II. Las hermanas, anfitrionas, secuestradoras y actrices que más detesto
La hijack parpadeó sorprendida, observó mis manos quietas sobre el botiquín, sus ojos me estudiaron como dos microscopios y se elevaron hasta que quedaron sobre mi semblante. Le sonreí ligeramente y ella me devolvió una sonrisa perezosa con sus hermosos labios.
—¿Tus amigos no te han contado de él? —inquirió pero no esperaba una respuesta—. Él es... era alguien que por suerte no llegué a conocer pero escuché muchas cosas desagradables de ese trotamundos. Era joven, no debía superar los veinte. Hijo de Litwin Barbus, un gran almirante del ejército de Gartet. Ahora creo que Litwin ha ascendido a capitán general de las flotas aunque no estoy al tanto, hay pocos mundos acuosos que conquistar y todos son insignificantes. Su hijo, Cornelius, trabajaba controlando los grupos de población esclavizada en los pasajes. Por lo que escuché era una persona difícil de tratar, sádica, inestable, sedienta de sangre a todo momento. Hacía lo que sea para conseguir lo que quería y lo que quería era ser la mano derecha de Gartet, llegar al mismo trono tal vez.
Se encogió de hombros y observó el botiquín como si deseara que me limpiara la cara en lugar de preguntarle por un trotador.
—Pudieron saber su pensamiento más oculto porque una bruja llamada Drivid pudo acceder a su memoria. Ella sólo lo hizo por curiosidad, los brujos del ejército siempre husmean en cabezas ajenas para pasar el rato, no deben ser muy poderosos para hacerlo, ya que es un hechizo de magia blanca, nivel cuatro. Pero de todos modos ella encontró algo importante en la mente de Cornelius, algo oscuro. Pudo comprender poco pero lo que averiguó fue un plan para esquivar a varios generales y almirantes, para sacarlos de su camino. Quería aniquilar a su competencia. Drivid lo acusó, lo obligaron a decir la verdad ante otro hechizo de nivel cuatro y lo último que se supo de él es que estaba desterrado, trabajando en un mundo súper aburrido. Luego desertó. Otros dicen que murió en un accidente, nunca encontraron su cuerpo. La verdad es que a nadie le importó, se supo poco de él desde que lo denigraron. Solamente le importó a su padre.
—¿Cornelius está muerto? —pregunté con una sensación incómoda en el estómago.
—Sí.
Le desvié una mirada a Petra. Era obvio que no estaba muerto porque un muerto no podía contratar a un sicario. Rápidamente comprendí porque Cornelius nos quería. Era su nuevo plan para escalar en las fuerzas de Gartet. Aunque no tenía sentido para qué fingir su muerte, podía buscarnos siendo él mismo, después de todo cada integrante de las fuerzas de Gartet nos quería cazar. Suspiré para mis adentros, lo último de lo que tenía que preocuparme era descubrir las razones de porque un chico loco nos odiaba.
—¿Qué quieren para comer? —canturreó el hombre quebrando el silencio—. Escuché que si eres trotamundos, tienes más de cinco años y estás en el ejército de Gartet ya puedes beber como un barril sin fondo ¿Qué quieren vino, cerveza, ron o aguarrás?
—Agua estaría bien, sólo agua —dijo Berenice con una sonrisa tan fingida que de verdad parecía estar hablando con unos amigos, sólo que yo era su amigo y nunca me había hablado así—. No queremos reemprender nuestro camino con los pies pesados ¿Me entiende?
—Ah, pues sí, pues sí. Es muy molesto no poder sostenerte sobre tus pies —el hombre comenzó a rebuscar entre unas repisas repletas de botellas tan sucias que el licor de ellas de seguro tenía gusto a tierra, volcó velas con sus movimientos desgarbados y las apagó rompiendo un florero. Ese hombre crujía más que mi abuelo en las mañanas—. ¿Y díganme hlapiermaaoturiimmn...
—¿Q-que? —inquirió Petra intentando ocultar su horror.
—Disculpen a mi hermana no es buena usando la lengua —dijo el hijack y se enderezó airosa en la silla peinando distraídamente su cabellera con su refinada mano—. Pregunto qué hacían en Babilon. Después de todo, Gartet sólo cuenta con doscientos trotamundos a su disposición y la mitad de ellos ya pasó hoy por aquí.
Doscientos. Memoricé el dato para decírselo luego a los profesores y guardianes de Triángulo. Era un número reducido. Y jugueteé con unas vendas del botiquín manteniendo la boca cerrada.
—Estamos en una misión secreta —respondió Miles con tono lacónico.
—Oh, por favor querido quítate la gorra, es de mala educación tenerla puesta en la mesa.
