PEQUEÑO BOTÓN DE ORO

Todo parecía suceder en cámara lenta. Me encontré sentado en el estudio de la casa grande analizando los escritos de mi ahora ex esposa. Aquella agenda estaba dividida en dos partes: la primera, adelante, tenía una lista de acciones a realizar. Por lo visto, había completado casi todos sus objetivos. Solo uno había cambiado su cometido; de ser algo bueno para cumplir a ser tachado y marcado con una cruz, además:

"Preparar pequeño agasajo para comunicar a..."

Ese punto había quedado inconcluso y no podía hacerme una idea, ni siquiera vaga, de lo que quiso organizar con ello.

Hasta ese momento, no sabíamos dónde había ido o qué le podría haber sucedido. El inesperado encuentro de aquel cuaderno era la clave para responder aquellas angustiantes preguntas.

Entendía a medias, puesto que estaba escrito en español, algo muy común en ella cuando no quería que nadie se enterara de sus asuntos.

Con el traductor del móvil, comencé a descifrar el camino de Alma hasta su desaparición. El primer punto ya se había concretado: tenía en mis manos la sentencia de divorcio. El segundo fue muy desconcertante y a la vez lamentable: renunciaba a sus acciones y me las cedía, dejando también en claro que no le interesaba recibir ni un centavo de mi parte.

Llevé mis manos a mi cabello y los mecí desesperadamente; no tan solo se había ido, sino que no tenía ni quería nada.

Esto era demasiado cruel; estaba tratando de no colapsar, pero dudaba mucho de poder mantenerme estoico ante esto.

El tercer punto también se había concretado para mi desgracia, y ahora sabía dónde podría ser que esté Alma, solo que la inmensidad de Marruecos, Madrid y un lugar llamado Buenos Aires en su país natal, Argentina, borraban todo rastro y esperanza de encontrarla. Con esto caí en cuenta de que, de verdad, quería desaparecer. Hasta sus cuentas en las redes sociales estaban totalmente borradas: ningún rastro certero que haga luz en este caos.

Mi vista volvió a caer en aquel punto tachado y marcado con una cruz que no había terminado de escribir ¿Qué significado tenía aquello? ¿Qué había querido concretar para luego invalidarlo? Los interrogantes me llevaron a saltarme a la segunda parte en la que estaba dividida la libreta.

"Bitácora: Botón de Oro". Lo leí en un susurro y comenzó a dolerme el pecho ¿Por qué me ocurría esto? ¿Acaso lo que iba a descubrir más adelante me haría demasiado mal? Y, efectivamente, lo que seguía a continuación sería mi muerte.

Descubrí que "Botón de Oro", era el sobrenombre de cariño que Alma le puso a nuestro bebé. Si, Alma estaba embarazada y se había ido llevándose a nuestro hijo o hija, arrancándome una gran parte de mi ser.

Ya habían pasado tres meses y era el momento exacto para darnos la noticia a Choi omma y a mí (según lo que había escrito) Ahí entendí lo que quiso escribir y dejó inconcluso para luego tacharlo, como si ese pequeño lapso de felicidad hubiese sido algo demasiado inalcanzable para ella.

Leí un poco más y percibí cómo el corazón se me encogía: "mi pequeño Botón de Oro, ¡cómo has crecido mi bebé! Tanto, que abultaste apenas la barriga de mamá ¡Ay! ¡Eres un tierno pillo como tu padre! Sabes que aún él y abuelita Choi no deben enterarse. Debemos ocultarnos así la sorpresa será mayor"

El cuello de la camisa me apretaba brutalmente. No podía respirar. El pánico y la ansiedad tomaban turnos para estrangularme sin descanso. Pero lo peor llegó después, cuando encontré los ultrasonidos. Cada imagen de mi bebé eran puñaladas en mis ojos y en mi mente.

Tomé una bocanada de aire para poder continuar. Este era el castigo más grande que había recibido en toda mi vida.

Al seguir hojeando la agenda, sin querer, cayó un sobre al piso. Lo levanté y giré para leer su etiqueta: "el corazoncito de Botón de Oro". Temblé con aquella frase. Si ya con las imágenes de aquella pequeñez el pecho se me había cerrado, escuchar aquello me enloquecería. Pero mi condena debía ser completa: me obligaría a escuhar ese sonido. Prendí el reproductor de música e ingresé el CD, puse PLAY, bajé los párpados y agudicé mi oído. Al instante, un retumbo sordo pero a la vez maravilloso inundó el estudio. De mis ojos hasta mis manos se derramaba un aguacero irrefrenable de dolor y culpa: era el único recuerdo que iba a tener de mi bebé.

Mi egoísmo y mi terquedad me arrebataron la posibilidad de construir lo que había perdido cuando niño y que me había jurado no repetir por amor a mi y a los demás.

Mientras escuchaba cómo mi corazón dejaba la vida tras cada latido del de mi bebé, leí lo último registrado por el amor de mi vida:

"Mi pequeño Botón de Oro, este es nuestro último día como parte de la familia Kim. Papá no nos quiere aquí y es por eso que buscó otra compañera de vida. No lo culpo: tu madre no es suficiente para un hombre tan maravilloso como él.
Es preferible que desaparezcamos de su vida y tampoco preocupemos a Choi omma. Ellos estarán mejor sin nosotros y serán felices comenzando de nuevo.
Es mejor irnos sin decir adiós y no atar a nadie. De esta sabremos salir bien y solos. Mamá te enseñará. Toda su vida estuvo acostumbrada"

El dolor era insoportable. El escosor en mis ojos era igual de intolerable. El ardor en mi pecho me llevó a arrancarme la camisa y arañarme la piel para evitar sentir tanto.

A lo lejos escuché la voz alarmada de Choi omma.

-¡Hijo, por Dios! ¡Basta!

-¡Omma! ¡Omma! ¡Alma!-repetía entre gritos lastimeros.

-¡Nam! ¡Hijo! ¡Calmate! ¿Qué pasa con Alma?-decía mientras me agarraba de los hombros y buscaba enfocar mi mirada en la suya.

-¡Omma! ¡Ah, duele! ¡Aquí!-golpeaba y rasguñaba mi pecho-¡Omma! ¡Alma está embarazada! ¡Se llevó a mi bebé! ¡Alma se fue! ¡No!-gritaba a la vez que el dolor me doblaba hacia adelante.

Mi madre lloraba angustiada ante semejante escena. Yo solo cerré los ojos y me abandoné ante esta muerte en vida.

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