Capítulo 12. Cerda en celo
Advertencia: este capítulo contiene contenido sexual. Si no te gusta este tipo de contenido, no sigas leyendo, aunque eso implique que perderás información de la historia.
Aquel jabalí humanoide me dedicaba una sonrisa que pone los pelos de punta a cualquier persona y le estaban volando corazones alrededor de su cabeza. No dudaba que fuese guapo, pero prefería mil veces ser acosada por Cracker o por Lucci, que un tipo aleatorio que no conozco para nada.
—¡¿Cómo casarte con ella?! —gruñó Cracker. Sus coletas chispeaban con más fuerza porque no le gustó aquella noticia—. ¡Tú no tienes derecho a coger su mano porque yo…!
Él no terminó la frase porque, de repente, su boca se cerró automáticamente. Cracker estaba haciendo sonidos de molestia hasta se tocaba con las manos intentando abrirla. Creo que esto es cosa de Golzy.
—Lo que quiere decir mi amigo es que es muy repentino que le pidas la mano a la cerdita —interfirió ella, aproximándose hacia nosotros.
—Mi naturaleza es así —dijo, realizando el típico sonido de un animal—. En realidad, los machos porcinos cuando ven a una mujer porcina tan hermosa como ella, es difícil resistirse.
—Uhm, interesante.
—Ya, pero yo no te conozco como para que me pidas matrimonio —aclaré, soltando su agarre con fuerza.
—¡A la hora de casarnos, nos conoceremos mucho mejor!
—¡Que no me casaré contigo, so desgraciado!
La rabia me consumió por un momento y golpeé mi frente con el suyo causando que se quedara k.o. instantáneamente. El resto de híbridos se quedaron asombrados ante mi fuerza. A lo mejor no están acostumbrados a ver mujeres salvajes como yo. Estaba echando humo por la nariz cual cerdo enfadado. Esto es una advertencia de que no me molestaran demasiado.
Di la vuelta aún con ese sentimiento de matar a alguien con mis propias manos y el resto me siguió. Escuché a Golzy proponiendo buscar un hospedaje donde dormir, mientras indaga la ubicación sobre el trozo de la Estrella Cobalto. Me parece buena idea, así podré despejar la mente y no encontrarme con ese idiota de nuevo.
A lo lejos vimos un motel y nos acercamos para ver la disponibilidad. Ahí hay un tipo con aspecto de ratón. Tiene pinta de que sea una rata callejera que le gusta incordiar a la gente. Sus ojos negros se centraron en nosotros y chasqueó la lengua.
—¿Qué quieren? —preguntó con mucha molestia.
—Nos preguntamos si tienen ocho habitaciones libres —dijo Golzy.
—Veamos… Sí, pero no pienso daros las habitaciones por gusto. Teneis que pagar cierta cantidad de dinero. Para ser exactos, quinientas mil monedas de oro.
¡¿Eh?! ¡¿De dónde demonios vamos a sacar esa cantidad de dinero?!
—¿Y no puedes hacer el gran favor de este murciélago calienturrona? —cuestionó Golzy de forma coqueta acercándose de forma peligrosa al hombre ratón. Sus dedos se movieron como si estuviera a punto de invocar magia—. ¿O vas a dejarnos las habitaciones gratis?
—L-Le dejaré las habitaciones gratis —contestó el hombre hipnotizado ante el hechizo—. A-Aquí tienen las llaves.
Golzy le dedicó una sonrisa victoriosa y musitó un gracias por lo bajo. Y yo pensaba que la morena tenía ganas de follar con ese hombre ratón, pero yo creo que no es su tipo. O eso quería pensar. Cracker todavía se quejaba porque estaba con la boca sellada. Golzy chasqueó los dedos para romper el hechizo.
—¡¿Por qué hiciste eso?! —exclamó.
—Se nota que tienes las neuronas de macho a disposición —añadió Golzy—. ¿Qué dije? Los herbívoros y los carnívoros no pueden juntarse. Sí tú hubieras dicho algo indebido, la gente de este mundo te mirarán mal y te desterrarán.
—¡Me da igual! ¡Yo fui el primero en pedir su mano! ¡Además, ese cerdo no tiene derecho a tocar a Princess!
—Ni tú tampoco.
