TE ODIO, ALMA KANG.

El mundo me dió vueltas al escuchar la declaración de quien pensé, era mi jefe, y que luego de un instante se convirtió en mi suegro y mi juez.

Saber que la mujer que estaba en aquella habitación de la clínica iba a ser mi esposa por contrato no era nada bueno para mi.

Siempre había renegado el haber nacido en el seno de una familia poderosa e influyente; había estado en contra de aquellos "pactos matrimoniales" para que solo las empresas y las ganancias crecieran y se fortaleciesen.

Por esa razón y muchas más es que me enamoré de la "chica de las copias": alguien simple, totalmente sencilla, introvertida y bella hasta la falta de respiración.

Jamás pude tener la oportunidad de cruzar más que un par de palabras con ella, puesto a que su timidez la limitaba demasiado y pocas veces me sonreía o miraba, como si ambos actos fueran un pecado.

Ella era a quien quería en mi vida... no a Alma Kang.

Corrí hacia el sanitario para poder recuperarme un poco de aquella lamentable sorpresa. Mojé mi cara para restablecerme y así poder pensar con un poco más de claridad, pero mi corazón le ganó a mi mente y salí de ese lugar hecho una furia, dispuesto a pedirle explicaciones a aquella mujer que ahora odiaba.

Abrí intespestivamente la puerta del cuarto. Ella se encontraba sola y se sobresaltó por mi aparición.

—Señor Kim, pensé que se había ido. Gra...

—Mira, Kang Alma, no vine hasta aquí a escuchar tu insulso agradecimiento. Dejaría de ser un insulto para mí si dejases de lado ese papel de estúpida niña tímida. De verdad me ofendes con tu lastimosa actuación—solté sin más ni más.

No sabía sinceramente cómo interpretar la expresión del rostro de Alma: si de verdad estaba muy sorprendida y contrariada o, realmente, era muy buena actriz.

— Nno, no... no entiendo Namjoon—trataba de gesticular algo que parecía dificultársele—le le... le pido perdón si lo asusté. Yo.. yo—bajó la cabeza en signo de sumisión. Comenzó a llorar.

—¿Me quieres hacer creer que no entiendes lo que pasa?—mi ira iba en aumento—¿Que acaso crees que no me enteré que tenemos un matrimonio concertado?

Alma levantó la cabeza rápidamente, mostrándome sus ojos color miel inmensamente asombrados.

—¿Cómo que matrimonio? Jamás escuché de ello—trató de excusarse.

—¡Dios! ¡Me exasperas! ¡Sigues en tu lamentable rol de mujercita ignorante y lastimera! Seguramente tú armaste todo este plan y me tendiste una trampa.

Vi como estrujaba las sábanas nerviosamente entre sus pálidas manos. Más frustrado e iracundo me sentía viéndola así.

—No sé de qué plan habla, señor. Yo no urdí nada y estoy igual o más desconcertada que usted. A mi nadie me dijo nada al respecto de algún contrato o acuerdo o lo que sea—argulló en su defensa.

—¿Y tengo que tragarme ese cuentito? ¡Por favor! ¡Si a leguas se nota de que eres una chiquilla caprichosa y consentida de su padre! Si ya te escucho decirle: "¡papi! ¡papi! Quiero eso o eso o este novio o este esclavo para mi. Si no me lo concedes haré un berrinche"— ironicé aquellas palabras agregándole un grotesco gesto.

Las lágrimas le caían por el rostro de una manera incontrolable; y era lógico, la había descubierto en su juego y ahora la embargaba un enojo infantil.

—Has de saber que no me casaré contigo ni con la empresa de mi padre. Jamás estuve de acuerdo con ser rehén de esos pactos. Así que, ni pienses en hacer escándalo por eso. Aparte –y para que te quede claro– hay una chica en la oficina de la cual estoy enamorado—Alma me miraba desconsolada—Con ella si vale la pena pasar el resto de mi vida.

—¿Podría saber quién es la afortunada?—gesticuló en voz baja.

—Gracias al cielo que no es de tu entorno sucio y corrupto. Es tan sencilla que pasa desapercibida y tiene el simple trabajo de hacer copias.

