LA SEGUNDA SUBASTA

"Sábado, 21 hs, Palais de Glace. Nueva subasta a beneficio"

El mensaje de texto de mi amiga era más que obvio: él volvería a participar.

Mi ansiedad iba creciendo en grande, más la duda me asaltaba por momentos "¿Debería ir?" "¿Por qué lo haría?" "¿Tanto te gusta tu empleado que eres capaz de volver a reflotar tu alter ego?"

Sin pensarlo, llamé a Lisa para confirmarle que asistiría.

La semana pasó tan rápida como no lo había previsto. Llegó el sábado, y súbitamente el reloj ya marcaba y ciencuenta y nueve para las veintidos.

Aparecí en el palacio de hielo vestida como acostumbraba hacerlo para esas ocasiones: de negro peligrosamente sensual y ocultando mi verdadera personalidad. El maquillaje y el cabello discretamente puesto en su lugar desviaban sospechas de quién  podría ser realmente. Hasta Namjoon caía en esa artimaña y  agradecía internamente que el universo se pusiese, más no sea, una vez de mi parte.

Cerca de las veintitres comenzó la subasta. Varios "ejemplares" apuestos y bien dotados eran vendidos como padrillos de pura sangre; y las mujeres no se quedaban atrás: competían por el todo o nada.

Estaba muy nerviosa; no había visto a Nam por ninguna parte. Me pregunté si quizás esta vez participaría. Era un hombre audaz, pero este tipo de cosas no le causaban el mayor interés ni la deliberada gracia.

Casi al final del evento, los organizadores se disponían a realizar la última puja. Es allí donde apareció el "premio" que tanto esperaba: Kim Namjoon ¡Condenado hijo de perra! Vestía exquisitamente reservado y elegante y su aura exudaba una imponencia extremadamente sexual, en pocas palabras, estaba irresistible.

Subió al escenario e hizo un paneo general con su mirada. Parecía buscar algo o... a alguien. Me sentí inesperadamente angustiada por ¿ser yo o no ser a la persona que esperaba ver?; hasta que dió con mis ojos y una sonrisa de triunfo coronó sus labios.

La subasta no me dió el tiempo suficiente para pensar en ello. Quedaba un grupo reducido de pujadoras y había una muy en particular que demostraba estar demasiado interesada en él. Por lo que se percibía, tenía muchos deseos de obtenerlo y también mucho dinero.

Al final, el mano a mano fue entre ella y yo. En ese momento me dí cuenta que la vez pasada no había sido suerte lo que había tenido al haber ganado la subasta, sino que esta temeraria mujer no se había presentado ¡Que fortuna la mía! El destino solo me tenía como segunda opción pero, ¿qué más podía esperar? Las que nacemos perdedoras tenemos que entender que lo somos para toda la vida.

Dejé de pujar puesto que no tenía sentido. Me levanté en el momento justo en que anunciaban a la ganadora y la unían a su trofeo.

Solo le dí la espalda, no tan solo a esa oportunidad que nunca fue mía, sino a todas las demás que había construido en esa base de aire que suele llamarse esperanza.

Caminé soberbia para evitar descubriesen mi derrota, mi tristeza y mi identidad.

Mis pasos en el lobbit se sentían vacíos y grandes, como el hueco en mi pecho.

Casi alcanzando  la salida, fui interceptada por uno de los guardias del evento.

–Señorita, ¿adónde va?

—Pues la subasta ya terminó y no tengo más nada que hacer aquí, ¿he hecho algo malo para que me detenga señor?

—Disculpe mi atrevimiento, señorita Alma, pero usted no puede irse sin reclamar su premio.

Alma no entendía lo que ese hombre le decía. ¿A qué premio se refería? ¿Era una broma?

—No lo entiendo señor. Yo perdí la puja. La noche terminó. A menos que la señorita Lisa me solicite por un algún motivo muy importante, creo que quedarme aquí no sirve de nada.

Me volví dándole la espalda al guardia, cuando una voz peligrosamente conocida me hizo parar en seco y darme vuelta.

—¿Por qué te vas?—preguntaba Nam apoyado en un pilar—¿acaso no me reclamarás como tu trofeo?—sonreía de medio lado.

—Creo que te equivocas, yo abandoné la puja, así que perdí. Tampoco podía sostenerla más, lo mismo saldría derrotada. Así que, si me disculpas, debo retirarme. Que tengas una buena noche—culminé mi excusa haciendo una reverencia con mi cabeza y dispuesta a volver sobre mis pasos hacia la salida.

Sentí una presión en mi brazo que hizo volverme para darme con la grata sorpresa de que él había zanjado la distancia que nos separaba en unos pocos trancos.

Su aroma era embriagante, y su altura imponente. Tener un hombre que te lleva una cabeza y media de estatura era excitante y abrumador.

—¿Por qué me haces ese desplante?—su voz era grave y amenazadora— Te dijeron que no puedes irte sin recibir tu premio.

—Yo no gané, ¿cuál es la parte que no entendiste?—me armé de valor para acortar la distancia entre su rostro y el mío.

—En realidad, la que no entiendes eres tú. A decir verdad, las cosas son al revés.

—¿Cómo que al revés? No entiendo—traté de hablar lo más firme que los nervios me dejaban.

—La cosa es que, el que tiene que cobrar su premio soy yo— susurró aquello haciéndome cosquillas en los labios.

Mi corazón comenzó a golpear duramente. Sabía a que se refería, pero prefería autoconvencerme de que lo ignoraba.

—Sigo sin entender—hablé temblorosa.

—Simple, princesa, la apuesta se cambió a último momento. Eres tú la que cumplirá mi capricho. Aposté por tí con la otra dama y gané. Ella se fue abatida pero con su dinero intacto y yo obtuve lo que más ansiaba: una noche contigo.

Alma sentía desfallecer ante semejante giro. En ese instante, prefería estar muerta antes de que Kim Namjoon descubriera que la supuesta "chica de las copias" de la empresa en donde trabajaba era la dueña de sus deseos y sueños más pervertidos y ocultos.

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