—¡¿Quieres pelea, Lucci?!
—¡Basta! —grité. Me interpuse entre esos dos—. Nada de peleas, ¿de acuerdo? Y yo necesito descansar porque en el otro mundo no he dormido lo suficiente —aclaré, cogiendo la llave de la habitación número 105—. Y como alguno de ustedes se atreva a entrar a mi cuarto, recordad mi advertencia: ¡os arrancaré los huevos!
Ante eso mirando a los cuatro hombres que, principalmente, tuve relaciones sexuales, entré a mi cuarto y cerré la puerta. Un suspiro solté, sabiendo que estoy a salvo. El cuarto es pequeño, pero acogedor. Mis ojos se centran en la cama a lo que mis pies se movieron con rapidez y me acosté. Qué cómoda. El colchón es blandito y me gusta muchísimo. Espero que encontremos pronto ese trozo de piedra para largarnos e irnos a otro mundo. Un pensamiento surgió en mi cabeza. ¿Es posible que este mundo esté vigilado por uno de los Cuatro Antiguos?
De repente, empecé a notar algo extraño en mi cuerpo, pero no quería dar mucha importancia porque seguramente sería cansancio.
Rendí ante el sueño.
⭐⭐⭐⭐
—¡Princess!
Un grito estruendoso causó que yo me asustara y cayese de la casa al estilo dramático. ¡Qué dolor! Mi cara mostró enfado y encaré al culpable.
—¡Te voy a matar, Cracker! ¡Y advertí que no entrasen a mi cuarto!
—¿Ni siquiera para avisarte para salir? —cuestionó—. Nos hemos enterado de que se va a celebrar un festival.
¿Un festival? Bueno, no podía negarlo, ya que tiene que ser un evento más importante. Aún me siento extraña, como si tuviera un pequeño remolino en mi estómago. Es mejor ignorar porque seguramente serán los nervios. Cracker se hizo aún lado para que yo saliera, pero noté su aliento muy cerca de mí a lo que lo encaré con una ceja alzada.
—¿Qué pasa?
—No sé… hueles bien —respondió. Su cola no paraba de moverse.
—¿No huelo a puerca? Ya sabes, por ser una cerda —dijo.
Él no me respondió. Sólo escuché leves ronroneos cual felino. ¡Oh, Dios! Se veía tan adorable. Ya me imaginaba a Katakuri comportarse de esa manera. Mi mirada se centró en el pasillo fijándome que el resto de varones nos estaban esperando. Sólo faltaba Golzy y no la veía en ningún lado. Seguramente estará haciendo algo importante. Bueno, vamos a la plaza mayor para ver el festival. Yo fui la primera en encabezar ese grupo. Sus miradas me estaban incomodando. Por el rabillo del ojo los veía como si estuvieran concentrados. ¿Debería preocuparme? Pasamos al lado del hombre ratón y parece que no nos ha dicho nada. Tal vez aún está influenciado por el hechizo de Golzy.
Al salir del motel, mis ojos se abrieron de par en par porque los postes están decorados de farolas de diferentes colores. El olor a la comida inundó mi olfato. Olía demasiado bien. Todos se estaban divirtiendo en armonía. Herbívoros y carnívoros conviviendo juntos. Y me asusté al sentir las patas de Poupou posar en mi hombro.
—Pensaba que estabas con Golzy.
—No sé a dónde se fue, poupou. Tengo conmigo la brújula a modo de collar, poupou —dijo. Pues sí que viene preparado—. Tendremos suerte en encontrar la estrella.
Yo asentí. Yo cruzo los dedos para encontrar aquel trozo e ir a otro mundo. Sí parpadea con violencia y de color rojo, significa que tiene que estar por aquí. Voy a tener los párpados bien abiertos porque, claro, he visto el holograma de cómo es la estrella, pero el trozo en sí no. Será bastante difícil. Me he fijado que hay un montón de puestos de juegos, ya sea para cazar peces falsos o tiras aros en unos conos. Esto es como una especie de feria. Mis oídos de cerdo están escuchando la conversación de cada uno y algún que otro gruñido que provoca cierto estremecimiento en el cuerpo. No sé. No me gustó para nada.
