Capítulo IX
Carla se levantó un poco tarde y relajada, era sábado, día libre, por lo que no tenía apuro alguno. Luego de desayunar tranquila y ordenar un poco la casa salió hacia el mercado.
Estaba a punto de bajar dentro del ascensor cuando una mano detuvo la puerta. Era Marcos seguido por la rubia. Sintió su estómago vibrar, sin saber si eran nervios o mariposas. Seguro lo primero.
—Buen día —dijo Marcos subiendo.
—La tipa de los gatitos —mencionó la rubia en tono bajo, pero no tanto como para que Carla escuchara.
—Buen día —contestó con fastidio.
Los segundos que tardó en bajar el ascensor fueron bastante tensos. La rubia trató de jalar a Marcos hacia ella por su camiseta para besarlo, pero este se soltó de su agarre. No quería incomodar a Carla en un sitio tan pequeño.
—Otra noche de fiesta —pronunció Carla por lo bajo y se arrepintió en el mismo momento en que emitió aquellas palabras, pero no pudo evitarlas.
—Mi vida está un poco desordenada, últimamente —contestó Marcos sonriendo—. Mañana hay partido... ¿Lo vas a ver? Si no me matas cuando ganemos podríamos verlo juntos.
—No tienen chance... —dijo Carla sonriendo.
—¿Partido de qué? —preguntó la rubia sin entender nada.
—Semifinal Copa América —contestó Marcos sin dejar de mirar fijo a Carla. La rubia estaba claramente demás en ese ascensor.
—Nos vemos... —se despidió Carla con un suspiro de alivio cuando el ascensor llegó a la planta baja y prácticamente huyó del lugar.
Marcos se despidió de Marcia, «la rubia» como la llamaba Carla, en la puerta del edificio. Le parecía una linda chica, divertida, pero solo eso: Diversión. No quería que se tomara atribuciones ni que sus encuentros tuvieran una frecuencia que la confundieran. Ella insistió en que pasaran la tarde juntos, pero él le dijo que no, que sería mejor así. La rubia salió del edificio refunfuñando molesta. Marcos volvió a subir al ascensor hacia su apartamento. Recordó el momento tenso con Carla, le fastidió un poco que lo viera con la rubia... no sabía bien por qué. Pero al mismo tiempo le divirtió notar que la vecina reaccionaba molesta.
Carla llegó al mercado para comprar algunas cosas porque ya no tenía nada en su heladera. A la tarde llegaría Hugo y necesitaría café. Sintió que apretaba sus manos con fuerza en el carro de compras. Le molestaron los nudillos. Estaba nerviosa por la charla con Hugo, no le parecía muy correcto encontrarse solos en su apartamento, pero no quedaba otra opción. Debía acostumbrarse a la situación si quería seguir viviendo en la ciudad que cada vez sentía más suya. «Fer mans i mànigues», pensó y suspiró, tratando de relajarse, aflojando sus manos del agarre.
La situación con Marcos en el ascensor también la había alterado. Le molestaba verlo con otra chica. «Carla, ¿Qué te pasa?», pensó, moviendo la cabeza, tratando de alejar los pensamientos que la asaltaban. Sabía que Marcos le gustaba físicamente. ¿A quién no podría gustarle? Pero además de lo físico y de su actitud despreocupada, ella veía algo más en él, algo diferente, algo especial. «Basta, Carla, no se puede» volvió a sacudir su cabeza como si funcionara. «Ahora tengo que estar con Hugo, aunque sea de mentira. Tengo que verme con él, hacer de ello una verdad.»
Marcos se despatarró en el sillón para descansar. Hoy sería un sábado de Netflix, no resistiría otra fiesta ni otra noche sin dormir. Vio como se iluminaba su celular con un mensaje de Marcia. El quinto desde que se despidieron temprano. No tenía ganas de contestar, tampoco había contestado los anteriores. Supuso que se cansaría.
Carla llegó al apartamento y se puso a ordenar los productos. Ya estaba por llegar Hugo y sus nervios se iba acelerando como los minutos.
Marcos encendió la televisión dispuesto a ver una serie, pero se durmió profundamente en el sillón a los pocos minutos.
Carla le dio de comer a Mishuri y escuchó el timbre. Atendió el portero y le abrió. Terminó de ordenar la compra cuando escuchó el ruido del ascensor abrirse en su piso. Abrió la puerta y Hugo ingresó a su casa.
