CAPITULO 12: El secreto
ATENCIÓN: En este capitulo se presentaran escenas de violencia, quedan advertidos.
El secreto
—No es algo de lo que me arrepienta. Lo hice porque quise hacerlo. Como científico, siempre buscamos respuestas, nunca nos conformamos con explicaciones vagas como "la magia"... ¿sabes? La familia Jeon siempre ha estado envuelta en misterio, incluso para los que estamos dentro de esta jerarquía. Tal vez para el resto del país, esto no sea más que un rumor olvidado, pero aquellos que pertenecemos a las altas esferas sabíamos que los Jeon ocultaban algo. Algo... especial—.
El hombre encadenado, con el rostro y cuerpo cubiertos de moretones, continuó hablando con un tono que mezclaba sarcasmo y autosuficiencia. A pesar de su condición, no había perdido ese aire altivo que lo caracterizaba.
—Realmente me sorprendió cuando tu padre, Jeon Minho, aceptó casarse con tu madre. No solo a mí, sino a toda la familia. Pero nunca presté atención a los rumores sobre la misteriosa herencia de los Jeon. Para serte sincero, siempre he sido de los que hacen lo que les place, sin importarme lo que otros piensen o digan. Los demás podían irse al infierno por lo que a mí respecta—. El hombre tosió levemente, su cuerpo se sacudía con el esfuerzo, pero aún así levantó la cabeza, fijando su mirada vaga pero penetrante en Jungkook—. Y entonces, un día, asistí a una conferencia sobre mitología. Hablaban de cambiaformas, humanos capaces de transformarse en animales. Fue en ese momento cuando todo cambió. Lo sabes, ¿verdad, Jungkook? Tú lo has vivido en carne propia...
Jungkook lo observaba con una furia latente, su respiración se aceleraba mientras luchaba por mantener el control. Cada palabra del prisionero le provocaba una ira desbordante.
—Dime de una maldita vez qué me hiciste, qué rayos hicieron conmigo mientras estaba inconsciente—gruñó, avanzando un paso hacia el hombre encadenado, su paciencia colgando de un hilo.
El hombre esbozó una débil sonrisa, apenas perceptible entre los moretones de su rostro.
—Nosotros no te hicimos nada, Jungkook...—.
—¿Qué?—Jungkook frunció el ceño, su voz apenas era un susurro cargado de confusión y rabia contenida.
—Siempre fuiste tú, siempre fue la familia Jeon. Tu familia... la poderosa familia Jeon—. El prisionero hizo una pausa deliberada, saboreando el desconcierto de Jungkook—. ¿Nunca te lo contó tu padre? ¿Tu abuelo?—. El hombre lo miró desafiante—. ¿Nunca te hablaron sobre tu verdadera naturaleza? Lo único que hice fue liberar el instinto que ya estaba en ti, Jungkook. Ese poder... siempre lo tuviste escondido...—.
—¡¿Instinto?!—rugió Jungkook, levantándose de la silla de golpe y acercándose bruscamente al prisionero, sus puños temblando de ira—. ¡¿Llamas instinto a convertirte en un maldito gato?!—.
Pero el hombre encadenado no se inmutó. Su expresión se mantuvo calmada, incluso con una pizca de satisfacción.
—Bueno... lo del gato fue una sorpresa inesperada, debo admitirlo—.
Jungkook se detuvo, confusión nublando su mirada mientras las palabras del prisionero retumbaban en su mente.
—¿Qué quieres decir con eso?—preguntó Jungkook, entrecerrando los ojos.
El hombre, con la cabeza baja, levantó lentamente su mirada, sus ojos encontrándose con los de Jungkook.
—Lo que quiero decir es que el gato no estaba en nuestros planes. ¿No lo recuerdas, Jungkook? Aquella última noche que pasaste en esa habitación...—. Su voz descendió a un susurro venenoso—. ¿No recuerdas cómo mataste a cinco de mis hombres? ¿No recuerdas el sabor de su sangre en tu boca? ¿Los gritos de agonía que llenaron la sala? ¿No recuerdas en lo que te convertiste... en ese monstruo?—.
Las palabras resonaron en la mente de Jungkook, reviviendo memorias enterradas. Su furia alcanzó un punto de ebullición, y sin pensarlo, le lanzó un puñetazo al abdomen del prisionero, haciéndolo toser violentamente y retorcerse de dolor.
