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—Ya les dije que no lo hice —repetí, con fastidio y exasperación—. No pueden culparme sin pruebas ni tratar de manipularme para que confiese algo que claramente no hice.
El agente frotó su sien nuevamente, desprendiendo un suspiro. Me habían llamado a la dirección para tomar mi declaración, y esta era la cuarta vez que me preguntaba lo mismo, y mi respuesta claramente no variaba.
—No trato de manipularte, ¿vale? Solo estoy haciendo mi trabajo —aclaró, con cansancio—. Y ya que afirmas no haberlo hecho, entonces puedes decirme, ¿por qué pelearon anteriormente?
—No nos soportamos y por eso discutimos. No creo que eso me haga sospechosa de nada, oficial.
—Escuché de algunos alumnos que le dijiste que te desharías de ella —revisó unos papeles al hablar, posiblemente eran declaraciones de otros estudiantes—. Y las gemelas Andrews lo corroboran. Sabes que tus palabras pueden considerarse una amenaza, ¿no? —preguntó, apoyando los brazos en la mesa, dejando a un lado los papeles, y tras suspirar continuó.
—Tuviste muchos problemas con ellas, señorita Sandler. Así que es lógico que tengamos nuestras sospechas.
—Usted puede sospechar todo lo que quiera, pero yo no le hice nada. Créame, si quisiera hacerlo la habría cortado en pedacitos y la hubiese tirado al río para que los cocodrilos la devoraran... —solté sin pensar. Él me miró muy sorprendido por mis palabras, por lo que me apresuré a aclarar mi garganta y continuar—. Yo... solo quiero decir que no sería tan estúpida como para dejarla cerca de la escuela.
Obviamente nunca haría eso en la realidad. Pero ver a ese chico frente a mí, tomando agua con algo de desesperación, valió ese pequeño desliz. Recosté la espalda en la silla con cuando su silencio inundó el lugar, hasta que decidió hablar.
—Bien, te dejaré ir por ahora. Pero si encuentro nuevas pistas y tu recuerdas a alguien que pudiese ser el culpable, por favor avísame.
—Lo haré —afirmé, levantándome de la silla, para después apoyar las manos rectas en la mesa y acercarme a él—. Pero tenga en cuenta que no estuve en este lugar por mucho tiempo, oficial, así que no sé cuántos enemigos se buscó.
Me alejé para acercarme a la puerta y salir de la oficina, mientras este negaba con la cabeza y desordenaba su cabello. El no poder encontrar pruebas sólidas lo comenzaba a desesperar, como a todos los encargados del caso.
La policía había llegado en la mañana por un caso de asesinato. Después de que volví, y de mi pelea con Madie, esta desapareció sin dejar rastro alguno. Nadie sabía cómo ni por qué, pero no había llegado a su dormitorio esa noche.
Al principio los profesores lo dejaron pasar. Al parecer era normal que algunos alumnos se fueran a otros dormitorios en las noches, cosa que no estaba permitida cuando yo aún estaba aquí. Pero todo ha cambiado mucho tras mi ausencia
Sin embargo, Madie no apareció en el desayuno al día siguiente; eso los empezó a preocupar. Así que mandaron a algunos profesores a buscarla en cada extremo del instituto, dando con ella cerca del lago. Su cuerpo se encontraba cubierto de lodo y moretones, su ropa estaba rasgada en su mayoría y era sujetada en el aire por la cuerda que colgaba de un árbol.
Muchos pensaban que se había suicidado. Pero cuando llegaron los resultados de la autopsia tenía rastros de agua en los pulmones, lo que indicaba que la intentaron ahogar. Sumándole a esto los moretones que persistían en cada zona de su cuerpo, pero más en las piernas y brazos, lo que provocó que se le dislocara el derecho.
Después de esa tortura, la colgaron del árbol cercano, dejándola sin aire segundos después. Esa fue la verdadera causa de la muerte.
Cuando me enteré de eso y de cómo ocurrió, admito que sentí un ligero dolor en pecho. Sé que nuestra amistad se arruinó hace mucho tiempo, pero ella era de las pocas personas que me comprendía, lo que se dejó llevar por los supuestos hechos que descubrió.
—“Nunca pensé que serías capaz de hacer eso, An” —dijo alejándose de mi cómo si estuviera aterrorizada—. “Qué no sabes lo que puede pasar si lo descubren”.
—“¿De verdad crees que lo hago porque quiero? ¿¡Siquiera has pensado en cómo me siento!?” —le cuestioné, y mi ojos empezaron a arder de inmediato; estaba a nada de llorar.
—“En estos momentos no sé que creer, pero se lo diré a tus padres para que te detengan” —aseguró.