Miles de la sacó a intervalos mascullando que no sería de mala educación limpiar un poco el lugar pero el hijack no lo escuchó.
—¿Esa misión secreta implica por qué están viajando con una confronteras? —inquirió dirigiéndose hacia Berenice y examinándola con una perezosa avidez.
Berenice ocultó su sorpresa mientras la hermana fea colocaba los vasos sobre la mesa, desplazándose con dificultad. El tarro de Dante se rompió en la base al soltarlo contra la madera.
—No —respondió Berenice con parsimonia—. Viajo con ellos porque son mis amigos —tal vez había descubierto una amenaza en la pregunta del hijack porque lo dijo muy seria y firme, sin despegar los ojos de la mujer, elevando su vaso—. Quiero que el agua llene el vaso, por favor. Y si no es mucha molestia llénelo lento, me gusta observar como cosas insignificantes e incorpóreas llenan un objeto real.
El hombre asintió y se dirigió a buscar una jarra repleta de agua, soltando una risilla.
—Qué gustos raros, niña.
—Sí, Berenice —comentó Petra molesta—, qué gustos raros.
—Lamentablemente los amigos pueden perderse —respondió la hijack con una media sonrisa—. Lo único que nos acompañara siempre son nuestros hermanos —le dedicó una mirada cargada de sentimiento al hombre que había comenzado a morderse los labios sin darse cuenta, la sangre se escurría con pereza por su barbilla como si fueran palabras que no quería decir—. ¿Tienen hermanos?
—Mi hermano murió probando muestras en un supermercado —dijo Sobe con melancolía como si revolviera viejos recuerdos y recorrió la abertura de su vaso con un dedo.
—No tengo —se anticipó a responder Petra y desvío con pesadumbre sus ojos hacia un retrato familiar cubierto de polvo.
El resto respondió un coro de perezosas negativas aunque Berenice sí tenía una hermana y Dante compartía algunos días del año con una familia adoptiva de la que casi nunca hablaba. Comencé a hacer ruido con el botiquín sin saber qué responder. Sí tenía hermanos pero no me acompañaban en ese momento tal como ella había dicho.
El hombre comenzó a verter el agua en los sendos tarros. Me empapó y se dirigió presuroso al resto de los presentes, le sirvió a Dante a pesar de que su vaso estaba roto, el permaneció estoico mientras el agua fresca se escurría por la mesa.
—Bueno amigos, me encanta tenerlos aquí —exclamó la mujer extendiendo a ambos lados sus brazos y entrelazando sus dedos—, ya saben que los acuerdos de Babilon nos obligan a comportarnos pero aún así disfruto gratamente de su compañía ¿Ustedes no?
Un coro de retraídas afirmaciones le siguió.
—Aunque me apena decirlo, los invitamos aquí para que nos hagan un favor. Dos favores en realidad. Pero son pequeñitos, una niñería —dijo agitando una mano.
Petra tragó saliva.
—Haremos lo posible por cumplirlos ya que tenemos que hacer contacto con un sanctus y él también nos solicitará favores —respondió tratando de ocultar su inquietud.
Los ojos oscuros de la mujer se abrieron de par en par.
—Ah, el sanctus está a cinco horas de aquí, atravesando la montaña, eso si no se pierden en sus laberintos.
—¡Tengan cuidado con el sanctus es muy peligroso! —gritó el hombre escupiendo por encima del hombro de su hermana.
La mujer hizo una mueca.
—Sí, pero regresando a nuestro convenio. Sabemos que Gartet está ocupado en su guerra y que sólo tiene reuniones con sus colonizadores o le da discursos políticos privados a los trotamundos, esporádicamente. Es por eso que a los... transversus —pronunció la palabra como si a ella también le costara controlar la lengua— les da poco reconocimiento y mucho menos atención. No piensen que no aceptamos esta misión, porque sí lo hicimos. Pero la verdad es que no creo que Gartet cuente con tantos hijack en sus tropas y dejarnos aquí en medio de un bosque muerto donde no transcurre nadie, como mercadería de almacén, es un poco insultante.
—¡Para nada educado! —concordó su hermana queriendo cruzarse de brazos.
Sus huesos crujieron y Dante se estremeció con las mejillas tan lívidas que parecía a punto de desfallecer.
—Sí, no me agrada este bosque. Mis criaturas ya las conozco de memoria y ya las ocupe a todas —dijo revoloteando los ojos del aburrimiento—, aunque siendo sincera siempre me gusta regresar a este cuerpo, creo que ya lo reconozco como mío —se dio unas leves palmaditas en el cuello. En fin quiero un cuerpo nuevo también, uno que ocupar de vez en cuando. Uno joven y hermoso, que le quede bien el rojo.