—Se me está acabando la paciencia, tío. ¡Dime qué me hicieron!—vociferó Jungkook, su voz cargada de desesperación.
El prisionero, aún tosiendo y recuperando el aliento, sonrió levemente mientras su cuerpo se sacudía por el dolor.
—Después de esa conferencia sobre los cambiaformas, no pude sacarme la idea de la cabeza. Se convirtió en mi obsesión. La mayoría de los registros históricos hablaban de hombres lobo... pero, ¿y el resto? Pronto descubrí que también había humanos que podían transformarse en otros animales. Los registros eran escasos, pero estaban ahí. Busqué respuestas durante meses... hasta que me enteré de que la familia Jeon posiblemente tenía esos genes—.
—¿De qué demonios estás hablando?—interrumpió Jungkook, su confusión aumentando con cada palabra.
—Te hablo de un secreto ancestral—prosiguió el hombre—. De todos los humanos, en la antigüedad, solo el 30% tenía la capacidad de transformarse. Y de ese 30%, el 80% se convertía en lobos. Pero el otro 20%... tenía el don de transformarse en otros animales. La familia Jeon pertenece a esa pequeña minoría, Jungkook. Ustedes... son especiales—.
Jungkook quedó en silencio, sus pensamientos arremolinándose en su mente como un torbellino. La revelación lo había dejado sin palabras, su mente intentando procesar lo que acababa de escuchar.
—Gracias a ti, Jungkook—. La voz del prisionero adquirió un tono casi emocionado—. Publicaré el artículo científico más importante de la historia. Seré reconocido en todo el mundo por esto...—.
Pero Jungkook ya no escuchaba. Una sola idea se repetía en su mente, clara como el agua.
Lee Jongsu... había cavado su propia tumba.
La leyenda de los cambiaformas había sido considerada, por mucho tiempo, nada más que eso: un mito que circulaba en susurros entre historiadores y curiosos. Habría seguido siendo solo una fantasía si no fuera por un reciente descubrimiento que dejó al mundo boquiabierto. Hace unos pocos años, arqueólogos desenterraron pinturas antiguas y el diario personal de una princesa de la era Joseon. En sus páginas, la princesa relataba con detalles cómo los cambiaformas realmente existían y cómo lograban sus transformaciones al conectar profundamente con su yo interno. Las declaraciones se volvieron más intrigantes cuando se hallaron restos humanos cerca de las pinturas. Pero esos huesos no coincidían con los de un humano común; eran diferentes, una prueba que sugería que esos seres, capaces de cambiar de forma, habían caminado entre nosotros.
El hallazgo despertó especulaciones, y pronto quedó claro que, aunque la humanidad pensaba que los cambiaformas habían desaparecido por completo, la verdad era otra. Lo que pocos sabían, sin embargo, era que algunas familias, entre ellas los Jeon y los Park, habían guardado celosamente el secreto de su herencia durante generaciones.
Jungkook, sentado frente a su padre, escuchaba la explicación con incredulidad y una creciente ira. Cada palabra que salía de la boca de Jeon Minho, su padre, solo alimentaba su rabia interna.
—Cuando me enteré de tu secuestro, Jungkook, intenté buscar respuestas desesperadamente —comenzó su padre, con voz grave—. Hubo muchas teorías, muchas especulaciones, pero jamás hubiera imaginado que el motivo de todo esto fuera un experimento, y mucho menos que tu propio tío materno estuviera detrás de ello. Era algo impensable. Sabía que tu tío podía ser imprudente, capaz de hacer cosas absurdas, pero secuestrarte... todo esto por reconocimiento científico. —El hombre hizo una pausa—. Hijo, admito mi culpa en esto. Debí haberte hablado sobre nuestra historia. Debí haberte advertido sobre lo que podría ocurrir, pero nunca encontré el momento adecuado.
—¿Advertirme sobre qué? —preguntó Jungkook.
Jeon Minho respiró profundamente antes de continuar.
—Este fenómeno, esta capacidad, no ha ocurrido en nuestra familia desde hace muchas generaciones. Tu tatarabuelo fue el último en poder transformarse, y fue por esa razón que se había comprado una isla remota con densos bosques. Allí, tu tatarabuelo podía vivir libremente, sin el temor de ser descubierto. Después de su muerte, ninguno de sus descendientes, ni yo, ni tu abuelo, fuimos capaces de transformarnos. Teníamos los genes, sí, pero algo en nosotros impedía la transformación.
