#4 Volviste.
Unos días pasaron, convirtiéndose en una semana después de aquella película, donde comenzamos a abrirnos poco a poco. La causa de nuestra continua convivencia eran las tutorías, provocando que la compañía del otro se fuera transformado en nuestra rutina diaria. La incomodidad que al principio persistía, fue evolucionando hasta el punto de ser una extraña pero "cómoda" amistad.
Y lo más importante de todo, es que empecé a cambiar esos pequeños hábitos que le hacían daño a mi salud, gracias a sus consejos. Así que, en lo profundo de mi ser, siento que de alguna manera conocerlo fue algo bueno.
Comenzaba un nuevo día, y el resplandor del sol a través de mi ventana hizo que me levantara, que estirara mi cuerpo y diera gracias a dios porque era sábado. Pero mi sonrisa se borró cuando vi una hoja pegada en mi puerta que decía:
"NO TE OLVIDES DE QUE TIENES QUE IR A LA BIBLIOTECA MAÑANA, O SINO TE TENDRÁS QUE TRAGAR EL SERMÓN DEL CUATRO OJOS"
Dejé mi cuerpo caer sobre la cama junto a un quejido que representaba claramente mi frustración.
«¿¡Cómo se supone que pueda estudiar un sábado!?»
«¡¡¡Los fines de semana son para descansar y relajarse, cuatro ojos!!!» —le reproché, aunque sabía que no podía escuchar mis pensamientos.
Pero realmente este chico no tiene respeto por el espacio o tiempo personal. Me levanté con pereza para ducharme y preparame para salir. Solo tomé unos jeans, una blusa blanca corta de manga larga junto a unos converses y me los puse.
Le envié un mensaje antes de salir para luego tomar un taxi hasta la biblioteca; no tenía ganas de caminar. Al bajarme, tomé mi pequeña mochila de cuero y saqué mi teléfono. Le marqué una y otra vez, pero Kyle no contestaba mis llamadas, y tampoco respondía o leía mis mensajes.
MENSAJES
-Kyle, te voy a esperar en la biblioteca.
10: 05am
-Kyle, ya estoy aquí.
10: 57am
-¿Te encuentras bien? ¿Por qué no me respondes?
11: 19am
-Me estás asustando, Kyle. Por favor, dime algo.
11:30am
—¿Dónde estás? —musité con preocupación, manteniendo la mirada fija en mi celular.
Me dispuse a esperar un rato más. Aprovechando el tiempo para tomar algunos libros y leerlos. Luego, al no ver señales suyas, me coloqué los auriculares para escuchar un poco de música mientras dibujaba, pero aún así no llegaba. Así que desistí y me levanté; en poco tiempo cerraría la biblioteca ya que era fin de semana, por lo que no podía permanecer por más tiempo ahí. Pero cuando estaba saliendo del lugar, lo vi.
—¿Ah? ¿Kyle? ¡Kyle! —me le acerqué con rapidez, poniéndome frente a él—. ¿Estás bien? ¿Te pasó algo y Por eso no me respondías? ¿Por qué te demorabas tanto, eh?
Lo interrogué, mientras verificaba si tenía alguna herida o si le dolía algo en tanto movía ligeramente su cuerpo.
—¿Zoe? —dijo con tono de sorpresa y una mirada llena de incredulidad.
—Claro que soy yo, idiota. Ahora responde: ¿sabes cuánto tiempo te estuve esperando? —aquella preocupación que se acumuló en mi interior por tantas horas, comenzaba a salir a través de mis palabras.
—Ah.... ¿tanto te gustó nuestro último encuentro? —mostró una media sonrisa al ladear la cabeza.
—Ya en serio, ¿estás bien?
—Mejor que nunca ahora que estoy frente a ti —dijo, su voz sonando extrañamente suave al mirarme de arriba a abajo—. Debo admitir que te ves muy bien así. A pesar de todo, continúas siendo esa chica que conocí.
—Ah... ¿gracias? —respondí, confundida, en tanto volvía a sonreír ante mi reacción.
«Él realmente está muy raro hoy...»
—Bueno, ya que estamos aquí, ¿no quieres dar un paseo? —propuso con tranquilidad.
—¿Pero no íbamos a estudiar? —le recordé, pero él solo soltó un bufido.