Aunque estuviéramos caminando, mi mente estaba ocupada por los Cuatro Antiguos. Criaturas que no se detendrán hasta conseguir su objetivo. La verdad es que todo esto me preocupaba, pero me siento segura estando con los chicos. Ellos son mi soporte. ¿Qué es este sentimiento? Es raro. No sé si es bueno o no.
Todo pasó tan rápido que no me di cuenta. Alguien me tomó en brazos. ¡No! ¡Es el hombre jabalí de antes! ¡Pensé que me había liberado de él!
—¡Cerdita mía! Tienes una fuerza descomunal. Tú y yo estamos destinados a estar juntos.
—¡Bájame! ¡No te conozco para casarme contigo! —exclamé, pataleando con fuerza.
—Solo es cuestión de hacerlo. Yo, Piggo, seré un buen esposo y te daré todo aquello que necesites.
Joder, este desgraciado no me dejará un segundo. Qué alguien me salve porque seré yo quien lo golpee de nuevo.
—Oye, amigo, yo le haría caso a la chica.
Mis plegarias fueron escuchadas. Izou se puso a su lado mostrando un lado autoritario. Yo pensé que sería Katakuri, pero Izou estaba demostrando ser un hombre de verdad. Este tipo llamado Piggo se mosqueó demasiado y me bajó con gentileza para acercarse al onnagata.
—Ve a coquetear a una hembra de tu raza, marica —gruñó.
—Solo te pido que hagas caso. Un casamiento es precipitado —recalcó.
—Un marica como tú no ordena mi corazón —aclaró.
—Yo te lo aconsejo porque es mi amiga. —Izou estaba teniendo mucha paciencia. Yo ya le hubiera golpeado.
—O tal vez estás colado por mi cerdita —dijo, haciendo el sonido de cerdo—. ¡No sois de la misma familia para empezar!
—¿Y no tengo derecho a protegerla por ser mi amiga?
—El collar no para de parpadear, poupou.
Las palabras del libro-búho llamaron mi atención. Cierto, estaba en un tono ámbar prediciendo que estábamos cerca. Tiene que estar cerca en alguna parte; no obstante, me fijé de nuevo que Piggo e Izou aún siguen discutiendo.
—Si quieres el corazón de mi cerdita, tendré que retarte a un duelo —dijo con mucha seguridad Piggo.
Él movió la cabeza como una indicación a Izou a que lo siguiera. Entre nosotros nos miramos mutuamente y no tuvimos más remedio que hacerlo. Espero que Izou ganase en esta estúpida batalla porque me tiene de los nervios. Llegamos a una zona grande donde parece que están anunciando un trofeo.
Desde mi posición, se observaba una piedra azul oscuro con toques de brillo cual estrella, un tanto singular y extraña, como si hubiera caído del cielo. Poupou me picoteó con suavidad mi cabeza para mostrarme la brújula. Rojo parpadeante. Solo significaba una cosa: ¡esa piedra es uno de los trozos de la Estrella Cobalto!
—Te reto a un duelo de tiroteos —escuché hablar al hombre jabalí—. Quien sea más rápido y obtenga más puntos derribando los obstáculos, se ganará esa piedra extraña ¡y el corazón de mi cerdita!
Creo que ha cometido un grave error porque estabamos hablando de Izou. Un hombre ágil y experto en armas de fuego. El onnagata solo esbozó una pequeña sonrisa mostrando confianza y aceptando la propuesta de Piggo. Ay, ojalá ganásemos y nos dejemos de tonterías. ¿Qué coño? ¡Hay que ganar para conseguir esa piedra cueste lo que cueste!
Izou tuvo que rellenar un formulario para participar en la competición, mientras Piggo no paraba de mandar besos en el aire. Dios, esto es una vergüenza y me gustaría que esto acabase pronto de una vez por todas. Me daban ganas de decir: “¡Lucci, ataca!”. Yo creo que al amante de la tortura y de la sangre le fascinaría.
Un hombre carnero era el anunciante de los participantes. Izou, al ser el último en apuntarse, tendrá que esperar a que sea su turno. Todo hombre bestia tomaba las armas. Cualquiera que le sea fácil. Simplemente deben apuntar a los objetivos de madera y dar en la diana para conseguir puntos, pero también tiene que ser ágil en cuanto a tiempo porque hay un cronómetro.