Jungkook lo miraba con atención, intentando procesar todo lo que estaba escuchando.
—¿Ni siquiera tú? —preguntó, sintiendo un nudo en el estómago.
—No. Ni yo, ni tu abuelo, ni ninguno de nuestros antecesores recientes. Nunca le di importancia a este asunto. Mi abuelo tampoco, aunque tu bisabuelo era distinto. Él soñaba con que alguna generación futura heredara ese don. Se suponía que cuando cumplieras la mayoría de edad te hablaría de todo esto, pero como no creí que la transformación ocurriera en ti, decidí que no era necesario. Pensé que podíamos vivir sin preocuparnos por ello... hasta ahora.
Jungkook apretó los puños.
—Todo esto se remonta a una simple charla que tuve con tu tío, en la que insinué algo sobre nuestra historia. Jamás le conté todo, pero al parecer él se obsesionó con la idea. Lo siento, de verdad lo siento. No debería haber hablado de más. Ahora él lo sabe y... todo esto es culpa mía. Me encargaré de resolverlo, pero te pido que mantengamos este secreto entre nosotros. Ni tu madre ni nadie más debe saberlo.
Jungkook arqueó una ceja, confundido.
—¿Por qué no decírselo a mamá? —preguntó con cautela.
—Porque suena absurdo, Jungkook. Tu madre no cree en este tipo de cosas, y además... tú mismo dijiste que después de aquel incendio, nunca más volviste a transformarte, ¿no es así?
Jungkook suspiró, asintiendo lentamente.
—¿Y qué hay de nuestro bisabuelo? —inquirió el alfa, con la esperanza de que su padre le diera más respuestas.
—Nunca supe mucho más. Cuando mi abuelo me habló de todo esto, falleció unos días después. —Jeon Minho se detuvo un momento antes de añadir—: No somos los únicos con esta herencia. La familia Park también posee estos genes. Sus ancestros eran capaces de transformarse en gatos blancos.
—¿Gatos blancos? —repitió Jungkook, sorprendido.
—Sí. Durante la era Joseon, nosotros, los Jeon, éramos conocidos como grandes guerreros. Los Park, en cambio, eran famosos por ser espías naturales. Su último descendiente con ese poder murió hace unos años.
—¿Hace poco? ¿Quién era? —preguntó Jungkook.
—Park Jimin —respondió su padre—. El hermano mayor de Lisa. Desapareció a los trece años y luego lo encontraron ahogado en un lago.
—Lo recuerdo —murmuró Jungkook—. Siempre pensé que su muerte fue extraña.
—Lo era. Jimin era capaz de transformarse en un gato desde niño, pero la familia Park mantuvo el secreto. Solo tu abuelo y yo lo sabíamos, porque comprendíamos la situación. De hecho, habíamos considerado comprometerte con Jimin para asegurar que las futuras generaciones de los Jeon pudieran activar esos genes... pero todo salió mal. Alguien filtró la información, y después de eso, Jimin desapareció.
Jungkook respiró profundamente, tratando de procesar todo lo que acababa de escuchar.
—Entonces, cuando Jimin murió, decidieron comprometerme con Lisa —dijo, más para sí mismo que para su padre—. Tengo dos preguntas. La primera: ¿Lisa puede transformarse?
—No. El único que podía era Jimin —respondió su padre con calma.
—Bien. Entonces, lo único útil de este compromiso son los beneficios. Mi segunda pregunta es más una petición: si hubieras mantenido la boca cerrada con mi tío, nada de esto habría pasado. No habría secuestro ni esta maldita transformación. —Jungkook lo miró con dureza—. Mi madre adora a su hermano, pero tú puedes deshacerte de él. Un accidente de coche suena bien. Si lo haces, mantendré la boca cerrada sobre todo este asunto, pero a cambio debes respaldar mi anulación del compromiso con Lisa.
Jeon Minho lo miró con una mezcla de sorpresa y preocupación.
—¿Y si no lo hago? —preguntó con voz ronca.
—Entonces las cosas se complicarán aún más —respondió Jungkook con frialdad—. Ya he pensado en todo. No quiero casarme con Lisa. Si no hablas conmigo ahora, me aseguraré de que las cosas salgan mucho peor. Hay más personas involucradas en este secuestro, y me encargaré de todos ellos... pero primero quiero saber si aceptas mi petición.
Jeon Minho permaneció en silencio unos momentos antes de hablar.
