• 6: Roku •

   Se habían citado en un pequeño parque ubicado en el centro de la ciudad.


   A pesar de que había llegado medianamente temprano acorde al horario, la fisonomía esbelta y escultural de aquel chico de los ojos más hermosos, se hallaba sentado cómodamente en una banca de madera, con su mirada perdida en quién sabe qué.

   Los nervios lo atacaron de repente, con mayor intensidad que antes.  ¿No era a caso demasiado pronto para que salieran juntos? ¿Las salidas no se hacían algunas semanas luego de haberse conocido? Intentó huír, más fue imposible; el rubio, repentina e inesperadamente, como si poseyera alguna especie de censor, lo volteó a ver.  Y sonrió.


Yuu-chan —exclamó, levantándose de un salto de donde anteriormente descansaba.

—Mika... —se sonrojó al notar cada vez más la cercanía que rápidamente tomó su mano.

—¿Estás listo?

   Y con su corazón latiendo con locura, asintió.  Asintió y se dejó llevar.

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—Cuéntame... —murmuró, y sorbió levemente su malteada de fresa—. ¿En qué escuela estudias, Yuu-chan?

   Aquellas desconcertadas orbes verdes quedaron clavadas en el delicioso helado de chocolate que el rubio amablemente pagó para él.  ¿Qué se supone que le diría?  Lo último que quería, era mentirle.  Si le decía que no asistía a una escuela, quizás preguntaría la razón, y si lo hacía... no le quedaba de otra, debía mentir.

   Juró jalarse los cabellos una vez que llegase al orfanato.

—Y-yo... voy a... —se estrujó el cerebro pensando lo más velozmente que pudo en una escuela decente.  Pero no recordaba tantas como él quería.  Cuando era más pequeño tenía un largo registro de todas las escuelas a las que habría querido ir, pero diablos, ¿por qué no se acordaba de ninguna justo en ese momento?.  Comenzó a sudar—. V-voy.... —la mirada azul jamás le había prestado tanta atención en su vida.  Prefirió voltear la suya y permitirle divagar hacia toda la cafetería.  Y un destello de alivio brincó en su pecho al divisar a un par de jóvenes con unas chaquetas bastante refinadas, con cierto nombre, de cierta escuela tallado en la espalda—. ¡Seraph! Voy a la escuela S-seraph.

   Se sintió tan nervioso que pedía a gritos mentales que la tierra lo tragase, cuando los ojos azules de su compañero lo observaban pasmados, abiertos de par en par.

—¿Enserio? —susurró.

   Dio un respingo.

—¿...S-sí...?

   La sonrisa brillante que se instaló en el rostro del rubio fue tan grande que sus orbes se convirtieron en pequeñas medialunas.  Tragó duramente.

—¡Yuu-chan, qué coincidencia! —exclamó, confundiéndolo aún más—. ¡Vamos a la misma escuela!

   Su rostro palideció aún más que la mismísima nieve. 

   ¿Qué?

   «¿Qué?»

—¿Qué?

También voy a Seraph, pero jamás te he visto, demonios, eso me sucede por no prestar atención a mi alrededor y no salir tanto en los recesos —murmuró más para sí mismo.

   Yuu no sabía qué decir.  Pero estaba consciente de que había metido la pata hasta el fondo, y eso sólo conseguía desesperarlo.  Le pasaba por mentir.  Se lo merecía.

—Y-yo...

—Deberíamos vernos ahí, Yuu-chan —propuso con una sonrisa.

   Su corazón palpitó con tanta fuerza que hasta le dolía.  ¿Qué diablos iba a hacer ahora?

—¿Cuántos años tienes?

—Dieciséis...

—¡Entonces definitivamente vamos a la misma división! —la felicidad de aquel chico le provocó un nuevo infarto.  ¿Por qué no se callaba de una buena vez y dejaba de meterse en más aprietos?—. Debemos ir a clases distintas entonces... umm... ¿Cuál es tu clase?

No estoy yendo a la escuela ultimamente...

   El silencio se instaló unos segundos en los que un rubio desconcertado lo observaba.

—¿Por...?

—Me suspendieron —afirmó con tanta seguridad que hasta él mismo se lo habría creído.

•[...]•

—Qué vergüenza —murmuró para sí—. Soy una vergüenza. ¿No pudiste cerrar el pico, verdad?

   Era su turno para hacer el amasado nuevamente.  Tanta era su frustración, que encajaba escandalosamente los dedos en el pobre pedazo de masa.  Con su mirada perdida en las pizzas recién hechas, Shinoa lo estudiaba con mucho esmero.

   La ponía de los pelos que jamás le prestase atención.  Podrían asesinarla justo en ese momento y él no se daría cuenta.

