II. A Berenice le da igual el peligro
Me levanté lentamente y sacudí el brazo de Sobe. Él despertó de un salto y gritó:
—¡NO! ¡Porthdmenffdzzz! ¡Altuufffsszzz! —balbuceó.
—Tranquilo, si quieres seguir durmiendo me voy —dije señalando por encima de mi espalda.
Él parpadeó hasta que sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, la luz verde de los fuegos de la cuidad lo iluminaron. Estaba contemplándome, su respiración era agitada, el pecho le subía y bajaba con violencia.
—Jonás... Berenice. Soñé con ella.
—¿Por qué siempre sueñas con Berenice?
Sacudió su mano como si eso no importara.
—Jo, creo que ella está descubriendo algo importante.
—¿El nombre de los pantalones extraños que usamos y combinan con el fez?
Sobe negó meneando ligeramente la cabeza.
—No, no tan importante —se permitió una pequeña broma antes de continuar, se puso de pie y comenzó a andar por los pasillos rocosos del castillo mientras hablaba—. Tuve un sueño en donde ella seguía todo el día a Morbock. No lo perdía de vista, en su arrogancia él no la reconoce. Ni siquiera sabe que es una nativa de Dadirucso, él no la recuerda porque al ser confronteras no es peligrosa a sus ojos. Tampoco sabe que es nuestra amiga. Ni siquiera sabe que hace un año ella abandonó su mundo con nosotros. Berenice está jugando un juego rudo, se le acercó como una nueva colonizadora. Se hizo pasar por uno de ellos. Lo hizo esta mañana.
—Debes estar bromeando.
—Lo repito si quieres —respondió con una sonrisa como si le divirtiera lo serio de la situación—. Se hizo pasar por un monstruo, un transversus, dijo que era uno de los hijack ¿Recuerdas que el hijack que ocupaba un cuerpo de hombre deforme fue a avisarle a Morbock que estábamos en su casa? Pues llegó hoy, supongo no sabe poseer cuerpos y por eso el viaje le tardo dos días. En fin, acudió al castillo usando el cuerpo de una anciana, así nadie notaria lo mal que andaba y cómo crujían sus huesos. Logró entrar después del ataque de los espectros. Berenice estaba hurgando en habitaciones ajenas para encontrar algo de importancia, ya sabes documentos o cartas, cuando lo vio atravesar un corredor. Aunque usaba otro cuerpo lo reconoció por la manera tosca en la que caminaba.
—No me digas que se hizo pasar por su hermana.
Sobe guardó silencio y continuó caminando. Esperé unos segundos y al ver que no me contestaba protesté:
—¡Sobe!
El largó una risa apenada como si lo avergonzara divertirse con una situación como esa.
—Hay que admitir que ella es genial, el peligro no le importa —comentó con una sonrisa que suprimió y continuó hablando muy entretenido como si lo aburrido de Babilon se hubiese esfumado de repente—. En fin, pensó cosas que con su hermética cara no pude adivinar, se adelantó y le habló como si fuera su hermana. La imitó bastante bien por sólo verla unas horas. Ambos fueron con Morbock. Estuvieron todo el día con él, en el piso especial que él tiene apartado en el castillo, es como un departamento medieval y aburrido. Ella platicó la reubicación con su hermana hijack, fingió estar interesada y se esforzó por tratar de convencerlo. La hijack inteligente todavía no se apareció por el castillo lo que me inclina a pensar que o la zurramos con tanta fuerza que todavía sigue buscando su cuerpo en el bosque o cree que todavía seguimos allí y continúa buscándonos.
—No la zurramos en realidad liberamos vientos de otro mundo.
—Da igual como haya sido cuando lleguemos al Triángulo y cuente nuestra aventura aparecerá el momento en que zurré a un hijack y combatí a un malignum.
—Tú no combatiste al malignum, estabas en la cocina.
—¿Cómo puedes probarlo, estuviste ahí?
—¡Sí!
—Pues en mi historia ya no apareces y si sigues con esa actitud despídete de ser el coprotagonista que derrotó al ejército del hijack.
Enmudeció cuando un soldado pasó a su lado.
