• 10: Ju •
—Mikaela.
La profundidad de su voz caló en sus vías auditivas, esparciéndose a lo largo de su cuerpo y provocando estragos en los nervios que debía por obligación mantener a raya.
Humectó sus labios y lastimó su garganta al traspasar saliva con tanta rudeza. Respiró profundo, cerró los ojos y volvió a colocar el violín en posición. Comenzó a balancear las cerdas del arco sobre las cuerdas tal cual y como lo había hecho desde que inició con aquella nueva melodía. Era consciente de las miradas de sus compañeros de orquesta y la del profesor, la cual se sentía incómoda y demasiado dura para soportarlo.
Intentó que sus pensamientos no tomasen el rumbo de siempre; su hermana sufriendo de un rotundo fracaso financiero con sus pinturas, los pesos pesados que perseguían a su padre y ahora habían tomado fastidiarlos como su nuevo pasatiempo favorito, el beso con Yuu... frunció el entrecejo. Falló una nota, aturdiéndose levemente con el sonido agudo y chirriante y atinó a detenerse, presionando sus dientes con frustración ante el sermón inminente que el hombre frente a él vomitaría sobre sí sin cuidado. Y no es como si esperase que lo tuviera, en realidad.
—¡No, no, no! —bramó, logrando que la piel de sus párpados se despegara súbitamente y lo observara reclamarle las mismas cosas que hace algunos minutos atrás—. ¡Horrible! ¡Detestable e imperdonable!
Se contuvo de rodar los ojos. En cambio, les echó un vistazo a sus compañeros quienes lucían como si desearan que la tierra se los engullera. No podía culparlos cuando él se sentía de la misma forma.
—No puedo considerar siquiera una opción el hecho de que en toda la maldita tarde, te has equivocado... ¡En la misma nota, Mikaela!
Quería recriminarle el pésimo rendimiento que estaba teniendo y que al menos se apiadara de su alma, pero no dijo nada. Aceptó la bronca asintiendo como un autómata.
Desde que tuvo el infortunio de no haber respondido el teléfono ante el llamado del señor Khan, este último se molestó con su profesor porque no quería en su orquesta a personas poco comprometidas con la responsabilidad que estar bajo su mando concierne. Pero, ¡no había sido su maldita culpa! El aparato literalmente explotó en su mano y por más que llevó ante los ojos del hombre las pruebas de ello, él estaba completamente negado a perdonarlo por no haber tomado lugar en la orquesta. Y era tan irónico, pues parecía que ese hecho le dolía más a su tutor que a el mismo Mika.
Supuso que sólo lo utilizaba como el saco de boxeo metafórico que catalizara la rabia de su orgullo herido.
—¡Finalizamos por hoy! —exclamó, dándoles el visto bueno a los demás para correr despavoridos a guardar los instrumentos y marcharse—. Y Mikaela... —frenó en seco—. Espero que la próxima vez me demuestres por qué te eligieron para ser parte de Owari, a pesar de no haber aprovechado la magnífica oportunidad que a casi nadie se le presenta —suspiró rendido en su interior ante sus palabras cargadas de evidente rencor—. ¿Queda claro?
—Sí, señor.
El hombre asintió, dándose la vuelta para ordenar el teatro e irse a casa.
Mika inspiró profundo, tomándose su tiempo para poner el violín en la funda y agarrar su bolso dispuesto a salir. En la puerta, un pequeño chico castaño lo esperaba pacientemente, distrayéndose con una mariposa que aleteaba alegre alrededor de su rostro sonriente. Verlo allí, comportándose como un inocente niño le aminoró la carga de emociones negativas provocada por el regaño del instructor.
—Mika-kun.
—Yoichi —sonrió—. No tenías que quedarte aquí.
—Mmhh —negó con la cabeza—. Realmente quería esperarte. El profesor da mucho miedo cuando se enoja y pensé que quizás te sentirías mejor si vamos a juntos a tomar un helado para olvidar lo que pasó —exclamó amablemente.
Mika realmente apreció su preocupación en el más cómodo silencio. Se aseguró de que el horario estuviese en condiciones para permitirse una escapada a la heladería y en cuanto notó que faltaban varias horas antes de que anocheciera, aceptó.
