REGALO INESPERADO

Después de aquella noche, se sucedieron tantas otras más. Tanto la pasión como el cariño entre ambos iba creciendo.

Me sentía una adolescente abriéndose por primera vez al amor y Namjoon no se quedaba atrás.

Hacía poco más de cuatro semanas que habíamos hecho las paces y tratabamos de compensarnos.

Nam me había pedido que me mudase a la casa grande, pero preferí rechazar su propuesta. Le dije que viviesemos la etapa de noviazgo que tanto nuestros padres como nosotros mismos no nos permitimos vivir y que de a poco evolucionasemos a confiarnos un poco más cada día.

La señora Choi iba de la casa de huéspedes a la principal. Quería quedarse con los dos, pero a la vez con ninguno en especial. Cuidaba a ambos al mismo tiempo erigiendose en nuestra protectora.

He aprendido a amar a esa mujer más que a mi propia madre y eso, muchas veces, me hace sentir culpable por no poder corresponderle ese amor que le doy a esta no ya tan  desconocida y amable mujer.

Había dejado de lado mis intenciones de divorciarme y de cambiar el acuerdo prenupcial. En el tiempo en que las cosas estaban mal con Joonie y que vislumbraban no arreglarse, contraté un abogado particular a espaldas de todos los que me conocían e inicié los borradores de la sentencia de divorcio y cambio completo del acuerdo,en donde renunciaba tanto a las acciones de la empresa que me había cedido mi padre como a los bienes gananciales y materiales que el señor Kim Namjoon me daría en el caso de la separación. En ese entonces, no quería nada de él, solo pretendía desaparecer y ser un mal recuerdo que pudiese borrar de inmediato.

Recordando todo ello me eché a reír sola y me levanté en busca de mi agenda para también cancelar todos los planes que había programado si todo se iba por la borda: firma de la sentencia, giro de los papeles legales vía correo a Namjoon, compra de pasajes a Argentina con escala en Marruecos y luego en Madrid, cierre de mis cuentas en las redes sociales y mi desaparición en la vida de todos aquellos que estuvieron conmigo durante mi estadía en Corea.

Al regresar, quise sentarme y un tremendo mareo hizo que me aferrase fuertemente al respaldo de la silla; lo siguieron unas ganas irrefrenables de vomitar, dándome el equilibrio y los segundos justos para correr al baño y no ensuciar nada a mi paso.

Arrodillada frente al servicio, comencé a pensar qué podría haber ingerido en mal estado. Según mi memoria, y gracias a la obsesión de Choi omma por mantener todo fresco, ningún alimento ni bebida eran los causantes. Pensé en que había tomado frío y mi estómago se había sensibilizado al cambio brusco de temperatura, pero eso no explicaba el mareo brutal de hace un momento y los que se sucedieron después de la visita al baño. Entonces me quedó solo una alternativa. Hice los cálculos del tiempo que pasó desde mi último período hasta el siguiente que se tendría que dar. El corazón se me atascó en la garganta, puesto que era muy regular a la hora de menstruar y ya había pasado una semana y media en el que el sangrado tendría que haber aparecido.

Tomé mi móvil y marqué al número de la farmacia que estaba cerca de casa e hice el pedido vía mensajería: un test de embarazo. A los quince minutos tenía en mis manos el paquete con el contenido de mi incertidumbre.

Volví al baño e hice todo como indicaban las instrucciones del producto. Esperé diez minutos (la posología decía tres) pues no me animaba a mirar el resultado. Me daba miedo pensar que podía ser negativo y que el anhelo de un hijo de Nam se esfumace, pero, también, temía que el resultado pudiese ser positivo y que a mi esposo no le gustase la idea. Luego de debatirme, cerré los ojos y llevé mi mano frente de mi. Conté hasta tres y abrí rápidamente para ver, nítidas, dos franjas rojas en medio del dispositivo. Me quedé sentada en el piso mientras mi mirada se perdía en los azulejos y pensando en nada. Me sacudí tantas ideas descabelladas y solo me consolé pensando que esas pruebas no eran suficientemente buenas para determinar semejante estado.

Al día siguiente—y sin que nadie se diese cuenta—partí hacia el centro de Busan  hacia el consultorio de mi ginecólogo.

Estando ya en la consulta, le comenté todo lo sucedido en este último mes, el cálculo que me advirtió del retraso y el resultado de la prueba de embarazo.

El médico realizó una serie de preguntas para anotar en mi ficha, para luego pedirme que me recostara en la camilla y así realizar el tacto del canal vaginal. No podía concebir que algo tan simple determinara las incipientes sospechas de mi hipotética gravidez.

Simple y llanamente, el doctor Jung Hoseok tenía más certezas que dudas sobre mi estado. Me ordenó un análisis de sangre y un ultrasonido transvaginal para así estar más seguro de mi embarazo.