—¿Qué piensas hacer? No hay nadie mejor que Lisa para casarte. Tienes veintiocho años, Jungkook, es hora de que tomes una decisión.
Jungkook lo miró a los ojos, firme en su respuesta.
—Ya lo he decidido. Y créeme, he pensado en esto durante mucho tiempo.
—¿Te acuerdas lo que me dijo aquella vidente? —preguntó Jisoo, mientras miraba la televisión con una expresión pensativa—. Dijo que debía tener cuidado, que este mes la suerte no estaba de mi lado. Creo que tenía razón. Ayer, mi novio me pidió prestado un millón de wons... No se lo di, y entonces, terminó conmigo. Me dijo que lo necesitaba para su madre, pero, ¿sabes? Hoy vi su foto en las noticias de la mañana... Apareció como uno de los hombres más buscados. Estafaba a mujeres como yo.
Taehyung dejó de doblar las servilletas, su rostro palideció.
—Ji-Jisoo, n-no puede ser...
—Tae, no te preocupes —Jisoo levantó una mano, interrumpiéndolo con una sonrisa suave, aunque algo amarga—. Solo quería contártelo. Al principio me sentí devastada, pero ahora, por extraño que suene, me siento aliviada. Es como si hubiera esquivado una bala enorme. Si le hubiera prestado ese dinero, me habría endeudado y caído en su trampa. Es increíble, ¿no? —Jisoo rió levemente, pero con una sombra en sus ojos—. Me pregunto, ¿qué te habría dicho la vidente si le hubieras pedido una lectura aquel día?
Taehyung sonrió con tristeza, bajando la mirada hacia las servilletas a medio doblar.
—No sé si me hubiera gustado saberlo. Si me lo hubiera dicho, tal vez me habría preparado para lo inevitable, pero... Estoy seguro de que en esas cartas hubiera salido algo oscuro. Quizá la carta de la muerte... Ya perdí a Cookie, ya no está conmigo... Y si le hubiera pedido una lectura a esa anciana, tal vez habría cuidado mejor de él. Pero nunca lo hice. Nunca tuve el valor.
—Tae... —Jisoo lo miró con compasión, acercándose a él—. Han pasado semanas. Cuando estés en Daegu, tal vez puedas adoptar una nueva mascota. ¿Qué te parece un cachorro? Quizá ese pequeño compañero te ayude a sanar tus heridas, poco a poco. Pero quiero que sepas algo —añadió con ternura—, la partida de Cookie no fue tu culpa. Fue un accidente, Tae. Tu corazón sanará, lo sé. Solo necesitas tiempo.
—Sí, lo sé... —susurró Taehyung, tratando de convencerse a sí mismo. Luego, tomó aire y, con la voz algo temblorosa, dijo—: Me voy pronto, Jisoo. Ya tengo casi todo listo.
—¿Qué? —Jisoo se giró, sorprendida—. Creí que te irías el próximo mes...
—N-no... Yo... No puedo seguir aquí. Después de todo lo que ha pasado, siento que necesito estar lejos. Muy lejos de todo esto —dijo Taehyung con voz apagada, pero resuelta.
Jisoo asintió con tristeza, entendiendo el peso de sus palabras.
—En ese caso, este fin de semana me tomaré libre. ¿Te gustaría que vayamos a algún lugar antes de que te vayas?
—N-no, prefiero quedarme en casa preparando mis cosas. No tengo muchas, pero... —Taehyung titubeó un momento—. Y, por favor, dile a Bogum que deje de llamarme. También dile que lo siento por cómo me he comportado estas últimas semanas, pero... simplemente no puedo más. Estos días han sido realmente duros, Jisoo. N-no, solo quiero estar lejos de todo, por un tiempo.
Jisoo lo observó en silencio por un momento, antes de abrazarlo con fuerza.
—Te entiendo, Tae. Estaré aquí para lo que necesites.
Esa noche, después de una jornada agotadora en el restaurante, Taehyung se acercó a la señora Kang con una petición inesperada. Le pidió salir antes de tiempo, argumentando que necesitaba descansar. Aunque su intención inicial era dirigirse a la casa de Jisoo, donde planeaba preparar sus cosas para la mudanza, una inquietud invisible lo detuvo. Un impulso desesperado, casi irracional, lo empujó en otra dirección. Sintió que era su última oportunidad, su despedida final de Cookie. Sin pensarlo dos veces, decidió ir al lugar que alguna vez llamó hogar: su antiguo departamento.