—“Ja, se nota que no sabes nada”— eché mi cabello hacia atrás por el estrés y frustración que me generaban inocencia.
—“Es cierto, no tengo ni puta idea de lo que has estado haciendo. Pero procuraré apartarme de tí lo más que puedo para que recapacites. Eso te lo prometo” —dijo con seguridad, marchándose poco después con una mirada llena de decepción, dejándome echa un mar de lágrimas.
Esas fueron las últimas palabras que me dedicó hace más de 4 meses. A partir de ahí no volvimos a hablarnos ni a vernos. Nuestra amistad se quebró por completo junto a la posibilidad de una reconciliación, y ahora que está muerta no sé que…
—¿Cómo te sientes? —el pequeño trance entre los recuerdos que me había absorbido, fue interrumpido por esa voz grave que vagaba en mi memoria. Ante esto me detuve y, esta vez, sí pude verlo, o algo así.
Mechones de su cabello negro cubrían parte de sus profundos ojos color miel. Llevaba una mascarilla blanca que escondía desde el puente de su nariz hasta la zona baja de su mentón, permitiéndome ver solo la mitad de su rostro. Vestía el uniforme de la escuela, aunque su corbata estaba media suelta y su camisa se divisaba por fuera del agarre del cinturón de su pantalón. Sus manos permanecían en los bolsillos delanteros del mismo y su espalda recargada en los casilleros.
—Eres tú, ¿verdad? —aseguré, mientras me acercaba a su posición—. Tú eres el que me habló ese día.
—Tienes buena memoria —rió levemente, enderezando su cuerpo para luego dar dos pasos hacia mí—. Ahora dime cómo te sientes.
—¿A ti qué te importa eso, eh? Además, ¿quién demonios eres? — cuestioné, su presencia me hacía sentir extraña, como si se mezclaran en mi interior la curiosidad y la desconfianza.
—Mmm... —fingió pensar por un momento, mientras se acercaba a mi oído—. Digamos que soy tu genio de la lámpara —susurró, alejándose lentamente, dejándome más confundida de lo que estaba anteriormente.
Cuando iba a voltearme para pedirle una explicación sobre su absurda respuesta, recibí una fuerte bofetada en mi mejilla izquierda. El ardor era insoportable en los primeros segundos, y la molestia comenzó a crecer en mí al darme cuenta de quién me la había propinado: Jade Andrews. Ambas gemelas se encontraban frente a mí, con los ojos llorosos y ligeramente enrojecidos.
—Oigan, ya me estoy cansando de ser su saco de boxeo, ¿¡lo oyen!? —mi tono se elevó guiado por la rabia y la impotencia, ambas guardaron silencio ante mi exaltación, y July permanecía detrás de Jade.
—Si fuiste tú —empezó Jade, señalándome con su índice y dedicándome una mirada desbordante de furia contenida—, no te dejaré vivir en paz, Danna.
—¿En verdad crees que fui yo? —mi tono demostraba la incredulidad que su pregunta me provocó—. Yo no la mataría por mucho odio que le tuviera, Jade. Todas ustedes fueron mis amigas, así que nunca les haría eso, a ninguna.
—Pero… tu madre dijo que nos alejaramos de ti porque tú estado era demasiado inestable y... podrías lastimarnos —dijo July, en un hilo de voz temblorosa.
Al contrario de Jade, ella era mucho más tímida y sensible. Eran como dos gotas de agua con diferente color.
—¿Cómo? —pregunté, acercándome a July con cautela, a pesar de mi creciente confusión—. ¿De qué estás hablando, Jul?
—De que no podíamos tener contacto contigo porque estabas en un psiquiátrico —intervino Jade, con frialdad—. Por eso tuvimos que alejarnos de tí.
—Si sabes que eso es mentira, ¿no? —la corté, aún sin poder creer la absurda excusa que utilizaron—. La única razón por la que me alejé de ustedes, fue porque se pusieron en mi contra y Madie le reveló mis planes a mis padres.
—¿De qué planes estás hablando? —el entrecejo de Jade se enfureció.
—Ja, creo que ustedes lo saben perfectamente. Quería arruinar sus nuevos proyectos importantes por lo que me hicieron pasar.
—Danna, joder se más específica.
—¡Qué me vendieron! ¿¡vale!? —ambas me miraron con sorpresa ante mi grito desesperado—. Eso es lo que me pasó. Mis padres me entregaron a uno de los ministros de la ciudad para tener las cosas más fáciles. ¡Carajo, estuve meses complaciendo a ese hombre para que ellos tuvieron múltiples beneficios en todos los malditos aspectos!
