas con pasos pesados. Llevaba puesto un uniforme azul, y parecía que los botones de su camisa estaban a punto de salir volando.
-¿Dónde está Adolfo? -dijo Shelby antes de que el hombre de la gran barriga hablara.
-Buenos días para ti también, querida. -El hombre sonrió con aires de superioridad y un atisbo de burla.
Shelby lo miró sin sonreír. Korrina notó que aquel hombre no le caía tan bien a su mentora.
-Lo han asignado a otra parte del pueblo -prosiguió y luego miró a Korrina -. Así que ella es tu nueva aprendiz. La causante de todo este desastre. Y no te estoy culpando, señorita.
El gordinflas extrajo un cigarrillo del bolsillo de su pantalón y lo encendió con la flama de un encendedor verde neón. Le dio una calada y el humo ascendió en volutas azuladas hacia el cielo gris.
-¿Se te ofrece algo, Mauro? Andamos un poco ocupadas -dijo Shelby.
-Solo quería conocer a tu pupila. Eso es todo. -Una calada más a su cigarrillo -. ¿Ya le dijiste cuál fue el motivo por el que renunciaste a la ASM?
Korrina vio que la mirada de Shelby se prendió en fuego y apretó los puños. Esa reacción hizo que los labios de Mauro se curvaran en una sonrisita lobuna.
-Eso no es asunto tuyo ni de nadie, así que hazme el favor de apartar tu grasoso cuerpo y dejarme en paz -sentenció Shelby y avanzó a grandes zancadas. Korrina la siguió y cuando estuvo cerca de ella, comprendido que lo más prudente era no hacer preguntas al respecto.
La mañana se deslizó lentamente hacia el mediodía, dónde las brigadas de búsqueda no daban frutos. Aquellos monstruos parecían ser extremadamente escurridizos. Korrina pasó la mayor parte del tiempo con Shelby, tramando un plan para detener a las criaturas. El tiempo comenzó a avanzar a pasos agigantados y la noche estaba cada vez más cerca, mientras el monstruo con aspecto de mantarraya esperaba pacientemente para hacer su segundo acto de aparición.
-Existe una forma de frenar a los Duendes -dijo Shelby, sentada frente a una colorida mesa en Zara's Cream, degustando un helado de vainilla. El lugar estaba desértico, pero en buen estado. Probablemente la tormenta del monstruo no afectó tanto esa parte del pueblo. El señor Delchan, así como el resto de los habitantes, había sido evacuado.
-¿Cuál es? -preguntó Korrina, dándole un distraído sorbo a su malteada de fresa.
-Un sello mágico -continuó -. Se dibuja un gran símbolo en el suelo, y una vez que las criaturas lo pisen, quedarán inmovilizadas.
-¿Pero cómo hacer que lleguen hasta ahí?
-Habrá que atraerlas -dijo Shelby.
-Quieren la libreta. Me ofrezco como sebo -contestó Korrina.
-Ni lo sueñes. Para eso están los escuadrones.
Korrina suspiró con una mezcla de alivio y decepción.
Cuando ya despuntaba la tarde, y habiendo Shelby expuesto el plan, la búsqueda se intensificó. El sello se dibujó en el Callejón oscuro, la sucia pocilga que era el hogar de los alcohólicos y drogadictos. Ellos también habían sido evacuados, por lo que el lugar, lleno de ratas y botes de basura, estaba completamente vacío. Ahí la oscuridad era más espesa y el hedor te hacía retroceder de inmediato.
El siguiente pasó fue dejar un rastro de joyas por todo el pueblo, una especie de líneas cuyos escasos rayos del sol le arrancaban destellos. Todo el mundo se movilizó y tomó sus puestos. Los Reparadores ya habían acabado con su labor, Villa Cristal estaba intacta, al menos hasta la llegada de una nueva tormenta.
Shelby insistió en proteger a Korrina junto con los demás evacuados, pero la chica se negó rotundamente. Quiso estar ahí para enfrentar a los monstruos. Casi eran las 6 de la tarde, el sol probablemente ya se había ocultado. Era difícil saber, las gruesas nubes grises tapaban por completo el cielo. Korrina vio a los duendes emerger desde el horizonte, de una carretera que se extendía hasta el muelle. Por suerte para ella, que no los había visto antes, no le sorprendido el radical cambio que la mutación había causado en ellos. Ahora medían más de metro y medio, su piel era verdosa. Sus gruesos brazos terminaban en enormes garras como guadañas y de sus mandíbulas asomaban dos colmillos tan grandes como navajas. Sus orejas puntiagudas como cuernos y sus ojos rojos como dos rubíes les conferían el aspecto de dos demonios recién salidos del infierno. Se movían rápido a pesar de tener piernas regordetas. Los hechiceros se prepararon para atacar.
