Capítulo XXIV
Marcos sintió algo áspero rozarle el rostro. Se movió y una pequeña presión en el pecho hizo que abriera los ojos. Una bola negra estaba pegada sobre él lamiéndole el mentón. Acaricio su cabeza y miró la hora: 6:45. El gato se estiró acostándose en su pecho, mirándolo fijamente.
—Hay que levantarse, peludo —murmuró con la voz ronca.
Se levantó y se dirigió a la cocina. Intentando recordar cómo preparaba el mate Carla, busco los elementos en la alacena y puso la pava en el fuego. «No debe ser tan difícil», pensó. Mishuri caminó entre sus piernas frotándose y maulló frente a su plato. Había visto un tarro con alimento mientras rebuscaba en las alacenas, así que lo sacó y lo sirvió.
—Se te hierve el agua —dijo Carla saliendo de la habitación. Marcos se dio vuelta para mirarla. Le enterneció verla despeinada y con su piyama de gatitos, sin la expresión de fastidio que llevaba cuando vio ese piyama por primera vez.
—Buenos días —contestó sacando la pava del fuego—. ¿Dormiste bien?
— Sí, superbién. —Carla estiró sus brazos hacia arriba dando un bostezo. Le había costado conciliar el sueño, pero cuando lo logró descansó como nunca. Con la seguridad de que no estaba sola. A su vecino le dieron ganas de deslizarse al rededor de esos brazos, verla así, al natural, recién levantada, lo estremeció de deseo y cariño. Una tentación, eso era Carla.
— ¿Tienes que hacer algo hoy? —preguntó Marcos intentando no demostrar el deseo que lo consumía. Le pasó un mate.
—No. Es mi día libre —contestó, Carla, sorbiendo de la bombilla y poniendo una cara extraña. Marcos sonrió.
—¿Está feo?
—Un poco fuerte, quemaste la yerba seguro. Pero está tomable. ¿Qué querés hacer?
—Vernos con Alejandro para prepararnos para el lunes. Hay varias cosas que no tuvimos en cuenta. Ale me contó que a veces piden alguna prueba de que la relación no es falsa, como comunicaciones por mails o llamadas telefónicas, cuentas en común, esas cosas. De las que no tenemos nada.
—Es cierto, algo había escuchado, pero con todo el lío con Hugo no lo pensé. —respondió Carla pasándole el mate con preocupación.
—No te preocupes, vivimos uno enfrente del otro. Eso es algo a favor. Estaría bueno si Laura puede venir también, juntarnos los cuatro por si a ellos les hacen alguna pregunta.
—¿Nos van a hacer preguntas?
—Sí, y son varias —afirmó Marcos devolviéndole el mate—. Después de la entrevista conjunta nos separan y tenemos que contestar un cuestionario por separado.
—Me muero —tosió Carla atragantándose.
—Por eso quiero que nos juntemos con ellos. Alejandro ya pasó por eso y me dijo que habló con el abogado que los ayudó y consiguió una copia de los cuestionarios. Quizá cambie alguna pregunta, pero lo básico va a estar.
—Pensaba mientras hablabas que podríamos comprar los pasajes para que vean que nos vamos de viaje a Argentina juntos.
—Eso está bueno. Podríamos comprarlos también hoy —afirmó Marcos dejando el mate que Carla le había pasado sobre la mesada de la cocina—. Bueno, me tengo que ir a trabajar... Pero hay otro tema: Mi madre.
—Sí, tenemos que decirle. No creo que se vaya antes.
—Sí, además, también nos puede servir demostrar que vino desde Colombia para nuestro casamiento.
—Es buena idea.
—¿Te ocupas tú? —preguntó Marcos sonriendo.
— ¿De decirle a tu madre? --Marcos asintió con la cabeza divertido--. ¿Yo? --Volvió a asentir--. No, ni loca.
—Vamos, Carla, ¿Le tienes miedo a mi mamá? Es una mujer encantadora. ¿Qué podría hacerte? ¿Agarrarte de los pelos y dejarte sin ninguno? —exclamó Marcos en tono jocoso.