Ver sus rostros estáticos ante lo que decía me dolía, y ese dolor se fusionaba con el de los recuerdos tan horribles que tenía de ese tiempo, de cómo sufría en silencio. Al parecer ellas no tenían idea de lo que había sucedido. Madie nunca se los contó. Y darme cuenta de eso, me hizo querer llorar por alguna razón.
—Creo que nunca supieron eso —murmuré, cabizbaja.
En segundos sentí cómo las dos me abrazaron con fuerza, envolviéndome entre la calidez de sus brazos y dejando que sus manos dieran pequeñas palmaditas en mi espalda. Era de esos abrazos que nos dábamos para consolarnos, esos que tanto extrañé y me hacían llorar, siempre.
—Te juro que no sabíamos eso —susurró Jade, provocando que su creciente llanto afectara el tono de su voz—. Madie nunca nos dijo nada, y cuando decía algo malo de ti no nos daba las razones. Solo decía que tuvieron una pelea antes de que te ingresaran y por eso lo mencionaba.
—... Creo que no quería avergonzarme con ustedes. Pero igual se alejó de mi y le contó todo a mis padres.... eso es lo que más me dolió...
Rompimos el abrazo lentamente.
—Pero… ¿por qué se los contó sabiendo que ellos fueron los que te entregaron? —preguntó July.
—Ella no lo sabía, y tampoco quiso escucharme —sequé las lágrimas que brotaron de mis ojos—. Se enteró cuando nos encontramos en un hotel y vió como él.... él me besó, y tenía su mano en mi pierna, acariciándola.
Me detuve por un momento, para después tomar el valor de seguir.
—Luego nos encontramos en el baño y traté de explicarle, pero no me dejó. Solo decía que no podía creer que yo pudiera hacer algo cómo eso, y solo se centró en la parte de que me estaba prostituyendo para asegurarme un lugar en lo más alto. Incluso cuando le dije que estaba obligada a todo eso, no me creyó, por eso comenzamos a discutir —les expliqué lo más simple que pude. No quería contar todos los detalles de esa tarde en la que sentí que la soledad había terminado de abrazarme—. Así fue como terminó todo; ella pensó que la engañé y que lo único que quería era sacar provecho político de eso.
—Ella siempre fue así. Solo creía en lo que veía y no en lo que escuchaba, cosa que tenía sus desventajas a veces —recordó Jade, con tristeza—. Además, hay que comprender que, tal vez, al verte en esa situación le recordó a lo que hizo su madre al abandonarla.
En ese momento, vino a mi memoria el recuerdo de años atrás, cuando la madre de Madie había estado seduciendo a un político importante para abandonarlos a su padre y a ella, queriendo llegar a la élite del país. Su desconfianza tuvo un poco más de sentido.
—Cierto...
—Pero sabes que no era mala —intervino July—, simplemente era algo dura, pero nada más. No creo que mereciera morir de esa manera.
—Yo tampoco —dije entre un suspiro—. Pero voy a descubrir quién lo hizo y lo haré pagar por eso.
—¿Tienes idea de quién fue? —preguntó Jade, mirándome con la curiosidad y la esperanza de una respuesta positiva reflejándose en sus ojos.
—Aún no, pero en algún momento tendré tan siquiera una pista. Si encuentro algo se los diré —ambas asintieron.
—Y si te toca pelear con alguien, por favor no seas impulsiva —pidió, como si me estuviera advirtiendo—. Nosotras tenemos más gente y podemos contraatacar. No.... No queremos perderte a tí también.
Una leve sonrisa se asomó por mis labios, debido a lo feliz que me hacía sentir que alguien nuevamente se preocupara por mí. Pero pude disimularla.
—Descuida, procuraré avisarles de cualquier cosa. Nos vemos —me despedí, alejándome de ellas rumbo a mi habitación.
Debido a lo que sucedió, cancelaron las clases del día para centrarse solo en la investigación, aunque también prohibieron la salida o entrada de alguna persona al instituto. Así que podía pasar todo el día en mi cuarto, que no era exactamente mi actividad favorita, pero un tiempo a solas me vendría bien para pensar en lo que haría a continuación. Al entrar a mi recamara la silueta del chico de antes volvió a recibirme. Este se encontraba parado frente a mi mesita de noche, mirando mi fotografía de pequeña.
—Tu inocencia se fue demasiado rápido —empezó, girándose hacia mi con lentitud—. ¿No crees, pequeña Danna?
—… Bien, ya esto es demasiado. ¿¡Cómo entraste aquí y por qué andas siempre siguiéndome!? —cada vez se me hacía más extraño tenerlo cerca, y que irrumpiera en mi habitación así como así era aún más espeluznante.
