A sus pies
- ¡QUIERO SER EL HECHICERO MÁS PODEROSO DEL MUNDO!
Un trueno ayudó a hacer eco del poder en su voz y a aumentar el temor que su deseo pronto traería a Aladín y compañía.
-¡Tu deseo, es mi mandamiento, gran amo! - Exclamó el Genio Rojo mientras señalaba con sus dos dedos índices a Jafar.
-¡GENIO, NO LO HAGAS!- gritó su antiguo amo, pero el genio hizo caso omiso y disparó una luz de sus dedos. Cuando ésta golpeó a Jafar, el hombre soltó un fuerte grito mientras sentía que el inmenso poder entraba en su cuerpo, levantándolo en el aire con su radiante energía.
- Damas y caballeros, ¡una cálida bienvenida para el gran hechicero Jafar!- exclamó Iago, siempre tan devoto a su dueño.
La ropa de Jafar volvió a rojo y negro, aunque sus bordes y extremos estaban revestidos de oro. Su bastón de serpiente había reaparecido en sus manos, ahora con la boca de la cobra abierta.
Jasmín y el exSultán palidecían sin poder quitarle los ojos de encima al espectáculo. Un espectáculo de terror.
-¿Dónde estábamos?- preguntó Jafar mientras se volvía para mirar a padre e hija, encogidos ante él, tal como él mismo dijo. -Ah, sí. ¡Abyecta humillación!- Gritó mientras lanzaba el primer hechizo de muchos.
Apuntó con su bastón y les lanzó rayos de chispas rojas que se envolvieron alrededor de sus cuerpos y ambos perdieron el control de ellos mismos. Aunque todavía estaban de pie, no podían moverse ni un centímetro. Sus cabezas se levantaron sin su mando, como si fueran títeres, y sus ojos quedaron mirando a Jafar, momento en el cual ambos inmediatamente jadearon y se arrojaron al suelo, inclinándose ante el nuevo sultán de Ágrabah.
Jafar se tomó un momento para admirar sádicamente la visión de su trabajo: tanto el exsultán como Jasmín se inclinaban ante él, descansando sobre sus rodillas mientras sus frentes y brazos permanecían pegados al suelo. ¡Se sentía muy bien que los papeles se cambiaran y que el anciano reconociera su lugar ante él!
Volvió su atención hacia Jasmín.
Ah, Jasmín. Sí, había sido una molestia en su vida, pero, incluso antes de la sugerencia de Iago de casarse, siempre había encontrado su cuerpo innegablemente atractivo. Ella fue cortejada por muchos por una razón después de todo.
Varias razones en realidad.
Estaba su delgada figura de reloj de arena, sus seductores ojos marrones, su maravillosa piel bronceada, sus rasgos bien dotados, su cabello negro...
Ah sí, negro. Su segundo color favorito. Sabía que, con toda su belleza natural, ella se mostraría más atractiva para él con una sonrisa roja y dorada. Sería adecuado para su ardiente naturaleza. Sólo tendría que vestirla de rojo y dorado, ya que su cabello negro ya llenaba uno de sus colores favoritos. Odiaba el azul, casi tanto como odiaba el blanco. Cada detalle debía ser puesto en marcha según sus propios gustos.
-Oh, princesa- Dijo mientras se arrodillaba y levantaba el rostro de la chica para mirarla, guiándola por la barbilla con las yemas de los dedos.
Su poderosa magia le había obligado a mirarlo con un rostro de anhelo. Los ojos de la princesa estaban fijos en Jafar y sus labios en una sonrisa de dientes. Por mucho que lo intentara, Jasmín no podía cambiar su rostro en una mueca de disgusto como hubiera deseado.
- Hay alguien a quien me muero por presentarte - canturreó sádicamente el hechicero mientras le quitaba unos mechones de pelo de la cara.
Tomó esa oportunidad para acercar su rostro al suyo, y plantarle un suave beso en su frente desnuda. Jasmín intentó con todas sus fuerzas abofetearlo y mostrar una expresión de disgusto, pero su cuerpo simplemente no lo permitía. En lugar de eso, su figura permaneció en una posición de reverencia, cerró los ojos y permitió a Jafar besar su frente, como si fuera un gran honor de su parte.
-¡Jafar!- Aladín llamó la atención del hechicero, que se alejaba de Jasmín. - ¡No te permitiré seguir con esto!
Mientras el chico montado en la alfombra corría hacia él, Jafar sólo podía divertirse con la situación.
-El príncipe Alí...- cantó.- ¡Sí, es él!- Apuntó con su bastón en dirección a Aladín y disparó chispas rojas. - ¡Pero no como creéis!
Los destellos rojos se absorbieron en su piel como lo hizo con Jasmín, aunque la alfombra mágica logró evitar ser golpeado por ellos.
Aladín sintió que su cuerpo caía al suelo mientras él también se inclinaba ante Jafar.
-¡Levántate, rata! - ordenó Jafar.
Ante la señal, el joven se levantó de su posición de reverencia. Su rostro parecía avergonzado y sus ojos no querían encontrarse con Jafar.
El hechicero se volvió hacia Jasmín, quien había mantenido sus ojos en la escena todo el tiempo. Jafar indicó que ella también se levantara y se uniera a su lado. Ella, aparentemente feliz, lo hizo. Se paró al lado de Jafar, mientras la mano de él serpenteaba hasta su cadera, forzándola a juntar sus cuerpos.
- Te ha estado engañando desde el principo...- Le susurró el sultán seductoramente al oído, haciéndole dar un pequeño suspiro exasperado.- ¡Cuántas mentiras, eran demasiado buenas para durar!- Gritó en dirección a Aladín, que aún se negaba a darle un contacto visual.
Jafar presionó su mejilla contra la de Jasmín, haciéndole sonreír contra su voluntad por poder de la magia mientras lo hacía.
-¡Saluda a tu precioso Príncipe Alí!- Cantó sonoramente Jafar mientras disparaba al chico con su bastón, haciendo que su ropa se redujese a los trapos que llevaba antes de conocer al genio.
Jasmín parecía sorprendida por primera vez. Jafar había eliminado la magia en ella permitiéndole que sus verdaderas emociones fueran mostradas, por ahora.
-¿O deberíamos decir, Aladín?- le dijo Iago.
Ella ignoró al loro por completo, todavía sorprendida por esta revelación.
-¿Alí?- preguntó, incapaz de decir nada más.
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