— Ay, qué gracioso el chulito. Es madre de hijo único... No quiero darle sola esa noticia. Además, me cuesta mentir. Ya bastante con el registro civil, pero con tu mamá que es tan buena no me sale.
—Bueno, vamos los dos —sentenció Marcos tomando a Carla de las manos y sonrió—. No te voy a dejar sola con esto. —Tironeó de su mano hacia la puerta.
—¿Ahora? ¿Qué hacés, Marcos? ¡Para! Ya te salió el cronopio de adentro —Marcos largo una carcajada y volvió a jalar de su mano.
—Es lo mejor que me dijeron en años —le dio un beso en la mejilla sin dejar de arrastrarla a la puerta. Muchas veces Carla se había sentido tironeada o agarrada del brazo sin su voluntad, pero esta era distinta a todas, no sentía dolor ni malestar, era como un juego con la inocencia de un niño que la invitaba a jugar. Se soltó fácilmente porque Marcos no ejercía presión.
—No puedo ir así con un pijama de gatos a anunciar que me caso —refunfuñó señalándose la ropa.
—Es el mejor atuendo para la ocasión y nos vamos a reír cuando lo recordemos en un futuro. —Se frenaron al instante, mirándose con una intensidad absoluta. Lo que Marcos había dicho distaba mucho de su situación. Para ellos no había planeado un futuro., O por lo menos, eso creían. Marcos volvió a arrastrar a Carla hasta la puerta, no quería arruinar el momento, y esta vez, ella no opuso resistencia.
Al cruzar al apartamento de Marcos sintieron una mezcla de olores: Arepa, huevo y chocolate caliente.
—¡Hijos míos! Ya los iba a buscar para que vengan a comer. Miren todo lo que les prepare. —Mari luz hizo un ademán con la mano mostrando la mesa servida. Marcos tomó una arepa al vuelo y hablo con la boca llena.
—Llego tarde a trabajar madre, pero puedes desayunar con mi novia, ¿No linda? —Carla abrió los ojos como platos. No quería quedarse sola con la mujer después de semejante noticia. Luego asintió con la cabeza y Marcos le dio un beso en el cachete con migas de arepa—. Vinimos más que nada para tomar mis cosas y hacerte un anuncio.
—¿Un anuncio? —preguntó Mari luz emocionada—. ¿Qué tipo de anuncio? ¿No me dirás qué voy a ser abuela?
—¡No! —gritó Carla horrorizada. Si ya pensaba que Marcos estaba loco, tenía de dónde salir. Marcos lanzó una carcajada. Intuía que su madre recibiría bien su relación con Carla, pero de allí a querer ya adosarle hijos era demasiado hasta para ella.
—No hay nieto madre todavía, pero hay casamiento —anunció con una sonrisa que dejó al descubierto su blanca dentadura. Tomó a Carla de la cintura y la estrechó junto a su cuerpo. La escena era digna de comercial de Sprayette.
—¡Que no me lo creo! ¡Ay virgencita santa! Has oído mis súplicas —exclamó María Luz extendiendo los brazos hacia el cielo—. Y, ¿Cuándo es la fecha? Podríamos hacerlo en Colombia...
—Para la mano mamita —contestó Marcos abrazándola—. Que nos casamos acá y dentro de un mes —le dio un beso en la frente.
—¡¡¡En un mes!!! ¡¿Pero quieres ver a tu madre muerta?! Es que no llegamos a preparar nada, mi hijo —gritó llevándose la mano al pecho.
—Tranquila mamá que solo será una boda por civil. A Carla se le termina la residencia y necesitamos tramitarla. Luego nos vamos de luna de miel a Argentina.
—A no... —dijo Mari Luz—. Que una boda solo por civil no lo permito, hay que casarse ante los ojos de Dios. Pero no se preocupen que mamita arregla todo. Cuando vuelven de Argentina se casan por iglesia en Colombia. Ya está dicho. Organizamos todo con las tías. —Carla comenzó a toser. Marcos se acercó hacia ella y le golpeó la espalda con una sonrisa chulita.
