• 9: Ku •
Sangre.
Había sangre en sus vendas, otra vez.
Aquello se le estaba haciendo costumbre, pero estaba consciente de que no era algo netamente positivo. Su mano había dolido, más no lo recordaba claramente, pues la cabeza la tenía en la luna luego de aquel fugaz e inesperado simple beso que el rubio le propinó a sus anteriormente virginales labios y envió a volar muy lejos aún a sus pensamientos.
No sabía cómo sentirse al respecto. Lo único que su alma sentía, era una inmensa paz y ese sutil sentimiento de que era algo correcto, sumado a ello, agradables cosquillas borbotándole en el estómago. Pero luego veía su mano, las letras fulgurantes opacadas por el líquido carmesí y su burbuja de tranquilidad se reventaba en millones de partículas de incertidumbre.
Negó.
Cambió las vendas y procedió a alistarse para ir a dormir y madrugar para ir a trabajar. Su gato se hallaba inusualmente callado, pero no preguntó nada al respecto. Retiró sus zapatos, la camiseta, los pantalones y...
—¿¡Qué diablos es esto!?
•[...]•
—Míralo, Guren, él no se encuentra bien, no lo entiendo —murmuró Shinya con voz lastimera.
Nuevamente, los dos estaban detrás de las puertas de la cocina echándole el ojo a su empleado misterioso. Ese día, el chico se veía peor que nunca; su aspecto desalineado, con capas de ropa excesivamente enormes en comparación a su tamaño y su jovial rostro estresado. Parecía un hombre de sesenta años en el cuerpo de un adolescente.
—Te juro que estoy a punto de ir a adoptarte un mono para que tengas otra cosa con la que joder.
Recibió un golpe en respuesta.
—¿Y si mejor lo adoptamos a él? —musitó con la mirada brillante—. Él no tiene familia y comentó que en ese orfanato no permiten que lo adopten, pero nosotros podemos insistir, así que...
—¡De ninguna manera, viejo loco!
—¿¡A quién le dices viejo!? ¡Viejo decrépito!
Los gritos y reclamos rompieron la atmósfera de lo que suponía ser una "misión secreta", para pasar a ser el escándalo por el que todos los empleados dejaron de laborar. Las cabezas de ambos jefes se asomaban por las ventanas circulares y sus voces resonaban en el pasillo, traspasando también la madera poco reforzada de las puertas. Shinoa se acercó a calmar al par y, una vez que ambos se dieron cuenta del espectáculo montado, se pararon rectos en la entrada de la cocina.
—Yuichiro —habló Shinya seriamente y con la voz agravada por lo menos diez tonadas.
Yuu, quien no había prestado demasiada atención al caos, se congeló en su lugar. Dejó la masa a un lado y lo miró preocupado por un regaño, repasando rápidamente en las posibilidades de que hubiese hecho algo mal en algún momento.
—Acompáñanos.
Bajo la mirada de todos los presentes en el gran cubículo, se encaminó de hombros encogidos a la siga de sus dos jefes, los cuales no le volvieron a dirigir la mirada. Yuu creyó que el día en que tuviese que atravesar ese tenebroso pasillo hacia la misteriosa oficina de Shinya, sólo llegaría en su imaginación, pero allí estaba, caminando con sus temblorosas piernas, cuerpo tenso y mente cohibida.
Cuando la puerta se cerró a sus espaldas, se tomó la molestia de apacigüar sus nervios dándole un vistazo al entorno; paredes blancas, cuadros de paisajes decorándolas, un escritorio en frente y nada más que eso. El espacio era pequeño y cálido, lo cual estaba comenzando a asfixiarlo.
Los dos hombres se pararon frente a él y lo examinaron con inexpresividad. Tragó pesado.
—Hi... ¿Hice algo malo?
La mueca seria en el rostro del albino se quebró en pedacitos.
—¡Para nada, Yuu-chan! —se acercó a propinarle un poderoso abrazo en escrutinio del azabache mayor, el cuál se tomó el puente de la nariz con frustración—. ¡Es sólo que estamos tan preocupados por ti!