-Quédate detrás de mi -dijo Shelby y se escudó tras su delgado pero poderoso manto mágico. Korrina fue prudente y obedeció. Tras ella estaba el callejón oscuro y al fondo se desdibujaba el enorme símbolo que aprisionaría a los monstruos. De todos modos no quiso quedarse con los brazos cruzados, así que prendió fuego a sus puños y se preparó para el envite.
-¡Hechiceros, ataquen! -gritó uno de los hechiceros de fuego desde lo alto de un balcón.
A continuación un aluvión de luces descendieron desde el aire, como brillantes gotas de lluvia. Las criaturas entonces se percataron de la presencia de los hechiceros y se cubrieron con sus robustos brazos, mientras los rayos de luz rebotaban en sus gruesas pieles como chispas. Los miembros de ambos escuadrones continuaron atacando a pesar de que su magia no hacía mella en los cuerpos de aquellos duendes. Shelby también se unió a la batalla y optó por usar otro método de defensa. De sus manos salieron volando muchos hilos de luz dorada, formando una gruesa cadena que se enroscó en uno de los monstruos. Los demás la imitaron y lanzaron sus cadenas, logrando inmovilizar temporalmente a las bestias, pues éstas montaron en cólera e hicieron trisas sus ataduras.
Los hechiceros estaban atónitos, muchos de ellos eran jóvenes y Korrina sospechaba que jamás se habían enfrentado a una amenaza de tal magnitud. La ASM era una organización secreta que básicamente se encargaba de mantener en secreto la magia. Lo de luchar contra demonios era algo nuevo para todos.
Perdida en sus pensamientos, Korrina notó que uno de los duendes fijaba su mirada en los hechiceros que estaban en los techos y balcones de las casas, acto seguido observó como aquellos ojos rubíes se encendían al rojo vivo y lanzaban un rayo de luz que partió a la mitad una casa, como cuchillo en mantequilla.
-Nunca mencionaste que podían lanzar rayos de sus ojos -dijo Korrina, mientras contemplaba que los duendes se dirigían hacia ella.
-No sabía que podía hacer eso -replicó Shelby e invocó a su aliado que batió sus alas de fuego y salió al encuentro de los monstruos.
Al fénix de Shelby se sumaron otros aliados como, un enorme oso brillante, una serpiente, un zorro un lince y un cisne, todos atacando al mismo tiempo.
-Vienen por ti, indiscutiblemente -dijo Shelby -. Tienes que atraerlos al símbolo.
-¿Qué pasó con eso de que yo no sería el sebo?
-¡No hay tiempo!
Korrina se preparó para el desafío, se dio la vuelta y se enfrentó a la oscuridad del callejón. Los duendes acabaron con todos los aliados y echaron a correr a toda velocidad hacia ella. Shelby los contuvo lo más que pudo, pero su escudo se agrietó hasta desaparecer. Korrina invocó las plataformas de luz y comenzó a correr. Uno de los duendes pegó un salto tan grande que por poco alcanza a la chica. Ella siguió avanzando para que los monstruos la siguieron, pero estos notaron el símbolo en el suelo y treparon a las paredes del callejón, corriente en cuatro patas, brincando de ventana en ventana. Korrina, presa del pánico siguió corriendo, mientras las plataformas mágicas acudían obedientes a su pies. Los duendes lograron alcanzar a Korrina y se lanzaron hacia ella. Lo único que vio fue dos borrones verdes que se precipitaban a ella, que flotaba a más de diez pies del suelo, antes de que sus puños se envolvieran en llamas y chocaran contra el rostro de aquellas bestias. El primero cayó inconsciente al suelo, dónde el símbolo se activó y lo inmovilizó. El segundo resistió un poco, pero unas cadenas doradas lo atrajeron hacia el suelo dónde quedó inmóvil.
Korrina abrió los ojos y vio a Shelby sosteniendo las cadenas. Suspiró de alivio, pero la plataforma de luz que la sostenía se quebró bajo sus pies y comenzó a caer. Sin embargo su caída fue interrumpida de golpe, pues se encontraba flotando lentamente hasta llega al suelo. Detrás de Shelby emergió un muchacho con pinta de genio.
-Trevor -murmuró Korrina.
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