Capitulo XII
A la mañana siguiente, Carla se levantó un poco más tranquila. Le había hecho bien hablar con Marcos, su compañía en ese momento. Habían quedado en que hoy verían el partido en su casa y comerían las famosas arepas. Prendió la televisión buscando algún programa de música que la animara y puso el agua para el mate. Por momentos, imágenes de lo sucedido ayer la asaltaban. La mano de Hugo en su garganta, su aliento rozándole el cuello. Trató de pensar en otra cosa. No quería arruinarse el domingo. Ya el lunes sería difícil hablar con Hugo en la universidad. «Tu tiempo es hoy», reflexionó. «Voy a disfrutar de este día y no voy a dejar que lo que pasó ayer o lo que pasará mañana me lo arruinen».
Quería estudiar un poco para un examen, luego se ducharía y a ver el partido. Sabía que Colombia no tenía chances, la selección argentina estaba jugando muy bien y sería divertido ver la cara del vecino cuando perdieran.
Marcos se levantó y luego de desayunar se dirigió al mercado para comprar todo lo necesario para la cita. ¿Tenía una cita? Hacía tiempo que no tenía algo así con nadie. Si bien se veía con Marcia y salía con chicas, sentía que lo de Carla era diferente, hasta estaba un poco nervioso. Recordó lo sucedido la noche anterior. Quería protegerla. Hacía tiempo que no experimentaba ese sentimiento con nadie.
Al volver a su apartamento organizó las compras para la cena, se dio una ducha y se puso la camiseta de la selección colombiana, con el número 14 de Luis Fernando Díaz, jugador que admiraba.
Carla no era fanática de ningún cuadro de futbol, pero sí de la selección argentina, después de ducharse se puso la camiseta 10 de Messi, se maquilló un poco con rímel en las pestañas y delineó sus ojos de forma natural. No quería parecer muy arreglada, pero quería estar linda para Marcos. Después de que la viera ayer con la cara hinchada como un tomate rojo por las lágrimas.
Sintió cosquillas en su estómago. No sabía si era una cita... hacía años que no iba a ninguna. Después de la historia con su ex, tormentosa y violenta, se había cerrado a las relaciones y refugiado en el estudio y la carrera; algo que se le daba muy bien. Extrañaba esa sensación en la piel cuando alguien le gustaba, esas cosquillas en el estómago... tampoco es que se lo permitiera con Marcos. Fue algo que pasó sin que ella lo buscara. Intentó evitarlo, todavía lo intentaba. No era el momento para enamorarse de un chulito como él. Ni siquiera sabía que iba a pasar con su vida mañana. Caminó hacia el apartamento vecino con Mishuri entre sus piernas.
—Bienvenida —dijo Marcos abriendo la puerta.
—Qué lindo olor ¿Ya estás cocinando?
—Empezando, ¿Quieres una cerveza? —ofreció Marcos volviendo a la cocina.
—Dale —respondió Carla— ¿Puedo ayudar?
—Déjamelo pensar. —Marcos sonrió.
—¿No confiás en mis dotes culinarias? —Carla se cruzó de brazos también sonriendo—. Gracias a mí ahora tomás mate.
—Es cierto. Pero no es que cocinar unas arepas se parezca mucho a tomar mate... bueno, vamos a probar, a ver... —dijo Marcos pasándole la cerveza—. Estoy terminando de amasar las tortillas. Toma los aguacates y vacíalos. Corta el interior en pedazos pequeños.
—Ok. —respondió Carla dejando la cerveza en la mesada y tomando los elementos para ayudar a Marcos. Mientras, este último salteaba en una sartén pollo con cebolla. El aroma era reconfortante. Carla admiró como Marcos se movía en la cocina. Los músculos de su espalda tensándose para agarrar los ingredientes, su seguridad en cada preparación. Parecía un chef.
—La tenés bastante clara en la cocina. ¿Aprendiste solo?
—Sí, me gusta comer bien y cuando vives solo no queda de otra —contestó Marcos mientras cocinaba las arepas de lado a lado. Pero, la verdad, es que aprendí mucho viendo y ayudando a mi madre.
Carla aprovechó para mirarlo, veía su perfil iluminado por la luz tenue de la cocina. Sus brazos se movían levantando la sartén. Por un momento se olvidó de lo que estaba haciendo y mordió su labio inferior. Marcos la miró y se quedaron unos segundos en silencio. La tensión entre ellos era evidente.
—Los aguacates... —dijo Marcos sonriendo.
—Me distraje, chulito. —Volvió Carla a trabajar con el cuchillo. Se sonrojó de la vergüenza y con los nervios se cortó finamente—. ¡Ay!
—¿Te cortaste? —Marcos tomó el dedo de Carla que sangraba y lo puso bajo el grifo. Luego lo revisó y se lo llevó a los labios chupándolo.
—Arde —gimió Carla sintiendo que lo que ardía era todo su cuerpo.
—Es un corte superficial. —Marcos buscó una curita que colocó suavemente en el dedo de su vecina—. Mejor siéntate en el sillón y sintoniza el partido.