Salí de su consultorio para bajar al subsuelo de la clínica en donde se encontraba el laboratorio y los boxes de los aparatos de diagnósticos por imágenes. Me extrajeron sangre y me pidieron volver dentro de los siguientes dos días; que luego de entregarme los resultados del análisis sanguíneo me realizarían la ecografía.

Durante el tiempo que tuve que aguardar hasta los resultados, mi humor había cambiado un poco, despertando en la señora Choi una cierta sospecha de que algo me ocurría. Tuve que simular estar serena e indiferente para que la astuta mujer no siguiese con sus indagaciones.

Era imperioso para mi, tener la seguridad de que verdaderamente estaba encinta, para así no crear falsas ilusiones  y ello ocasione nuevas fricciones para nuestro prematuro amor.

Al pasar los días, mis nervios habían hecho mella en mi pobre psíquis. El camino hacia la clínica jamás había sido tan largo y tan atiborrado de semáforos. Al llegar, casi subí corriendo por las escaleras hasta el consultorio del doctor Hoseok. Él ya me esperaba con los resultados de los análisis entre sus manos.

Me pidió que me sentara, respirara hondo, tomara un sorbo de agua y que lo escuchara.

—Alma Ssi, procederé a explicarte para que entiendas estos valores. Hay en tu cuerpo una hormona denominada Beta hCG, y de acuerdo a sus valores, tendrás el resultado. Si los valores son altos (más de treinta UI/ml) se estaría cursando ya un embarazo óptimo; si son bajos (menos de treinta) es porque no se dió la condición, dejando al test comercial en un falso positivo—explicaba el médico con toda seriedad.

—¿Y, entonces, doctor, cuál es mi condición?

El doctor Jung esbozó una amplia sonrisa, haciéndome entender sin palabras que ya cursaba el embarazo. Iba a tener un hijo de Namjoon.

—Felicidades, Kim Alma,estás en casi tu quinta semana de gestación.

Comencé a llorar. No sabía si era emoción, angustia o miedo. El doctor extendió su mano para palmear el envés de la mía para así prodigarme algo de tranquilidad.

—Alma, es normal que te sientas así. Todo tu sistema hormonal está en desajuste para poder organizarse en esta nueva etapa. Una vez que te calmes, iremos hasta el salón donde te harán el ultrasonido, así veremos cuán avanzada va la evolución del embarazo.

Solo atiné a afirmar con mi cabeza, para luego seguir al ginecólogo hacia el subsuelo.

Me pidió recostarme en la camilla, que descubriera una parte de mi pubis y mi abdomen, para así aplicar el gel.

Lo siguiente me dejó totalmente estática: al apoyar el scanner y oprimir un poco, comenzó a hacerse más nítida la imagen de una pequeña cosita con forma de semilla. Mis ojos no daban crédito de lo que veían: aquella miniatura era el resultado del encuentro que tuvimos por primera vez hace ya casi dos meses.

—Estás entrando ya en tu sexta semana. Debería escucharse los latidos del tejido cardíaco del embrión ¿Quieres que intentemos escuchar?— me dijo el doctor Jung sin dejar de mirar el monitor.

—Si, por favor—me escuché diciendo de una manera ansiosa.

Al liberar el sonido, la habitación se llenó de esplendor, como si ángeles estuviesen cantando. Mi hijo latía vivo dentro de mi vientre, la mejor prueba de que nuestro amor rompía cualquier barrera.

Lloré sin reparo ante tanta felicidad. No veía la hora de volver a casa y contarselo, primero, a Choi omma y luego, al flamante papá.

El doctor Hoseok explotó mi burbuja de alegría. "Aún no es aconsejable que comuniques esta noticia. Los tres primeros meses son críticos y definitivos para saber si tendrá o no un buen curso la gestación", dejando a mi corazón desvastado ante esa posibilidad. "Solo espera hasta que se cumplan entre la doceava y la treceava semana. Allí sabremos bien y podrás decirle a quien quieras si sigues o no con tu embarazo"

Acepté sin replicar. Quería que todo saliera de maravillas así podríamos continuar con nuestra relación afianzándonos aún más con la clara certeza de un hijo o hija en camino.

Antes de retirarme, el ginecólogo me entregó los resultados de los exámenes, una copia del ultrasonido y un CD con los sonidos de su corazoncito. Guardé cada cosa entre las hojas de mi agenda, que desde ahora sería mi bitácora de registro de esta inmensa felicidad, que compartiría con Namu y Choi omma dentro de poco.
Ya casi, el ciclo de tristeza estaría completamente cerrado para abrir el nuevo que prometía estar cargado de dicha y buenos augurios.

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