Inmediatamente, vi como Alma, en un movimiento veloz, tomó su celular de la mesa al costado de su cama y comenzaba a buscar algo en él frenéticamente. A los segundos, puso la pantalla delante de mi mirada.

—¿Ella es la chica de quien hablas?—la escuché decir.

Le arrebaté el móvil para ver mejor la foto que me mostraba. Quedé sin aliento al ver la imagen de la mujer que me había robado el corazón.

—Si, es ella ¿Acaso ya sabías mis intenciones y la mandaste a investigar?—solté duramente.

Me pidió que le regresara el teléfono y volvió a buscar otra foto en su galería.

Lo volvió a poner frente a mi, pero esta vez a una distancia prudencial en la cual yo pueda distinguir.

—Esa mujer de la cual estás enamorado y por quien darías tu vida, es la misma a la que estás enfrentando e insultando ahora.

Mis ojos y mi propia existencia no daban crédito de lo que veía y oía. Frente a mí tenía un collage de fotos en donde Alma se mostraba tal y como era: la chica de las copias de la empresa, pero con el plus de estar rodeada por la nefasta familia Kang.

La habitación me daba vueltas y tuve que sentarme en el sillón que se encontraba cerca de mí.

Todo este tiempo había sido engañado por una mujer desconsiderada y que había armado una estrategia de seducción solo para beneficiar a su clan y entorno y así aumentar sus riquezas.

Mi risa irónica inundó el espacio. Ella solo me observaba en silencio. Mi suerte me había abandonado mucho antes de lo que pensaba.

—¡Bravo! ¡Si que eres toda una estratega! Intuyo que en tu vida pasada debes haber sido Napoleón Bonaparte para heredar semejante mente maestra—en cada sílaba trataba de inyectar un poco del veneno que me estaba matando por dentro.

— O sea que vienes estudiándome desde hace mucho tiempo, ¿verdad, Kang Alma?

—Yo solo accedí a trabajar en la compañía porque mi padre quería que aprendiese la organización, así el día de mañana fuese su sucesora. Pero jamás me sentí en condiciones de ser una ejecutiva y me parecía una desventaja a la par de los demás empleados comenzar en un alto rango, así que le pedí comenzar desde el puesto más simple—fundamentó.

—¡Claaaaaro! Como la señorita se debe haber cansado de ir de compras al shopping o de viajar a Milán, París o a donde carajos se le antojase, le pidió a su papito jugar a la niñita pobre y desvalida, para que todos le tuviesen lastima—lancé abruptamente.

Alma solo me miró con su mirada nublada de llanto. Se recostó y me dió la espalda.

—No se preocupe, señor Kim. Esta "nena consentida y malcriada" hablará con su "padre permisivo" para liberarlo de este contrato— la sentí decir con una voz que trataba de ser firme pero que no podía—Ahora le pido que se retire. Necesito descansar.

Miré su espalda cómo se agitaba suavemente con los sollozos. No voy a mentir que en ese momento casi flaqueé ante ese cuadro de tristeza; más volví a recordar toda su artimaña y no decliné en mi enfado.

—Solo le pido que no se retire de la empresa. Continue con sus actividades. Soy yo la que me iré de allí. Así que, esta fue nuestra última conversación y nuestro último encuentro. Le pido disculpas si le hice daño. No volverá a pasar.

No dije nada y me fuí dejándola sola con su llanto.

Afuera se encontraba el señor Kang nuevamente. Su rostro mostraba signos de indignación.

Incliné mi cabeza en muestra de respeto y me retiraba cuando sentí el agarre brutal del presidente.

—Kim, tenemos que hablar—farfulló casi en un susurro.

Traté de zafarme pero no pude. "Yo no tengo nada que hablar con..." y me calló de una cachetada. La mejilla me ardía como los mil demonios.

—Mañana a primera hora te presentarás en mi despacho para acordar los términos de la boda—dijo con una calma peligrosa.

Con mi mano aún frotando el lugar donde había recibido el golpe, solo atiné a mover la cabeza afirmando. La clínica no era lugar para una batalla pero yo no estaba dispuesto a cruzarme de brazos y levantar la bandera blanca.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top