Se aseguraron de no ir demasiado lejos de la zona céntrica, pues no quería apartarse demasiado de las paradas de autobuses que a veces le gustaba tomar para sentirse igual que una persona normal y no como un niñito rico que fácilmente puede conseguir un chofer personal. Cruzaron una acera bastante concurrida e ingresaron dentro de una pequeña, pero acogedora heladería. Hicieron sus pedidos y se sentaron a disfrutar de ellos.
—Woah, ¡qué cansancio! —alegó Yoichi dándole una probada a su manjar de frutos del bosque y arándanos. Mika sonrió, negando con la cabeza—. Mika-kun, ¿puedo hacerte una pregunta?
La interrogante fue dicha con bastante cautela y él no supo por qué. Siempre, desde que aquel pequeño chico valientemente se le acercó aún cuando todos murmuraban cosas sobre su vida, su familia y su ser mismo, trató de dejarle en claro que estaba en todo su derecho de desenvolverse con toda la confianza del mundo. Mika no pensaba enfadarse, recriminarle ni ignorarlo. Tristemente siguió confirmando que a pesar de conocerse por más de dos años, Yoichi continuaba sin sentirse del todo plácido a su lado.
Desvió la mirada con pesar.
—Claro, puedes. Siempre puedes —susurró.
Lo observó divagar inseguro, balanceando los ojos olivos por el entorno de la humilde tienda.
—Mmhh —respiró hondo—. ¿Está todo... —tragó—bien?
Intuyó sus palabras. Pero ahora, exactamente, ¿qué debería decir en respuesta?
Últimamente nada en su vida parecía ir del todo bien y no supo por qué los problemas se habían acumulado de pronto. Antes era sencillo para su hermana vender sus obras; eran tan, pero tan solicitadas que si no fuese por la inacabable fortuna resguardada bajo el nombre de Krul Shindo, tranquilamente subsistirían con el dinero de las pinturas que ella tanto amaba plasmar en el lienzo. Pero actualmente, los compradores interesados parecían haberse esfumado de la faz de la tierra. Y aquello no hacía absolutamente ninguna diferencia en sus vidas, pero ver la angustia y desilusión en las bonitas facciones de su hermana disparaban a su alma dolorosas puntadas de impotencia.
Su padre, antes de morir, dejó atrás una cantidad exorbitante de deudas pendiendo de un hilo que los tiburones financieros no tardaron en reclamar, pero luego de ciertos acuerdos hechos por la mano de su tío Ferid, estos jamás habían vuelto a aparecer hasta hace un mes. Aunque reconocía que en lo único que había tenido suerte hace ese mismo tiempo, fue en conocer a Yuichiro. Su rostro se iluminó en cuanto recordó la suavidad de los labios que apenas sí pudo probar, pero que aún así fue suficiente para encender en su interior un interruptor imaginario de emociones que hace mucho tiempo no sentía.
Hace cinco días que no lo veía y lo extrañaba más que nunca. Deseaba que la suspensión que le habían dado en el colegio se acabara ya para poder ser libre de verlo en los pasillos, conversar en los recesos y sentarse a comer con él. Estaba decidido a, el día de mañana, sobornar a su director si era necesario para que lo dejaran volver a la institución cuanto antes.
Sí, eso haría.
—En realidad... en casa estamos pasando por algunas complicaciones. Ya sabes, lo que ocurre en todas las familias —rió con desgano, clavando su mirada azul en su batido de fresas—, pero todo pasará. Como siempre.
Yoichi no se vio del todo convencido con su pobre explicación, pero no refutó más nada, en cambio, asintió comprensivo.
—Lo entiendo —con restos de helado en las comisuras de su boca, sonrió, obsequiándole el aspecto más adorable que había visto en todo su aburrido día—. En casa también sucede, pero siempre se puede salir adelante. ¡Ánimo, Mika-kun!
Sorbió la mezcla rosada con fuerza, sintiéndose abrumado, pero cálido con las palabras de aliento de su castaño amigo.
—Gracias, Yoichi.
Se regalaron unas amistosas sonrisas.
—Entonces, ¿estás seguro que no hay más nada que quieras decirme?
Mika succionó su labio inferior dubitativo, pero finalmente negó.
—No, nada.
Transcurrieron el resto de la tarde conversando de cosas banales hasta que los dulces se les acabaron y vieron necesario salir de la heladería para así dejar lugar a los nuevos clientes que no pararon de visitar el local.