Yo miré a Marco con cierta preocupación, sin embargo, él me dedicó una pequeña sonrisa y me dio pequeñas palmadas en la cabeza para que estuviera tranquila. Él conoce las habilidades de Izou. Por eso, son o eran compañeros de la tripulacion de Shirohige.
Vi a Piggo tomar una escopeta y, cuando el árbitro pitó para que disparara, me sorprendí ante su habilidad de recargar aquella arma. Sus disparos casi daban en la diana y estaba en el primer puesto. ¡No! ¡Por la Virgen del Pino! Te lo suplico. Que Izou gane. Piggo le sacó la lengua a modo infantil al hombre pavo real (se me hace raro llamarlo así); no obstante, Izou estaba calmado en su sitio.
Es su turno. Ya estaba en su puesto con sus pistolas Flintlock. Unas armas que lo representaban perfectamente. Usará ambos. Su rostro indicaba calma y concentración, como si estuviera analizando el tiempo que tardaría en apuntar en la diana. Yo estaba un poco nerviosa que empecé a morder mis dedos porque deseaba que ganara y no fallara ninguno.
El sonido del silbato sonó y todo fue rápido.
Diez segundos. Las dianas asestadas. Todos los presentes estaban con la boca abierta no creyendo que Izou fuese tan jodidamente rápido. ¡Y yo estaba asombrada porque es la primera vez que veo tal espectáculo! ¡Con razón es muy ágil con sus armas!
—¡Ganador de esta competición! ¡Izou!
Una sonrisa de victoria surcó sus labios. Sí, estaba muy confiado en sus habilidades. Este hombre es impresionante que hasta noté mis mejillas sonrojarse. Se veía tan majestuoso. Mis oídos se agudizan al escuchar a las mujeres con plumas de ave gritar como unas verdaderas fanáticas. Hasta alguna vez hizo algún comentario de que quería tener hijos con él. Esto… Eso fue exagerado por su parte.
Cuando el hombre carnero le entregó la piedra, no me resistí en correr hasta él para abrazarlo con fuerza. De verdad, estaba sumamente feliz de que haya ganado en esta dichosa competición. Esto hará que ese hombre jabalí me dejara tranquila.
—¡Gracias! ¡Gracias! —exclamé con lágrimas en los ojos.
—No hay de qué —dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
—Le has dejado sin palabras a ese idiota —comentó Cracker con los ojos puestos en Piggo. El pobre, se quedó en blanco—. Y menos mal. Me daban ganas de cortarlo en trozos con la espada.
—Lo hice para que la dejase tranquila. Nada más —confesó.
—¡Pero tenemos un trozo de la Estrella Cobalto, poupou!
Eso es verdad. Izou extendió los brazos para entregármelo a lo cual no rechacé. De repente, sentí un calambrazo por todo mi cuerpo y mis fuerzas fallaron a lo que caí. Menos mal que Izou me agarró a tiempo.
—¿Te encuentras bien? —me preguntó.
—N-No sé qué fue eso, pero… Dios, qué sensación más desagradable.
—¿La piedra tiene efectos secundarios?
—Bueno, a mí no me pasó nada —aclaró Izou mirando a Marco.
—Piensa, idiota. Todos vosotros dicen que ella es Madre de Dragones y la Estrella Cobalto fue hecho por un motivo.
—¿Estás diciendo que hay una conexión entre ella y la piedra, Lunaria? —cuestionó Lucci mirando de reojo al nombrado. Este solo responde, encogiendo los hombros.
—Es lo que pienso.
—¿Estás bien para mantenerte en pie, Princess? —me preguntó Katakuri estando agachado.
Iba a responder, pero otra vez esa punzada. No fue en la espalda, sino en mi bajo vientre. Mis mejillas comenzaron a arder como si fuera un volcán a punto de erupcionar y ciertos olores estoy presenciando a mi alrededor. Olores que nunca imaginé experimentar, como oler el perfume corporal que desprende Katakuri. ¿Qué demonios es esta sensación?
—Y-Yo… —tartamudeé. Me es imposible articular alguna palabra.
Los rostros de todos ellos estaban un tanto confusos, pero cambiaron porque estaban notando algo raro en el ambiente.
—¿Qué… es este olor? —preguntó Cracker.