—¿Te ahogaste amor? —le preguntó con ironía—. Espera a conocer a las tías... —bromeó—. Bueno, me voy a trabajar. Dejo a mis dos chicas para que charlen.
Marcos entró en la habitación para cambiarse y tomar sus cosas de trabajo. Su madre corrió a abrazar a Carla.
—Mi futura hija, siempre quise tener una hija mujer —Carla devolvió el abrazo abriendo los ojos como platos—. No te preocupes, querida. Yo te acompañaré y te ayudaré en todo. Ahora vamos a desayunar que tienes que estar fuerte y veo esas caderas muy flaquitas —terminó de decir dándole una palmada en la cola. Carla saltó de la sorpresa y le acompaño a desayunar sentándose en la barra. Se sentía dentro de una película surrealista, pero no en una de acción o de suspenso, sino en una que le resultaba agradable. Tanto que le comenzaba a asustar—. Qué feliz me haces, niña linda. Pensé que Marcos nunca iba a recuperarse y volver a creer en el amor, se ve que le diste fuerte.
Carla se removió un poco incómoda en el asiento. Por un lado, la golpeó el deseo de que esas palabras fueran ciertas; de vivir una historia real con su vecino. Por otro, el escozor de la culpa por mentir a una mujer que lo único que quería era ver a su hijo feliz.
—No podemos perder más tiempo, que nos queda poquito, ¿Puedes salir hoy? —preguntó Mary Luz.
—Sí, los sábados son mis días libres.
—¡Perfecto! Tenía ganas de pasear por las tiendas de Gracia y ahora tengo la excusa perfecta. Vamos a buscarte un lindo atuendo para el día del civil. Y uno lindo para la madre, por supuesto.
—Oh, no es necesario —apresuró Carla un poco avergonzada porque no había pensado en la ropa y no tenía nada para ponerse en una ocasión semejante.
—¡Pero claro que es necesario! Tienes que estar preciosa y le vamos a comprar algo a Marcos también porque es capaz de ir vestido como anda en la patineta esa.
—Bueno, está bien, vamos entonces —sonrió Carla, le entusiasmaba la idea de vestir a Marcos—. Podemos bajar por el paseo de Gràcia, que es hermoso para que conozcas y tiene muchas tiendas. Después podemos ir por la calle Gran, que tiene un pequeño centro comercial y por Verdi. Yo a menudo compro ahí en Verdi.
—¡Qué divertido! ¡Vamos a casar a mi hijo! —exclamó Mary Luz—. Vamos, niña, ve a cambiarte, ¿o supones salir con piyama?
—Ay, no me había dado cuenta —Carla se echó a reír y su falsa suegra la acompañó.
Ya en la calle, Mary Luz tomo del brazo a Carla y comenzaron a caminar. A Carla le pareció extraña esa forma de ir las dos agarradas. No estaba acostumbrada a tanto contacto. Su madre era una mujer muy fría, pocas veces la tocaba o salían juntas, siempre preocupada y mal humorada por las peleas con su padre o por el trabajo. Las caricias que recordaba eran contadas. Nunca besos de buenas noches o salidas a pasear. Mucho menos acompañarla a comprar ropa, por lo menos desde que tuvo edad para hacerlo sola. Se sentía bien hacer esto con alguien, si el casamiento fuera real, tener que elegir la ropa sola no sería agradable.
Cruzaron una avenida y un hombre le gritó a Mari Luz, todos se dieron vuelta para mirarla. A pesar de su edad, que no se le notaba, la madre de Marcos era una mujer hermosa y muy llamativa. Tenía un ángel, un brillo especial, era muy parecida a Marcos, o mejor dicho, Marcos era muy parecido a su madre.
—Se nota que fuiste tú la que crio a Marcos, son muy parecidos, por lo poco que pude ver —dijo Carla apurando el paso para alcanzarla. Se habían separado al cruzar la calle. Mari Luz la volvió a tomar del brazo.
