UN PLAN EN MARCHA
–¿Si asisto a la velada de subasta otra vez, me aseguras de que ella irá?.
–Mira, Nam, te dije que te olvidaras de Alma– se escudó Lisa sin darse cuenta que ese dato que soltaba era oro en polvo para mi.
–¿Así que su nombre es Alma? Va con ella: sublime y misteriosa.
–Por favor, no me pidas eso. Es mejor que dejemos ese tema de lado.
–No quiero, Lisa, no puedo–lo dije en un tono de desesperación mientras la asía de los hombros y la miraba fijamente–No entiendes lo que provocó en mi desde la última vez.
Si, aquella última vez. Hubiese dado mi brazo derecho por estar entre sus piernas y haber dejado todo de mi dentro de ella.
Pero se fue tan rápido que, ni siquiera, me dió tiempo de respirar.
Esa mujer me había hechizado; me había atado de pies y manos y me tenía a su voluntad sin saberlo.
Debo también confesar que luego de semejante desplante se me presentó como un reto al cual si o si debía sortear.
Deseaba enloquecidamente su cuerpo, su piel. Quería con hambre animal arrancar su blusa, su falda, sus medias. Quería que fuese el banquete de mi hombría y mi boca.
No he pasado noche ni momento íntimo en el que no me abordara su recuerdo, su silueta, y esa asfixia continua al acabar en cada orgasmo en las miles de masturbaciones que solo fueron para ella.
–Lisa, no te pido mucho; solo que la invites. Si se niega, prometo no molestarte más ni acosarte por información sobre Alma–se lo dije simulando un aire de estudiada y teatral sinceridad, mientras tras mi espalda cruzaba los dedos anulando el pacto.
–Ok, pero no te prometo nada. Solo espera mi mensaje por sí o por no.
–¡Tranquila! Yo esperaré pacientemente tu texto.
No lo voy a negar: los minutos parecían horas y las horas parecían un tiempo que se había congelado. La ansiedad que creció en mí en menos de tres horas se asemejaba a un monstruo de fauces enormes que me iba comiendo desde el estómago hasta el cerebro.
Un momento después, Lisa me mandaba un mensaje confirmando la presencia de la mujer de mis desvelos en la nueva subasta.
Sonreí triunfante y sentí cómo el pecho me quemaba de satisfacción y... otra parte experimentaba algo similar.
La noche del sábado llegó más rápida de lo que pensaba. Me preparé como siempre lo hacía para esos eventos pero, esta vez, puse especial cuidado en verme lo suficientemente apetecible para mi trofeo. Si, así es. Ella sería mi trofeo esta vez, pero no de la manera en como se dan las subastas. Alma sería si o si mi tan ansiado premio.
Sonó mi celular. Vi la pantalla y esbocé una sonrisa maliciosa.
–¿Ya llegaste? ¡Bien! Ve ingresando y trata de sentarte cerca de quien te pedí ¿Te llegó la foto?... ¡Lo sé! ¡Lo sé! ¡No me sermonees! Se que no se ve muy bien pero haz un esfuerzo... ¡Claro que si! ¡Hazlo porque al final el dinero de la puja será tuyo!– reí un tanto complacido por mi plan. Corté la llamada y me encaminé hacia el auto que estaba en la entrada de mi casa.
Antes de abrir la puerta, sentí cómo la fortuna frotaba mis hombros y me susurraba al oído: "hoy es tu noche de suerte Namjoon".
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