—Primero, deberías controlar tu tono al hablar conmigo, no es una forma bonita de agradecerme —tuve que soltar una pequeña carcajada seca ante su tranquilidad y argumentos sin fundamento—. Segundo, tengo acceso a todo aquí, y como ya te dije, soy tu genio de la lámpara.
Esas malditas palabras claves ya me estaban cansando. ¿Y por qué no deja que su rostro se vea? Su presencia y su misteriosa personalidad me ponen los pelos de punta, haciendo que un escalofrío recorra cada fibra de mi ser.
—Oh, mi madre te envío para vigilarme, ¿cierto? —deducí, queriendo buscarle una explicación lógica a su insistencia en mí—. Si es eso, dile que no me escaparé, así que podrías ir tomando tu renuncia —me acerqué a mi cama para sentarme en ella, pasando por su lado, ignorandolo.
Él suspiró y se acercó a mi lentamente.
—No tengo nada que ver con tus padres, solo contigo —esa estúpida frase y la aparente tranquilidad con que la dijo, provocó en mi una leve risa. Todos a mi alrededor tenían algo que ver con mis padres, sin excepciones.
—¿En serio? —dije, enarcando una ceja al elevar un poco la cabeza, él estaba de pie a unos pocos pasos de mí—. ¿Y cuáles son los supuestos asuntos que tienes conmigo?
En instantes, su cuerpo se encorvó y sus manos se encontraron a cada lado del mío. Su rostro estaba a escasos centímetros de mi cara, y aquella mirada intensa de los ojos color miel que el extraño poseía, se encontró con la mía nerviosa y confundida. Y si no fuera por su mascarilla, juraría ver cómo se le formaba una pequeña sonrisa de boca cerrada.
—Yo cumpliré todos tus deseos —empezó, desconcertandome—, pero no esos de riqueza y felicidad. Yo seré el verdugo de todos aquellos que te lastimaron y te usaron en su beneficio. Haré que cada una de las personas que se aprovecharon de tí, paguen un precio muy alto y sufran el triple de lo que tú sufriste. Solo dime un nombre y lo comprobarás.
Decir que estaba sorprendida era muy poco. Esa seguridad y la precisión de sus palabras me llenaron de preguntas y me intrigaron a más no poder.
«¿Cómo sabía él lo que me había pasado?»
«¿De dónde me conoce y por qué dice que acabará con todo el que me hizo daño?»
«¿¡Qué carajos tiene este tipo en la cabeza para hablar así!?» —como estas, muchas preguntas más inundaban en mi mente, y solo podía pestañear repetidas veces, tratando de asimilar.
—Sé que puedes estar dolida por lo que pasó recientemente —continuó, desviando un poco la mirada—. Y me disculpo por ser tan brusco con ella, pero se estaba resistiendo tanto que me fue muy difícil controlar mi fuerza y...
—Espera, ¿qué? —lo interrumpí, intentando analizar lo que acababa de decir—. ¿Tú... Tú tuviste algo que ver con lo que le pasó a Madie? —pregunté, pero mi voz salió temblorosa sin darme cuenta, aunque eso no evitó que empezara a surgir el enojo en mi interior.
—Te pregunté si en verdad querías desahcerte de ella, y me dijiste que sí, así que lo hice. Ella también te lastimó por..
Lo hice callar al empujar su abdomen con el pie, haciendo que se separara de mi y cayera al suelo, adolorido. Rápidamente me coloqué encima de él, agarrándolo por el cuello de la camisa.
—¿¡Quién dijo que podías lastimarla, ah!? —le grité con rabia y desesperación, agitándolo con fuerza—. ¿¡Cómo te atreviste a hacerlo!?
—Solo cumplí tus órdenes, yo..
—¡En ningún momento te dije que la mataras! —sentí la humedad de las lágrimas recorrer mi mejillas—... Ella era mi amiga....
—Sabes que no lo era. Si fuese realmente tu amiga, no se hubiera alejado sin siquiera escucharte. No te habría delatado y por ende no habrías sufrido un accidente tratando de huir.
—¿¡Y eso a ti qué te importa!? ¿¡Quién crees que eres para estar tomando decisiones por mi sobre la vida de los demás!?
—¡Soy el único que te comprende! —su grito hizo que me sobresaltara un poco y me detuviera—. Nadie entiende lo que estás sintiendo mejor que yo. Por eso quiero acabar con todos los que te hicieron daño, no me importa lo que pase después.
Su firmeza y decisión me dejaron en blanco…
¿Por qué quería ayudarme?
¿Por qué se arriesgaría por mi?
¿Por qué dice que me comprende y sintió lo que yo sentí?
¡gracias por leer!
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