—Gracias, mi amor, no fue fácil cuidarlo sola, pero por suerte su padre, si bien no fue un buen marido, fue un padre presente en lo económico. Para Marcos fue muy difícil la separación, era muy pequeño, ¿Él te contó cómo fue todo?
—Sí, algo.
—Es un buen chico, yo intenté criarlo con otros valores, eso téngalo por seguro. En los países latinoamericanos hay mucho machismo. La mujer nació para criar los hijos y limpiar la casa, y el hombre a la calle, al trabajo y vaya a saber dónde más —explicó Mari Luz mientras seguían caminando tomadas del brazo—. Si el hombre está con muchas mujeres es un ganador, pero si fuera la mujer la que tiene otros hombres, ¡ni se diga!, es una mujer de la calle, una prostituta. Ahora las cosas cambiaron, hay más igualdad, pero imagínate hace más de veinte años cuando tuve a Marcos. Y te digo lo peor, las más machistas somos las mujeres, porque reproducimos esa forma de pensar, criticamos a otras mujeres, agachamos la cabeza y criamos a nuestros hijos de la misma forma.
—Eso es muy cierto —Contestó Carla, sorprendida con las palabras de Mari Luz.
—Yo no lo aguanté. Sola criando a mi hijo mientras él de viaje en viaje y con otras mujeres. No, señor, por más dinero y comodidades, yo quería mi vida, que me amen y respeten. Poder trabajar, no solo ser madre o ama de casa. No desmerezco a las mujeres que lo eligen, por el contrario, las admiro, pero yo quería algo más. Así que me puse a aprender y abrí mi propia Manicura —Mostró sus uñas excelentemente esculpidas y pintadas con diseños—. Mira ese vestido que hermoso —exclamó la madre de Marcos mientras se detenían a mirar detrás del vidrio de una vidriera—. Es sencillo y elegante pero no demasiado. Creo que es perfecto, entremos a ver.
Ingresaron a la tienda y comenzaron a mirar las diferentes opciones de vestidos, María luz los tomaba y los presentaba sobre Carla, separando los que le gustaban para pasar al probador. Luego, miró algunos para ella. No les daban las manos para sostener tantos vestidos. La vendedora las seguía por toda la tienda con nerviosismo.
Carla se probó varios saliendo del probador para mostrarle a Mari Luz que negaba con la cabeza. La vendedora se acercó y le pasó al probador otro vestido.
—Les recomiendo este, es muy lindo para una boda civil al mediodía. Es estilo Hippie Chic.
Carla se lo probó y salió un poco sonrojada del probador. Mari Luz no negó con la cabeza, esta vez, por el contrario, le brillaron los ojos. Era un vestido corto por arriba de las rodillas, color manteca. La parte del torso era ceñida al cuerpo de encaje, con mangas princesas y un escote pronunciado en V, pero sutil, la tela dibujaba arabescos del mismo material. La falda suelta, a partir de la cintura, resaltaba su figura. Mari Luz se acercó y le recogió el cabello con sus manos.
—Es perfecto. Estás preciosa —murmuró estrechándola en un abrazo.
—Gracias, para mí también es perfecto —contestó Carla con un dejo de melancolía. Se sentía cada vez más involucrada en una farsa que deseaba real.
—Lo llevamos —afirmó Mari luz mientras le entregaba el resto de los vestidos a la vendedora—. Ahora métete rápido a cambiarte que está por llegar Marcos y no te puede ver que es mala suerte.
—¿Marcos viene para acá?
—Pues claro, vamos a obligarlo a comprar su ropa —contestó riendo y empujando a Carla dentro del probador.
Luego de dos horas de recorrida por las tiendas, Marcos obtuvo un traje negro bastante informal. El pantalón ajustado en las piernas y la camisa blanca suelta con un saco entallado. No pensaba usar corbata ni nada parecido. Carla lo ayudó a elegir, porque nada le gustaba. Volvieron al edificio llenos de bolsas para encontrarse con Alejandro y Laura que ya estaban esperándolos en la puerta.
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