2. ¡Albricias! Tremenda notica

En todo el mundo es sabido y por todos conocido que, en Murillo del Tocón, ningún secreto está seguro. Este pequeño pueblo, situado entre montañas, es famoso hasta en la playa. ¡Incluso el Record de los Guinness les entregó una medalla!

Reza el galardón que los vecinos cuidan con devoción. Y es que, ciertamente, al premio no le falta razón: nada más despunta el Sol el día, las noticias vuelan como golondrinas.

''Que si ese llamó a esta''.
''Que si esta vio a la otra''.
''Que si la otra hizo cualo''.
''Que si cualo ofendió a Pascualo''.

¡Total! Que en menos de una jornada, todo el pueblo, la comarca -y hasta los surfistas en sus tablas-, se han enterado de cada mínimo detalle que ha pasado. Eso, claro está, si doña Vicenta decide colaborar. Allá por donde ella pasa, con su apretado moño y su característico meneo de caderas -curvadas donde las haya-, toooodo el mundo se calla. ¡Pero de nada sirve! Porque doña Vicenta, siempre atenta, no deja títere con cabeza. Algunos afirman que, de joven, debió ser una espía, ya que tanta maña les da muy mala espina. Lo que está claro es que, lo fuera o no, ningún secreto estará a salvo hasta que no la reclame el descanso eterno en brazos del Señor.

Esta mañana, como tantas otras, las noticias saltan de boca en boca. La más jugosa es la de Carlos, un borrachín algo insensato.

―¡Y allí! ―exclama el desdichado―. ¡Allí fue donde le ví! ¡Un fantasma, en el caserón! ¡De los que aterran al corazón!

Muchos ríen al escucharle y otros murmuran en corrillos como loros descarados. Doña Vicenta, siempre atenta, no tarda en ejercer como jueza.

―A este Carlos no hay que hacerle mucho caso ―dice resuelta―. Porque, otra cosa no será, pero al vino... ¡hay que ver como le da!

El aludido, lejos de amilanarse ante la acusación, defiende decidido su versión.

―Lo que digo es la pura verdad. Anoche llevaba una, o dos, copitas de más. Mis ojos no me pudieron engañar. ¡Un fantasma, qué pavor! Deambulando por el viejo caserón.

―¿Tienes alguna prueba? ―pregunta recelosa doña Vicenta.

―¿Pruebas? ¡Pobre de mí! Bastante tuve con salir pitando de allí. Pero estoy seguro que lo ví.

Es tan insólita la noticia que, antes del mediodía, ya se comenta hasta en Almería. ¿Será verdad? ¿Existe un secreto tan increíble en su localidad?

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