El edificio estaba reducido a cenizas. Lo que antes había sido su refugio, un lugar lleno de memorias, ahora era un paisaje desolado de escombros y oscuridad. Aun así, nada pudo detenerlo. Con pasos vacilantes, Taehyung caminó entre los restos de lo que una vez fue su vida, su corazón palpitando con un dolor profundo y familiar. A cada paso, los recuerdos lo golpeaban como olas implacables, llenándolo de una nostalgia que casi podía sentir en el aire.
Se detuvo en el centro de lo que fue su hogar. El viento soplaba suavemente, como si también guardara luto por todo lo perdido. Taehyung cerró los ojos por un instante, dejándose arrastrar por las memorias que lo envolvían. Recordó la primera vez que trajo a Cookie a casa, con paciencia y cariño, lo había curado, convirtiéndolo en su compañero. Cada Navidad, cada día lluvioso, cada madrugada solitaria, Cookie había estado allí, acurrucado junto a él, brindándole una compañía silenciosa pero invaluable.
Los fuegos artificiales de aquel año brillaron fugazmente en su mente. Cookie, normalmente distante, había permanecido cerca de él durante aquella noche especial, como si entendiera que era todo lo que Taehyung necesitaba. Pensó también en las noches interminables donde el gato ronroneaba a su lado, calmando el mar de su ansiedad, y en esa última vez que lo llevó al veterinario, susurrándole promesas de que todo estaría bien. Ahora, esas promesas se habían roto de una manera cruel e irrevocable.
Las lágrimas comenzaron a brotar sin contención, corriendo por su rostro con una intensidad que no había sentido antes. Esta despedida, aunque desgarradora, era necesaria. Cookie había sido mucho más que un simple gato. Su presencia testaruda y a veces distante le había dado a Taehyung algo que nadie más le ofreció: una sensación de hogar en un mundo que a menudo se sentía hostil. Con cada gruñido, cada mirada indiferente, Cookie le había mostrado que incluso en la soledad más profunda, uno no estaba realmente solo.
—Cookie... —Taehyung murmuró con la voz quebrada—. No sé cómo seguir sin ti, pero lo intentaré.
Sabía que no podía quedarse ahí para siempre, atrapado en un pasado que ya no existía. Cookie le había dado el valor necesario para seguir adelante. Incluso en su ausencia, sentía que una parte del gato permanecería con él para siempre, acompañándolo de una forma que no podría explicar con palabras.
Con un suspiro profundo, casi como si liberara un peso que llevaba durante demasiado tiempo, Taehyung dio un último vistazo a los escombros. Todo lo que quedaba de su antigua vida se desmoronaba ante sus ojos, pero algo más emergía en su corazón: una nueva fuerza, un deseo inquebrantable de seguir adelante. Se agachó, tocando suavemente la tierra bajo sus pies, como si esa acción fuera una despedida silenciosa a su antiguo compañero.
—Adiós, Cookie... —susurró—. Gracias por todo. Nunca te olvidaré.
Mientras Taehyung se alejaba del lugar en ruinas que había sido su hogar, miró su reloj: la una de la madrugada. Era tarde, muy tarde, y la oscuridad envolvía las calles desoladas de la ciudad. No solo era la soledad lo que le preocupaba, sino el hecho de que estaba en una zona peligrosa. En lo profundo de su ser, algo se agitaba; era su instinto natural como omega. Sabía que estar en ese tipo de lugares a esa hora era un error, especialmente cuando alfas merodeaban por las sombras.
De repente, una voz áspera interrumpió sus pensamientos. —¿A dónde vas, precioso? ¿Te han dicho alguna vez que eres un omega muy bonito?—Un alfa se acercaba, acompañado de otros dos hombres que lo seguían de cerca. Taehyung sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—Y-yo tengo que irme,—respondió rápidamente, su voz temblorosa, intentando seguir su camino sin detenerse.
—No tan rápido,— replicó otro de los hombres. —Tenemos una botella de soju. ¿Por qué no te diviertes con nosotros? Vamos, amigo, te encantará.
Taehyung aceleró el paso, pero antes de poder alejarse, uno de los alfas intentó agarrarlo del brazo. —¡Déjenme!—gritó, sacudiéndose con fuerza y logrando escapar de su agarre. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia un callejón, buscando desesperadamente una salida. Pero sus perseguidores eran astutos y conocían bien el terreno.
