NIÑO PERDIDO

Volví a Busan a principios de diciembre, con el frío avecinándose; sería la primer nevada que no vería con Choi omma.

La casa se sentía aún más grande de lo que era. Su risa ya no se escondía en ningún espacio de ese lugar. La cocina estaba silenciosa y no dejaba escapar aroma alguno, solo tristeza.

Su Jin me seguía en silencio, como si hablar fuese un delito. Para mi lo era; el solo hecho de escuchar un mínimo del tono de su voz me desquiciaría ¡Cómo necesitaba que mi omma esruviese aquí! Me desesperaba no encontrarla ni en lo más mínimo; sentía como si me hubiesen despojado de todo el calor y la protección. Ahora si estaba solo en este mundo.

Caminé erráticamente. Mis pies me llevaron automáticamente hacia la puerta del cuarto de mi madre del corazón. Me quedé parado, no lograba avanzar ni moverme, como si una extraña fuerza no me lo permitiera. En un reflejo, llevé mis manos hacia mi cara, cubriendo mi pobreza, mi soledad y mi llanto desgarrado. Hacía tiempo que no me sentía tan pequeño... "¿quién me consolaría ya?" y en mi pensamiento percibí una fuerza que me sostenía desde mi espalda hasta mi pecho, un candor que me cirnió en un escaso alivio para mi devastado espíritu.

—¡Omma! ¿Estás aquí? ¡No me dejaste!—fue un instante de delirio y esperanza.

—No mi pequeño Namu. Soy Su Jin eomeoni—escuché tras de mi.

Como si sus brazos fueran  brasas, me zafé brutalmente de su agarre cuando sus palabras me despertaron.

—¿Quién te dió el derecho a abrazarme?– la increpé mientras me volvía lentamente hacia ella, mostrándole una mirada gélida.

–Hijo...

–¿Acaso crees que tu boca tiene el valor de manchar semejante palabra? ¡Ni en esta vida ni en ninguna otra tendrás el honor de volverme a llamar así!–mi expresión y mis labios destilaban veneno y resentimiento.

Se quedó petrificada y (otra vez ese patético gesto) bajó la cabeza, acompañando su perfecta actuación con el temblor característico del llanto.

—¿Por qué me atacas? Yo solo quiero consolarte—logró articular.

—No necesito nada de tí. Nunca necesité de ti ¿Por qué piensas que ahora si? ¿Solo porque ya se te gastó la diversión y te aburres de tu miserable vida?—le grité en la cara.

Muy dentro de mi sabía que estaba mal lo que hacía pero, ¿cómo no atacarla? Necesitaba ver el dolor en su semblante, añoraba verla derribada. Quería con todo mi ser que experimentara lo que era ser rechazada por el ser que más amaba.

Por su expresión descifré que había logrado mi cometido; aún así, sentía que el vacío en mi pecho se agrandaba peor. Castigarla no era la solución; entonces, ¿cuál era?

Entré a la habitación de mi omma y me senté en su cama. Su Jin se quedó en el vano de la puerta vigilando mi melancolia. Acaricié la almohada donde quedaron sus sueños truncos por tener que vivir la vida de los demás. Una sensación de hastío e impotencia me cruzó de punta a punta. Todo dolía. Mi duelo estaba en su apogeo.

No escuché cuando mi verdadera madre ingresó y se sentó a mi lado. Me di cuenta cuando el edredón cedía ante otro peso. La miré profundamente, iniciando nuevamente mi llanto. Me sentía débil y amortiguado, así que abandoné mi orgullo para hundirme de lleno en el regazo de la mujer que me dió la vida. Sus manos viajaron, una hacia mi espalda compungida y la otra aleteaba suave entre mis cabellos.

–Mi niño, llora todo lo que quieras. Toma tu dolor y estrújalo en tu pecho hasta que ya no lo sientas. Este proceso durará lo que tu permitas que dure. Solo ten en cuenta que el sufrimiento es optativo, no eterno—habló despacio pero con sabiduría determinada."Verás que con el tiempo, esta herida también cicatrizará, pero quedará allí, en tu corazón, y de vez en cuando te avisará que algo falta, pero que sigue allí aunque no lo veas".