—¿Me estás queriendo decir que no sirvo para la cocina? —contestó Carla sonriendo y llevando su cerveza—. Igual me voy porque me sigue ardiendo.
Carla se sentó en el sillón y buscó la transmisión del partido, todavía sonrojada. De a ratos, miraba a Marcos en la cocina. Verlo así, trabajando con la comida para ella, le producía miles de sensaciones en la piel, en el cuerpo y en el corazón. Se sentía a gusto. Como si no hiciera unas semanas que se conocían sino años.
—¡Empieza! —llamó Carla a su vecino.
—Ya estamos —contestó Marcos trayendo consigo una bandeja con la comida y servilletas.
—Voy a probar porque con los nervios del partido no como. —Carla se removió en el sillón para ver el juego y tomó una arepa—. Mmmm Que bueno que está. Muy rico. —Marcos sonrió y tomó una servilleta para limpiar un poco del jugo de la arepa que se deslizó sobre la boca de Carla. Le temblaron las piernas. Se miraron, la intensidad burbujeó en sus ojos. Muy cerca el uno del otro.
Carla sonrió, atrapada por los ojos de Marcos, pasó la lengua por su labio inferior limpiándose. Marcos mordió su propio labio al ver la lengua de su vecina y se acercó un poco más. Un silencio profundo se extendió entre ellos cargado de tensión, solo los sonidos de la transmisión del partido. Unos golpes en la puerta interrumpieron la tensión del momento. Marcos rodó los ojos.
—¿Y ahora quién? —preguntó dirigiéndose hacia la puerta.
—Buenas parce, llego justo para el partido —saludó Alejandro entrando con Cerveza en mano. Marcos miró a Carla haciendo un gesto con sus ojos y ella sonrió—. ¡Que rico! Hiciste Arepitas, parcero. —Alejandro tomó una y continuó hablando con la boca llena—. Ah, quiubo vecina, ¿interrumpo algo? —siguió mirando a Carla y luego a Marcos en un solo movimiento. Marcos lo miró con cara de fastidio y Carla le sonrió, si bien al principio la puso nerviosa la intromisión, le parecía divertida la naturalidad de Alejandro.
—Sentáte que ya empezó —dijo Carla dejando un lugar para Alejandro en el sillón. Marcos lo siguió y los tres comenzaron a ver el partido mientras comían, tomaban cerveza y comentaban las jugadas.
—¡No! ¿Cómo le hacés eso? —Se paró Carla al ver que golpeaban a Messi y lo dejaban en el suelo—. ¡Roja! ¡Eso es roja!
—Tranquila vecina. —La sentó Alejandro de un jalón de brazo. Mientras Marcos reía por la efusividad de Carla.
Llegó el entretiempo y Carla pasó al baño. Marcos discutió por lo bajo con Alejandro por no avisar que llegaría mientras se dirigían al balcón a encender un cigarrillo. Al salir del baño, Carla sintió el olor, había dejado de fumar hace años y todavía le costaba controlar las ganas de hacerlo. Se dirigió al balcón y le pidió una pitada a Marcos. Saboreó el humo entrando por sus pulmones mientras disfrutó la vista de la plaza, de la gente haciendo sus mandados, paseando por el verde. Ver la vida pasar desde arriba. Aunque las luces de la ciudad dificultaban un poco la visión, el cielo estaba estrellado, era una noche cálida, agradable. Carla se sintió muy a gusto en ese balcón escuchando la charla de los amigos.
—Vamos, que comienza —dijo Marcos apagando el cigarro. Todos lo siguieron al sillón, recargando sus vasos de cerveza.
Comenzó el segundo tiempo, los tres gritaban con cada jugada, más animados y emocionados al acercarse al final. Llegó la definición por penales, Carla ya estaba casi sin voz y con los nervios de punta. Cuando Emiliano Martínez, el arquero, atajó los penales de Davinson Sánchez y Yerri Mina, Carla gritó y saltó de alegría besando su camiseta. Marcos y Alejandro se agarraron sus cabezas sin poder creer lo que sucedía. Cuando de Paul no pudo convertir su gol fue el momento de los chicos hasta que Martínez pudo cerrar el partido impidiendo el punto de Cardona. Argentina estaba en la final.
—Ole, ole, ole, ole, ole, ole ola, cada día te quiero más! Ohh Argentina, es un sentimiento, no puedo parar —empezó a cantar Carla emocionada. Marcos y Alejandro la miraron fastidiados desde el sillón con sus cabezas caídas—. Vamos, vamos, levanten el ánimo, es un partido de futbol nomás. Y todavía juegan por el tercer puesto —continúo en tono burlón—. Bueno, me retiro a mis aposentos victoriosa. —Carla saludó a Alejandro a modo de reina y tomó a Mishuri mientras Marcos la acompañaba hasta la puerta—. Gracias por la comida y por la compañía, la pasé muy bien.
—Yo también la pasé muy bien —contestó mientras su vecina salía por la puerta. Dudó un momento y la llamó cuando ya casi entraba en su apartamento—. Carla... —Carla se dio vuelta esperando que hable—. Estuve pensando que, si no se puede arreglar lo de tus papeles y no te quieres ir, puedes casarte conmigo...
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