En el camino rumbo a una de las tantas paradas de autobús, Mika se sintió con ganas de decir algo más antes de despedirse de él y no volverlo a ver hasta algunos días después. Hablar con Yoichi era ciertamente terapéutico, pues lo calmaba e incluso incentivaba a liberarse de inquietudes que luego más tarde no lo dejarían dormir. Lo visualizó de soslayo, apreciando sus verdes orbes deambular ansiosamente por cada esquina de la ciudad, luciendo maravillado con sus alrededores aún si los había visto ya cientos de miles de veces. Él poseía esa extraña magia de la que ya nadie era capaz de portar y por ello daba fe en que podía contar con él para lo que sea.
Inhaló la fresca brisa de las ocho de la tarde y se detuvieron en la parada. Algunas personas ocupaban su lugar en las bancas, así que no hallaron más remedio que esperar parados a un costado. Cerró los ojos, intentó colocar la mente en blanco y al mismo tiempo serenar los estrepitosos latidos de su corazón rebotando en su pecho. Giró la cabeza a un charlatán castaño, el cual comentaba acerca de las luciérnagas que se comenzaban a dejar ver dado el horario nocturno.
—Es un espectáculo de la naturaleza — musitó, encantado por el baile de luces que los diminutos animalitos efectuaban en el aire—. Si no fuese un humano, desearía ser una luciérnaga.
Mika rió quedo, pero la tierna alegoría de su amigo no fue suficiente para espantarle los nervios en su totalidad.
—¿Qué animal te gustaría ser si no fueses humano, Mika-kun?
Súbitamente, su cerebro se concentró en la pregunta y atinó a escarbar dentro de sus posibilidades. Jamás le habían cuestionado algo así antes y aquello lo había tomado por sorpresa. Pero, graciosamente, la incertidumbre sucumbiendo cada célula de su cuerpo desapareció, como quien sopla una mota de polvo.
Se imaginó a sí mismo como un enorme y rubio león o incluso como una pequeña suricata amarilla. Y aunque prosiguió devanándose la mente para encontrar a su animal ideal, la figura de un escurridizo gato negro se coló por el rabillo de su ojo. Lo observó intensamente, apreciando la oscuridad de su pelaje y los gráciles movimientos de su esqueleto, el cual intentaba introducirse dentro de un pequeño callejón para capturar a una rata. Se quedó estático entre dos botes de basura para posteriormente voltearlo a ver. El fulminante color verde de sus orbes le influyó un aparatoso escalofrío en la columna que lo incitó a apretar fuertemente la correa de su bolso con una mano y parte de la funda de su violín con la otra. Su presa aprovechó el descuido para salir huyendo despavorida y el minino cazador se desdibujó de su campo de visión rumbo a ella.
Mika parpadeó aturdido.
—Un gato —comentó ido.
Yoichi propinó un jadeo complacido.
—¡Wow, qué lindo! ¡Amo a los gatitos! —aplaudió contento—. Siempre quise tener uno, pero a mi madre no le gustan y a mi padre le dan alergia. ¡Soy tan desafortunado! —hizo un puchero—. Pero no importa, porque cuando cumpla la mayoría de edad, comenzaré mi vida como adulto responsable, ¡y tendré muchos gatitos en mi apartamento! Estoy ansioso por...
—Oye...
El chico frenó su eufórico discurso para voltearlo a ver. Grande fue su asombro, cuando vio por primera vez a su amigo serio y recatado luciendo como un niño avergonzado.
—En realidad... sí tengo algo más que decirte... o bueno, es una pregunta más bien.
Sus ojos claros centellaron con emoción.
—Claro, hazla, te escucho.
Mientras el rubio se decidía entre abrir la boca o no, su acompañante gozaba de ser testigo de Mikaela Shindo tan cohibido. Sintió la ternura embargar cada centímetro de su cuerpo y en un pensamiento efímero, creyó que él realmente podría ser como un gato; centrado, calculador, depredador, pero una bolita de adorabilidad cuando quería a fin de cuentas.
Se encogió de hombros, evitando reír en voz alta ante sus pensamientos.
—¿Cómo sabes si estás enamorado?
el MikaYuu es mi OTP de la vida .. de esas que por más que los años pasen , la sigo amando intensamente
pero me di cuenta de que ya no es tan poderoso como lo fue en su momento y eso no puede ser así ù.ú
así que , si subo más historias MikaYuu .. las leerían o me dejarían caer en el flop? :(
good night<3
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