—Estás... —corrigió él.
—¡No lo escuches! —se separó de su fisonomía para mirarlo cómodamente a los ojos. La tristeza en su mirada fue como una daga en el corazón—. ¿Qué está pasando contigo?
Yuu se quedó sin habla. La sorpresa que había sentido segundos atrás por la preocupación del amable hombre fue dejada atrás en cuanto recordó la razón por la cual parecía que tenía más ganas de estar muerto que vivo. Y es que los extraños cambios en su cuerpo se dejaron notar más que nunca el día de ayer.
El hecho de que su gato no se hubiese dignado a decir nada, aunque era sabido que sus palabras no cambiarían ninguna circunstancia, él necesitaba oír algún consuelo que lo mantuviese cuerdo de las cosas que comenzaban a suceder con él. Desde que dichas reacciones extrañas se manifestaron, quiso dejar su nueva vida para volver a encerrarse dentro del orfanato o simplemente buscar otro trabajo pésimo para hallar que todo volviese a la normalidad.
Pero recordaba lo bien que se sentía que su jefe cuidara de él, que sus compañeros fuesen buenos y el hecho de haber conocido a Mika y esas ganas se evaporaban.
¿Cómo podía sincerarse con los demás cuando nadie comprendía por lo que estaba pasando?
—No lo sé... —murmuró ido.
Shinya lo observó con pesar y Guren por primera vez se compadeció de aquel niño que en ese instante se veía tan desolado y hundido. Supuso que no era algo que una persona de su edad debería estar sintiendo y quiso hacer algo.
Caminó hacia él, apartando a su amigo y tomó sus hombros firmemente para que lo mirara a los ojos. Sus verdes esmeraldas chocaron con el fulgor de sus amatistas.
—Escucha, chico. Sé que tú y yo no nos llevamos de maravilla y que en realidad nadie aquí es lo suficientemente cercano a ti como para que tengas la suficiente confianza como para hablar, pero... —apretó el agarre—, el tipo este de aquí —hizo un ademán con su cabeza en dirección a Shinya— es tan jodidamente insoportable contigo que siento que mis pelotas van a reventar.
Oyó un jadeo ahogado de su parte, pero lo ignoró.
—Y ha sido tan, pero tan insistente que acabó por hacerme preocupar a mi también. Te ves del asco —negó con la cabeza—. Entonces necesito que hables con nosotros y si es posible, que nos cuentes todo, así podemos estar en paz, Shinya deja de lloriquear y yo puedo estar tranquilo sin su culo insoportable detrás de mi.
Yuu no pudo evitar reír ligeramente ante el discurso de su otro jefe. Era lo que se esperaba de él. Mientras el albino se deshacía en preocupación, él sencillamente dictaba las cosas sin filtros y con improperios de por medio. Se cuestionó, en un pensamiento fugaz, cómo es que aquellos dos acabaron siendo amigos siendo tan distintos entre sí.
—Yo... no sé qué decir... gracias, señor. Hablaré con ustedes.
Ni siquiera sabía por qué le agradecía y por qué de pronto sentía que realmente podría expresarse sin sentir que lo iban a juzgar mal, pero aquello parecía haber complacido a Guren porque lo soltó, con un semblante más relajado y aura pacifista.
—No puedo creer como Yuu-chan te hace caso a ti, ogro gruñón y no a mí que lo trato como a un rey. ¡Es injusto! —lloriqueó el oji-azul.
—Sólo cállate, vieja maricona.
Ante los reclamos de Shinya y Guren a la defensiva, Yuu sonrió. Sintió su alma en paz, sintió a su corazón tranquilo y aunque la puntada de dolor atravezó su mano y las vendas comenzaron a teñirse de rojo, estaba decidido a abrirse con aquellas personas que tanta confianza le inspiraron. El espíritu puro del albino y la personalidad fuerte, pero comprensiva del azabache mayor, le dieron ese último empuje.
Se los contaría.
Les mostraría aquellas extrañas protuberancias desprendiéndose de su cuerpo.
uwu
good night<3
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