⌛11⌛

Pasaron unos días desde que Danna llegó a la casa de Dante. Su recuperación era el foco central del hogar, y un equipo médico se había instalado allí para atender cada una de sus heridas. Aunque sabía que todo esto era por su bienestar, la atención constante la incomodaba. Las pruebas de sangre, los chequeos frecuentes y las sesiones diarias con la psicóloga la dejaban exhausta. Sin embargo, no podía negarle nada a Dante; él le había pedido que se sometiera a este tratamiento, argumentando que era lo mejor para ella. Y, en el fondo, Danna sabía que tenía razón.

En cuanto a su relación, las cosas no avanzaban tan rápido como ella deseaba. Dante le había dejado claro que esperaría a que estuviera completamente recuperada antes de dar el siguiente paso. Esta promesa se convirtió en su motivación para sanar lo más pronto posible. La idea de poder llamarlo "novio" la llenaba de emoción, y ya podía imaginar cómo sería tener una relación formal con él. Era un sentimiento nuevo y abrumador; por primera vez en su vida, Danna experimentaba lo que denominaban amor. Aunque se moría de los nervios y del miedo, se sentía segura en manos de Dante, algo que nunca había sentido antes.

Sin embargo, había una sombra en su interior que trataba de ignorar con todas sus fuerzas. Era una inquietud que la hacía dudar de todo lo que la rodeaba. La burbuja en la que se encontraba parecía estar envuelta en un aire misterioso que no podía explicar. Aunque quería dejarse llevar por la felicidad del momento, había algo en Dante que no terminaba de encajar. A pesar de sus apenas 19 años, a unas semanas de cumplir los 20, él poseía una autoridad y determinación que la desconcertaban.

Danna no podía evitar preguntarse si le estaba ocultando algo, especialmente sobre su familia. Había escuchado a las enfermeras murmurar sobre el temor que sentían al estar cerca de Dante e involucrarse con su familia, sugiriendo que la fortuna de los Walters provenía de negocios turbios, los cuales fueron heredados a su único hijo vivo.

No obstante, Danna no quería dejarse llevar por rumores infundados. Prefería esperar a que Dante se abriera completamente a ella; dejaría que el tiempo hiciera de las suyas para darle la suficiente confianza de contarle todo aquello que no sabía.

Eso nos lleva al ahora, alrededor de las 8 de la noche. Ella se encaminaba a la habitación con todos sus análisis guardados en una carpeta azul, quienes indicaban que su cuerpo ya estaba sano. Dejó todos sus pensamientos de lado para centrarse en el largo pasillo que recorría. Y mientras más se acercaba, más mariposas sentía. Estaba feliz de tener a alguien esperándola para brindarle aqu2el amor que nadie supo darle. Pero antes de entrar, por la fina abertura de la puerta a lo escuchó hablar con alguien por teléfono.

—No le haré nada a ella —comenzó, con un tono grave y serio—. Estoy consciente de eso, padrino. No me desviaré del plan. No, ella no lo sabe, quiero decírselo pero...

Danna contuvo la respiración al escuchar esas palabras. Sintió un escalofrío recorrerle la espalda mientras se preguntaba qué plan era ese y qué significaba realmente para ella. Dante apartó el celular de su oído y pareció recibir un grito del otro lado de la línea. Su expresión se tornó aún más tensa.

—No quiero seguir ocultándole cosas —continuó—. Creo que ella debería saberlo, y así te puedes...

De nuevo, apartó el teléfono con frustración.

—Está bien, padrino. Haré lo que ordenas —dijo antes de colgar—. ¡Maldita sea!

El golpe del teléfono contra la pared resonó en el silencio del pasillo y sobresaltó a Danna, quien seguía detrás de la puerta. Su corazón latía con fuerza mientras trataba de procesar lo que acababa de escuchar. No entendía nada, pero sabía que se trataba de ella.

Esta se quedó paralizada por un instante, sintiendo miedo y curiosidad. Finalmente, decidió abrir la puerta lentamente, sabiendo que tenía que enfrentar lo desconocido y descubrir qué estaba ocurriendo realmente entre ellos.

Al entrar en la habitación, vio a Dante sentado en la cama, con las manos en la cabeza y una expresión de angustia en su rostro. Danna sintió un nudo en el estómago; estaba asustada pero decidida a averiguar la verdad detrás de sus palabras y su comportamiento.

