RESCATE
Después de aquella breve conversación por teléfono que tuve con Alma, no me comuniqué más. Demasiado daño había causado todo este tiempo y no me había dado cuenta... en realidad, no quería.
Ella si intentó comunicarse conmigo constantemente hasta que comenzó a hacerlo de manera esporádica.
Mis días parecían no avanzar. Había quedado atrapado en una esfera de cristal que me separaba de todo y de todos. Ir a trabajar era algo mecánico, contestar mails y otros mensajes daba igual; estar en reuniones también. Lo único que me sacaba un poco esa sensación de ahogo era subir a la terraza del edificio de la compañía y sentarme en la cornisa a pensar en nada.
Cada vez que miraba hacia abajo, sentía cómo el vacío me atraía como un imán; quizás el remordimiento de todos mis actos eran la excusa más que suficiente como para dejarme abrazar por la seducción de saltar de las alturas y dormirme para siempre. Sin embargo, mi cobardía era aún mayor que esa atracción hacia el vacío, por lo que saltar no era una opción.
El tiempo pasaba lento y sentía que las cosas aquí en Argentina no tenían ya sentido. La sucursal de la empresa del padre de Alma iba bien desde antes de mi llegada y continuaba en las mismas circinstancias. Tomaba esto como un falso e hipócrita fundamento para marcharme a Corea y no volver.
La brisa acariciaba suave mi rostro, como si quisiese darme un consuelo que no tenía por derecho. Alma ya no era ella, Botón de Oro quedó solo en la ilusión de un hijo que fortalecería una familia de juguete viviendo en un castillo de arena en el aire. Solo me quedaba Choi omma; ni siquiera Lisa. No podía volver y decirle que fracasé como lo hacía siempre; sabía de sobra que no lo aceptaría ni me perdonaría. Así que, era yo contea el mundo, sostenido del magro hilo de misericordia de mi madre del corazón.
Cuando mi decisión estuvo más que firme, organicé todo en la sede para que el gerente siga con su excelente tarea y luego continué desechando todo aquello que pobre e inútilmente me ataba aquí. Armé mi pequeña maleta, cerré cuentas, renuncié a la compañía de telefonía celular y solo me quedé con el teléfono con el que me comunicaba con mi omma.
Quise, como despedida, subir una última vez al techo del edificio y sentarme en la cornisa. Lo único que podía hacer era mirar fijo hacia un punto en la nada y luchar contra mis pensamientos en una encarnizada guerra.
El viento de agosto se comenzaba a presentar y el frío se intensificaba. Era un mes largo, lleno de cambios, lleno de partidas, así que cerré la cremayera de mi sueter en inconciente resguardo. Mis manos se helaban entre los susurros de aquel viento mortecino y melancólico y otra vez el vacío se presentaba tentador, mientras el punto fijo en el horizonte se teñía de rojo combate en mi memoria.
Reí desganado y le pedí disculpas al vacío por no intentar saltar otra vez. Me puse de pie sin dejar de mirar el atardecer que se llevaba algunas hojas tardías, mis pensamientos y mi adiós al aire para ella y toda una vida sin logros.
Como si de un ensoñamiento se tratara, sentí un impacto sorpresivo y cálido en mi espalda, que recorría atrapando mis brazos y terminando en mi pecho.
Un murmullo ahogado venía desde atrás de mí y el corazón comenzó a desbocarse. Comencé a sentirme mareado y que el oxígeno a mis pulmones no llegaba. Las lágrimas inundaron mis ojos e inevitablemente empecé a llorar peor que un niño pequeño. Ese susurro decía: "por favor, no te vayas. Por favor, no me dejes. Te necesito, Kim Namjoon". Esa voz se estaba convirtiendo en mi mantra de salvación. Ese mantra pertenecía a Alma... y Alma venía a mi rescate.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top