—Lo lamento —se disculpó Sobe—. No estoy disponible.
—No, tú no —contestó el hijack.
—No entiendo cómo podríamos ayudarla —respondió Petra aunque parecía lo contrario, su rostro sombrío decía que ya había comprendido todo.
—Necesito que hagan llegar la voz a uno de sus superiores con poder que, si para el invierno no nos cambian de pasaje, desertaremos. Y con la segunda niñería, quiero un cuerpo nuevo y ustedes ya saben que no puedo atacar a los trotamundos, persuadirlos. Pero sí puedo meterme en sus cuerpos aunque a la fuerza, claro puedo y a la vez no puedo.
—¿Por qué no? —pregunté dejando a un lado el botiquín.
La mujer entornó la mirada. Pero sonrió rápidamente, se le formaron hoyuelos en las mejillas, los ojos le brillaron y sus labios se estiraron como dos trazos rojos en un lienzo.
—Por los Acuerdos —explicó—. Debes estar al tanto de los acuerdos si abordas Babilon, incluso aunque seas nuevo —Petra quiso salvarme de esa pero la mujer elevó una mano en el aire, amenazándola u obligándola a guardar silencio.
Sus ojos estaban clavados en mí, con la cabeza ligeramente ladeada que provocaba que su melena se derramara de un solo lado.
—Ya sabes que Babilon es un pasaje que se usa como puente a otros mundos. El bosque fue una invención de sus mejores magos, usaron la magia blanca para fines oscuros, recolectaron millones de malezas y las embrujaron para que se propagaran sin piedad —Petra pateó la silla de Berenice tratando de suprimir la frustración—. Luego soltaron a las criaturas, pero todas al tanto de los Acuerdos. Los Acuerdos dicen que no podremos atacar a ningún trotamundos o monstruo de Gartet que atraviese el bosque. Es para plantar orden, aunque podemos divertirnos con los intrusos. Es por eso que llegaron hasta aquí, mi precioso —no me gustó que me llamara como una de sus criaturas—, de no ser por tu vibra de Cerrador a los veinte minutos habrías sido desayuno de alguien. Es por esa misma razón que, aunque tengas un cuerpo hermoso niñita —dijo dirigiéndose hacia Petra— y ustedes sean... eh... jóvenes —dijo dirigiéndose hacia mí y los demás chicos— no puedo arrebatarles los cuerpos porque son trotamundos de Gartet. Y eso iría en contra de los acuerdos, además de que, como ya saben, es muy difícil controlarlos. Pero —elevó un dedo—, hay alguien más en la sala —canturreó.
Condujo su frágil dedo hacia Berenice que no se inmutó en lo más mínimo como si se la esperara. Tal vez estaba más que asustada en su interior pero no le dejaría ver nada al hijack. Petra soltó una exclamación de sorpresa. Y Sobe negó rotundamente con la cabeza.
—¡Estás más que loca si crees que te daremos a Berenice para que la uses como juguete! ¡Yo jamás te daría a Berenice!
—Tranquilo, querido, no te lo pediré a ti.
La hijack parpadeó, sorprendida, asombrada e incluso divertida por el arranque de cólera de Sobe. Se había parado y empujado la silla hacia atrás, apagando un cúmulo de velas. Y por primera vez no se veía indiferente más bien actuaba como si estuviera defendiendo su propia vida, aunque ni siquiera eso porque Sobe siempre actuaba despreocupado hasta con peligros mortales.
Berenice por primera vez en toda la cena mostró un deje de asombro. Estaba rígida contemplando a Sobe, con una expresión ingenua que ocultó rápidamente.
—No la usaré como juguete, trotamundos —explicó con impaciencia—. Sólo la quiero como una de mis criaturas es todo, no nos vendrá mal ver caras nuevas por aquí.
—¡Púdrete! —solté al unísono con Berenice.
—¡Vete al carajo! —exclamó Miles calándose indignado la gorra.
—O mejor aun —dijo Dante parándose como un relámpago—. Nos vamos nosotros —meditó en lo que dijo y titubeó avergonzado—. Di-digo que nosotros nos vamos... pero no al carajo... o sea....
—Jonás tiene razón, tus modales dan lástima —añadió Miles dirigiéndose a la puerta pero se detuvo a medio camino cuando la mujer susurró.
—Jonás, Jonás Brown ¿Cómo no lo noté? Eres Jonás Brown.
Bueno era uno de esos momentos por los cuales se había creado la frase «No sé puede estar peor» pero los trotamundos eran unos genios desmintiendo refranes.
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