—¿Para qué quieres estudiar un sábado y a esta hora? Mejor vamos a otro lugar, ¿te parece? —sugirió, con gran emoción.
—... Vale, por cierto, ¿dónde están tus lentes? —señalé a sus ojos con curiosidad.
—No los necesito —se acercó a un auto color grisáceo estacionado a una corta distancia nuestra posición—. Sube —abrió la puerta de este.
—¿Desde cuándo tienes un auto? —pregunté, entrando en este.
—Tu sube, yo te llevaré a un lugar que nunca olvidarás —entró en el asiento del conductor.
—Ok, no sé qué te pasó pero, estás súper raro —confesé, ya muy extrañada por su comportamiento, a lo que él rió leve y me miró.
—Cada vez que nos encontramos, siento que podría hacer mil locuras por tí, Zoe —finalizó, dejándome completamente confundida.
Volvió a centrar su atención al frente sin borrar la pequeña sonrisa que se formó en sus labios. Eso que dijo me dejó mucho que pensar.
«Quizás solo lo dijo por decir.... o eso espero.»
Mientras estábamos en la carretera, nos adentrábamos más y más en el bosque. Nunca había estado en un lugar así y el ambiente me daba un poco de miedo, ya que se mostraba sombrío y aislado, muy solitario.
—Ah, ¿Kyle? ¿A dónde me llevas? —pregunté, mirándolo con cierto temor.
—Kyle, Kyle, Kyle —repitió con fastidio—. Solo repites ese maldito nombre una y otra vez, ¿qué no te cansas, cariño? —preguntó sin mirarme.
—¿A qué te refieres? —el asombro se reflejó en mi rostro, y miedo cuerpo tembló con miedo al escuchar ese “cariño”—. Ese... ese es tu nombre, Kyle.
—No, no soy Kyle —me miró con una extraña sonrisa—, soy Elliot, mi amor.
—¿Ah? —musité, sintiendo un escalofrío recorrer todo mi ser.
Me quedé en shock por el miedo. Estaba completamente paralizada por lo que había dicho. ¿Cómo es que no me di cuenta? No llevaba sus lentes, se comportaba muy extraño, tenía un auto y evadía mis preguntas, ¿cómo no lo supe?
—Te dije que no le contaras a nadie y ya lo sabe media cuidad. Incluso te encontraste con el estúpido de mi hermano y él te tuvo "compasión"; sigue siendo tan entrometido como antes —continuó—. Hasta te hice el favor de irme de la escuela para que no me metieras en nada de eso, y vas tú y abres tu bocota.
—No-no fue así... —me apresuré a responder, mi voz quebrándose apenas pronuncié la primera palabra—, los únicos que lo saben son mis padres, y ellos se enteraron por accidente. Yo no sé los dije por favor, guardé silencio todo un año, no me hagas nada te lo pido, Elliot —mis lágrimas comenzaron a salir. Cierta parte no es del todo verdad, pero no quiero que me haga daño si le digo que yo les dije.
—Muy tarde, cariño. Ahora te llevaré a un lugar dónde puedo hacer lo que quiera contigo, sin que nadie se interponga —ese tono de voz y esa mirada eran las mismas de esa noche en la que destruyó mi vida.
«¿Otra vez lo haría? ¿Volvería a tocarme sin importarle lo que siento?»
«Él solo se quiere complacer a sí mismo importándole poco lo que he sufrido...»
—No... no dejaré que lo hagas de nuevo —agarré el volante y empecé a forcejear para que lo soltara.
—¿¡Qué estás haciendo!? ¡Nos vas a matar! —gritó, tratando de detenerme.
—¡No me importa pero no volveré al infierno en el que me dejaste!
—¡Suéltalo ya!
—¡No lo haré!
—¡Cuidado! —gritó, y ambos miramos al frente.
Un auto se acercaba rápidamente en nuestra dirección, y en cuestión de segundos íbamos a chocar. Con un movimiento rápido, giré el volante para evitar el impacto, pero no logré controlarlo a tiempo y, en lugar de eso, nos estrellamos contra un árbol.
—Ah, mi cabeza... —murmuré, rozando el lugar con mis dedos, donde quedó una pequeña muestra de sangre que me hizo entrar en pánico.
