ACORRALADA

Hay momentos en los que alguien desea desaparecer o, simplemente, morir en un instante.

Así me sentí justamente teniendo frente de mí a ese hombre que  hacía miserable mi existencia por el solo hecho de ser bello e inalcanzable.

Rogaba en mi interior que un rayo me alcanzara o que el suelo se agrietase y me arrastrase hacia los confines del inframundo.

No cabí en mi asombro cuando escuché aquello de que yo "ahora era su premio" ¿En qué momento todo se había dado vueltas y se había ido al carajo?

Me sostuve de uno de los pilares que flanqueaban el salón del lobbit del palacio. Necesitaba que el frío del marmol menguase, un poco, el calor que iba creciendo desde adentro de mi y que me quemaba la piel.

Cada paso de él acercándose peligrosamente coincidían con el martilleo violento de mi corazón, como si clamara por salir de allí para así poder salvarse.

Sentía que podía ser descubierta: quedar desnuda ante Nam y que él se enterase que la femme fatal que tenía enfrente era ni más ni menos que la patética, desaliñada e histérica nerd de las fotocopias de su empresa.

Me odiaba en ese momento por haber accedido tan rápidamente al pedido de Lisa ¿Tan necesitada estaba de aquel hombre que estaba cometiendo errores imperdonables?

Cuando volví de mi ensimismamiento, ya tenía a Namjoon casi encima, una de sus piernas separando las mías y su mano derecha acariciando mi mejilla demasiado enrojecida por la excitación, el calor del momento y la vergüenza de ser tan blanda.

–¡Ah, querida! ¡Que delicioso bocadillo resultaste ser!–susurró en mi oído–Te he esperado todo este tiempo. Tengo la gran necesidad  de castigarte por la ofensa de la última subasta.

–¿A qué te refieres?–pregunté alarmada.

–A lo que dejaste encima del sillón. No soy un tipo que vende servicios sexuales, pequeña–arguyó con voz profunda sosteniendo una mirada amenazante.

–Pues, si eso te enojó, te pido... ¡Oh Dios!– suspiré cortando mi respuesta al sentir cómo la rodilla apretaba mi clítoris, mientras se movía lentamente en un compás tortuoso.

–¿Decías, cariño?– rió él presionando aún más mi zona baja, arrancándome un gemido que brotaba sin control de mis labios.

–Por favor, detente– supliqué desesperada.

–¿Por qué habría de hacerlo?  Ambos lo estamos disfrutando preciosa.

–No... por lo que más quieras... para.

Hacía un momento había comenzado a sentir una opresión en mi pecho para nada agradable. El estrés de la situación amenazaba con dejar al descubierto uno de mis tan temidos ataques de pánico.

Con una de mis manos, traté de apartarlo para poder respirar, pero no lo conseguí. Al contrario, cuanto más oponía resistencia, él intensificaba aún más la fricción allí abajo.

Los oídos me zumbaban hasta que dejé de oír lo que él decía y los ruidos del lugar.

Luego, solo oscuridad y aplomo. Mi último pensamiento fue que la vida se me escapaba.

Lisa se encontraba en el primer piso del edificio terminando de despedir los últimos invitados, cuando su celular sonó. Miró la pantalla, reconociendo de inmediato el número de Kim.

– ¿Qué pasa Kim? ¿Alma te volvió a dejar plantado?–rió con sorna la muchacha.

–¡Lisa! ¡Llama al 911! Alma se desmayó y no respira.

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