—Dante... —llamó con voz temblorosa, intentando romper el silencio tenso que los envolvía.

Él levantó la mirada, sus ojos reflejando una mezcla de sorpresa y preocupación por su presencia.

—Danna —pronunció al levantarse con rapidez—. ¿Tus exámenes ya terminaron?

Trató de evitar el echo de que posiblemente lo había escuchado con aquella pregunta, y comenzó a dar pasos lentos en su dirección. Danna se mantenía con una expresión de confusión y seriedad.

—¿Con quién hablabas? —se atrevió a preguntar Danna, su voz sonando suave pero firme.

Dante se golpeó mentalmente, sabiendo que había llegado el momento de la verdad. Ya no podía ocultar lo que había prometido no revelar hasta que alcanzara sus objetivos.

—¿Cuánto escuchaste? —preguntó, frotándose el puente de la nariz en un gesto nervioso.

—Lo suficiente como para saber que me ocultas algo, y que hay alguien que está tratando de hacer que no me entere —la seriedad se apoderó de su voz, y Dante sintió como los nervios lo invadieron.

—Ven aquí —le extendió la mano, al desprender un profundo suspiro. Danna dudó un momento, pero finalmente tomó su mano, sintiendo el calor de su piel contra la suya.

Ambos terminaron sentándose en la cama. Dante buscaba las palabras adecuadas mientras Danna lo miraba con curiosidad y ansiedad.

—¿Recuerdas que te dije que el día de tu accidente, estaba pasando por ahí y vi tu auto caer? —preguntó finalmente. Ella asintió lentamente, su expresión comenzando a cambiar—. Pues no era del todo cierto. Esa noche, yo estaba haciendo guardia a las afueras de tu casa porque tus padres te habían traído de vuelta. Así que los seguí. Cuando te vi salir, recibí órdenes de seguirte para asegurarme de que estuvieras bien.

—¿Órdenes? ¿Quién te lo ordenó, Dan? —las preguntas brotaban de sus labios, y él desvió la mirada, sintiendo el peso de la revelación.

—Fue... fue tu padre —la confesión salió como un susurro, pero tuvo el mismo impacto que una explosión. Danna sintió una fuerte punzada en el pecho; sus ojos se ensancharon y su respiración se dificultó al escuchar la mención de dicho hombre.

—¿Mi... mi padre? —balbuceó, las palabras apenas salían de su boca—. Pe-pero si él está muerto. Murió hace siete años, Dante —pequeñas lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas, mientras recordaba esa etapa de su vida.

—Eso fue lo que todos pensaron, pero no fue así. Tu madre y Rixton quisieron sacarlo del camino porque era demasiado noble para manejar sus ambiciosos planes. Por eso lo lanzaron junto a su auto al río, causando su supuesta muerte —hizo una pausa, observando cómo el miedo comenzaba a reflejarse en su rostro y sus lágrimas aumentaban—. Él logró salir antes de ahogarse por completo, pero la profundidad y la falta de aire hicieron que perdiera el conocimiento. Días después, mi padre, quien fue su amigo de la infancia, lo encontró y lo trajo a casa para ayudarlo. Nos contó todo lo que pasó mientras iba recuperando sus recuerdos, y ahora estamos ayudándolo con su venganza.

Danna se levantó de la cama apenas finalizó, buscando aire fresco mientras trataba de asimilar lo que acababa de escuchar. Su padre... Ese hombre que había mantenido a su familia en un entorno de felicidad y alegría durante todos esos años. Ese que ella había creído muerto durante tanto tiempo, ¿ahora estaba vivo y buscando venganza? Era casi imposible de creer.

«¿Por qué no me contactó...?»
«¿Por qué se escondió entre las sombras y mandó a alguien a vigilarme...?»

Su mente era un torbellino de emociones contradictorias. El odio hacia su madre y su padrastro crecía, pero también sentía preocupación y decepción hacia su padre. Las lágrimas seguían cayendo libremente por sus mejillas mientras intentaba procesar cada palabra.

—Danna —Dante se acercó a ella al verla en una esquina de la habitación, tratando de esconderse para llorar sin control; no sabía si su llanto era de alegría o tristeza—. Cariño, por favor no te pongas así.