—Juguemos a las escondidas, omega,—gritó uno de ellos, su tono cargado de malicia. —Nosotros conocemos este lugar como la palma de nuestra mano. Te encontraremos, no importa dónde te escondas.
El corazón de Taehyung latía con furia. Se adentró más en el callejón hasta encontrar un gran contenedor de basura, detrás del cual se agazapó, temblando. El olor agrio de los lirios, una característica de su nerviosismo como omega, comenzaba a impregnar el aire, traicionándolo. Mientras intentaba controlar su respiración, su mente se llenaba de pensamientos oscuros. ¿Qué harían con él cuando lo encontraran? Las posibilidades lo aterraban.
Cerró los ojos, intentando aferrarse a algún pensamiento reconfortante. Pensó en su familia: sus padres, su hermana. ¿Se preocuparían por él si supieran lo que estaba pasando? Pero enseguida desechó esa idea. No, ellos nunca se habían preocupado por él. Siempre había sido un peso, una carga que toleraban con frialdad.
Las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas. ¿Acaso alguien en este mundo lo amaba verdaderamente? Tenía amigos, sí, pero lo que él anhelaba era alguien que estuviera a su lado incondicionalmente. Alguien que le dijera que todo estaría bien, que lo amara a cada momento, que prometiera protegerlo siempre. Pero, ¿existía alguien así en su vida? No. Estaba solo. Cookie había sido lo más cercano a ese tipo de amor, pero ahora Cookie ya no estaba.
Su llanto se intensificó, y justo en ese momento escuchó las voces de los alfas acercándose cada vez más. Desesperado, pensó que no había escapatoria... hasta que oyó un suave maullido.
Volteó la cabeza, su corazón deteniéndose por un instante. Frente a él, entre las sombras del callejón, estaba un pequeño gato negro. Taehyung lo miró fijamente, incapaz de creer lo que veía. Podía ser cualquier gato callejero, pero no... ese era Cookie. Lo reconocía. Lo sabía con cada fibra de su ser.
—¿Cookie... eres tú?—susurró Taehyung, intentando acercarse con cautela. Y entonces, para su asombro, el gato dio unos pasos hacia él. Taehyung no pudo contener las lágrimas. Se arrodilló, abrazando al pequeño felino contra su pecho. —Cookie, no sabes cuánto te he extrañado. Yo... yo pensé que estabas muerto. Nunca más te dejaré, te lo prometo.
Susurró esas palabras con el corazón destrozado, pero también con una pequeña chispa de esperanza encendiéndose en su interior. Sin embargo, aquel momento que debía haber sido reconfortante fue abruptamente interrumpido. Los alfas habían dado con su escondite. Estaban allí, de pie, observando la escena.
—Ah, miren lo que tenemos aquí,—dijo uno de los hombres con una sonrisa perversa. —El omega ya encontró a su pequeño gatito. Pero ahora es nuestro turno de divertirnos.
Taehyung no podía dejar de temblar, su cuerpo entero sacudido por el terror mientras las lágrimas caían de sus ojos sin control. Abrazaba a Cookie con todas sus fuerzas, como si aferrarse al pequeño gato pudiera salvarlos de los horrores que se cernían sobre ellos. Su voz era apenas un susurro ahogado por el miedo.
—P-por favor... no me hagan daño, n-no...— rogó, con la voz quebrada y la respiración entrecortada.
Uno de los alfas se acercó con paso lento, disfrutando del pánico de Taehyung. Sus ojos brillaban con una crueldad que helaba la sangre, y una sonrisa siniestra se dibujó en su rostro cuando se inclinó hacia el omega. —No te preocupes, cariño. Seremos muy gentiles contigo—, dijo, sus dedos ásperos tomando la barbilla de Taehyung y obligándolo a mirarlo a los ojos. —Siempre que hagas exactamente lo que te decimos.
Justo en ese momento, Cookie, que hasta entonces había permanecido en silencio, comenzó a maullar desesperadamente. El pequeño felino se erizó, sus ojos llenos de furia, gruñendo con una agresividad inusual, como si pudiera percibir el peligro que acechaba. Sus maullidos resonaron en el aire como advertencias, lo suficientemente fuertes como para hacer que el alfa retrocediera por un segundo, sorprendido.
—¡Deja a ese gato!—ordenó el hombre, su voz impregnada de frustración al ver la resistencia de Taehyung.