—Huele a… chocolate negro con toques de almendra —respondió Lucci, que no paraba de agitar la cola ante esta emoción.
—Pues es dulce y… huele muy bien —comentó Marco.
—Dan ganas de… comerlo —bufó King.
—¡Eh! ¡Idiotas! —La voz del hombre carnero se hizo presente. El tipo se aproximó, pero no demasiado para susurrar una cosa—. Llevaos a esta hembra lo más pronto posible —dijo con la voz tartamuda—. Despertará el interés de otros machos, ya sea herbívoros o carnívoros.
Yo no estaba entendiendo nada y ellos tampoco, pero no le quedaron de otra que hacerle caso. ¿Despertar el interés? Sentir los brazos de Katakuri provocaron en mí una sensación exquisita difícil de describir. Es como si quisiera que me follara… ¡¿Qué coño estoy pensando?!
Tengo la sensación de que hemos volado o algo por el estilo porque ya estaba en mi habitación. Mis pensamientos estaban centrados en otros deseos queriendo que alguien apagara este fuego infernal. El resto del grupo estaba dentro de la habitación, pero escuchaba sus respiraciones agitadas.
—Estás en celo, poupou.
Esas palabras me alertaron. ¿Qué dijo?
—¿Qué está qué? —Cracker quería asegurarse.
—Que está en celo, poupou. Es un trastorno que tienen los animales, advirtiendo que tiene la capacidad de reproducirse y crear camadas, poupou.
—¡Hasta ahí llego, joder!
—Pero ¿por qué…?
—¿Se te ha olvidado que estamos en un mundo de híbridos, poupou? —cuestionó, mirando a Marco—. Ellos, aparte de tener cola y orejas de su animal representativo, las hembras son capaces de llegar a ese estado, poupou. ¡Por eso dije que eres como las cerdas, poupou! ¡Cada veintiun días entras en ese estado, poupou!
—Poupou —lo llamé a modo de gruñido—, otro comentario más y te cortó en rodajas —lo amenacé. Mis fuerzas me estaban fallando.
—Y los machos podéis detectarlo y entrar en celo al instante, poupou.
—Entonces… ¿Este comportamiento es a causa de ello? —A Izou le faltaba el aliento hasta que sus manos estaban en el mueble, como conteniéndose a realizar alguna estupidez.
El libro-búho asintió con la cabeza. Esto significaba que estos hombres, en cualquier momento, se abalanzarían sobre mí para atender su apetito sexual.
—Largaos —musité.
—Princess, podemos…
—¡Yo no voy a follar con ninguno de ustedes! ¡Y menos con Izou y con King que son recientes! —gruñí cual bestia enfurecida y estaba echando humo por la boca, como un verdadero dragón—. ¡Largaos, antes de que os carbonice!
Cracker quería insistir, pero Katakuri siempre acata cualquier petición proveniente de mi boca. El más mayor de todos usó su habilidad de Fruta del Diablo para sacar a todos cuanto antes del lugar. Menos mal porque no sé cuánto iban a durar. Yo solté otro gruñido de frustración bastante grande porque tengo que soportar esta sensación de celo. ¿Los animales lo sienten de esta manera? Es super incómodo. Es como cuando te llega la menstruación, pero deseas que un hombre se aparee.
Este hecho sólo ocurrió cuando toqué esa piedra, que se encontraba en una de las mesas porque la colocó Marco. ¿Es porque se activó? Es una duda que surgió en mi cabeza. No paraba de mover mi cuerpo. Quiero un hombre en este cuarto. Mi “Estado Nocturno”, el lado oscuro de Licht, estaba despertando en mí. De alguna manera, yo lo podía controlar porque era yo y no obteniendo otra personalidad. ¿O es otro estado? Ni yo misma estoy segura de ello.
—¿Quieres que llame alguno para que apacigue tu estado, poupou? —me preguntó a modo de consejo.
—No —volví a gruñir.
—¿Piensas estar así por mucho tiempo, poupou? —volvió a cuestionar.
—Déjame en paz. No quiero… que nadie me toque…
—No creo que seas tonta como para no darte cuenta que, la única manera de calmar ese apetito, sea acostándose con un macho, poupou.