—En fin, el hijack listo no es problema por ahora, tal vez continua buscándonos en el bosque. Pero Berenice sabía que su hermana, la que no sabe manejar cuerpos, es fácil de engañar así que se hizo pasar por la hermana menor. Ambas fueron a platicar con Morbock. Bebieron vino como unos sofisticados. Hablaron de nosotros, obviamente, de otro modo no sería una reunión entretenida. Berenice descubrió que Gartet está enviando espías a nuestro mundo para que comenzaran a buscarte y que tratará de introducir un espía al Triángulo. Un trotador. Pero no saben dónde se esconde el Triángulo. Benditos portales que lo ocultan. Para meter un espía deben soltarlos en nuestro mundo y confiar que un guardián los encuentre antes que La Sociedad y trate de darles asilo por ser trotadores. No quieren hacerlo porque sólo cuentan con doscientos trotamundos, menos de la mitad son niños y no quieren perderlos ante La Sociedad. Aunque siguen derivando.
Transcurrimos por un corredor donde de un grupo de sirvientes estaba haciendo una fogata en mitad del pasillo. Reían, cantaban y comían carne asada. Sobe los eludió con la vista al frente.
—Espero que eso no pase.
—Yo espero que aborden nuestro mundo los trotadores de Gartet pero que cada uno sea atrapado por La Sociedad. Son traidores, se supone que protegemos los pasajes, no que los torturamos con veneno, marcadores y bosques malignos. Nacemos para ser caritativos no villanos de pacotilla —carraspeó como un anciano enfurruñado y prosiguió—. Hablaron nuevamente del trato de irse a un mundo más entretenido porque por ser hijacks estaban siendo tratados sin dignidad y blablablá. Pero Morbock les dijo que su desempeño no lo convencía para trasladarlos, mucho menos para otorgarles ahora un cargo importante. Les propuso un convenio, dijo que sospechaba la presencia de trotadores en el castillo, aunque, increíblemente, se tragó que Nisán se enamoró de una chica.
—Vaya idiota.
—Ni me lo digas.
Di un respingo.
—Sus palabras fueron precisas: «Si los casan para mí, tramitaré su baja en este mundo. Olvídense de Babilon para siempre» Entonces tuvo una llamada. Vino un sirviente a comunicarle que alguien lo esperaba en la puerta del piso. La serpiente siguió con recelo al sirviente, diciéndole que él no tenía cita con nadie. Abandonaron la habitación para dirigirse al desván y abrir la puerta. Del otro lado estaban Ann y Zigor. Cuando él se fue Berenice fingió manchar con vino su vestido e ir al armario de la serpiente por otro —levantó amabas manos y sonrió —. No me preguntes por qué Morbock tiene vestidos de mujer en su armario, tal vez sea igual que Peter Funke; los usa él porque estoy seguro que no tiene la elegancia suficiente para llevar a señoritas a su despacho.
Recordé el sueño donde ella estaba encerrada en un cubículo de piedra y trataba de calmarse mientras fuera había un joven soldado de la mesnada con la pierna rota. Era el hijack que había ocupado un nuevo cuerpo. Sentí pena por ella. En ese mismo instante estaba en la infiltración más peligrosa de la historia.
—Morbock tardó en regresar. Lo cierto es que quiere cazarnos el mismo o seguirle la pista a los trotadores que él cree sentir en el castillo pero ahora no se encuentra en condiciones. Es tan lento con esas muletas, de verdad lo hiciste trizas la última vez que lo atacaste. Te lo describiría pero no quiero sacarte la sorpresa de verlo con tus propios ojos.
—Vaya, eres el mejor amigo de la historia —exclamé sarcástico y él asintió con convicción.
—En fin cuando Morbock regresó dijo: «Al parecer no son los únicos en este mundo con un objetivo en mente. Tenemos enemigos en común. Mi orden para ustedes continúa en marcha pero les asignaré a unos compañeros que están buscando lo mismo que ustedes y yo» Entonces los dejó pasar y abrió la puerta para Annette y Zigor ¡Están en el castillo, buscándonos con un hijack! Sé que una confronteras y dos transversus tontos no son mucho problema. Aunque lo que me preocupa es que no importa qué tan tontos sean de todos modos pueden sentir nuestras presencias. Sé que Berenice tratará de despistarlos y alejarnos de nosotros pero tiene que lidiar ya con tres personas. Es mucho trabajo. Debemos ayudarla.
—Tienes razón.
—Y por debemos me refiero a tú sólo.
—¿Qué?
—Es día libre, el primer feriado de Babilon. Las personas hacen lo que quieren, lo que significa que hay sirvientes caminando por toda la cuidad y sus alrededores. Voy a vigilar cómo le van las cosas a Cam y Albert. Me aseguraré de que nadie los descubra y vea el cuerpo de Cuervillo. Lo haré rápido, trataré de llegar lo antes posible. Les echarás una mano a todos quedándote dónde estás, conserva tu puesto de anonimato porque creo nuestros papeles están pendiendo de un hilo. Yo en la cuidad empapelada con mi cara, los demás tratando de sabotear el campamento de Gartet, Berenice haciéndose pasar por un hijack —meneó la cabeza, un poco preocupado—. Si las cosas salen mal necesitamos a alguien en el castillo, alguien que todavía continúe infiltrado y sin ser descubierto. Tú tienes una cicatriz de sirviente, puedes pasar más por uno de ellos si las cosas salen mal.
