TRATADOS DE GUERRA, ALIANZAS DE PAZ

"Joonie, hijo, Alma y yo iremos a la casa grande".

"Temo dejarla y que le suceda algo si está sola".

"Te aviso para así cuando llegues, no te molestes ni armes escándalo".

"Choi omma, no es necesario que vayas. Quédate con ella en la casa de huéspedes. Si es por la comida, compraré instantánea. De hambre no moriré".

Era terco como una mula ¿Qué le costaba acceder? De alguna manera debía hacer que mi plan funcione.

"¿A tu nana madre, acaso, contradecirás? Aparte, sabes muy bien qué pienso sobre la comida instantánea".

"Si omma, lo sé, que es un insulto a tu arte", contestó a mi mensaje.

"Está bien, has lo que convenga. En realidad siempre lo haces. Por algo eres mi consentida". Terminó ese último texto con una carita risueña.

Mi plan se había puesto en marcha. A decir verdad, la que cocinaría en mi cocina sería Alma. Yo solo la asistiría y estaría allí por si las cosas salían mal y debía contenerla.

Alma estaba demasiado nerviosa. Más de una vez intentó volver a la casa de huéspedes y dejar todo como se venía dando.

—Hija—ahora me atrevía a llamarla así—si no intentas algo, jamás podrás saber si mi Joonie te escuchará y te comprenderá. Demás está decir que te debe una inmensa disculpa llena de rosas, champagne y cariño, pero eso lo lograremos una vez que él oiga lo que le tengas que explicar.

"Por lo menos eso", terminé de decir mientras ponía mis manos en sus hombros temblorosos.

"Ahora, ¡a preparar los ricos platillos!"; quería darle todo el ánimo posible así no desistiera definitivamente. Esta niña era el espejo de mi hijo amado del corazón: su reflejo perfecto y exacto; era cuestión de dar unos pocos empujoncitos mentales y morales para poder concretar la unión final.

Se notaba que tenía dominio del lugar; solo eso lo hace la subsistencia de quien cuenta con pocas personas para vivir. A pesar de ir lento por sus heridas, se manejaba demasiado bien, al punto de yo intervenir en los momentos complicados para ella.

Tanto se había enfrascado en su tarea, que no volvió a protestar e intentar huir. Tampoco se dió cuenta cuando Namjoon llegó a la casa ni, mucho menos, cuando él se apoyó en el vano de la puerta.

Observé aquello y sentí la magia conectarlos; aunque de parte de mi niño, de vez en cuando, había unas descargas irascibles. En ese momento, temí que mi plan dañase aún más el espíritu de Alma, así que me puse en alerta ante cualquier eventualidad.

—Nana Choi—interrumpió la armonía de los sonidos de la cocina—¿no te dije que no podía hacer nada? Está convaleciente. Hay que tratarla como la "princesa" que es.

Y ahí vamos con ese tono de irónico reproche. Si mi hijo del corazón entendiese que la imagen de su esposa no es la imagen distorsionada de su verdadera madre, esto no estaría ocurriendo. Si tan solo estuviese abierto a escuchar lo que ella tenía para decirle.

Alma se quedó quieta y de espaldas a nosotros, para luego dejar de lavar los utensilios y cerrar el grifo.

—Señora Choi, yo solo le advertí de esto, pero no la culpo. Es mi culpa haber pensado que esto podía funcionar.

Sin más, dió medio giro para salir por la puerta ventana que daba al jardín.

—¡Espera! Te acompaño hasta tu casa. No vaya a ser que luego me hagas responsable si te vuelve a suceder algo—decía un tanto molesto y acelerando el paso mi pequeño.

—No hace falta, señor Kim. Como verá, ya puedo valerme por mi misma otra vez. Se lo digo para que no vuelva a atormentarme con que soy una mentirosa ¡Ah! La comida que preparé puede tirarla.

"En la nevera hay suficientes guarniciones que la señora Choi le preparó para la semana, no quiero que luego me trate de asesina por si piensa que envenené algo de lo que cociné" ¡Esta niña si que sabía ser mordaz estando dolida! ¡No había caso: era perfecta para mi Nam!

Se alejó de allí. Namjoon quedó a medio camino sin saber qué hacer ni qué decir. Yo solo seguía sentada en mi banqueta mirándolo y esperando su reacción.

—¡Maldita! ¡Cien veces maldita! Todo lo vuelve a su favor y yo quedo como el estúpido hijo de su mala madre. Pero esto no es así, Choi omma. Tú ya debes haberte percatado de lo mala que es, ¿verdad?

Al no encontrar una respuesta a su pregunta, se volvió a mirarme. "¿Verdad?" Volvió a repetir como buscando mi aprobación y mi acuerdo con él.

Me levanté, puse el servicio para la cena de dos, serví los platillos que Alma había cocinado y volví a sentarme en mi lugar. Le indiqué que se sentase frente a mí y le pedí que se serenara, igual que cuando tenía sus episodios de berrinche cuando era un cachorro.

El ceño fruncido, sus mejillas enjutas, la mandíbula desencajada y sus enormes brazos cruzados en el pecho me decían que no acataría mi orden, así que me dirigí hacia donde estaba y, con mucho esfuerzo, lo peché hasta llegar al asiento que debía ocupar.

—Vamos mi pequeño, siéntate. Acomódate y disfruta de cenar conmigo. El día habrá de haber sido duro y extenuante y no hay como un buen plato de comida que ayude a reconfortar todo tu ser.

"¡Anda, hijo! Que no te enseñé a rechazar los alimentos por cortesía hacia los demás; aunque estos nos hayan causado algún mal", y lo ví alzar la cuchara, iniciando de mala gana una velada que podría ser reveladora.

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