—Se me pasará… Además… Es imposible porque la mayoría de ellos son carnívoros y yo soy todo lo contrario. No es… buena idea…
Poupou no estaba de acuerdo con eso. Escuché como él movió sus alas y la puerta cerrarse. Como ese estúpido haya ido a buscar a uno de los chicos, os aseguro que lo mataré con mis propias manos. Yo no paraba de jadear y hacer ruidos de cerda aclamando un macho. Debo controlar esos impulsos. Es difícil. Todo mi cuerpo se estiraba o me movía en la cama marcando territorio. Ojalá estuviera Golzy para que me quitara esta sensación, pero ella diría: “aprovecha la ocasión, cerdita”.
¡Mis muertos pisoteados!
Esta sensación estaba siendo incómoda para mí. Y una idea se me ocurrió y creo que es la única forma. Es poco higiénico, pero efectivo. Con torpeza me iba quitando los pantalones quedándome en bragas y coloqué la almohada en mi entrepierna. Gemí por lo bajo cuando moví mis caderas sintiendo aquella fricción. Esto es una maravilla. Si un humano se excita con solo tocarse o a través de juegos morbosos, yo diría que este sentimiento acalorado que notan los animales se multiplica por tres.
Mi mente se nubló por unos instantes centrándome en el placer nada más. Eso sí, mis gemidos hacen eco en aquella habitación como deseando atraer a un macho. Debo disminuir esos sonidos. Es muy difícil. De alguna forma u otra, esto no me estaba confortando. Es como si necesitaba algo más. Un miembro viril, tal vez. ¡Mierda! Paré porque esto no funcionaba. Quería llorar internamente.
De pronto, un gemido largo y gutural solté porque algo caliente pasó por encima de mis bragas. El proceso se repetía una y otra vez. Joder, me está gustando mucho que no deseaba que se detuviera. Espera, ¿qué coño…? Cuando giré un poco mi cuello para ver qué estaba pasando, me encontré una cabeza de cabellos granates. El único que tiene esa tonalidad de cabello es…
—K-Katakuri…
—Poupou me avisó y yo no podía negarme. Hueles demasiado bien, Princess —habló. Por alguna extraña razón, su voz se me hacía muy atractiva y varonil.
—D-Dije que nadie… ¡Ah! —Un grito solté porque el condenado se atrevió a dar una palmada en mi nalga derecha.
—Soy consciente de ello —dijo—, pero tus gemidos se escuchan por todos lados. No sabes como tengo la polla. La tengo bien dura y solo tengo el pensamiento de querer follarte —gruñó por lo bajo.
Yo iba a reprochar nuevamente, pero él volvió a realizar su quehacer apartando un poco las bragas. Esto es vergonzoso porque no dejaba de lubricar aquellos fluidos. Katakuri deberá estar disfrutando cual niño pequeño. Todo mi cuerpo se estremecía y mis gemidos eran más profundos. Esto es lo que estaba buscando. Un hombre que me satisfaciera de cualquier modo. Yo alcé mis caderas para que Katakuri tuviera mayor acceso a mi intimidad.
—N-No pares… por favor… —supliqué.
Katakuri acató mi orden. Con esa larga lengua hacía círculos alrededor de mi clítoris y luego lo atrapa para morderlo o succionarlo con un poco de desesperación. Yo estaba en el paraíso. Mi mente está en blanco disfrutando de este momento. Mis manos agarran las sábanas con fuerza porque el placer está creciendo cada minuto que pasa. Un momento…
—K-Kata, espera… N-No podemos hacerlo —recobré la consciencia.
—¿Por qué?
—Tú y yo…
—¿Y? —Parece que adivinó lo que iba a decir—. Aún no he perdido la cordura. —Él agarró mis tobillos para girar mi cuerpo quedándome boca arriba—. Mis sentimientos son más fuertes que la necesidad de sacar mi lado carnívoro y matarte al instante.
—P-Pero…
—Quiero matarte de placer, Princess —me interrumpió—. Es lo único que quiero ahora.
—E-Entonces no podría disfrutar de ti —añadí.
Ese comentario le gustó demasiado a Katakuri porque amplió una pequeña sonrisa dándome la razón. No, de verdad, estoy sumida al placer. Ya no soy capaz de pensar antes de actuar. Y más aún si Katakuri me besó fugazmente casi quedándome sin aliento. Esa lengua exploraba sin ímpetu mi boca mostrando su dominio en mi ser.