Él intentó alejar sus manos, que se aferraban a su cabeza como si pudiera detener el caos en su interior. Dante no pretendía hacerla sentir así, pero era evidente que en algún momento tendría que enfrentarse a esta verdad desgarradora. Logró apartar sus manos y sostuvo suavemente sus mejillas, intentando hacer que lo mirara a los ojos. Pero Danna aún no podía controlar sus emociones; así que él optó por abrazarla con fuerza.

—Discúlpame por no decirte antes, An —le pidió, acariciando su cabello mientras ella intentaba calmar su llanto, sintiendo cómo sus brazos lo rodeaban con fuerza, como si temiera que él pudiera desvanecerse. La fragilidad de ese momento lo abrumaba; cada sollozo de Danna era un eco de su propio dolor, y él deseaba con todas sus fuerzas que el sufrimiento que la envolvía se desvaneciera.

—¿Por... por qué... no me salvó? —preguntó en un hilo de voz lleno de dolor, la angustia impregnando cada palabra. Era un grito de necesidad de comprensión que desgarraba su corazón—. Dime... ¿por qué no me sacó de ese infierno?

Escucharla hablar así era como un puñal en su pecho. Dante deseaba poder borrar todo el sufrimiento que había enfrentado, que la vida le hubiera sonreído en lugar de arrojarla a un abismo de sufrimiento. Se sentía impotente al ver cómo su voz se quebraba, y lo único que podía hacer era intentar consolarla.

—Él no... no podía —trató de justificar, esforzándose por mantener la voz firme a pesar de la tormenta emocional que lo invadía—. Como ustedes se habían marchado de su anterior hogar, le fue muy difícil encontrarlos con precisión. Cada hombre que infiltraba en esa mansión nunca regresaba ni daba señales de vida. Por eso, después de la muerte de mi hermana, cuando escuché a mi padrino llorar a escondidas por lo que tu madre te obligaba a hacer, sentí que debía ayudarte a acabar con ese hombre, para vengarte y también vengar a mi hermana.

La separó un poco de su cuerpo, limpiando las lágrimas que aún resbalaban por sus mejillas. Quería que entendiera que no estaba sola en su lucha.

—Sé que casi todo lo que te he dicho ha sido mentira, o una verdad mal contada, pero te juro que desde que empecé a sentir esto por ti, he querido decírtelo todo sin guardarme nada, An —sus palabras parecían calmarla un poco; los sollozos comenzaron a cesar y la tensión en su rostro disminuyó—. Empezando porque no es cierto que mis padres me abandonaron como te dije. Al contrario, yo les pedí que salieran del país para atender otros negocios, mientras yo manejaba los de aquí con tu padre.

«Entonces... los rumores son ciertos...» —pensó, sintiendo que ahora estaba conociendo verdaderamente al chico que había robado su roto y frágil corazón.

—No asesiné a Arnold —continuó Dante, provocando que Danna frunciera levemente el ceño, confundida por la marea de información—. En realidad, hice que me transfiriera todas sus posesiones y luego se lo vendí a unos narcotraficantes, quienes lo buscaban por haberlos hecho perder millones cuando su mercancía fue decomisada.

Ella quería hablar, pero él no le dio tiempo; posicionó el índice sobre sus labios para evitar cualquier interrupción. Había más verdades que necesitaba compartir.

—Tengo otra cosa que decir —tomó una bocanada de aire antes de seguir—. Yo... estuve con Jade —soltó la frase como si fuera una bomba, desconcertando y asombrando a Danna.

—¿Qué? ¿Qué quieres decir con eso? —se alejó de él, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar. De todas las revelaciones, esta era la más impactante; nunca había imaginado que Dante tuviera una historia con Jade.

—Fue antes de la muerte de mi hermana —se apresuró a responder, volviendo a acercarse a ella—. Mike me la presentó para que tuviéramos una cita doble y... ahí empezamos a salir de vez en cuando para pasar tiempo juntos, lo que terminó en una relación. Pero cuando ocurrió lo de Trinity, empecé a distanciarme cada vez más de ella porque necesitaba estar solo. Las cosas se complicaron y terminamos rompiendo por completo cuando peleé con Mike.

Danna sintió un torbellino de emociones; la confusión y la traición se entrelazaban en su mente. No sabía si sentirse dolida o compasiva hacia Dante. La idea de que él hubiera estado con Jade antes parecía una traición personal, pero al mismo tiempo comprendía que todos estaban atrapados en una red de circunstancias incontrolables.