Taehyung negó débilmente con la cabeza, apretando más a Cookie contra su pecho. —N-no... no lo haré—, susurró, sabiendo que su negativa solo enardecería más a los alfas, pero incapaz de soltar a Cookie.
La respuesta de Taehyung, aunque apenas audible, enfureció a uno de los alfas, que avanzó con violencia. Con un gesto brusco, arrancó a Cookie de los brazos de Taehyung, ignorando los gritos de súplica del omega. El hombre, con un desprecio absoluto, lanzó a Cookie al suelo con tal fuerza que el pequeño gato emitió un quejido de dolor al impactar contra el pavimento.
Taehyung gritó desesperado, sus ojos llenos de lágrimas mientras intentaba correr hacia Cookie, pero otro de los alfas lo detuvo. El gato, a pesar del dolor, se incorporó con dificultad y, con un gruñido débil, trató de defenderse, pero su atacante no tuvo piedad. Levantó una piedra grande y la dejó caer con brutalidad sobre el pequeño cuerpo de Cookie.
El chillido de dolor que salió de la garganta de Cookie fue desgarrador, un sonido que hizo que el corazón de Taehyung se rompiera en mil pedazos. —¡Cookie!— gritó, luchando contra el agarre de los alfas que lo mantenían prisionero.
Pero antes de que pudiera liberarse, uno de los hombres lo golpeó en la cara con una fuerza que lo hizo tambalearse. La bofetada fue tan fuerte que sintió su mejilla arder al instante.
—¿Qué pasa, omega? ¿No te gusta lo que le hicimos a tu lindo gatito?— se burló el alfa, acercándose aún más, su aliento áspero y cálido contra la piel de Taehyung. —Te dije que seríamos amables contigo... pero solo si tú también lo eres.
Mientras todo esto ocurría, Cookie, o más bien Jungkook, estaba en un estado de shock. Su mente era un caos. No podía recordar cómo había llegado allí, ni cómo había vuelto a transformarse en su forma de gato. Solo una cosa estaba clara en su mente: Taehyung lo necesitaba.
El omega estaba en peligro, vulnerable, y Jungkook sabía que debía cumplir con la promesa que Taehyung le había hecho: "Siempre te cuidaré, Cookie. Pase lo que pase, estaré contigo."
Pero ahora, la situación había cambiado. Era el turno de Jungkook de proteger a Taehyung. Lo haría, sin importar las consecuencias. Nunca más permitiría que Taehyung sufriera. Protegería al omega con su vida si fuera necesario. Haría todo lo posible para que nunca más llorara, para que no volviera a sentir miedo. Jamás.
Y entonces, algo en el interior de Jungkook cambió.
El dolor fue insoportable. Sus huesos comenzaron a crujir y distorsionarse de una manera antinatural. Su columna vertebral se arqueó, y su cuerpo, que hasta ese momento había sido el de un pequeño gato, comenzó a expandirse, a crecer, a volverse algo más... mucho más peligroso. No estaba volviendo a su forma humana, sino a algo más oscuro y letal.
La transformación había comenzado.
Hace miles de años, los Jeon eran conocidos en toda Corea no solo como guerreros excepcionales, sino por su habilidad de transformarse en panteras negras, los cazadores más mortíferos y fieles protectores del emperador. Y ahora, esa legendaria habilidad estaba despertando dentro de Jungkook.
Sus patas se alargaron, sus garras se hicieron más afiladas, y sus ojos felinos brillaron con una luz amenazante. El aire alrededor de él se llenó de una energía salvaje y peligrosa, y cuando los tres alfas vieron lo que estaba sucediendo, sus rostros se deformaron en una mezcla de terror y asombro.
Jungkook, ahora una imponente pantera negra, dejó escapar un rugido que resonó en todo el callejón, un sonido que heló la sangre de los hombres.
Los haría pedazos.
No habría piedad. No para aquellos que se habían atrevido a hacerle daño a Taehyung. Y en el fondo de su ser, Jungkook supo que disfrutaría de cada segundo de lo que estaba a punto de hacerles.
Holiiii, muchas gracias por sus comentarios ❣️❣️ 🫂 quiero darles un abrazo a todas esas personitas que me animan a seguir con esta historia ❣️
Que les pareció el capítulo?? Se que fue violento 😞 pero créanme cuando les digo que todo el sufrimiento de Tae termina aquí, ahora Jungkook se encargará de que Tae sea feliz 🫢
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