Miré a mi lado con desesperación y Elliot estaba inconsciente; su cabeza, también con finas líneas de sangre recorriendo su rostro, se encontraba recostada en el volante. Al verlo así, me apresuré a salir de ahí como pude antes de que despertara, limpiando un poco mi herida con la manga de mi blusa, mientras corría hacia atrás por la carretera.
—Necesito llamar Andrea —dije mientras buscaba con la mirada algún lugar en el que pudiera encontrar algún celular; el mío se quedó en algún lugar de ese auto.
Después de un rato, encontré una gasolinera unos metros más adelante, y me acerqué hasta el mostrador del hombre con desesperación.
—Señor, ¿me puede prestar su teléfono por favor? —prácticamente le supliqué.
—Ah, ¿Qué te pasó, niña? ¿Estás bien? —me preguntó aquel hombre de barba blanca y uniforme verde al acercarse a mí y notar los rastros de sangre en mi cabeza.
—Sí, pero necesito que me preste su teléfono, tengo que llamar a alguien urgente por favor.
—Está bien —sacó de su bolsillo el aparato para después entregármelo—, tómalo.
—Muchas gracias —lo agarré y le marqué a Andrea—. Por favor responde te lo pido.
—¿Hola? —se oyó su voz a través del teléfono.
—¡Andrea! —elevé el tono de mi voz debido al alivio que sentí porque respondió.
—¿Zowi? ¿De quién es este número?
—Escucha, no tengo tiempo para explicaciones pero necesito tu ayuda.
—¿Qué pasó? Dime dónde estás para ir a buscarte.
—No se dónde estoy pero, Elliot se hizo pasar por Kyle y me llevó a un bosque, muy lejos de la cuidad —le expliqué brevemente.
—¿Qué? ¿Cómo que regresó? ¿Él te hizo algo?
—Por favor déjame terminar. Cuando estábamos en el auto tuvimos un accidente y me escapé. Ahora estoy en una gasolinera, ¿crees que puedas rastrear este número y localizarme o llamar a la policía?
—Está bien no te preocupes. Pero tú estás bien, ¿no?
—Lo estoy. Ah, y busca a Kyle, no sé que le pasó realmente y me preocupa que él le haya hecho algo. Solo te pido que... —me arrebataron el teléfono antes de poder terminar—. Oiga devuélvame... —era Elliot.
—¿Crees que podrás deshacerte de mí, mi amor? —preguntó algo sofocado, ahora que estaba frente a mí, podía ver que él también tenía heridas en el rostro—. No necesitas esto —lanzó el teléfono al suelo y lo pisoteó, destrozándolo.
—¡No! ¿Qué fue lo que hiciste...? —musité, viendo mi única salvación destruida.
—Oiga, ¿¡qué le pasa!? Era mi... —sacó un arma de su espalda baja y le disparó sin disimulo en el pecho al hombre de traje verde, provocando que cayera al suelo.
—No se meta, señor.
—Estás loco.... ¿¡de dónde sacaste eso!?
—¿No es linda? —la miró por ambos lados, sonriendo, y después me la acercó—. La conseguí por si alguien quería hacerse el héroe queriéndote alejar de mi; y con esto me refiero específicamente a mi hermano. Ya bastante trabajo me ha dado.
—¿Qué... Qué fue lo qué le hiciste? —dije a punto de llorar con solo pensar en que realmente lo lastimó.
—Solo lo quité del camino, él era un estorbo. Y tú no deberías preocuparte por eso —se me acercó lentamente, con una sonrisa de lado—, solo por mí.
—... ¿Lo mataste? —sonrió.
—Tal vez, o quizás lo lancé por un acantilado, o lo secuestré, nadie lo sabe —bromeó, como si de un juego hablase.
—... Eres un maldito monstruo, Elliot —di unos pasos hacia atrás.
—Puede ser, pero no te puedes volver a escapar, ¿está bien, cariño? Porque si no cometeré doble homicidio. Camina —me agarró por el brazo y comenzó a arrastrarme prácticamente junto a él.
Mi mente solo se quedó con lo que dijo....
«¿De verdad le hizo daño?»