"Si me permites, estaré cerca para poder atraparte cada vez que sientas que vas a caer. No soy un ejemplo de madre, es más, no merezco ser llamada así; pero permíteme, más no sea, ser el muro de tus lamentos y el paño para tus lágrimas". Sus palabras se sentían como bálsamo refrescante en mis oídos. En estos momentos, no quería iniciar otra batalla, así que me dejé consolar y querer.

Afuera, los primeros cristales de hielo caían manchando apenas de blanco el suelo. La primera nevada del año daba paso al invierno... quizás, ¿permitiría también dejar entrar a mi madre biológica en mi vida? No lo sabía a ciencia cierta. El miedo me mantenía a la defensiva. Tal vez solo me reconfortaba con algunas palabras para evitar que la siguiera atacando ¿Por qué me costaba creerle?

No dijo nada más y solo se limitó a acariciarme sin reparo. Mis párpados comenzaron a ceder al cansancio hasta que cayeron presos del sueño.

En algún momento desperté. Las luces del nuevo día se colaban por las cortinas todavía cerradas. Había descansado bastante y me sentía un poco más aliviado. Quería seguir durmiendo un poco más, pero llamaron a la puerta.

–Adelante–contesté con voz soñolienta.

–Buenos días, Namjoon. Espero hayas podido descansar ¿Puedo pasar?–mi madre aparecía detrás de la puerta con una bandeja atestada de platos para el desayuno.

Hice un ademán con mi cabeza, dándole autorización a que entrara. Sinceramente tenía hambre. Hacía días que no me alimentaba para nada bien, así que me incorporé y recibí lo que ella me ofrecía. Miré lo preparado y quedé sorprendido ¿Cómo alguien que jamás había estado en mis etapas más críticas de crecimiento sabía de mis preferencias a la hora de comer? Quise preguntarle, pero mi terquedad no me lo peemitió. "Gracias"dije entre dientes. Ella solo me sonrió y se dispuso a salir de allí. "¿Podrías quedarte y hacerme compañía? Si no es mucha molestia", me descubrí diciéndole. Sus ojos brillaron intensamente y su cabeza se sacudió en un si efusivo. Se sentó en el sillón al lado de la cama de Choi omma y  contempló muda como engullía animosamente mi desayuno.

–Todo está muy bien. De verdad, muchas gracias Min Su Jin ssi– es lo que se me ocurrió decir.

–Me alegro que así sea, hijo–su respuesta tenía una cuota de ansiedad y desilusión.

—¡Que tonta soy! ¿Cómo puedo ponerme triste ante tu manera de referirte hacia mí? ¿Por qué pensé que me llamarías "mamá"? ¿Solo por haberte contenido y hacerte el desayuno? Perdóname si fui tan ilusa—su voz se quebró al final.

—No puedo saber qué es lo que pasará en el futuro. Solo se que hoy no estoy en condiciones de considerar eso. Con el tiempo veremos cómo se desareollará todo– le aseguré a modo de tranquilidad.

Volvió a afirmar en silencio mientras su pecho se serenaba luego de mis palabras.

Mientras comía, charlamos de temas triviales y nada importante. Cuando terminé de desayunar, Su Jin se levantó y se dirigió hacia la cómoda que estaba en el otro extremo del cuarto. Abrió el primer cajón y extrajo de allí un sobre. Mi corazón comenzó a latir rápidamente; sabía lo que significaba aquello.

–Nam, esto es para ti– me dijo mientras me entregaba la carta.

—Es de Choi omma, ¿verdad?

Ella asintió. "Te dejaré solo así la leas en completa intimidad", hablaba mientras se daba vuelta para retirarse. Instintivamemte, sujeté su antebrazo para que se detuviese.

–Por favor, no te vayas. No quiero leer solo las últimas palabras de mi omma–arriesgué a decir indeciso.

Ella se sentó a mi lado y, rodeando mis hombros, me dió el valor justo para poder abrir y leer la carta de Choi Ha Ra.

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