Meditó unos segundos y añadió:
—Yo que tú de todos modos cuidaría mis espaldas, ahora los sirvientes pueden entrar y salir del castillo a sus anchas. Algunos tal vez vieron los afiches de la cuidad —no había reparado en eso, de verdad teníamos mala suerte—. Debes mantener un perfil bajo. De verdad necesitamos a alguien aquí.
Sabía que Sobe tenía razón, necesitábamos a alguien con un puesto de confianza en el castillo. Pero no quería ser yo.
—De todos modos, buscaré a Berenice —dije.
No planeaba quedarme de brazos cruzados, no era mi estilo. Mi estilo era meterme en problemas, algo que todos había hecho ese día menos yo.
Estábamos en uno de los jardines, habíamos atravesado las murallas concéntricas, todas estaban abiertas y permitían salir a cualquiera. Ahora estábamos a un lado de la pared del último muro.
Era formidable y tan alto que ningún centinela nos veía charlando en la base y aunque tratara de observar hacia bajo mientras patrullaba atinaría a divisar dos pequeños puntos. Estábamos agazapados en la sombra, casi ni siquiera podía ver su rostro. Unos quinientos metros a la derecha, detrás de un lienzo de flores silvestres y una fuente rectangular estaba la colosal entrada con el puente atravesando el riachuelo. Luego la ciudad.
Un aroma dulce se suspendía en el aire pero sin duda provenía de las flores y no de Sobe.
Habíamos ocultado las mochilas allí, bajo una roca. Sobe se colgó la suya y me dio la mía mientras yo le explicaba mis sueños y cómo Ojos de Fuego podía ayudarnos. No sabía si era trotadora, si vivía allí o qué, o si su hermana también era un trotadora, la verdad es que ese era el menor de nuestros problemas; ella podría ayudarnos y eso era todo lo que importaba.
—Petra no tiene que fingir acompañar a alguien y luego abandonarlo.
Sobe asintió abstraído en sus pensamientos. Mientras se colocaba una capa sobre la mochila y cubría su rostro en la capucha me respondió más animado:
—Mejor que esa extraña curandera te ayude por caridad. Así tendremos un plan B y no sé por qué eres el único que presiente que algo saldrá mal con el plan de Petra.
—No lo sé Sobe... siento que una cosa lo echará a perder. No sé qué es pero sé que está allí. No me da buena espina.
—Que bien que no tienes espinas —concluyó poniéndose de pie— Escucha, yo tampoco le tenía muchas esperanzas a ese plan. Digo, conseguiremos la sangre de Nisán pero Petra jamás había practicado el hechizo. Es magia negra, muy difícil, puede ser que incluso con su sangre no le funcione, estábamos aferrándonos todos de una cuerda que se estaba rompiendo. Pero ahora si los planes de Petra no funcionan tenemos tu plan. Es genial, le diste un número más a nuestras posibilidades. Hiciste un gran trabajo ganándote la confianza de los nativos en poco tiempo. Eres el héroe de la misión. Felicidades, ganador. ¡Mazel tov! —me palmeó el hombro y comenzó a caminar.
Con la capa cubriendo la mochila parecía que tenía una joroba prominente y su cojera le daba un aspecto a mendigo enfermo. No parecía un adolescente lo que se escondía detrás de la capa, su rostro estaba oculto, sólo se le veía la barbilla pecosa.
Sobe se inclinó, agarró una vara y la uso de bastón para completar su disfraz.
—Suerte viejo, no te metas en problemas y trata de cuidar el único papel seguro que tenemos hasta el momento.
—Regresa pronto —dije cuando salió de las tinieblas de la muralla, se dirigió a la descomunal puerta, flanqueado el lienzo de flores que descansaba en el suelo, y se internó en la cuidad.
La luz de la luna nos iluminó, era plateada y blanca como el brillo de una moneda al sol. Marché de regreso al interior del castillo.
Me colgué la mochila que Sobe me había dado, ya no tenía sentido esconderla.
Es gracioso pensar que la persona que más quería que guardara mi anonimato me diera en la mano el objeto que me haría perderlo para siempre.
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