«Por favor que esté bien, no quiero que le pase nada, por favor»
«No quiero que él sufra por mi culpa...» —pedía internamente, intensificando levemente mi llanto.
Terminó llevándome hasta una cabaña aislada en medio del denso bosque. A primera vista, la cabaña tenía un aspecto acogedor, con coloridas flores que adornaban su alrededor y una decoración sencilla. Sin embargo, a pesar de su apariencia, una sensación inquietante se apoderó de mí; la soledad del bosque y la posibilidad de que él pudiera hacerme algo me mantenían en un estado de alerta.
—¿Cómo es que esto esta aquí? —le pregunté, atemorizada.
—Yo la mandé a construir; esta fue una de las razones por las cuales me fui. Una fue para que no me delataras, y la otra para construir la que sería nuestra casa por el resto de nuestras vidas —explicó, con tranquilidad.
—Ni loca, nunca me quedaría contigo. Lo único que deseo es que tu muerte sea lenta y dolorosa —no sé de dónde obtuve el valor para decirle eso, pero realmente lo hice. Terminamos de adentrarnos en la casa.
—No creo que vaya a morir de esa manera —se detuvo y giró hacia mi—. Lo siento, cariño, pero tendrás que mantenerte a mi lado por mucho tiempo —acarició mi rostro con aquellas manos que hicieron que cada fibra de mi cuerpo odiara que lo tocasen, recorriendo con la mirada cada rincón de mí.
No pude aguantar la repugnancia, las ganas de alejarme de él y de hacerle pagar por todo mi sufrimiento, así que, sin pensarlo más, le escupí la cara.
—No me llames cariño —sentencié, con una firmeza que hasta a mí me hizo temblar, él se limpió.
—¿Quieres jugar así entonces? —dijo, sarcástico, y procedió a agarrar mi cabello para lanzarme a el suelo.
—¡Ah! —apreté mi brazo, ya que se golpeó fuertemente cuando caí.
—¿¡Por qué buscas qué te haga daño, eh!? —se colocó encima de mi cuerpo, haciendo que fuera imposible para mí levantarme.
—No lo hagas, por favor... no de nuevo —traté de alejarlo con mi otra mano, pero él la apartó y entrelazó con la suya para después subirla por encima de mi cabeza.
—Sabes, a pesar de todo, extrañé mucho tu olor —se acercó a mi cuello, aspirando mi olor.
—No... por favor... —cerré los ojos con fuerza mientras mi voz se debilitaba.
—La suavidad de tu cabello —lo acarició, llevándolo hasta su rostro para frotarlo con su mejilla.
—Detente... —mi voz volvía a extinguirse.
—Y tu cuerpo —rasgó mi blusa con ambas manos, exponiendo mi sujetador.
—Elliot... por favor... detente... —mis lágrimas no paraban de salir.
—No llores, cariño —secó algunas de ellas con falsa delicadeza.
—Déjame ir por favor.... No quiero que lo hagas.... Por favor... —volví a rogarle, no aguantaría si me tocaba otra vez, de verdad colapsaría.
—No puedo. No me quites la oportunidad de volver a hacerte mía.
—No, por favor, ¡no! —grité en vano.
Él volvió a acercarse a mi cuello, besándolo y mordiendolo una y otra vez. Sus manos y labios rozaban cada parte de mí sin dejar que me defendiera; él me hacía sentir indefensa, ya que no lo podía evitar, por mucho que lo intentara. Su peso sobre mí era uno de los impedimentos que le daban ventaja a ese malnacido.
Cada brusca embestida era un motivo para intensificar mi llanto. Todo dolía, todo se sentía repugnante, y el ver como lo disfrutaba me hacía sentir usada, débil y miserable...
De esa manera terminó obteniendo lo que quería. Volvió a poner sus sucias manos sobre mi, sus labios volvieron a tocar los míos al igual que mi piel, y fue mucho más agresivo que la última vez. No le importó golpearme cuando me resistía ni dejar a mis súplicas para que se detuviera en el aire.
Él estaba destruyendo lo poco que empezaba a construir. Elliot, nuevamente, acabó con la chica feliz y despreocupada que había dentro de mí. Por eso, ya no me importa si muero o no, pero no dejaré que él me vuelva a tocar, nunca más.
¡gracias por leer!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top