¿Qué pasará cuando muera?

¿Qué será de los sueños que aún no han sido soñados?

¿Qué será de los mundos que aún no han sido creados?

¿Qué pasará cuando mi carne, hogar de tantas caricias, sea comida para gusanos y abono para flores?

¿Qué será de mis manos, que tantas bellezas han creado?

¿Y de mis ojos, de los actos de bondad que han visto?

¿Qué pasará con todas esas risas histéricas y los susurros en la oscuridad y los besos apasionados que mis labios han dado?

¿Cómo es posible que se pierdan para siempre las palabras que mi garganta ha cantado hasta quedarse afónica?

¿Qué pasará con mis piernas, que tantas canciones han bailado en la soledad de la sala?

No es como si al mundo le importara mucho, de todas formas.

El pasto seguirá creciendo por el mismo lugar que mis pies descalzos y llenos de callos han corrido en una tarde de verano.

Los árboles seguirán estirándose y la corteza seguirá sin recordar la piel de la niña que alguna vez escaló hasta la cima creyéndose la reina del mundo.

La humanidad terminará por olvidar las cosas que he escrito con la esperanza de que alguien me recuerde.

Los papeles que tienen plasmados mis sueños terminarán por humedecerse y formar parte del mismo suelo del que seré parte.

Polvo soy, polvo seré.

Todo lo que toqué será polvo.

Y está bien.