—Nee, Yuu-san, ¿qué es lo que...?

—¡Yuu-chaaan!~

   Su nombre, dicho de esa manera, activó todos y cada uno de sus sentidos.  Aunque, para ser sincero, no esperaba para nada que, quien lo llamase así, fuese su propio jefe que repentinamente empujó las puertas.

   Dejó su encargo a un lado y le prestó suma atención.

—Hay un muchachito muy guapo que te está buscando —musitó divertido mientras guiñaba sus ojos de vez en cuando—. Te llamó "Yuu-chan", así que yo te llamaré así también.

   Por más que aquello había sido como una especie exótica de mofa, Yuu se paralizó en su lugar.  ¿Mika estaba allí? ¿Buscándolo?

   Se arrepentía una y mil veces por haberle dado las coordenadas exactas de su trabajo.  ¿Qué haría ahora?  Lo último que quería era enfrentarlo cara a cara con sus ojos mentirosos que él no merecía ver.  Sufiente con haberle inventado aquel cuento, y suficiente también con haberle causado una desgracia.

   Quería estar allí con él.  Pero sentía que no debía.

—Shinya-san, yo... lo siento, ¿sería tan amable en decirle que no me siento bien? —alegó en voz baja.

—¿Eh? Pero él dijo que necesitaba hablar algo de suma importancia contigo.

—De verdad, de verdad, no puedo ir —trató de convencerlo, aún si el sudor se escurría por su frente y le temblaba el corazón—. No puedo verlo a la cara.

   El albino y la pelimorada que había presenciado divertida todo el show sin decir una palabra, quedaron asombrados.  Yuu parecía realmente desesperado.  ¿Qué estaba pasando?  ¿Qué había entre ese chico y su preciado empleado nuevo?

—Yuu-kun... —susurró cohibido—. ¿Qué está pasando?

   Los pocos días que tenía de conocer a ese misterioso jovencito, habían bastado para que aquel sentimental albino le tomara un cariño descomunal.  Sentía, de alguna manera, un fuerte lazo que lo amarraba agradablemente a ese chico y detestaba cuando algunas veces lo veía perderse en sus pensamientos de maneras tan extrañas.  Ya no podía más, su niño debía estar pasando un mal momento y él ni siquiera hacía algo al respecto.

—Shinya-san...

—Yuu-chan, puedes contar conmigo —interrumpió con una maternal sonrisa—. Si hay algo malo que haya pasado con ese chico, te ayudaré como sea y lo echaré a patadas de aquí.

   Las mejillas morenas del azabache se tiñeron de rojo al instante.

—N-no, no es nada malo... es que...

   La sonora carcajada que Shinoa soltó de pronto los sorprendió, e inmediatamente la voltearon a ver como si la chica tuviese más de dos cabezas.

—¿De qué te ríes? —cuestionó un molesto Yuu, que sentía su temperatura elevarse por alguna razón desconocida.

   Una vez que ésta se calmó, admiró a los dos hombres que tenía en frente con la sonrisa más pícara que tenía.

—Tío Shinya, a veces puedes ser tan despistado —musitó burlonamente.

—¿Eh?

—¿Tío...?

   Una nueva risa cargada de vibras indescifrables explotó en el aire.

—¿No te has dado cuenta aún? —sonrió.

—¿De qué? —por primera vez, Yuu pudo apreciar a su superior con el ceño fruncido.

   Shinoa suspiró.  No tenía remedio.

—A Yuu-san le gusta ese chico.

   El nombrado abrió sus ojos de par en par.

—¿Y tú cómo...? —murmuró, hasta que notó la estupidez que estaba a punto de decir—. Digo... ¡Eso no es cierto! —exclamó con un fuerte flujo de emociones revoloteando en su estómago.

   Era astuta e impredecible, y aquello le molestaba.  ¿Por qué sino la ignoraba cuando intentaba hablarle?

   De alguna forma, comenzaba a sentirse inestable.  Mucho más que antes.  Muchísimo más.  «Cálmate», musitó en su interior.  «Harás desastres si no lo haces».

   La chica volvió a reír, al mismo tiempo en que recibía una confusa mirada del poseedor de los zafiros.

—¡No le haga caso, por favor! —exclamó nuevamente, sin ser capaz de evitarlo.

   El hombre de tez pálida, abrió su boca para hablar, aunque no pudo darse ese lujo cuando repentinamente escucharon a alguien gritar.

   Los tres giraron inmediatamente hacia aquel desgarrador sonido.  Y quedaron pasmados al ver que el uniforme de uno de los empleados que se encargaba de cocinar las pizzas en el horno, estaba vuelto en llamas.
































































editado 22/12/2019

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