—Hola Carla, ¡Que guapa te ves! —la saludó dándole dos besos un poco húmedos en cada mejilla.
—¿Qué tal Hugo? Pasá ¿Te sirvo un café?
—Vale gracias. —contestó sentándose en el sillón.
Carla sirvió los cafés y se sentó en el sillón junto a Hugo, dejándolos sobre la mesa ratona frente al sillón. Hugo se acomodó más cerca de Carla poniendo una mano sobre su pierna. Carla se removió incómoda. Le desagradaba cuando se tomaba esas licencias, cuando la tocaba o la besaba tan cerca de la boca. Las palabras de Laura volvían a su mente y le creaban un hueco en el estómago. El profesor notó el silencio que se sumía entre ellos, por lo que empezó a hablar sin alejarse ni un centímetro de su alumna.
—Quería que habláramos tranquilos sobre todo lo que tenemos que hacer para ir a la entrevista en el registro civil, ponernos de acuerdo. Nos van a preguntar muchas cosas, querrán ver a una pareja.
—Hugo... —contestó Carla poniéndose de pie y caminando un poco nerviosa hacia la puerta—. No somos una pareja y no creo que pueda fingir que lo somos. Si te pedí esto es porque realmente lo necesito.
—Lo sé —dijo Hugo poniéndose de pie y caminando hacia Carla—. Por eso quiero que las cosas salgan bien, no digo que seamos una pareja, pero que lo parezcamos. Que vean intimidad entre nosotros. —Hugo puso su mano sobre el rostro de Carla, lo que la hizo retroceder hasta quedar atrapada entre la puerta del apartamento y el profesor. Este apoyó sus manos a los lados de la cabeza de Carla dejándola sin salida, luego acercó sus labios dándole un beso que Carla rechazó moviendo la cabeza—. Piensa que si esto sale bien podrás seguir trabajando en el museo, viviendo en este lugar que tanto te gusta. —Carla se sintió paralizada. No era la primera vez que vivía una de estas situaciones. Sintió angustia. No podía pasar por esto otra vez. Hugo bajó su rostro besándole húmedamente el cuello sin importarle ni un poco la incomodidad de la chica.
—Soltáme Hugo. —Carla comenzó a forcejear con su cuerpo, moviéndose como pudo para ambos lados— por favor... no...—La voz le salió ahogada por las lágrimas que ya no pudo detener.
—Relájate, yo sé que quieres esto tanto como yo. Por algo lo aceptaste.
—Basta, Hugo. ¡Te dije que No! —gritó mientras el profesor atrapó sus manos con fuerza sobre la pared golpeándola.
Marcos se despertó sobresaltado por los ruidos. Vio que su departamento se sumía en la oscuridad, por lo que se levantó y prendió algunas luces. Trató de escuchar algo más, de donde provenían esas voces, le pareció que era la voz de Carla.
—Te dije que me sueltes, Hugo. Esto no está bien —volvió a rogar Carla contorsionándose contra la puerta. Mishuri caminaba nervioso y saltó hacia una de las piernas de Hugo, clavándole las uñas y quedando enganchado en ella. Hugo pegó un alarido soltando a Carla y pateando al gato.
Se escucharon golpes en la puerta y a continuación la voz de Marcos.
—Carla, ¿está todo bien?
Carla se apresuró a abrir la puerta, estaba roja del esfuerzo y con lágrimas en los ojos. Los tres quedaron frente a frente por unos segundos sin decir palabra. Mishuri saltó a los brazos de Marcos lamiéndole el rostro.
—¿Y este quién es? —preguntó Hugo molesto.
—El vecino salva gatos —contestó Marcos provocando una mueca de sonrisa en los labios de Carla. Más que agradecida estaba por su llegada, tanto que deseaba saltar a sus brazos como lo hizo su gato—. ¿Y tú?
—El prometido de Carla.
Carla agachó la cabeza mientras Marcos la miró apretando sus cejas.
—Seas el novio, el prometido, o lo que sea, si una mujer dice que no es no —gruñó Marcos mientras daba unos pasos dentro del apartamento.
—¿Y este quien se cree que es...? —empezó a decir Hugo frustrado cuando Carla lo interrumpió.
—Será mejor que te vayas... Por favor. Hablaremos en la universidad.
—Sí, ya lo creo que hablaremos —dijo Hugo tomando sus cosas y saliendo del lugar hecho una furia.
*Fer mans i mànigues: Hacer lo imposible para llevar a cabo una acción o hecho.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top