"Pieles"

Como forense era normal estar en escenas escabrosas, una denuncia había llegado a la policía de forma anónima y decidieron que fuera, ya que por la lejanía del lugar era ahorrarse trabajo.
Un olor extraño provenía de la casa en la que debíamos entrar. Rancio. Procedieron los guardias a derribar la puerta. Nunca había visto una escena de esa índole en mis años de servicio. Era una caseta pequeña en medio del bosque sin ventanas.

Con unas linternas, al entrar definimos varios trozos de piel tirada por el suelo. Me puse a analizar el lugar. Era piel humana. Cascarones vacíos. Ni siquiera tenían la parte del cráneo. Todas eran mujeres, había aproximadamente como 30 pieles de personas distintas, blancas de piel y ojos rasgados. Todo el rastro de la escena del crimen, se notaba por su estado que había pasado hace poco, cada una de ellas era rajada por la espalda, pero este no era el
motivo de su muerte. En el laboratorio analizando las muestras no se hallaría razón
a

parente por la carencia de órganos y tejido muscular. Después de lo sucedido llegarían varias denuncias anónimas. Lugares abandonados donde se encontraban las mismas características. Eran pistas y el
asesino nos estaba llevando hacia donde quería. Jugando con toda la policía. Esto me parecía un reto. Recordando mi pasado empecé a investigar la situación de forma secreta. Las denuncias no siempre se hacían de la misma manera y eso hacía
difícil seguir el rastro, pero todo siempre similitudes, un sitio pequeño, apartado, en el que se encontraban escenas casi idénticas.
En ese entonces se habían hechos muy populares en el pueblo los muffins de carne,
frutos secos y mozzarella. Adquiridos en el mercado negro. Codiciados. Baratos para su gusto exquisito. Un día pregunté por curiosidad con qué clase de
ingredientes se hacían estos dulces, me dijeron que era secreto. Llevé uno para mi laboratorio y sabiendo que podía fallar decidí analizar la carne de estos. Era lo que temía. Carne humana. Pero mi hallazgo se virilizó y eso me hizo vulnerable.
Un día iba de camino a una tienda. Perdí el conocimiento. Al despertar estaba sentada en un sofá de terciopelo negro. Cómodo, pero al tacto se notaba peculiar. Estaba atada. Amordazada. Un hombre algo harapiento entró a la habitación,
explicándome que ese sofá estaba construido únicamente con huesos y los cráneos de las muchachas que posiblemente yo había analizado, que nadie había podido saber ni la forma en la que comercializaba la carne y yo había sido la que más se había acercado a él. Me dijo que a partir de ese día viviría con, si me oponía acabaría siendo un mueble o un adorno, comida para perros, o para el mismo.
No me opuse en ese momento, pero como era de esperarse intenté escaparme, comunicarme con el exterior, pero ni gritar funcionaba ya que estaba en un lugar apartado de la ciudad, estaba en una isla vacacional de una casa llena de cosas hechas con gente, eso me estaba volviendo loca. Ni él estaba ahí. La única comida que me había dejado eran filetes. Me negaba a probar bocado. No duro mucho.
Puede que yo hubiera estado más loca que el pero no quería morir, así que comí hasta hartarme y el cuchillo de cocina seria lo que me acompañaría a mi última
batalla.
El regresaría al otro día, vestido de traje con una flor en mano, no se parecía en nada al loco que yo esperaba, pero cuando previo mis intenciones me disparó justo
en el pecho, acabando así con alguien que solo por hacer su trabajo se había metido con la persona equivocada.


Esto no está escrito desde la perspectiva del francés de la noche pero aún así quería mostrárselo a todos.
Gracias por leer.

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