Él es demasiado grande para mí. Ahogué un gemido al notar una fricción de mi sexo con el suyo. Dios, encima está en su tamaño normal. Es enorme. Ese miembro me rompería en dos con mucha facilidad, pero lo quería. Lo necesitaba con mucha urgencia.
—P-Por favor… déjate de juegos y mételo —supliqué.
—Uhm, ¿sabes? Me gusta verte suplicar y en un estado de sumisión —se sinceró. Se lamió los labios, muy complacido—. Creo que seguiré jugando contigo.
Katakuri me quitó el abrigo y la camisa con cierta prisa. Menos mal que no arrancó mi sostén porque me hubiera quedado sin él. Sus dedos ágiles desabotonan aquel broche liberando mis pechos y él no tardó en devorarlos, como si no hubiera un mañana. Yo estaba sensible y no paraba de gemir. Mis manos agarraron sus cabellos, incluso sus orejas recibiendo un gruñido. Le gustó demasiado. Esas orejas de Smilodon son suaves y esponjosas. Dejó de torturar mis pezones y mordió mis orejas de cerdo a lo que me encogí de mi sitio. Eso fue una manera de venganza o tal vez para igualar las cosas.
Hasta que un chillido solté porque Katakuri no tardó en entrar. Está claro que él tampoco puede resistir. El vaivén fue salvaje y abrupto, capaz de romperme en dos y no me quejaba. El cabezal de la cama golpeaba con rabia la pared. Cualquier persona lo notaría. Este placer es tan grande que no deseaba que parase. Y yo creo que él tampoco. Katakuri mordía mi cuello mostrando su lado dominante casi dejando alguna que otra marca. Los dos no parábamos de gemir o mirarnos a la cara. Seguramente mi cara era de perra con ganas de continuar. El peli-granate sonreía de satisfacción ante mis facciones. Poco a poco estaba notando que cierta sensación conocida está a punto de llegar y luego explotó.
Los dos llegamos al orgasmo. El semen me llenó. Estaba caliente. Me gusta muchísimo.
—¿Estás bien? —me preguntó.
—Sí… —susurré. Mi mano acariciaba con sutileza su mejilla y lo atraje para besar sus labios—, pero creo que… todavía estoy con los efectos —confesé.
—Bueno, entonces habrá que satisfacerte todas las veces que tú quieras.
⭐⭐⭐⭐
Los rayos de sol se cuelan por las cortinas. Me molesté un poco a lo que gruñí por lo bajo. Me levanté de la cama con la intención de cerrar por completo, no obstante, un brazo rodeó mi cintura obligándome a acostarme en la cama.
—No te vayas —murmuró a modo de ronroneo. Katakuri se vuelve mimoso conmigo.
—Deja al menos que cierre la cortina.
—Ignóralo —volvió a gruñir—. Quédate un poco más en la cama.
Él iba acariciando suavemente mi espalda. Mis párpados se iban cerrando lentamente dejándome llevar por esos mimos y sus ronroneos. Es un gato grande definitivamente. Esa paz se irrumpió cuando Golzy pateó la puerta con fuerza.
—¡Oh, la piedra de la estrella!
—¡Golzy! ¡No abras la puerta de esa manera! ¡¿Y no ves cómo estoy?!
—Tranquila, cerdita. Ya me he enterado de la movida con el grandullón —rio con picardía—. Y no fuiste la única que ha tenido sexo salvaje.
¡Lo sabía! Esta mujer buscó a un hombre para satisfacer sus deseos. Me dieron ganas de golpear su cabeza, pero Katakuri me ronroneaba cerca del oído para tranquilizarme. Joder, es tan lindo a veces.
Golzy nos pidió que nos vistiéramos porque nos tenemos que ir, ya que hemos encontrado la piedra. No hemos tardado mucho para reunirnos con el resto. Me fijé que todos no me miraban. Mierda, tal vez mis gemidos fueron fuertes y, por eso, les da un poco de vergüenza. O eso quiero pensar. Golzy abrió el portal para ir a otro mundo distinto a este.
Un mundo que no me lo esperaba.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top