Danna se sintió atrapada en un torbellino de emociones; la confusión y la traición se entrelazaban en su mente como hilos enredados. La revelación de que Dante había estado con Jade, con una de sus amigas, antes de conocerla la golpeó con fuerza, pero poco a poco comenzaba a tener sentido su comportamiento la estar en el mismo lugar.

—Tienes que estar bromeando —exclamó Danna, echándose el cabello hacia atrás con incredulidad ante lo que acababa de escuchar—. ¿¡Cómo pudiste ocultarme eso!? ¿¡Cómo pudiste ocultarme todo!?

—Antes no sabía cómo reaccionarías, y temía que te alejaras de mí después de...

—¿¡Y crees que hace alguna diferencia ahora!? Joder, Dante, verdaderamente no sé qué es peor: el hecho de que me ocultaste lo de mi padre, lo que hiciste con Arterton, o que te revolcaras con una de mis amigas.

—Danna, eso fue antes de conocerte —intentó acercarse, pero ella retrocedió, manteniendo la distancia entre ellos—. No tomes eso en cuanta a estas alturas...

—¿A estas alturas? —lo interrumpió, su voz llena de rabia—. ¿Crees que no me afecta saber eso? ¿Siquiera piensas en cómo voy a mirarla a la cara ahora?

—¡Eso fue hace años! —le gritó, frustrado por contenerse tanto tiempo—. Ni siquiera nosotros mismos queremos recordar lo que pasó. Todo terminó mal, ¡así que decidimos nunca más hablar del tema!

Danna se asustó ante su reacción, y Dante sintió un golpe de culpa. Intentó calmarse.

—Lo siento, An, yo... no pretendía gritarte —dijo mientras se acercaba nuevamente y tomaba sus manos con suavidad—. Solo quiero que entiendas que ella está en mi pasado y que solo quiero quedarme contigo. Pero necesito que me aceptes, incluyendo todo lo que hice.

Eso era complicado para Danna. Se sentía como si estuviera tratando de ensamblar un rompecabezas con piezas que no encajaban. Por un lado, deseaba ver a su padre para aclarar todas sus dudas; por otro lado, anhelaba hacer pagar a su madre por todo el daño causado. Y luego estaba Dante, quien representaba la única luz en su vida rota.

Ella no sabía qué hacer.

De repente, un par de aplausos resonaron en la habitación, interrumpiendo el tenso intercambio. Pasos firmes se acercaron y una figura familiar apareció ante ellos: una pelinegra con una sonrisa burlona.

—Vaya, vaya, vaya —dijo Jade, mostrando una expresión de diversión—. Eso fue muy emotivo, Dan. Hasta me duele un poco si te soy sincera. Nuestros recuerdos juntos no fueron del todo malos.

—¿Jade? —musitó Danna al reconocerla.

—¿Cómo entraste aquí? —preguntó Dante, posicionándose protectivamente frente a Danna, recobrando su seriedad—. ¡Dime quién dejó que entraras!

—Tu Nana aún me aprecia —respondió Jade con un tono provocador mientras se acercaba lentamente—. ¿Sabes? Al principio solo quería apartar a Danna de ti porque la consideraba mi amiga y no quería que se metiera con alguien como tú. Pero cuando supe que ella estaba enterada de que el asesino de Madie eras tú, mis planes cambiaron.

Sin previo aviso, Jade sacó un arma de su espalda baja y los apuntó a ambos, asustándolos.

—Piensa bien lo que harás, Jade —intentó calmarla—. Afuera hay muchos guardias y si escuchan disparos vendrán inmediatamente aquí —advirtió Dante, intentando cubrir el cuerpo de Danna con su propio cuerpo.

—Puede ser. Pero recuerda que dicen que la leche da sueño, así que no creo que despierten. Por lo menos no por ahora...

Jade sonrió con malicia mientras el aire se volvía denso con tensión. La situación había escalado rápidamente a un punto crítico y Danna sintió cómo su corazón latía desbocado en su pecho. En ese instante, comprendió que las decisiones que tomarían a continuación podrían cambiarlo todo.

No sé lo que hice..... pero todo en mi cabeza cambió mientras escribía, así que aquí está...

¡gracias por leer!

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